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Bienvenidos a un nuevo Chile

Fuentes: Punto Final

Las elecciones del 19 de noviembre han inaugurado un nuevo momento político en el país. Chile ha entrado en una fase posbinominal, bajo un sistema proporcional que distribuye el poder electoral de una manera muy diferente al que rigió entre 1990 y la actualidad. La principal novedad radica en la emergencia del Frente Amplio como […]

Las elecciones del 19 de noviembre han inaugurado un nuevo momento político en el país. Chile ha entrado en una fase posbinominal, bajo un sistema proporcional que distribuye el poder electoral de una manera muy diferente al que rigió entre 1990 y la actualidad. La principal novedad radica en la emergencia del Frente Amplio como un tercer actor parlamentario, que posee una fuerza y capacidad propia, autónoma de las dos coaliciones tradicionales que han organizado el campo político hasta ahora. Esto no representa una izquierdización del electorado. En términos globales la sumatoria de los resultados, sumando a todos los candidatos, arroja las mismas cifras que se han dado desde 1988 hasta ahora, elección tras elección: del centro a la izquierda se concentra el 55% de los votos y del centro a la derecha el 44%.

Lo que el nuevo sistema electoral reveló es que durante todas estas décadas la Izquierda ha estado subrepresentada, mientras otros actores, como la Democracia Cristiana, se han beneficiado de una sobrerrepresentación. El fin al binominal ha permitido al Frente Amplio obtener 21 diputados, mientras todas las coaliciones que se situaron a la Izquierda de la Concertación nunca lograron representación parlamentaria, sin llegar a pactos de omisión u otra fórmula parecida.

A la vez, las elecciones han dejado en evidencia a la cápsula comunicacional que envuelve este país. Se trata de un complejo sistema de espejos, donde un mensaje se replica y valida por otro sistema de comunicaciones, hasta modelar una posverdad omnipresente, una mentira cuidadosamente creíble que adquiere más legitimidad que la verdad misma. El sistema funciona a partir de las dos o tres encuestas que se generan regularmente desde el CEP, Cadem, o Adimark, financiadas por los conglomerados empresariales. Estos estudios, cuidadosamente diseñados desde una metodología y una base de datos conveniente al financista de la encuesta, son difundidos y convertidos en un oráculo infalible por los canales de televisión, la radio y la prensa escrita. Luego, los líderes de opinión comienzan a interpretar esos resultados, pero sin poder ir muy lejos de las cifras que las encuestas revelan. Finalmente, los actores políticos se ven inducidos a actuar sobre la base de estas interpretaciones, convencidos de que lo hacen sobre una base empírica que le daría cientificidad a su actuar. Pero hoy sabemos que estos datos no tienen nada de fiables. De allí la ira de Beatriz Sánchez la noche de las elecciones: «A todas las encuestas que dijeron que íbamos a estar abajo, ¿dónde está ese oráculo que es la CEP borrándonos del mapa? (…) si las encuestas hubiesen dicho a la verdad, a lo mejor sí estaríamos en segunda vuelta».

La candidata del FA tiene razón: «Se acabó la magia» titulaba La Segunda al tenor de la última entrega de la CEP el 25 de octubre pasado, agregando una lapidaria afirmación: «Fuerte retroceso de Beatriz Sánchez». Y al día siguiente La Segunda titulaba: «El 0,9% que la falta a Piñera para ganar en primera vuelta». En esa encuesta, supuestamente reputada, Piñera alcanzaba un 44,4% (obtuvo un 36,6%), Guillier un 19,7% (sacó un 22,7%) y Sánchez un 8,5% (alcanzó el 20,3%).

Durante los últimos cuatro años la opinión pública ha sido modelada por este tipo de mensajes. Se empezó a construir la tesis del «rechazo ciudadano» a las reformas. Pero a la hora de votar los más castigados han sido los conservadores de la Nueva Mayoría que boicotearon desde el interior del gobierno el programa de 2013: Ignacio Walker, Andrés Zaldívar, Camilo Escalona, Osvaldo Andrade, Jorge Tarud, Fulvio Rossi. Ya habían resignado sus posibilidades electorales Jorge Burgos, Mariana Aylwin, Soledad Alvear y Gutenberg Martínez. Nada era como se decía. El electorado de centroizquierda e Izquierda no rechazaba las reformas por avanzadas, sino por tímidas o insuficientes. Anhelaba avanzar más intensa y rápidamente. Por eso castigó a los más conservadores de la Nueva Mayoría, premió a los más consistentes (por ejemplo, a Yasna Provoste, Ximena Rincón y Francisco Huenchumilla, del ala progresista de la DC) o derechamente optó por el Frente Amplio.

Un balance de fuerzas, sector por sector, revela esta situación:

 

CHILE VAMOS, PANICO PRESIDENCIAL, VICTORIA PARLAMENTARIA

Contra el pronóstico de las encuestas manipuladas, la elección presidencial está abierta. Si Piñera hubiera sobrepasado el 40% de los votos y hubiera superado por más de 15 puntos a Guillier, la elección estaría cerrada y sería difícil revertir el resultado. Tampoco juega a favor de Piñera el escuálido 5,9% de Carolina Goic, ya que esa era la única cantera de votos que podía levantar desde el centro político. La debacle DC, que queda escorada a la izquierda y ya definió su apoyo a Guillier, no le ayuda al triunfo. Por otro lado, deberá ganarse los votos de la ultraderecha religiosa y militarista que llegó al 7,9% con José Antonio Kast. Es difícil sumar al centro político y a la vez a la extrema derecha. Pero la derecha puede respirar tranquila a nivel parlamentario. Chile Vamos subió hasta el 46% de los diputados, frente al 35,8% que tiene en la actualidad. Y en el Senado pasó de 13 parlamentarios, de un total de 38, a 19, un 44,1% del total.

 

LA DEBACLE DC

El 5,9% de Carolina Goic se debe analizar junto al enorme retroceso parlamentario de su partido. Aunque mantendrá 6 senadores, el mismo número que tiene hoy, la derrota de Patricio e Ignacio Walker y de Andrés Zaldívar, junto al triunfo de Francisco Huenchumilla y Ximena Rincón, cambia el carácter de esa bancada. En diputados la DC baja de 19 a 14 diputados, pero en una cámara que pasa de 120 a 155 miembros. La renuncia de Carolina Goic y el apoyo incondicional a Guillier anuncia un tiempo de redefiniciones y luchas internas en este partido, que deberá zanjar cuentas con el grupo que promovió la catastrófica tesis del camino propio.

 

LA CRISIS PPD-PS-PRSD

Si bien Alejandro Guillier logró pasar a segunda vuelta, el número de votos de su candidatura es el más bajo para este sector desde 1990. El Frente Amplio estuvo sólo a 159 mil votos de desplazarle de la segunda vuelta. Luego de una campaña reconocidamente débil en lo orgánico y en lo programático, se enfrenta a la necesidad de sumar la adhesión del FA a su candidatura. Necesita su apoyo para ganar, pero sobre todo necesita un acuerdo básico parlamentario, en vistas a poder gobernar. Una cosa es triunfar en la elección, pero otra muy distinta es poder tener mayoría parlamentaria para viabilizar un gobierno.

En lo parlamentario los resultados del sector son dispares. El PC aumentó a ocho diputados, y el PS salvó el honor al lograr la elección de tres senadores, incluyendo a su presidente Alvaro Elizalde. El PR se mantiene, sin capitalizar el apoyo inicial a Guillier, mientras el PPD entra en una crisis mayor, al retroceder a ocho diputados, sin un liderazgo claro de cara al futuro. En la suma final la actual Nueva Mayoría retrocedió, perdiendo cuatro escaños, con lo que su representación quedó en el 37%, un 14% menos.

 

FRENTE AMPLIO, DE LA EUFORIA

A LOS DILEMAS DEL PODER

El 20,3% de Beatriz Sánchez, los 21 nuevos diputados y el senador por Valparaíso representan el escenario más promisorio que los estrategas del FA se habían imaginado. Incluso, sin la manipulación mediática, podrían haber llegado al sorpasso a Guillier e instalarse en segunda vuelta. Por eso es más que justa la alegría de este nuevo sector político, y un motivo de esperanza para la Izquierda chilena. Sin embargo, pasada la primera celebración se ha dejado caer el peso de la nueva responsabilidad. Ser el tercer bloque parlamentario del país, con un volumen electoral en pleno desarrollo obligará al FA a administrar el germen del poder que inevitablemente se instalará en su seno, y que les puede llevar a la arrogancia o a la vanidad.

En lo inmediato el FA ha definido un itinerario de consultas a su militancia sobre la posición en segunda vuelta. Eso debería desembocar en un plebiscito los días 27 y 28 de noviembre. Cualquiera sea el resultado de esa consulta, el FA ya es una «bisagra» inevitable en el actual escenario político, y sin su aval político es muy poco lo que los grandes bloques tradicionales pueden definir.

En cuanto a la correlación de fuerzas internas, Revolución Democrática obtuvo la mayoría de la bancada, con 8 diputados: Catalina Pérez, Jorge Brito, Pablo Vidal, Maite Orsini, Giorgio Jackson, Natalia Castillo, Miguel Crispi y Renato Garín. En segundo lugar el Movimiento Autonomista logró tres diputados: Diego Ibáñez, Gonzalo Winter más Gabriel Boric, quien alcanzó una altísima votación en Magallanes. El Partido Humanista vuelve al Congreso con Tomás Hirsch, Pamela Jiles y Raúl Alarcón (Florcita Motuda). El Partido Liberal logró dos diputados, Vlado Mirosevic, en Arica, y Alejandro Bernales, del Distrito 26. Izquierda Libertaria eligió a Gael Yeoman. Izquierda Autónoma a Camila Rojas, los ecologistas a Félix González y Poder, a Claudia Mix. La joya de la corona es la elección del senador Juan Ignacio Latorre (RD), un factor determinante del nuevo carácter del FA como una fuerza que atraviesa todos los niveles de representación popular.

 

EN PERSPECTIVA PAIS

Aunque la emergencia del FA es una noticia fabulosa, no hay que perder de vista un par de datos preocupantes: el próximo Parlamento, en términos globales, tendrá una derecha más fuerte que en la actual configuración. Eso de por sí limita las posibilidades programáticas de un eventual gobierno de Guillier. Y en segundo lugar, la abstención siguió avanzando, pasando del 49% en la primera vuelta de 2013 a un 54%. Ver en eso un germen de rebeldía es una ilusión. El único sector que se beneficia objetivamente del abstencionismo es la derecha.

Ese nuevo escenario obliga a pensar con nuevas palabras y acciones. Por un lado, hay que asumir con Jorge Sharp que «el Frente Amplio tiene que contribuir a impedir que la derecha gobierne». Por otro lado, debe hacerlo de tal forma que eso suponga un avance significativo para las personas, no sólo para los partidos de la NM y del FA. Consensuar una agenda parlamentaria mínima y concreta entre la NM y el FA, centrada en cinco o seis puntos claves (AFP, Constitución, salud, pueblo mapuche, facultad presidencial de llamar a plebiscito) y que no hipoteque la autonomía del FA, debería ser la expresión de ese objetivo. Sería una oportunidad clara de hacer sentir que toda la energía puesta en la disputa electoral ha valido la pena.

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 889, 24 de noviembre 2017.

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