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A 30 años de la muerte de la compañera "Tati"

Beatriz Allende: la lealtad como conducta

Fuentes: Crónica Digital

En más de tres décadas transcurridas, por diferentes medios mediáticos, la historia y la cronología del 11 de septiembre de 1973 han estado siempre presentes. Un personaje del no se ha escrito mucho es: Beatriz, hija del ex Presidente Salvador Allende.Cuando se escribe sobre aquel proceso de cambio raigal que fueron los mil días de […]


En más de tres décadas transcurridas, por diferentes medios mediáticos, la historia y la cronología del 11 de septiembre de 1973 han estado siempre presentes. Un personaje del no se ha escrito mucho es: Beatriz, hija del ex Presidente Salvador Allende.

Cuando se escribe sobre aquel proceso de cambio raigal que fueron los mil días de gobierno de la Unidad Popular con su presidente constitucional al frente, Salvador Allende, vienen siempre a acompañar la memoria histórica los nombres imborrables de mujeres y hombres leales a su presidente y a aquel sueño de muchos.

Lo que ocurre significativamente es que dentro de aquellos que consagraron sus vidas a la esperanza de un gobierno que reflejara en toda su dimensión los anhelos de justicia y de bienestar de un pueblo, estuvo codo a codo, como símbolo de la más suprema muestra de lealtad a un presidente, una hija.

En octubre próximo, se cumplen 30 años de la muerte de una entrañable chilena que hizo de la fidelidad a su padre un modo de vida, una conducta, a partir de la total identificación de ideales y principios entre ambos: Beatriz Allende Bussi.

Había nacido un 8 de septiembre de 1944 y al morir con solo 33 años, dejó para la historia de su pueblo un ejemplo de consagración a la lucha y al trabajo por un Chile mejor para todos.

Como médico que fue, trabajó en su profesión durante algunos años hasta convertirse después en una de las mas eficientes colaboradoras de Salvador Allende, participando activamente en las campañas políticas de este, recorriendo junto a el, de un extremo a otro el país; y luego de la victoria del 4 de septiembre de 1970, se entregó por entero a llevar adelante el proyecto de la Unidad Popular.

Es simbólico y ejemplar: Beatriz y Salvador Allende, ambos médicos humanistas, revolucionarios, médicos del alma de su pueblo.

Fue Beatriz al igual que su padre, admiradora de la Revolución Cubana y de las gestas guerrilleras en Latinoamérica, especialmente la gesta del Che Guevara en Bolivia a la cual prestó valiosas contribuciones de solidario apoyo revolucionario.

Si hoy viviera entre nosotros «la Tati», como cariñosamente le conocieron y nombraron sus compañeros de sueños y batallas, contemplaría orgullosa la nueva Bolivia que se levanta, dignificando a su pueblo, bajo un gobierno de profunda raíz popular y revolucionaria. Luego entonces, su dedicación y esfuerzos sostenidos por tan noble causa, no fueron en vano.

Durante el mandato de la Unidad Popular, Beatriz materializó su apoyo, estructurando la Secretaría de la Presidencia, brazos ejecutivos eficientes de la gestión de gobierno y fue artífice también de la creación y desarrollo del grupo de valiosos médicos colaboradores de Allende que estuvieron junto a él durante los 1000 días y hasta los últimos instantes en la épica resistencia y combate de La Moneda.

Beatriz igualmente tuvo a su cargo la formación del grupo de la Seguridad Personal del presidente Allende, grupo de fieles y valerosos compañeros salidos en su inmensa mayoría de las filas socialistas y que tan vitales servicios brindaron durante el mandato presidencial incluidos, como ya sabemos, la tenaz resistencia en el último combate del compañero presidente.

Los revolucionarios chilenos, en especial la mujer chilena, podrán encontrar siempre en ella un ejemplo de abnegación como hija, como madre, como patriota.

Beatriz Allende, la revolucionaria que a pocos días del golpe militar al gobierno legítimamente constituido por el pueblo, tuvo la entereza y el valor de denunciar ante el mundo la tragedia que vivía y el destino gris que ya se presagiaba para su patria.

Habló ante el silencio y consternación de una gigantesca concentración de pueblo en la Plaza de la Revolución «José Martí» en la Habana. «Vengo a decirles a ustedes cuál fue la actitud, cuál fue la acción y cuál fue el pensamiento del compañero Presidente Salvador Allende bajo el ataque de los militares traidores y fascistas».

Era el 28 de septiembre de 1973 y con 7 meses de gestación, su imagen recorrió el mundo y sus palabras esclarecedoras y serenas, estremecieron en todos los confines a los revolucionarios y a todos los hombres de buena voluntad.

En el forzoso exilio se dedicó en cuerpo y alma a impulsar la solidaridad con su pueblo en diversas regiones del mundo al tiempo que presidía en Cuba, el Comité de Solidaridad con la Resistencia Antifascista.

Su alto sentido del deber y compromiso con los revolucionarios chilenos que en su patria eran víctimas de la dictadura, unido a su lealtad histórica a Salvador Allende y a los principios que juntos defendieron, la colocó al máximo de sus fuerzas y resistencia emocional.

Su pérdida temprana fue consecuencia del dolor inmenso de vivir con los recuerdos de los días tristes, del futuro incierto, agotada su esperanza se quebraron sus sueños.
Sin embargo vive aun en el inmenso agradecimiento de lo mejor de su pueblo y estará allí donde existan hombres y mujeres dispuestos a rebelarse en contra de las injusticias.

Callada y muchas veces anónima, la labor desplegada por Beatriz Allende, es un paradigma de lealtad y fidelidad de una hija a un padre, cuyo amor estuvo siempre sustentado en la identidad de principios éticos y sueños de revolucionarios.

Hay semillas que tardan en germinar y solo lo hacen cuando las condiciones que les son hostiles cesan, pudiendo así mismo los procesos revolucionarios aparentemente truncos, como simientes dormidas, rebrotar en nuevos tiempos.