Recomiendo:
2

Bourdieu y los movimientos sociales

Fuentes: Rebelión

Los que tienen la suerte de poder dedicar su vida al estudio del movimiento social, no pueden permanecer, neutros e indiferentes, al margen de las luchas que ponen en juego el futuro del mundo. Pierre Bourdieu   I. Breve introducción En este ensayo se pretende indagar, en una primera exploración y de manera muy preliminar, […]

Los que tienen la suerte de poder dedicar su vida al estudio del movimiento social, no pueden permanecer, neutros e indiferentes, al margen de las luchas que ponen en juego el futuro del mundo.

Pierre Bourdieu

 

I. Breve introducción

En este ensayo se pretende indagar, en una primera exploración y de manera muy preliminar, la potencialidad de la sociología bourdieusiana para la investigación y estudio de los movimientos sociales. Se exploran los aspectos epistemológicos, los metodológicos a partir de las categorías conceptuales de campo, habitus y capital; el papel de los intelectuales y la televisión.

II. Consideraciones epistemológicas para el estudio de los movimientos sociales 

Uno de los aportes de Bourdieu que deben ser considerados en la investigación científica y, de manera especial, en el estudio de los movimientos sociales, es la relación entre ciencia y poder, y entre ciencia y política. Para Bourdieu no hay una frontera infranqueable entre epistemología y política. Al respecto, sostiene que: «los conflictos epistemológicos son siempre, inseparablemente conflictos políticos: es por eso que una investigación sobre el poder en el campo científico podría comprender sólo cuestiones de tipo epistemológico» (Bourdieu, 2008:15).

Nuestro autor combate la idea de una ciencia neutra y completamente objetiva, que ubica al quehacer científico lejos de la esfera del poder y de todo tipo de intereses. Desde la perspectiva de Bourdieu la pretendida búsqueda de neutralidad no es más que una ficción. «La idea de una ciencia neutra es una ficción, y es una ficción interesada, que permite considerar científica una forma neutralizada y eufemística (y por lo tanto particularmente eficaz simbólicamente porque es particularmente desconocible) de la representación dominante del mundo social» (Bourdieu, 2008:47). Bourdieu no sólo no acepta la supuesta neutralidad de la ciencia, sino que va mucho más allá cuando afirma: «la ciencia social toma necesariamente partido en la lucha política» (Bourdieu, 2008:48).

Siguiendo la lógica de argumentación anterior, Bourdieu es consciente que bajo la autoridad de la ciencia se construye la conciencia falsa, la política oficial y se niega la existencia de la lucha de clases.

«La ciencia falsa destinada a producir y mantener la falsa conciencia, la sociología oficial (cuya politología es su más bello florón) debe hacer exhibición de objetividad y de «neutralidad ética» (es decir neutralidad en la lucha de clases cuya existencia niega, por otro lado) y dar todas las apariencias de una ruptura decidida con la clase dominante y sus demandas ideológicas, multiplicando los signos exteriores de cientificidad […]» (Bourdieu, 2008:53).

En resumen, el estudio de los movimientos sociales, desde las posiciones epistemológicas de Pierre Bourdieu, exige el reconocimiento de la existencia de la lucha de clases, de la relación entre epistemología y política, y entre epistemología y poder que tienen las prácticas científicas en la creación y legitimación de la dominación simbólica.

III. Habitus, campo y capital en el estudio de los movimientos sociales 

En el estudio de los movimientos sociales se encuentran dos grandes perspectivas teóricas. Una, que explica los movimientos sociales desde los factores externos como la teoría del agravio y la teoría de la Estructura de Oportunidades Política (EOP); y dos, la que explica los movimientos sociales desde factores más internos como las subjetividades, las identidades y la movilización de recursos. En la actualidad, se ha demostrado que ambas perspectivas analíticas son insuficientes y existen esfuerzos para la construcción de una síntesis teórica que articule tanto la teoría de los factores externos como los internos para la explicación de los movimientos sociales. En la búsqueda de esta síntesis teórica, los conceptos de habitus, campus y capital pueden dar un aporte significativo. Bourdieu busca romper con las parejas dicotómicas como objetividad/subjetividad, estructura/acción, micro/macro, entre otras.

La preocupación central de Bourdieu es pensar e investigar la realidad en términos de relaciones, más que de estructuras. Campo significa pensar en términos de relaciones. «Lo real es relacional: lo que existe en el mundo son relaciones; no interacciones o vínculos intersubjetivos entre agentes, sino relaciones objetivas que existen «independientemente de la conciencia y voluntad individuales», como dijera Marx» (Bourdieu, 1995:64).

El concepto de capital es clave para conocer con que «armas» o recursos, no sólo materiales sino que también simbólicos, se enfrentan los movimientos sociales. «Un capital o una especie de capital es el factor eficiente en un campo dado, como arma y como apuesta; permite a su poseedor ejercer un poder, una influencia, por tanto, existir en un determinado campo, en vez de ser una simple «cantidad deleznable» (Bourdieu, 1995: 65).

Lo fundamental es que Bourdieu reconoce que a todo ejercicio de poder le corresponde determinada lucha y resistencia de los dominados, sea esta oculta o abierta, y esto es parte de los acumulados históricos sin los cuales la gestación e irrupción, mucha veces de manera sorpresiva e intempestiva, de los movimientos sociales sería muy difícil de comprender. Veamos el siguiente planteamiento de Pierre Bourdieu:

«Quienes dominan en un determinado campo están en posición de hacerlo funcionar en su beneficio, pero siempre deben tener en cuenta la resistencia, las protestas, la reivindicaciones y las pretensiones, «políticas» o no, de los dominados. Es verdad que dentro de ciertas condiciones históricas, las cuales deben estudiarse empíricamente, un campo puede comenzar a funcionar como aparato. Cuando el dominante logra aplastar o dominar la resistencia y las reacciones del dominado, cuando todos los movimientos ocurren exclusivamente de arriba hacia abajo, la lucha y la dialéctica constitutivas del campo tienden a desaparecer. Sólo puede haber historia mientras los individuos se rebelen, resistan y reaccionen. Las instituciones totalitarias -asilos, prisiones, campos de concentración- y las dictaduras son intentos de acabar con la historia. Así, los aparatos representan un caso extremo, algo que se puede considerar un estado patológico de los campos. Pero, se trata de un extremo que nunca se alcanza del todo, aun en los regímenes «totalitarios» más represivos» (Bourdieu, 1995:68).

Los campos son espacio de disputa de las fuerzas sociales, ya sea por conservar o transformas los capitales. El campo es algo dinámico y para nada estático. «El campo es escenario de relaciones de fuerza y de luchas encaminadas a transformarlas y, por consiguiente, el sitio de un cambio permanente» (Bourdieu, 1995:69).

Sin mayor explicación, Bourdieu no hace referencia a las categorías de sujeto o de actor, sino que prefiere hablar de agente. Pero lo más importante es que presenta una perspectiva que busca romper con los determinismos de los factores internos o externos del sujeto. Es decir, está contra el determinismo estructural, pero también contra el determinismo de la elección racional y del individualismo metodológico. Así plantea que:

«Los agentes sociales no son «partículas» mecánicamente arrastradas y empujadas por fuerzas externas. Son, más bien, portadores de capital y, según su trayectoria y la posición que ocupan en el campo en virtud de su dotación de capital (volumen y estructura), propenden a orientarse activamente, ya sea hacia la conservación de distribución del capital, ya sea hacia la subversión de dicha distribución […]» (Bourdieu, 1995: 72).

Bourdieu enfatiza que, «la teoría de la acción racional sólo reconoce las «respuestas racionales» de un agente carente de historia, indeterminado e intercambiable» (Bourdieu, 1995:85), y plantea la categoría de habitus como un concepto clave para romper con las dicotomías epistemológicas falsas, al reconocer que, «hablar de habitus es plantear que lo individual, e incluso lo personal, lo subjetivo, es social, a saber, colectivo» (Bourdieu, 1995:87).

«El concepto de habitus da cuenta del hecho de que los agentes sociales no son ni partículas de materia determinada por causas externas, ni tampoco pequeñas mónadas guiadas exclusivamente por motivos internos y que llevan a cabo una suerte de programa perfectamente racional. Los agentes sociales son el producto de la historia, esto es, de la historia de todo el campo social y de la experiencia acumulada en el curso de una trayectoria determinada en el subcampo considerado […] En otras palabras, los agentes sociales determinan activamente, mediante categorías de percepción y apreciación social e históricamente constituidas, las situaciones que los determina. Se puede decir, incluso, que los agentes sociales están determinados solamente en la medida que se autodeterminan; pero, las categorías de percepción y apreciación que forman la base de esta autodeterminación están así mismas determinadas en gran parte por las condiciones económicas y sociales de su constitución» (Bourdieu, 1995: 93-94).

Así las cosas, el concepto de habitus, sería la categoría fundamental para romper con los determinismos sobre los agentes.

IV. Los intelectuales y los movimientos sociales 

En las ciencias sociales existe un largo debate sobre el papel de los intelectuales en la política. Antonio Gramsci desarrolló la idea del «intelectual orgánico», pero Bourdieu plantea el intelectual comprometido pero a la vez autónomo.

Bourdieu en los últimos años de su vida apoyó en las calles y huelgas los movimientos sociales contra el neoliberalismo. Rechazó de manera enérgica las medidas de privatización, la destrucción de los sindicatos y la discriminación y mal trato a los trabajadores migrantes en Europa.

Denunció los procesos de flexibilización y precarización laboral, y llamó a la movilización social:

«La privatización de muchas grandes empresas y la multiplicación de los «trabajitos», limitado casi siempre a los servicios, y por tanto temporales y a tiempo parcial, interinos y a veces a domicilio, las propias bases de un sindicato de militantes están amenazadas, como lo demuestran no sólo el declive de la sindicación, sino también y sobre todo la escasa participación de los jóvenes y sobre todo los jóvenes procedentes de la inmigración, que provocan tanto inquietud y que nadie -o casi nadie- piensa en movilizar en ese frente.» (Bourdieu, 2001:20-21).

Bourdieu llamó a los movimientos sociales, y sobre todo al movimiento sindical europeo a realizar una serie de rupturas para que se pudiera colocar a la altura de los desafíos históricos que reclama el momento. Llamó a romper con los particularismos nacionales, con el pensamiento conciliador, con el fatalismo económico y con el neoliberalismo.

Ruptura con los particularismos nacionales, «ruptura con un pensamiento conciliador que tiende a debilitar el pensamiento y la acción críticos, a valorizar el consenso social hasta el punto de animar a los sindicatos a compartir la responsabilidad de una política encaminada a hacer aceptar a los dominados su subordinación; ruptura con el fatalismo económico, que estimulan no sólo los discursos mediático-políticos sobre las necesidades ineluctables de la «globalización» y sobre el dominio de los mercados financieros […], sino también el propio comportamiento de los gobiernos socialdemócratas […] ruptura con un neoliberalismo diestro en presentar las exigencias inflexibles de contratos de trabajo leoninos bajo la apariencia de la «flexibilidad» […]» (Bourdieu, 2001: 21-22).

Desde la perspectiva de Bourdieu el neoliberalismo, los procesos de globalización y de precarización laboral, desafían a los movimientos sociales y al sindicalismo en particular en la construcción de nuevas formas de pensar y actuar. «No hay tarea más urgente que la invención de unas maneras de pensar y actuar nuevas que impone la precarización» (Bourdieu, 2001:25).

Pierre Bourdieu se pronunció por la construcción del «intelectual colectivo», y por una solidaridad práctica entre los intelectuales y los huelguistas, y movimientos sociales en general. Sin embargo, su propuesta no es que el intelectual abandone su campo y se convierta en un simple activista más, sino que su principal lucha debía estar en el mismo campo intelectual.

«Es en la esfera intelectual donde los intelectuales deben sostener el combate, no sólo porque es allí donde sus armas gozan de mayor eficacia, sino también porque las nuevas tecnocracias consiguen imponerse frecuentemente en nombre de la autoridad intelectual. La nueva demagogia se apoya principalmente en las encuestas para legitimar las medidas represivas contra los extranjeros, o las políticas culturales hostiles a la vanguardia. He aquí porque los intelectuales deben de disponer de medios de expresión autónomos que no dependan de subvenciones públicas o privadas y organizarse colectivamente, para poner sus propias armas al servicio de los combates progresistas» (Bourdieu, 2005a:50).

Bourdieu criticó de manera férrea la complacencia y supuesta neutralidad de los intelectuales, y su refugio en los recintos universitarios. «No se trata de leer ponencias, como en la universidad, sino de «exponerse» lo cual es muy distinto: los académicos exponen mucho en los coloquios, pero se exponen poco» (Bourdieu, 2005a:52). Señaló que una de las tareas de la sociología debía ser la politización de la sociedad. «La sociología no invita a moralizar sino a politizar» (Bourdieu, 2005a: 58). Desde la perspectiva de Bourdieu quien estudia los movimientos sociales no puede permanecer neutro ni indiferente. «Los que tienen la suerte de poder dedicar su vida al estudio del movimiento social, no pueden permanecer, neutros e indiferentes, al margen de las luchas que ponen en juego el futuro del mundo» (Bourdieu, 2001:7). Todo lo anterior, tiene que ver con la importancia que Bourdieu atribuye a los intelectuales para la lucha social. «Los intelectuales (entendiendo por ello a los artistas, escritores y científicos que se comprometen en una acción política) son indispensables para la lucha social, especialmente hoy, dadas las formas completamente nuevas que adquiere la dominación» (Bourdieu, 2001:40).

La propuesta de Bourdieu en torno a los intelectuales y su compromiso político se sintetiza en el siguiente párrafo que por su importancia cito en extenso.

«Debemos oponer las producciones de redes críticas que agrupen «intelectuales específicos» (en el sentido de Foucault) de un verdadero intelectual colectivo capaz de definir los objetos y los fines de su reflexión y de su acción, es decir, autónomo. Este intelectual colectivo puede y debe cumplir en primer lugar funciones negativas, críticas, trabajando en la producción y extensión de instrumentos de defensa contra la dominación simbólica que hoy se ampara casi siempre en la autoridad de la ciencia; haciendo valer la competencia y la autoridad del colectivo reunido, puede someter el discurso dominante a una crítica lógica que ataque sobre todo el léxico («globalización», «flexibilización», etc.), pero también la argumentación y el uso de metáforas; también puede someterlo a una crítica sociológica, que prolonga la primera, poniendo en evidencia los determinantes que pesan sobre los productores del discurso dominante (empezando por los periodistas sobre todo económicos) y sobre sus productos; por último puede oponer una crítica propiamente científica a la autoridad predeterminadamente científica de los expertos, sobre todo económicos» (Bourdieu, 2001:40-41). «Pero también puede cumplir una función positiva contribuyendo a un trabajo colectivo de invención política […] Pero la doxa neoliberal ha ocupado todo el espacio vacante y la crítica se ha refugiado en el «pequeño mundo» académico, donde está encantada de sí misma, pero no es capaz de inquietar realmente a nadie en nada» (Bourdieu, 2001:41).

V. La televisión y las nuevas tecnologías en el estudio de los movimientos sociales 

En la actualidad está en el debate académico el tema de las nuevas tecnologías de la comunicación y la influencia y cambios que han producido en los movimientos sociales. Bourdieu no estudió de manera general las nuevas tecnologías de la información y comunicación, pero sí el papel de la televisión. Claro que es importante aclarar que reflexionó desde la televisión europea -cuando las grandes empresas televisoras tomaban fuerza en el ámbito del mercado, y se desprendían, de alguna manera, de su vinculación estatal-. Sin embargo, aun con esta advertencia, sus reflexiones son más que interesantes para realidades como la latinoamericana.

En primer lugar a Bourdieu le preocupó mucho la falta de autonomía y, por tanto, la invasión del campo de la televisión por el campo económico y otros. Así señaló que, «el acceso a la televisión tiene como contrapartida una formidable censura, una pérdida de autonomía que está ligada, entre otras cosas, a que el tema es impuesto, a que las condiciones de comunicación son impuestas y, sobre todo, a que la limitación del tiempo impone al discurso que resulta poco probable que pueda decirse algo […] Lo que pesa sobre la televisión es la coerción económica […]» (Bourdieu, 1997:19).

Pero, qué relevancia tiene el campo de la televisión en la sociedad. En primer lugar, su capacidad de reproducir el orden simbólico dominante. En la perspectiva de Bourdieu, «los mecanismos anónimos, invisibles, a través de los cuales se ejercen las censuras de todo orden que hacen que la televisión sea un colosal instrumento de mantenimiento del orden simbólico» (Bourdieu, 1997:20). Por ello, le atribuía a la sociología la tarea de descubrir las cosas ocultas y contribuir a minimizar la violencia simbólica. «La sociología, al igual que todas las ciencias, tiene como misión descubrir cosas ocultas; al hacerlo, puede contribuir a minimizar la violencia simbólica que se ejerce en las relaciones sociales en general y en las de la comunicación mediática en particular» (Bourdieu, 1997:22).

La televisión tiene la potencialidad de producir la realidad, y a partir de esa producción de la realidad convocar o generar procesos de movilización o desmovilización social. Dicho en otras palabras, tiene la potencialidad de influir sobre las fuerzas políticas y sociales en contienda. «Los peligros políticos inherentes a la utilización cotidiana de la televisión resulta de que la imagen posee la particularidad de producir lo que los críticos literarios llaman el efecto de la realidad, puede mostrar y hacer creer en lo que muestra. Este poder de evocación es capaz de provocar fenómenos de movilización social […] el hecho de informar implica […] siempre una elaboración social de la realidad capaz de provocar la movilización (o desmovilización) social […] «La televisión que pretende ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtiéndose en instrumento que crea la realidad […] La televisión se convierte en árbitro del acceso de la existencia social y política» (Bourdieu, 1997:28).

Pero, de manera más específica, que implicaciones tiene todo esto para los movimientos sociales y sus luchas populares, «En estas luchas, hoy en día, la televisión tiene un papel determinante. Quienes todavía creen que basta con manifestarse, sin ocuparse de la televisión, corren el serio peligro de errar el tiro: hay que producir, cada vez más, manifestaciones para la televisión, es decir, manifestaciones que por su naturaleza despierten el interés de la gente de la televisión, haciendo hincapié en sus categorías de percepción, y que, retransmitidas y amplificadas por esa gente, alcancen su plena eficacia» (Bourdieu, 1997:29).

VI. Conclusiones 

1. En lo epistemológico la sociología de Pierre Bourdieu presenta una perspectiva en la que se pueden estudiar los movimientos sociales rompiendo epistemológicamente con la preocupación e ilusión de la academia dominante que propugna por una ciencia neutral, pura en términos políticos y que niega la existencia de la lucha de clases.

2. Siempre en lo epistemológico, pero sobre todo en lo metodológico, Bourdieu presenta tres categorías: campo, habitus y capital; con potencial para buscar la síntesis que articule los factores externos e internos para el estudio y explicación de los movimientos sociales. Estos tres conceptos son clave para romper con las parejas epistemológicas, que en el fondo son dicotomías falsas, como las siguientes: objeto/sujeto, materialismo/idealismo, cuerpo/mente, micro/macro, individual/colectivo, cualitativo/cuantitativo. Estas parejas epistemológicas dicotómicas producen cortes en el papel que en la realidad no existen. Entonces, estos conceptos de campo, habitus y capital, presentan un marco general episte-metodológico para explicar el surgimiento y desarrollo de los movimientos sociales desde la síntesis de los aspectos objetivos externos y los subjetivos internos.

3. En relación al papel de los intelectuales y la política, Bourdieu propone un intelectual comprometido pero a la vez autónomo. Atribuyó a los intelectuales la tarea urgente de inventar nuevas maneras de pensar y actuar ante la precarización laboral y de la sociedad en general. Lo anterior, es congruente con la idea de que la sociología está llamada a politizar no a moralizar. Propone la necesidad de construir el intelectual colectivo, que debe desarrollar una crítica negativa contra la dominación simbólica, y una crítica positiva de invención política.

4. La relación entre la televisión y los movimientos sociales es muy relevante. Bourdieu atribuye a la televisión no sólo la capacidad de reproducir la realidad, sino que también de de crearla. Además, considera a este campo uno de los principales instrumentos de la dominación simbólica. En referencia a las luchas sociales, asume que no basta con manifestarse sin ocuparse de la televisión. Es decir, la televisión y los medios de comunicación en general, constituyen un campo de batalla de los movimientos sociales.

VII. Bibliografía citada y de referencia  

 1. Bourdieu, Pierre (2008). Los usos sociales de la ciencia, Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina.

2. Bourdieu, Pierre (2006). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Editorial Taurus, Madrid, España.

3. Bourdieu, Pierre (2005a). Pensamiento y acción. Libros del Zorzal, Buenos Aires, Argentina.

4. Bourdieu, Pierre y Loic J.D. Wacquant (2005b). Una invitación a la sociología reflexiva, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, Argentina.

5. Bourdieu, Pierre (2003). El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, Editorial Anagrama, Barcelona, España.

6. Bourdieu, Pierre (2002). Lección sobre la lección. Editorial Anagrama. Barcelona, España.

7. Bourdieu, Pierre (2001). Contrafuegos 2. Por un movimiento social europeo. Editorial Anagrama, España.

8. Bourdieu, Pierre (2000). Poder, derecho y clases sociales. Editorial desclée, Bilbao, España.

9. Bourdieu, Pierre (1997). Sobre la televisión. Anagrama, Barcelona, España.

10. Bourdieu, Pierre y Loic J.D. Wacquant (1995). Respuestas por una antropología reflexiva. Editorial Grijalbo, México.