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Bombas de racimo y terrorismo

Fuentes: Rebelión

Se comienza por tergiversar las palabras, así, racimo, qué hermosa palabra, suena bien y sabe a fruta, a uvas y sugiere unión y colaboración, como una piña o un ramillete de algo hermoso y entrelazado. Pero sucede que los racimos de las bombas son la muerte, son el dolor provocado por la dispersión de multitud […]

Se comienza por tergiversar las palabras, así, racimo, qué hermosa palabra, suena bien y sabe a fruta, a uvas y sugiere unión y colaboración, como una piña o un ramillete de algo hermoso y entrelazado. Pero sucede que los racimos de las bombas son la muerte, son el dolor provocado por la dispersión de multitud de pequeñas bombas que matan de inmediato o a medio plazo. Y nada tienen que ver con ninguna guerra -aunque tampoco sería una justificación- sino que matan para destruir, para arruinar y atemorizar a la población y al país y, de este modo, arrebatar sus recursos y su soberanía. Así, cada minuto de cada día un mutilado más, un crimen más en tantos países y en tantas guerras abiertas con lo último de la tecnología bélica neoliberal de venta en cualquier mercado.

¿Qué diferencia puede haber entre un acto de terrorismo cualquiera, entre un artefacto explosivo colocado en mitad de un mercado o de una calle, que asesina al que pase por allí y una bomba de racimo lanzada sobre cualquier país para matar a otros, pero que no son otros porque son igual de inocentes que nuestras víctimas?

¿Qué diferencia hay entre un tiro a bocajarro o sembrar el campo -desde un avión con aire acondicionado en la cabina- con miles bombas que segarán la vida del primer niño o del primer campesino -¡pobre niño y pobre campesino!- que toque uno de los frutos del «racimo» de la bomba?

Sólo una diferencia hay; a unos los llaman terroristas, o bandas de terroristas y, a otros, Estados o Estados de Derecho; y tienen Parlamento, Gobierno, Presidente, Rey, Tribunal Supremo de Justicia y dicen que luchan contra el terrorismo.

Mientras tanto, en pleno siglo XXI, los líderes -estos líderes- del neoliberalismo que se pasan el día hablando de la lacra del terrorismo del que dicen sentirse tan amenazados, se plantean suprimir, o no, el uso, el almacenamiento y la fabricación de las bombas de racimo. Muchos países, más de un ciento, dicen que basta ya de bombas, pero ellos sólo son la mayoría de los que ni las fabrican, ni las tienen y, sobre todo, no las han utilizado, aunque sí sufrido.

En cambio, quienes sí las fabrican, las tienen y utilizan, unos se lo están pensando y otros dicen que nada, que no, que ellos seguirán con su terrorismo selectivo y planificado -¿De qué otro modo se podría decir?- y se niegan a firmar cualquier supresión o ni siquiera moratoria. Como siempre, la lista va liderada por EEUU y por Israel que nunca firman nada relacionado con los Derechos Humanos, el desarme, el derecho internacional o la paz.

Otros países, como el Reino de España, aún tienen dudas y han de tomarse un tiempo para reflexionar y para ver si es conveniente seguir o no -con esta práctica terrorista- y se dan una moratoria hasta final de año para decidir, pero, ¿Decidir qué? pues que si van a seguir fabricando, almacenando, vendiendo y tirando bombas de racimo en los campos machacados por la guerra. Es decir, aún están pensando si continúan haciendo terrorismo legalizado. Sólo el hecho de la duda y de la moratoria ya debiera ser delito.

También es cierto que algunos países declararon que destruirían su arsenal antes de que se firmara el acuerdo a finales de año y otros lideraron la ilegalización y la destrucción de este armamento, de uso terrorista, sin duda alguna.

Claro, que la decisión que al final tomen los más sensatos, es solamente medio vinculante porque podrán seguir compartiendo guerras con los países no firmantes y que forman parte de la OTAN. Y, también cómo no, seguramente en cualquier otra alianza estratégica, aunque no se sepa bien que quiere decir alianza estratégica, aparte de intereses geoestratégicos comunes (e inconfesables).

Pero, todavía hay más, nadie sabe qué va a pasar con la bases militares que EEUU tiene asentadas en los países que han firmado el no a las bombas de racimo, entre las que se encuentra el Reino de España. Seguramente la respuesta es bastante pesimista, triste, EEUU gobierna en sus bases -a todos los efectos- sin que importe en qué territorio ni en qué espacio aéreo o marítimo se encuentren. Tanto en el Reino de España, como en otros muchos de los países firmantes, EEUU seguirá almacenando bombas de racimo y seguirá siendo el territorio de donde salgan buques y aviones con su mortífera carga.

La cuestión es tener conciencia clara de donde viene el terrorismo y de quienes son sus principales causantes y porqué. Pero no sólo de las víctimas cruentas, sino también de las incruentas, indirectas, cuando cada día mueren decenas de miles de personas de hambre y miseria víctimas del expolio al que son sometidos sus países por la utilización de este armamento o de cualquier otro.

Desde luego que hay delincuencia y terrorismo a nivel de calle, callejero podíamos decir, y es grave y crea temor, aunque, tanto cualitativa como cuantitativamente, el terrorismo multimillonario en víctimas, en dolor, en tragedia y sobre toso en impunidad y hasta legalizado, es el terrorismo neoliberal, precisamente el que protagonizan los países que, diciendo combatir el terrorismo, destruyen pueblos enteros y arrasan culturas para apoderarse de sus recursos, sin que les importe el precio ni el daño en víctimas ni en tragedias humanas. Es decir, son precisamente, estos países del sí a las bombas de racimo los que, por todas estas razones, ni firman ni están dispuestos a firmar.

Siendo esta la situación internacional, ahora, la pregunta, el problema, es ¿A quién hemos de temer? ¿Quiénes son los grades terroristas, dónde está el peligro terrorista y quién es el que asola a la humanidad?. Desde luego que no es ni la solidaridad, ni el Derecho Internacional ninguneado, sino el neoliberalismo, sinónimo del más cruento vandalismo.