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Apropiación y restitución de niños en Argentina

Biopolítica y filiación

Fuentes: Rebelión

Es nuestra intención en el desarrollo que sigue recuperar los datos y ensayar un análisis de aquello que la sociedad Argentina, con su propio ritmo, va construyendo como historia. Buscamos generar las condiciones que tornen posible leer en las lagunas, en los límites que pronuncian la discontinuidad de una identidad -en la que un pueblo […]

Es nuestra intención en el desarrollo que sigue recuperar los datos y ensayar un análisis de aquello que la sociedad Argentina, con su propio ritmo, va construyendo como historia. Buscamos generar las condiciones que tornen posible leer en las lagunas, en los límites que pronuncian la discontinuidad de una identidad -en la que un pueblo creyó reconocerse- los acontecimientos que produjeron subjetividad.

Para ello nos remitiremos a un momento de nuestra historia que ha dejado profundas marcas sociales y sirven de contexto situacional a nuestro trabajo.

Con el inicio del llamado «proceso de reorganización nacional», que se extendió en Argentina desde el año 1976 hasta 1983, la sociedad civil quedó expuesta al accionar de una dictadura militar que introduce como práctica sistemática la desaparición forzosa de personas.

Esta práctica fue parte de un conjunto de acciones que se produjeron en el marco de la suspensión del estado de derecho con todas las consecuencias que ello implica: cese de los derechos y garantías civiles y vigencia del régimen de excepción del estado de sitio establecidos por un gobierno de facto.

A partir de ello, el funcionamiento de este régimen procuró anular cualquier forma de organización ciudadana para reclamar por aquellos que «desaparecieron». Este impedimento llegó a extremos en los que, además de no hacer lugar a los recursos de habeas corpus presentados por los familiares de desaparecidos, se hizo desaparecer incluso a los abogados patrocinantes.

A pesar de estas condiciones adversas, distintas agrupaciones y organizaciones sociales ligadas a los Derechos Humanos intentaron sostener algún modo de reclamo. Es de interés para nuestro trabajo detenernos en un grupo en particular que surgió del encuentro, espontáneo en un principio, de algunas mujeres, madres de desaparecidos, que decidieron juntarse para solicitar información sobre el destino sufrido por sus hijos. Estas mujeres, luego de transitar por diferentes instituciones religiosas y organismos oficiales y sin obtener respuesta alguna, toman la decisión de llevar su reclamo a la Plaza de Mayo, lugar en el que históricamente el pueblo argentino ha manifiestado ante el gobierno de turno. Ahora bien, el estado de excepción en vigencia impedía este tipo de reuniones. La orden de las fuerzas represivas para dispersar estas acciones se expresaba como clásicamente lo hacen las fuerzas policiales: circulen. Es a partir de este término que ubicamos lo que Alain Badiou llamó acontecimiento Madres de Plaza de Mayo, en tanto ellas hacen de la obediencia literal a la orden el punto de partida de la desobediencia; comienzan a circular alrededor de la plaza. Nace así la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, haciendo visible con su presencia la ausencia de los hijos desaparecidos.

Cuando esta nueva forma de organización queda estabilizada bajo el nombre de Madres de Plaza de Mayo, deciden la elección de un símbolo que las identifique, toman -a partir de su condición de madres- el pañuelo blanco en su cabeza como sucedáneo del pañal.

Al tiempo, desde octubre de 1977, un grupo de ellas decide hacer resonar otra voz de reclamo: la búsqueda de los nietos, los niños que habían desaparecido junto a sus padres o nacidos en cautiverio luego de que sus madres fueran secuestradas cuando cursaban su embarazo. La agrupación Abuelas de Plaza de Mayo se conforma entonces como grupo desprendido de Madres de Plaza de Mayo y se ocupa específicamente de la búsqueda de los hijos de sus hijos.

Un problema de enorme complejidad se plantea cuando, una vez localizado el niño que se presume es el nieto buscado, se impone la necesidad de establecer su identidad para lograr confirmar su filiación y la restitución a la familia de origen. Señalemos que Abuelas de Plaza de Mayo siempre se manejó en un contexto jurídico para sus reclamos. En efecto, luego de una tarea de investigación y de la obtención de los datos necesarios, luego de organizadas las posibles evidencias de la localización de algún nieto, son presentadas a la justicia las evidencias que permiten probar la identidad del nieto encontrado. Volveremos sobre este punto, sustancial para este trabajo.

Por otra parte, al finalizar la dictadura, se obtuvo -a partir de las investigaciones de la fiscalía del juicio a las cúpulas de la dictadura, por el informe de la CONADEP1 y entre los testimonios de diferentes organizaciones civiles- la información que permitió conocer el modo de operar de los «grupos de tareas»2 y el plan sistemático que incluyó la apropiación de niños.

El intento de los represores de mantener ocultas estas operaciones impidió obtener información de parte de los perpetradores. No obstante, circulaba la versión -que tomamos como referencia de análisis en tanto discursos sociales de explicación sobre lo sucedido- que señalaba una discusión que se habría llevado a cabo entre las fuerzas represivas. Esta discusión giraba alrededor de determinar si los hijos de las «subversivas» eran también «subversivos». Finalmente, al concluir que no era así, decidieron servirse de tales niños como parte del saqueo que sus víctimas sufrían.

Ahora bien, el pacto de silencio entre los represores se rompió en el año 1987 cuando el ex coronel Mohamed Alí Seineldín brindó un reportaje al diario Excelsior de México. Allí, el militar admitía lo sucedido y decía que le habían dado a esos niños lo mejor que podían darle: sus propias familias, los hogares de los militares que se apropiaron de los niños3.

Hasta aquí la presentación del soporte situacional e histórico para construir una línea de análisis para abordar categorías de lo biopolítico, según una lectura de las conceptualizaciones de Michel Foucault. Consideraremos doblemente y por separado el problema que acarrea esta situación histórica:

  1. El plan sistemático de apropiación de niños durante la dictadura militar;

  2. La respuesta producida por Abuelas de Plaza de Mayo.

Respecto del primer punto, señalemos que una dificultad inicial reside en la categorización de lo que se dio en llamar «terrorismo de Estado». Según Eduardo Luis Duhalde4, no se trata sólo de la ocupación del Estado por una fuerza militar ya que, además, se produce un cambio cuantitativo y cualitativo de la concepción de Estado mutando su carácter de «público» al de «clandestino» a través del terror como instrumento y método.

A partir de esta noción, podemos considerar lo que Foucault trabaja en «El nacimiento de la biopolítica»5 respecto de la noción de Estado (sin que por ello pretendamos establecer un ajuste de proporciones equivalentes entre ambas concepciones): si para Foucault el Estado no es ninguna entidad universal, no tiene una esencia y tampoco es en sí mismo una fuente autónoma de poder, la modalidad del terrorismo de Estado se promueve como una apropiación de esa instancia que, para Foucault, sólo puede ser pensada como el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples, de modo tal que esa apropiación crea la ilusión de una consolidación de poderes que no se sostienen en el entramado jurídico legal que legitima la soberanía.

En este sentido podemos establecer que el accionar del Estado terrorista rompe con las categorías tradicionalmente aplicadas a las prácticas gubernamentales. En efecto, no podría considerárselo en la lógica de «la razón de Estado» tal como lo plantea Foucault, ya que no se entrama con ningún orden jurídico. Tampoco habría correspondencia alguna con la instauración de la «economía política» y el estado frugal del liberalismo, entendido en términos clásicos. Podría suponerse que existe alguna proximidad con los Estados dirigistas como el nacionalsocialismo o el fascismo; pero en estos casos -que pueden coincidir con aquellos al cometer crímenes de lesa humanidad sistemática y masivamente- las condiciones de gubernamentalidad son netamente diferenciables.

Un indicio de estas diferencias puede leerse en los efectos políticos posteriores a ambos regímenes. Para comprender la Alemania del posnazismo y la Argentina de la posdictadura nos basaremos en el análisis que Foucault realiza sobre las condiciones de legitimidad del Estado cuando toma como caso el problema de la ilegitimidad del Estado Alemán luego de la segunda guerra mundial. La lectura que él propone de un discurso de Erhard en el año 1948, nos indica que un Estado puede tomar como pauta de legitimidad la condición de ser «representante del pueblo»; pero el pasaje al liberalismo o neoliberalismo en Alemania significó correr el eje de legitimidad hacia la vía de la economía, generando un consenso entre ciudadanos y Estado que cede la historia y elige el olvido.

La diferencia con la historia Argentina es, en efecto, diametralmente opuesta. La ilegitimidad del Estado argentino durante la dictadura no compromete al pueblo, al menos del modo en que comprometía al pueblo alemán. La condición de clandestinidad del accionar de las fuerzas militares en el gobierno no permite invocar el consenso como instancia de legitimación. Luego de la caída de la dictadura, se intenta una legitimación del Estado por la vía democrática electoral y bajo el compromiso de revisión de los hechos cometidos durante los años de plomo, compromiso condicionado severamente por la presión popular que reclamaba «juicio y castigo a los culpables».

Plantearemos a continuación las consideraciones sobre lo económico y su relación al Estado, en tanto el análisis que desarrolla Foucault en su curso sobre biopolítica, se asienta en el eje del problema de la gubernamentalidad a partir de la inteligibilidad de cambios producidos en la historia del mercado, ya sea bajo las condiciones de jurisdicción o su pasaje a la veridicción.

Ahora bien, aunque Foucault en este curso no alcanza a desarrollar específicamente la biopolítica, de igual modo surgen líneas conceptuales para pensar este término en tensión con los cambios en la razón de gubernamentalidad.

Señalamos, en este sentido, el valor que adquiere el pasaje de lo jurisdiccional (que tiene como sustento el orden jurídico que resguarda las garantías del comprador y del vendedor en la compra-venta como parámetro de gubernamentalidad) a la veridicción (como el cambio de pauta hacia lo que deberá establecerse como verdadero o falso, según un orden discursivo que sustente el saber que pueda establecerlo). Pasamos de «los derechos naturales» a la «naturaleza del mercado». Foucault sintetiza estos dos regímenes con dos preguntas que expresan claramente la lógica que acompaña a cada uno: ¿qué has hecho?, para el régimen jurisdiccional y ¿quién eres?, para la veridicción. Esta última pregunta nos indica, además, un punto fundamental para considerar lo biopolítico.

Las condiciones de relación entre el Estado terrorista argentino y el mercado plantea las contradicciones propias de un accionar que, por una parte promociona criterios neoliberales en la economía, pero para ejercer el poder de policía recurre a prácticas represivas de carácter clandestino. En este sentido resulta dificultoso ubicar la gubernamentalidad en términos ajustados a los desarrollos que realiza Foucault en el curso sobre biopolítica; con el agregado de una variable nada desdeñable como es la que se configura si tomamos en consideración que la «economía de mercado neoliberal» del Estado argentino se regía según las pautas de regulación que establecía Estados Unidos, otorgando una particularidad que excede a este trabajo intentar desarrollarla. Así mismo, es relevante incluir este dato en la medida que las condiciones de una economía de mercado, claramente instalada, es uno de los tres factores que articulan las condiciones para la biopolítica.

Para avanzar en el análisis de lo biopolítico respecto del Estado terrorista argentino otro de los puntos a considerar se encuentra en los argumentos de los responsables de la represión que guardan coincidencia con las primeras categorizaciones clásicas de la biopolítica, anteriores a los desarrollos de Foucault e inspiradas en la biocracia de Comte.

En efecto, algunos integrantes del gobierno de facto fundamentaron su accionar bajo el criterio de definir a la sociedad -repitiendo el discurso epidemiológico del nazismo- como un organismo viviente al que hay que resguardarlo de los «virus» u otros agentes extraños al cuerpo social que corre el riesgo de enfermar si no se los elimina. Las fuerzas de seguridad se equiparan entonces a los «anticuerpos» que resolverán el problema6.

Ahora bien, detener la reflexión en estos conceptos reduciría el análisis a los criterios de una «biocracia» que sólo resultaría descriptiva. Sin desdeñar este aspecto, señalemos que no alcanza a mostrar la complejidad de la situación expuesta. El análisis se fortalece -poniendo en evidencia distinciones que es necesario destacar- si consideramos los términos de Foucault, biopoder y biopolítica, y la distancia conceptual que entre uno y otro nos ofrece la lectura de Judith Revel.

La noción de biopoder -la vida biológicamente considerada- «en su doble faz, como poder sobre la vida […] y como poder sobre la muerte…»7– se muestra con toda crudeza en la acción del Estado terrorista argentino.

La biopolítica, en cambio -en tanto acción autónoma de los ciudadanos- pone en escena prácticas de subjetivación que tienden a disolver la disciplinarización del biopoder. Es aquí donde ubicamos las decisiones de las Abuelas de Plaza de Mayo. Estas decisiones, sostenidas en acciones específicas, se expresaron, como ya hemos señalado, en un abanico que va desde la investigación de los sucesos puntuales de la represión (que daba pistas para la búsqueda orientada de los nietos) hasta reclamos de la identificación genética de algunos niños en manos de miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad.

En efecto, no obstante recabar los distintos indicios que atestiguaban sobre la apropiación, era necesario que se aportara una prueba fehaciente para determinar a quiénes había sido sustraído ese niño. Precisamente en este punto surge un factor crucial. El desarrollo científico en el campo de la genética hace posible que un análisis de compatibilidad genética permita establecer parentesco en un porcentaje significativamente alto. Las abuelas apelan a esta instancia científica con tal énfasis hasta lograr la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos8.

Estas iniciativas -facilitadas por los recientes avances en genética- en ocasiones fueron confundidas como una práctica también orientada a tomar la vida en su pura forma biológica ya que parecía estar en juego la identidad biológica reconocible en la información genética. Resulta una severa confusión ubicar el problema de la restitución -y la política filiatoria que ella comporta- en el interior de esa lógica.

Por supuesto, contar con un dato semejante ha sido un formidable avance en la búsqueda de los niños desaparecidos. Pero ello no justifica alimentar una confusión: la que gusta reemplazar la identificación (operación eminentemente singular) por la idea de identidad genética. Precisamente porque esa confusión es moneda corriente, resulta imprescindible ubicar al dato genético en su justo lugar: es la huella que el robo no ha podido borrar (aunque no sea la única). Es aquello que el cuerpo conserva de una historia que se pretendió borrar y que aún persiste en el recuerdo. Pero, ¿dónde? ¿En qué lugar persiste en recordar? ¿Acaso en las células? No, aunque esto contradiga alguna obviedad. Persiste especialmente en aquellos (las abuelas, los familiares), que sostienen esa historia con su búsqueda empujados por el amor filial y alojan ese dato en una forma de tradición y de herencia que no es biológica sino humana, es decir, histórica.

Porque, como el psicoanálisis enseña, no basta con el amor para fundar paternidad sino que ese amor esté atravesado y limitado por una instancia que se conoce bajo el nombre de ley paterna. Es decir una instancia eminentemente simbólica en la que la Ley es sostenida en la jerarquía institucional de la palabra (que los apropiadores están imposibilitados de sostener). Pero, precisamente, este movimiento es a contramano del biopoder que intenta reducir al sujeto a una subestructura animal y cuenta para ello con el soporte científico de la genética que cree poder identificar al padre bajo el microscopio. Y, como ya se sabe, el genitor no es el padre; y el padre no es el apropiador.

Por todo ello, si bien en la prueba genética se trata de material biológico, éste no es más que el término que, en su lazo con otros, da lugar a uno de los acontecimientos que funda humanidad: la filiación. De este modo, se pasa del dato genético a la expresión que señala «sangre de mi sangre» como metáfora deseante que rompe con la universalización construida por la legitimidad biológica.

Queda así planteada una disimetría, entre el biopoder -que construye población otorgando identidad, ya sea a través de categorías ideológicas (los subversivos) o biológicas (la identidad genética)- y la biopolítica como potencia ligada a lo político.

Esta disimetría puede leerse en ciertos términos del psicoanalista Pierre Legendre que nos interesa retomar. Para este autor el nazismo no ha sido verdaderamente derrotado porque Occidente hereda la concepción carnicera de la filiación. Carnicera en el doble sentido, ser hijo de la carne y la carnicería que esta lógica despliega: «El valor de verdad se disuelve en una corporalidad bruta, la de la carne científicamente observable»9

Atribuimos una gran importancia a esta referencia de Legendre en la medida que, según lo entendemos, el avance cultural de la política del bios -en particular, el peso que ha adquirido en la filosofía con el desarrollo de la bioética- está fuertemente ligado al problema de la paternidad. La desorientación de Occidente acerca de este punto, aspecto que enfatiza Legendre, se encuentra íntimamente ligada al universo concentracionario en el que naufraga toda forma de emergencia subjetiva. La universalización que la ciencia procura no es ajena a esta operación, como lo señala Jacques Lacan al decir «…lo que vimos emerger (los campos de concentración), para nuestro horror, representa la reacción de precursores en relación a lo que se irá desarrollando como consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por la ciencia y, principalmente, de la universalización que introduce en ellas.»10

Sucesos históricos de los últimos años como el de la guerra en la ex Yugoslavia, han agregado escalofriantes ejemplos de la concepción carnicera de la filiación. Las tropas serbias -simultáneamente a la operación de exterminio del pueblo bosnio con el objetivo de «limpieza étnica»- emprendían otra tarea en la misma dirección. Sometían a las mujeres bosnias de origen musulmán a violaciones sistemáticas hasta lograr embarazarlas, para luego dejarlas en libertad sólo cuando el aborto ya no resultaba posible. Este horror infligido por el enemigo bélico se incrementaba, redoblándose, con el rechazo que sufrían por parte de su propio pueblo debido al hijo serbio que llevaban en su vientre.

La paternidad carnicera se encuentra a espaldas de la noción de paternidad en el campo de la Ley que reconoce su registro en el terreno de lo jurídico en los términos que Lacan lo plantea al decir: «¿Cómo (…) ha de procurarse el sujeto? Este es el origen de la palabra que designa en latín el parir. Es término jurídico, como lo son, curiosamente por cierto, todas las palabras que designan el traer al mundo en indoeuropeo. La propia palabra parto tiene su origen en una palabra que, en su raíz, sólo significa procurar un hijo al marido, operación jurídica y, digámoslo, social.»11

Podría cuestionarse la articulación entre construcciones teóricas de M. Foucault y las del psicoanálisis, considerando no solamente los cuestionamientos que Foucault ha realizado al psicoanálisis sino, además, posibles discrepancias epistemológicas. Sin embargo, hacemos concurrir al menos dos argumentos que justifican la inclusión de tales referencias en nuestro trabajo y el intento de articulación.

Por una parte, es el mismo Foucault quien aclara que en la complejidad de los hechos sociales coexisten argumentos heterogéneos y que el tratamiento de los mismos no admite una resolución dialéctica sino, todo lo contrario, se trata de conservar la heterogeneidad. También en esta dirección cabría plantear la noción de «saberes», en la medida en que ninguno de ellos intente promoverse como el «saber», en este caso sobre el hombre.

Aquí se abre el otro argumento que proponemos en la medida que el psicoanálisis daría cuenta de un sesgo posible de la subjetividad: aquel que permite localizar una posición subjetiva y un modo del padecer. En este sentido, no se tratará del psicoanálisis sosteniendo alguna verdad ontológica respecto del hombre. Si lo biopolítico se sostiene en la vía de la veridicción, no proponemos al psicoanálisis como un orden discursivo que determine qué es lo verdadero y lo falso en el intento de definir lo humano. En su modalidad discursiva, el psicoanálisis renuncia a otorgar un «ser» que brinde identidad estabilizada al sujeto. De tal modo, sólo propone un argumento, no universal, que se incluye y entrama como otro término más para pensar las condiciones de la filiación como hecho estrictamente humano; por lo tanto, inabarcable en una definición tajante.

BIBLIOGRAFIA

– Duhalde, E. L.: «El Estado terrorista argentino», Argos-Vergara, España, octubre de 1983.

– Foucault, M.: «Nacimiento de la biopolítica» – Curso en el Collége de France (1978-1979) Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2007.

– Foucault, M.: «Seguridad, territorio, población», Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2006.

– Lacan, J.: «El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis», Paidós, Barcelona, 2002.

– Lacan, J.: «Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela», Manantial, Bs. As., 1992.

– Legendre, Pierre «El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre», Barcelona, Siglo XXI, 1997.

– Revel, Judith «Michel Foucault. Expériences de la pensée», París, Bordas, 2005.

– Castro, E.: «El vocabulario de Michel Foucault», Prometeo/3010 Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Bernal, Argentina, 2004.

1 Sigla de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, organismo oficial conformado por personalidades de reconocimiento público en distintos ámbitos y que se ocuparon de recibir testimonios de testigos y afectados directos por las operaciones del terrorismo de Estado.

2 Nombre que la dictadura militar dio a los equipos que ejecutaron de manera directa el secuestro, tortura y asesinato clandestino.

3 Los represores contaron con la complicidad de jueces, médicos, enfermeras, parteras y la institución eclesiástica oficial que ocultaron o intervinieron en estas operaciones.

4 Duhalde, E. L.: El Estado terrorista argentino, Ed. Argos -Vergara, S.A. España, Octubre de 1983.

5 «El nacimiento de la biopolítica» 2007, Fondo de cultura económica de Argentina S.A.

6 Esta noción ha tenido un arraigo tan poderoso que el propio Gral. Balza, ya en tiempos de restauración del régimen constitucional (en oportunidad de pronunciar el discurso del 25 de abril de 1995 como Jefe del Ejército y formulando un análisis crítico de la represión clandestina) señala: «Esta espiral de violencia creó una crisis sin precedentes en nuestro joven país, las Fuerzas armadas, dentro de ellas el Ejército, por quien tengo la responsabilidad de hablar, creyó erróneamente que el cuerpo social no tenía los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo y con la anuencia de muchos tomó el poder.» Citado por L. M. Bisserier en Si ahora no, entonces, ¿cuándo?, en Conjetural, Revista Psicoanalítica, Nº 31, septiembre 1995, Ediciones Sitio, Bs. As., Argentina.

7 Castro, E.: El vocabulario de Michel Foucault, Prometeo/3010 Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Bernal, Argentina, 2004.

8 El reclamo de identificación genética por la Abuelas dio origen, en julio de 1987, a través de una ley votada por el Parlamento Nacional, al Banco Nacional de Datos Genéticos, organismo oficial con sede en el Hospital Durand, un hospital público de la Ciudad de Bs. As.

9 Legendre, P.: «Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre». Siglo XXI. Madrid. 1994

10 Lacan, J.: «Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela», Manantial, Bs. As., 1992.

11 Lacan, J.: «El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis», Paidós, Barcelona, 2002.