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Breve crónica de un diseño interesado (y II)

Fuentes: Rebelión

Jornadas Pensamiento Crítico Universidad Politécnica de Valencia, 17 de julio de 2012

Estábamos en el decálogo chomskiano, en las estrategias de manipulación:

1. La de la distracción, el elemento primordial del control social: se trata de desviar la atención de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas. ¿Cómo? Mediante lo que Chomsky llama «la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes». Esa estrategia, añade, es igualmente indispensable para impedir a la ciudadanía interesarse por los conocimientos esenciales en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. O, podría añadirse, en la política, el arte o la poesía por ejemplo. Ruido, mucho ruido, y más confusión, esta es la primera consigna.

2. La segunda estrategia crea problemas y ofrece soluciones. Es el método «problema-reacción-solución». Ejemplo muy actual: se abona o se crea una interpretación de una crisis económica causada por el desarrollo fáustico y sin bridas del Capital y se intenta hacer aceptar como mal necesario, un mal paso del Destino, sobre el que nada podemos hacer, el retroceso histórico de derechos sociales y económicos, y el desmantelamiento de los servicios públicos, la aniquilación del muy demediado (y mal denominado) Estado de bienestar.

La tercera es la gradualidad: para hacer que se acepte una medida inaceptable se aplica gradualmente, a cuentagotas, poco a poco. Es el reformismo contrarrevolucionario. El gobierno catalán de los mejores privatizadores, capitaneados por la troika Mas, Mas-Colell y Salvador Alemany, con el lobbista Duran i Lleida tocando el tambor al fondo del escenario, es maestro en estas estrategias.

Condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas en aquellos momentos, las aristas básicas del neoliberalismo, fueron impuestas poco a poco durante las décadas de los 80 u 90. Chomsky, una vez más, tiene razón: Estado (social) mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes.

La cuarta: la estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como «dolorosa y necesaria», obteniendo la aceptación pública para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. El esfuerzo no es exigido inmediatamente. Tenemos la tendencia a esperar ingenuamente que «todo irá mejorar mañana». El sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo para acostumbrarse a la idea del cambio y a su acepción con resignación cuando llegue el momento. Las recientes medidas del gobierno Rajoy son un buen ejemplo de ello.

La 5ª: Dirigirse al público puerilmente es otra estrategia exitosa. La mayoría de la publicidad utiliza, de hecho, discursos, argumentos, personajes y entonación infantiles, como si fuésemos criaturas de poca edad. Cuanto más se intenta buscar engañar al ciudadano, señala NCH, más se tiende a adoptar un tono infantil

6ª: Se utiliza el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Es una técnica clásica para causar un cortocircuito en el análisis racional y en el sentido critico de los individuos. Su uso permite acaso abrir la puerta de acceso al inconsciente para injertar ideas, miedos, deseos, compulsiones e inducir comportamientos…

La séptima: Mantener a la ciudadanía en la ignorancia y la mediocridad es una cosa sabida. La estafa aléfica actual y lo que de ella se dice a los ciudadanos es ejemplo de ello: se trata de que seamos incapaces de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. Aquí la educación es un punto esencial: las clases sociales dominadas deben conocer menos y peor.

Estimular a la ciudadanía a ser complaciente con la mediocridad, el siguiente punto del decálogo, iría en el mismo sentido.

8: Reforzar la autoculpabilidad. Solamente nosotros somos culpables de nuestra desgracia, por causa de la insuficiencia de nuestra inteligencia, capacidades o esfuerzos. En lugar de rebelarse, el individuo se culpabiliza.

Consecuencia: nos inhibimos para la acción y sin acción, obviamente, no hay revolución. ¡Somos culpables, nosotros somos culpables!

 

La 9ª: Conocernos mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos. En estos últimos 50 años, gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el conjunto del «sistema» ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, física y psicológicamente. En la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

Lo de la «sociedad de la información», como antes intentaba decirles, es todo menos ajustado. Los lugares donde vivimos empiezan a ser muy poco sociales, o lo son muy caóticamente, y sólo son sociedades en un sentido muy pero que demediado del término. La soledad de muchos ciudadanos y la obsolescencia del ser humano que diría Günther Anders no es ninguna ensoñación alocada. Todo lo contrario más bien.

También aquí, como en otros nudos, puntos esenciales de la cultura obrera tradicional, lo hemos visto durante la marcha minera, lo seguiremos viendo, son muy importantes. Imprescindible en mi opinión. Hay que religarnos de nuevo, hay que vincularnos y no de cualquier forma. Como recordaba recientemente ese gran filósofo y escritor llamado Santiago Alba Rico, religio es «vínculo» pero también «escrúpulo» y «delicadeza». Con delicadeza pues.

Sea como sea, sean o no sociedades en sentido pleno de la palabra, lo que no son en absoluto son «sociedades de la información». La información -junto a la publicidad, el adoctrinamiento, la desinformación, las inexactitudes, los panfletos reaccionarios- corre por diarios, revistas, televisiones, páginas de Internet, pero mucha de esta información es ruido, tiene poco que ver con dar una imagen ajustada del asunto tratado y mucho menos con el cultivo de una aproximación crítica.

Para no citarles mil y un ejemplos de programas televisivos décadas-luz alejados de cualquier noción por empobrecida que esta sea de información objetiva, basta con que ustedes piensen por un momento en los contenidos usuales del diario global-imperial­-monárquico, el diario, dicen, de mayor tirada en España durante décadas, un diario es global y español. ¿Cuánta publicidad comercial, cuánta publicidad política, cuánta defensa de intereses no confesados, circulan por sus páginas? Debe rozar el 75% y me quedo corto. Muy corto.

Así, pues, este es uno de los lugares comunes que antes les he anunciado, esta sociedad de ningún modo sensato puede ser llamada sociedad de la información. Hacerlo sería cubrir con telas de seda un lodazal infame. No me arriesgo ni un nanomilímetro si señalo que un 80% de nuestros ciudadanos no están informados en lo más mínimo de aristas esenciales del entramado social que afecta directamente a su vida y a la de sus gentes más próximas. No por desidia claro está. Es, en la mayoría de los casos, por imposibilidad programada, como la duración de nuestras bombillas y electrodomésticos, por inexistencia creciente de tiempo para la formación, el ocio, la cultura, la diversión, y por el servilismo de numerosos medios antes las verdades-falsedades dominantes que son, desde luego, las de las clases dominantes. Actúan como altavoces de la verdad de sus mentiras, de las que precisamente nos ha hablado alguien que forma parte activa-muy activa del desaguisado reinante, don Mario Vargas Llosa, el aznarista autor de La fiesta del chivo y de Conversación en la catedral.

Intento argumentar ahora a favor de un punto que creo importante y que es, seguramente, otro de esos lugares sabidos: la dificultad que tenemos todos (y todas) para revisar, cambiar, alterar, modificar nuestras concepciones más asentadas. El nudo es importante porque una vez nos hemos alimentado con regularidad con sopas de pan, como fue mi caso por ejemplo durante cuatro o cinco años, cuesta mucho o cuanto menos cuesta más saborear la sopa de cebolla o sopas más sofisticadas

Lo haré a partir de un ejemplo algo alejado señalando además que en asuntos políticos es, en mi opinión, mucho más difícil aún que en el caso que les quiero contar, a no ser que intervenga una amiga muy pero que muy importante en estos asuntos y escenarios: la práctica, la praxis, la razón praxeológica si queremos ponernos algo exquisitos. La madre del cordero en numerosos asuntos poliéticos. Einstein ya habló de esto que paso a comentarles. La historia:

El pasado septiembre de 2011 se informó de un resultado absolutamente inesperado que revolucionaba la física contemporánea: en oposición a los resultados de todos los experimentos anteriores, los neutrinos -fermiones sin carga de spin 1/2 y de masa muy pequeña (menor que una milmillonésima parte de la masa de un átomo de H)-, los neutrinos, les decía, podían moverse a velocidades superiores a la de la luz, un resultado que apuntaba directamente al corazón, al kernel de la relatividad especial, una teoría cuyas predicciones han sido confirmadas innumerables veces que está en la base de la electrodinámica cuántica (piensen en Richard Feyman, un científico que estuvo en el Proyecto Manhattan), capaz ésta de generar predicciones con una precisión sin precedentes en la historia de la ciencia.

Una breve narración del resultado, de este resultado «crucial» por decirlo a la vieja usanza: se realizó entre el CERN -al lado de Ginebra- y el laboratorio subterráneo de Gran Sasso -bajo los Apeninos-, 730 kilómetros de distancia. Los aceleradores del CERN enviaron haces de neutrinos. Como estas partículas subatómicas apenas interactúan con la materia, los neutrinos atravesaron el subsuelo sin inmutarse. Los científicos midieron -con sistemas GPS y relojes sincronizados- la distancia entre el haz emisor de neutrinos y el punto de detección en Opera, y luego el tiempo empleado en el recorrido. Con ambos datos, calcularon la velocidad.

Lo que en septiembre pasado se anunció, encendiendo todas las alarmas, fue que según sus registros los neutrinos enviados desde el CERN viajaban a una velocidad superior a la de la luz adelantándose a ésta en unas 60 nanosegundos (60 mil millonésimas de segundo: 0,00000006 segundos. Si se pudiese realizar una imposible carrera entre partículas, los neutrinos hubiera ganado a los fotones por unos 20 metros (en una distancia, recuerdo, de 730.000 m).

Los resultados suponían una fuerte contradicción con datos anteriores sobre la velocidad de los neutrinos. Los científicos implicados en Opera no se quedaron de brazos cruzados tras el anuncio de la existencia, supuesta, de los «superneutrinos»: siguieron con la tarea de repasar, una y otra vez, los parámetros del experimento, y, por otro lado, diseñaron otros nuevos para contrastar positiva o negativamente los realizados: cambiaron las características de los haces de partículas que partían del CERN para mejorar la medida del tiempo. El resultado obtenido seguía siendo el mismo. ¡Habían irrumpido los superneutrinos superlumínicos! ¡Más allá de c, eran posibles la vida y el movimiento!

Sheldon Lee Glashow, Premio Nobel de Física en 1979 junto a Steven Weinberg y Abdus Salam, uno de los grandes especialistas internacionales en física de partículas, fue entrevistado y se manifestaba así sobre el resultado el pasado diciembre de 2011: «Si fuera correcto [el experimento] y los neutrinos fueran 25 partes por millón más rápidos que la luz, significaría que casi todos lo que sabemos está equivocado, saltaría por los aires un siglo de física. Partamos de la base de que la Teoría de la Relatividad Especial de Einstein es, al menos, aproximadamente correcta, y si tiene un fallo debe ser pequeño, porque hemos hecho muchas pruebas, en muchas direcciones y resulta siempre correcta».

Su primera reacción ante los resultados fue la siguiente: «Me enteré en Italia y cuando llegué a casa, en Boston, vino mi colega Andy Cohen y recordamos aquel trabajo de hace 50 años. Al rehacer los cálculos aplicados a los neutrinos comprobamos que, siendo superlumínicos, no podrían emitir luz como los protones». Sin embargo, añadía Sheldon, emitirían pares de partículas electrón-positrón, «perderían su energía y no habrían llegado al detector Opera». Además, otros numerosos experimentos diferentes habían observado «millones de interacciones de neutrinos en los que debería haber aparecido esa emisión de pares electrón-positrón», y, en cambio, no habían aparecido.

¿Debía haber entonces algún error? Eso pensaba SLG: «El de Opera es un equipo muy competente, muy bueno», pero el realizado era un experimento muy complicado. «Han eliminado una potencial fuente de error, con el nuevo haz de los neutrinos que parte del CERN, pero aún tiene que revisar cuestiones sobre la medida de la distancia recorrida y del tiempo empleado». Mientras tanto, se repetiría el experimento en USA, en el detector Minos, y se estaban repasando los datos de un experimento similar en Japón.

Tras lo anterior, la conclusión del Nobel, a sus 79 años de edad, fue clara y no distinta: «Como le digo, si es así, me retiro. No estoy preparado para renunciar a la conservación de energía y momento». ¡SLG, el mismísimo Sheldon Lee Glashow, uno de los creadores del modelo electrodébil, de la unificación de las fuerzas de interacción débil y del electromagnetismo, no estaba preparado para renunciar a los principios de conservación de la energía y el momento! Dicho mal: no estaba dispuesto, no podía cambiar de paradigma, no podía revisar principios tan asentados.

Para que no se queden intranquilos, si la intranquilidad anida ya en sus cromosomas, les recuerdo que en febrero de 2012 los autores del «experimento crucial» admitieron dos fallos en su detector. Se ubicaron en una conexión de fibra óptica y en un temporizador. No creo equivocarme de mucho si comento que las externalidades del CERN jugaron también aquí su papel.

Lo que importa aquí: si a un científico de la talla de SLG -nada que ver con el sarcasmo de Groucho- le parecía imposible renunciar a principios asentados, firmes, sólidos hasta aquel momento, ¿qué no nos puede ocurrir a todos nosotros algo parecido en situaciones similares o no similares? ¿No es altamente probable que caigamos en las turbulentas aguas del sostenella y no enmendalla? ¿No es razonable pensar que los nudos de la cosmovisión del mundo que poco a poco hemos interiorizado -el paisaje después de nuestras batallas puede ser así de desolador- se hayan desplegado por nuestras confiadas venas y arterias hasta lugares insospechados y de muy difícil rectificación? Tenemos veneno en la piel, cantaba un discípulo de Gilles Deleuze, pero no estamos hechos de plástico fino.

No estamos hecho de plástico fino, no somos seres pura y angelicalmente solidarios, y casi todo lo que nos rodea alimenta lo menos solidario y lo menos interesante de nosotros. Saca de nuestro yo y de nuestro Super-yo, el peor yo. El capitalismo, esta civilización del Capital, del mal, de la Cia y la bruja Avería, que exige urgentes frenos de emergencia, cubierta de las ropas culturales que la ocasión requiere, alimenta nuestros nudos menos interesantes, el lado más salvaje de nuestras vidas. Pero no somos, de ningún modo, un manojo de egoísmos desenfrenados.

Un ejemplo de ello en torno al poder (limitado por importante que este sea) de los medios de intoxicación

Ramón Pedregal Casanova recordaba hace pocos días que había pasado más de un mes y medio desde el día en el que algunos mineros decidieron encerrarse hasta 3.000 metros de profundidad defendiendo el trabajo, su propia existencia y la de su familia. Yo nunca he trabajado en una mina; el padre fallecido de mi compañera sí y no pudo resistirlo durante mucho tiempo, medio año duró, y eso que era un trabajador sólido y endurecido por las difíciles circunstancias en que vivió.

Más de 50 días bajo tierra. Se dice pronto. Otros defienden esos mismos derechos a lo largo y ancho de la geografía minera. ¡Y con qué contundencia! Otros tantos llevaban 19 días andando hasta que el pasado domingo 8 de julio, el día en que escribo este texto, han cruzado la frontera de la comunidad madrileña. Desde Asturias, Castilla y León, Aragón Castilla La Mancha, señala Ramón Pedregal, «la clase obrera viene a cuerpo descubierto, al tiempo que otros defienden sus pueblos y aun unos más nos defienden en las mismas entrañas de la tierra». El gobierno, todos los gobiernos de esas comunidades autónomas los temen, proseguía RPC, el gobierno, la gobernanta, de la Comunidad de Madrid los temen, todo ese gobierno teme a la clase obrera movilizada, mira para otro lado, y, añade, «sus periódicos, sus televisiones, sus emisoras de radio, sus periodistas repiten ese silencio o si no callan tildan de terroristas a la clase obrera movilizada, sus amos sienten que están en entredicho, y los lacayos repiten lo que les mandan, sólo hablan en defensa del poder». El periodismo servil, concluía RPC, recuerda al franquismo.

Pero no todo es periodismo servil de tradición franquista o neofranquista. No todo aunque haya una parte activa. Los escopeteros de los explotadores son vistos un día tras otro en los vídeos y fotos que circulan por la red asaltando pueblos mineros, sus casas, golpeando a los mineros, «rompiendo ventanas, puertas, tirando botes de humo dentro de las casas, asaltando los pueblos por la noche». Pero siembran lo contrario de lo que pretenden. ¿Qué siembran entonces? No miedo, no encogimiento, en absoluto resignación, sino resistencia y dignidad.

Una dignidad que no siempre está suficientemente bien distribuida. Un ejemplo de indignidad que apunta también a intoxicaciones y a manipulaciones no de los medios de (in)comunicación tradicionales sino de la mismísima Academia. No sólo bebe de los medios tradicionales el lado oscura de la Fuerza.

Charles Ferguson es fundador y presidente de la productora cinematográfica Representational Pictures, y director y productor de No End In Sight: The American Occupation of Iraq (2007) e Inside Job, la película que en 2011 consiguió el Oscar al Mejor Documental. Yo no soy un forofo acrítico de la película que creo equivocada en dos o tres puntos clave. Por ejemplo, en la presentación que hace de Dominique Strauss-Kahn, ese vampiro masculino soez e impresentable, y de Christine Lagarde, esa no menos soez neoliberal de hierro (recuerden sus palabras sobre las personas empobrecidas de Grecia) que aparentan en el documental usar guantes de seda humanizada y tener muchas pulsiones humanistas.

Ferguson -tomo pie en la traducción de un artículo suyo que publicó sin permiso, esa página imprescindible de la red, un buen lugar para practicar la información seria y documentada- señalaba que mucha de la gente que había visto su documental se había dado cuenta de que la parte más perturbadora de la película consistía «en la revelación de los extendidos conflictos de intereses en las universidades, en centros de estudios y entre expertos académicos». Los espectadores, apuntaba, que vieron sus entrevistas con eminentes profesores «quedaron asombrados por lo que salía de su boca».

Pero no debería sorprendernos, sostiene Ferguson. En las últimas dos décadas los profesionales de la medicina han demostrado ampliamente la influencia que puede ejercer el dinero en un campo supuestamente objetivo, científico». Los ejemplos recientes de GSK, GlaxoSmithKline o de Pfizer son prueba de ello.

En general, las escuelas y revistas médicas han respondido bien, pero en su opinión, «la disciplina de la economía, las escuelas de negocios, las facultades de derecho y de ciencias políticas han reaccionado de manera muy diferente». En los últimos treinta años, partes notables del mundo académico norteamericano se han degradado en actividades de «paga por jugar». Si vemos a un célebre profesor de economía prestar testimonio ante el Congreso, o escribir un artículo, señala, hay muchas probabilidades de que le pague alguien con grandes intereses en lo que se está debatiendo. La mayor parte de las veces estos profesores no revelan estos conflictos de interés y la mayor parte de las veces las universidades miran hacia otro lado. Media docena de firmas de consultoría, varias agencias de conferenciantes y diversos grupos de presión económicos mantienen extensas redes de especialistas académicos de alquiler con el propósito de abogar en favor de intereses económicos en los debates de política y regulación. Los principales sectores implicados son la energía, las telecomunicaciones, la atención sanitaria, el agrobusiness y, de manera que no deja resquicio de duda, los servicios financieros.

Uno de los ejemplos de Ferguson. Glenn Hubbard se convirtió en decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia en 2004, poco después de abandonar el gobierno de Bush II. Buena parte de su labor académica se ha centrado en la política fiscal: no ha visto nunca un impuesto que le haya gustado. Tiene gustos elitistas muy exquisitos. En noviembre de 2004, Hubbard escribió conjuntamente con William C. Dudley, entonces economista jefe de Goldman Sachs, un artículo -«Cómo los mercados de capital aumentan el rendimiento económico y facilitan la creación de empleo» – con la burbuja ya en movimiento: «Los mercados de capital han ayudado a hacer menos volátil el mercado de la vivienda… Las ‘restricciones crediticias’ del género de aquellas que periódicamente cerraban la oferta de financiación a los compradores de vivienda… son cosa del pasado». Hubbard se negó a revelar si le habían pagado por escribir ese artículo. A Hubbard, eso sí, le pagaron 100.000 dólares (63.000 libras) por declarar como testigo de la defensa de dos gestores de un hedge fund de Bear Stearns procesados en relación con la burbuja, que salieron absueltos. El año pasado, se convirtió en consejero asesor económico de la campaña presidencial de Mitt Romney. Los comentarios académicos sobre la crisis financiera han sido notablemente débiles. Existen, a buen seguro, notables excepciones. Pero en su mayor parte, el silencio ha sido ensordecedor. ¿Cómo se puede estructurar un sector entero de tal modo que a los empleados se les anime a saquear y destruir sus propias empresas? ¿Por qué fracasaron la desregulación y la teoría económica de modo tan espectacular?

¿Entrará el siglo XXI en la historia como un período de la crucifixión de la verdad y de la exaltación de la mentira e incluso la guerra como símbolos del desarrollo de la humanidad? Hay que tener un determinado nivel de conocimiento y de espíritu crítico para discernir la verdad entre la avalancha de información que persigue cada ser humano en todas partes del planeta. Intentan que vivamos simultáneamente en dos universos paralelos: uno real y el otro creado por los medios de (in)comunicación, muchos de ellos globales, de acuerdo a las orientaciones que reciben de los ricos y poderosos del nuestro planeta.

Les hablé del libro de Bernays. Un paso de la página 4: «la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las masas es un importante elemento en la sociedad democrática. Los que manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen un gobierno invisible que ejerce el verdadero poder real en el país. Estas personas que nos gobiernan y de las cuales nunca hemos oído hablar, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos y determinan nuestras ideas. Así está organizada cada sociedad democrática».

Si es así, es obvia la necesidad de combatir por una sociedad verdaderamente democrática que no esté dirigida por esos gobiernos invisibles que moldean mentes, gustos e ideas.

Quedaría hablar de lo más importante, de lo que apuntó la vieja XI tesis sobre Feuerbach y el Lenin del qué hacer, el de que la verdad es siempre concreta. No quiero agotarles más, veo muchas cartulinas rojas en el fondo de la sala. Pero el tema es crucial: una encuesta Gallup señaló en el 2000 que el 85% de lo que un adulto «sabe» -repite más bien- en términos políticos, lo obtiene de los medios masivos de comunicación, fundamentalmente la televisión. Así se moldean las opiniones, los saberes masificados en el orden de las creencias sociopolíticas: el bombardeo constante a que están sometidas las «poblaciones civiles no combatientes» termina por crear patrones, matrices, frases hechas contra las que es muy difícil oponerse.

A pesar mucho hay por hacer, mucho es posible, mucho está ya conquistado, y añado que por mucho que quieran no somos tan moldeables como desearían. La resistencia crítica está inscrita también en las bases de nuestro ADN cromosómico.

Queda comentar también el tema de la neutralidad: un apunte tan sólo. El historiador Paul Preston, que investigó los roles desempeñados por los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil Española –Idealistas bajo las balas-, sostiene que «no puede existir la objetividad ni la ecuanimidad. No se puede tratar al asesino y al asesinado, o al violador y a la violada como si fuesen iguales. Cada periodista, como cada historiador, ve las cosas a través del filtro de su sistema moral, ético e ideológico. Esto no quiere decir que no hay que intentar entender las motivaciones de todos los implicados en una situación».

Yo no logro discrepar de la tesis del hispanista británico. Elena Poniatowska lo ha dicho a su modo: «En América latina cuando uno se mete a periodista, lo primero que hace es indignarse. Si no haces periodismo de denuncia, no sé lo que estás haciendo». Fischher, un norteamericano que combatió en nuestra guerra, señaló: «Muchos de los corresponsales que visitaban la zona franquista terminaban simpatizando con los republicanos, pero los innumerables periodistas y visitantes que penetraban en la España Leal se transformaban en colaboradores activos de la causa. Sólo un imbécil desalmado podría no haber comprendido y simpatizado con la República». No siempre es tan fácil, es cierto, pero este es el punto.

Pascual Serrano ha escrito páginas bellas y sabias en Contra la neutralidad. El rechazo a la neutralidad periodística inspiró el trabajo de cinco grandes nombres de todo el mundo, cuyas coberturas o escritos forman parte de lo que hay que saber hoy sobre sus épocas y temas: John Reed, que fue el cronista de la revolución rusa; Ryszard Kapuscinski, que relató sueños descolonizadores latinoamericanos; Edgar Snow, que fue testigo de la revolución china; Robert Capa, que fotografió los pliegues horrorosos de la guerra; Rodolfo Walsh, nuestro gran periodista y escritor.

Un nudo de la hora que no puedo evitar comentar. ¿Por qué la burbuja inmobiliaria explotó? La causa primordial es que la mayoría del dinero que estaba detrás de la burbuja inmobiliaria procedía, entre otros, de bancos alemanes, franceses, holandeses, belgas. El enorme flujo de dinero a España -la llamada inversión financiera- explica que la balanza de pagos -la diferencia entre el capital que entra y el que sale- se disparara en aquellos años. El hecho de que la banca europea alimentara a la española se debía, ustedes lo saben bien, a que eran inversiones extraordinariamente beneficiosas, de enorme rentabilidad. Cuando esa banca europea contaminada por los productos tóxicos procedentes de la estadounidense se paralizó, el dinero dejó de venir a España y la burbuja explotó, creando un agujero en el PIB español equivalente a un 10% de su tamaño. En cuestión de meses.

España, dicho a la manera tradicional, tiene un problema enorme porque debe mucho dinero a los bancos europeos. No puede pagarlo. Los bancos europeos tienen un problema incluso mayor: han prestado tanto dinero a España y a los otros países intervenidos que si éstos no lo pagan finalmente tendrán un problema gravísimo: se colapsarían muchos de ellos. Los bancos alemanes habían prestado en 2009 la cantidad de 704.000 millones de euros a los PIGS + Italia. La cantidad es superior, muchas veces superior al capital en reserva de la banca alemana. Si los países indicados no pudieran pagar su deuda, la banca alemana no cantaría el Vincero.

El establishment financiero alemán y su Gobierno, presidido por la Sra. Merkel, es plenamente consciente de este hecho. Y de ahí su énfasis en que el objetivo prioritario de las políticas de austeridad que está imponiendo a aquellos países y de la supuesta «ayuda financiera» a sus bancos, sea el de que la banca alemana recupere el dinero prestado. Así nacieron las políticas de recortes. Como escribía el editor del Financial Times, Martin Wolf, no sospechen de ningún radicalismo socialista en sus reflexiones, el objetivo de estos recortes en España tiene poco que ver con recuperar la economía española y sí, en cambio, con que se pague a los bancos europeos, incluyendo los alemanes, lo que se les debe.

Así de claro… pero las cosas no se pueden decir tan claro. El argumento que se utiliza por economistas y políticos neoliberales es que hay que reducir el déficit público para «inspirar confianza a los mercados financieros» de manera tal que éstos vuelvan a prestar dinero a España. La desconfianza de los mercados hacia España determina que la prima de riesgo haya subido tanto, ocultando que el que marca los intereses de la deuda pública no son los mercados sino el BCE, el lobby de la banca, en especial de la banca alemana. El hecho de que el BCE no haya comprado deuda pública española durante más de tres meses es la mayor causa de que la prima de riesgo se haya disparado.

Incluso dirigentes del Gobierno alemán así lo han reconocido. Uno de los consejeros económicos del Gobierno alemán, Peter Böfinger, lo ha expresado así: «Las ayudas a la banca (de los países en dificultades) no tienen que ver con el intento de ayudar a tales países en sus problemas, sino ayudar a nuestros bancos que tienen gran cantidad de deuda de aquellos países» (Chatterjee, Pratap, Bailing Out Germany: The Story Behind The European Financial Crisis).

¿Qué se ha narrado de esta historia, qué cuento se ha contado? Que los ciudadanos de los PIGS hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que nos hemos convertido en unos holgazanes y que el Estado se hinchó hasta convertirse en un Papá protector omnipresente que estimulaba, como Paul Lafargue, la pereza de las y los trabajadores. Estudiar cómo se ha generado y cómo ha cuajado este cuento infame es una buena tarea para este momento. Los medios han sido pieza decisiva del entramado, han sido -son- muñidores netos.

Un historia para acabar. Un campesino oscense de Salillas tuvo que emigrar a mediados de los años veinte del siglo XX. La sequía y la pobreza no eran buenas compañeras. Ni para él ni para nadie. Con su compañera, nacida en otro pueblo de la zona, Peralta de Alcofea, emigraron a Barcelona.

Su mujer enfermó. Fue ingresada en un hospital psiquiátrico. Falleció a los pocos años. Se unió a otra compañera. Vivieron en el carrer de les Cabres, al lado de la Boquería.

Durante la República, como tantos otros obreros barceloneses, se afilió a la CNT. NO fue al frente al estallar la guerra. Tenía 50 años y no andaba muy bien de salud. Se quedó en la retaguardia.

Tras la entrada de las tropas franquistas permaneció en la ciudad. No tenía de qué esconderse pensó. Se confió. Un vendedor del mercado lo denunció. Lo encarcelaron en marzo, lo «juzgaron» en abril y lo asesinaron en mayo de 1939.

Su hijo mayor, se llamaba como él, José, supo que lo iban a asesinar. Tenía entonces 16, 17 años. Llegó al Camp de la Bota, nunca he sabido cómo, un campo de exterminio donde se asesinó a unas 1.850 personas, nada que ver con los 33 mil de aquí, del País Valencià, y cuando vio que un pelotón de la Benemérita llevaba preso a su padre para fusilarle se abalanzó contra ellos. Un culetazo le arrojó al suelo. Pudo ser peor, le fue la vida en ello.

Su padre fue asesinado, lo llevaron a una fosa común y ahí fue lanzado, a un agujero que con el tiempo se convirtió en un estercolero. Como tantos otros.

Una columna en el monumento a los inmolados de y por Catalunya dicen recuerda su nombre. Con errores: le llaman Josep Arnau, y él se llamaba José Arnal, como su hijo.

Ambos son ejemplos para mi, y creo que para ustedes, de dignidad. Algo tan esencial para todos nosotros también en estos asuntos de información crítica, comunicación entre iguales y resistencia.

A ellos dos me gustaría dedicar este encuentro y a ustedes quería agradecerles muy sinceramente la atención (inmerecida) que me han prestado.

Gracias, muchas gracias. Se lo agradezco con Brecht y con una cita.

Brecht:

A la gente buena como ustedes se la conoce

en que resulta mejor cuando se la conoce.

La cita:

«El lenguaje sirve tanto para describir la realidad como para escamotearla, eso es algo que siempre han sabido los gabinetes de prensa y los expertos en comunicación. Los hechos se ocultan mejor tras muros de palabras que con el silencio» ha escrito recientemente Teresa Aranguren.

Espero que ninguno de ustedes haya oído y sentido estas palabras como el levantamiento manipulador de un nuevo y odioso muro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.