Excluir a una persona o a una entidad de alguna relación social o comercial para perjudicarla y obligarla a ceder en lo que de ella se exige era como definía la RAE el término boicotear. El boicot que empezó siendo una actividad en la lucha de clases, ha sido asimilado por el poder que lo […]
Excluir a una persona o a una entidad de alguna relación social o comercial para perjudicarla y obligarla a ceder en lo que de ella se exige era como definía la RAE el término boicotear. El boicot que empezó siendo una actividad en la lucha de clases, ha sido asimilado por el poder que lo ha adoptado como estrategia de poder y de imposición sobre los débiles. El boicot por lo tanto siempre es algo impuesto por quien puede imponerlo, y en la actualidad es una imposición del fuerte sobre el débil.
A nivel económico el boicot se asimila con el bloqueo y es una estrategia que imponen los países poderosos sobre todos aquellos que no se ajustan a sus dictados. Aunque los bloqueos se hacen a gobiernos, son los ciudadanos quienes los padecen. Da igual que el pueblo esté más o menos alimentado, más o menos inmunizado, más o menos «educado». En un boicot a un régimen la víctima es el pueblo y no el gobierno a quien va dirigido. Cuando el boicot es económico, el pueblo puede hacer una cierta presión para obligar a los gobernantes a que se dobleguen a los imperativos de los países quelo originan. Son pocos los tipos de presión que se pueden hacer a los países poderosos. El cultural puede ser uno de ellos. Pero este no solo no perjudica a los gobiernos a los que se les imponen, sino que los refuerza y alimenta su liderazgo entre sus conciudadanos. Boicotear a una potencia, que tiene recursos suficientes para que su población no se muera de hambre, de enfermedad o de frío, con la cultura, es decir, impedir que los ciudadanos de un país poderoso tengan acceso a la cultura de otros países, hace un gran beneficio a los regímenes políticos a los que va dirigida la supuesta presión. Por dos razones principalmente. Primero porque se impide que los ciudadanos tomen conciencia, a través de esos actos culturales, de otras realidades diferentes a las suyas, y segundo porque al sentirse amenazados o excluídos por otros estados afianzan la confianza en el suyo.
No es una buena medida castigar a la población por los abusos de sus dirigentes. En todos los países, hay personas que luchan contra sus sistemas políticos, económicos o militares o son muy críticas con ellos. A veces el contacto con el exterior es su única esperanza y su único aliciente. Muchos gobernantes impiden la entrada en sus territorios a personas que puedan perjudicar su imagen entre la población. Cuando desde el exterior se promueve que se niegue la entrada a aquellas actividades o personas que puedan favorecer la crítica al sistema, se está haciendo el trabajo sucio a ese sistema, pero con un riesgo grande para la propia causa que promueve esa negativa: la desmoralización de esa parte de la población crítica con sus gobernantes que se va a sentir abandonada, ignorada y que va a percibir que, desde fuera, la asimilan con un poderal que detesta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.