El pasado 18 de junio murió Giovanni Arrighi, después de que se le hubiera detectado un cáncer hace algo más de un año. Doctor en Economía y profesor de Sociología en la Johns Hopkins University, era un especialista en sociología histórica y en el análisis del sistema-mundo capitalista, en la línea de su amigo -también […]
El pasado 18 de junio murió Giovanni Arrighi, después de que se le hubiera detectado un cáncer hace algo más de un año. Doctor en Economía y profesor de Sociología en la Johns Hopkins University, era un especialista en sociología histórica y en el análisis del sistema-mundo capitalista, en la línea de su amigo -también fallecido- André Gunder Frank e Immanuel Wallerstein.
Arrighi recibió su doctorado en la Universidad Bocconi de Milan en 1960. Comenzó su carrera profesional enseñando en Zimbabwe (1963-1966) y Tanzania (1967-1969), donde escribió importantes trabajos sobre economía africana. Pero no fue hasta los años noventa que publicó lo que sería su obra más famosa: la trilogía sobre los orígenes y transformaciones del capitalismo global que inició El largo siglo XX (1994), convertido hoy en todo un clásico y donde precisamente hablaba de las sucesivas hegemonías políticas y crisis sistémicas en la historia del capitalismo y del papel de las finanzas a lo largo del mismo. En plena euforia de la globalización, Arrighi ya hablaba de crisis y comenzaba la búsqueda de una nueva hegemonía política en el marco del capitalismo global que le llevaría a Asia.
Arrighi, como Braudel, Wallerstein y otros, remontaba los orígenes de la formación del sistema capitalista a los siglos XIV-XV, un marco temporal más adecuado que el que limita el sistema a la etapa industrial que analizara Karl Marx (Gunder Frank, en cambio, se centró más en la idea misma de sistema-mundo y se remontó tanto en el tiempo que acabó renunciando a la categoría de capitalismo, que terminó por considerar inútil y engorrosa).
Su tesis central es que el capitalismo como sistema-mundo siempre se ha configurado en torno a una agencia de poder político y económico hegemónica en el sistema interestatal (Génova, Provincias Unidas, el Imperio Británico y los Estados Unidos), que no siempre ha reunido los atributos característicos del Estado-nación, y que en cada ciclo conducen al sistema entero [otros Estados, empresas, etc.] en una nueva dirección, transformándolo al mismo tiempo. Las consideraciones geográficas son importantes. Si, como explicaba Arrighi en una ponencia de 1997, «la formación de un sistema capitalista mundial, y su transformación subsiguiente de ser un mundo entre muchos mundos hasta llegar a ser el sistema socio-histórico del mundo entero, se ha basado en la construcción de organizaciones territoriales capaces de regular la vida social y económica y de monopolizar los medios de coacción y violencia [los Estados]», las citadas agencias hegemónicas son el producto de desplazamientos geográficos (de Europa a América, y, según Arrighi, tal vez Asia) y han venido incrementando sus dimensiones territoriales conforme la acumulación de capital rompía las antiguas fronteras y límites.
En cuanto al papel de las finanzas, según Arrighi «las olas de expansión financiera nacen de una doble tendencia. Por un lado, las organizaciones capitalistas responden a la sobreacumulación de capital que limita lo que puede reinvertirse lucrativamente en los canales establecidos de comercio y producción, sosteniendo en forma líquida una proporción creciente de sus rentas corrientes. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las «condiciones de oferta» de las expansiones financieras -una superabundante masa de liquidez que puede movilizarse directamente o por medio de intermediarios hacia la especulación, prestando y generando endeudamiento. Por otra parte, las organizaciones territoriales responden a las mayores limitaciones presupuestarias que resultan del lento descenso en la expansión de comercio y producción mediante una intensa competencia entre ellas para captar el capital que se acumula en los mercados financieros. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las «condiciones de demanda» de las expansiones financieras. Todas las expansiones financieras, pasadas y presentes, son el resultado del desarrollo desigual y combinado de estas dos tendencias complementarias».
A aquel libro tan ambicioso siguió Caos y orden en el sistema mundo moderno (1999), escrito en colaboración con su compañera Beverly J. Silver, donde trató de suplir algunas carencias de El largo siglo XX, y en particular, gracias a Silver, el papel de las luchas de los de abajo en las transformaciones del capitalismo, aspecto que solía dejar en segundo plano. Arrighi siempre se centró en el estrato superior de la jerarquía de la actividad comercial, el «hogar real del capitalismo», en palabras de Braudel. Este estrato, donde rige la competencia más feroz en busca de inversiones, se asentaría en un estrato medio, el de la economía de mercado, y éste a su vez en lo que Braudel denominó «la vida material, el estrato de la no economía, el suelo en el que el capitalismo hunde sus raíces pero en el que nunca puede realmente penetrar«. Arrighi sostenía que los marxistas habían estudiado preferentemente ese estrato inferior, mientras que los teóricos de la dependencia y del sistema-mundo se habían centrado sobre todo en el estrato de la economía de mercado. El estrato superior sería, pues, aquel en el que «el poseedor del dinero se encuentra con el poseedor, no de la fuerza de trabajo, sino del poder político«. El problema de este complejo aparato conceptual es que acaba por adoptar el punto de vista de aquello que pretende estudiar. Una mirada desde arriba que tiene importantes consecuencias, como la de obviar las relaciones sociales que constituyen la base del capitalismo y del Estado moderno. De ahí la dificultad que encuentra a la hora de incorporar los movimientos antisistémicos en dicho esquema. Los de abajo sólo entran en escena para revolverse contra las clases y grupos dominantes, que, en consecuencia, tratan de reprimir, cooptar o controlar las revueltas y movimientos resultantes. Sin embargo, en Caos y orden… acaba reconociendo, por influencia de los autonomistas italianos, que la particularidad de la crisis de la hegemonía estadounidense, y del fordismo, consistiría en que dicha crisis estaría precedida por la ofensiva proletaria y anticapitalista, tanto en el interior de los países dominantes como en la periferia.
Su último libro fue Adam Smith en Pekín (2007), interesantísimo análisis de las trayectorias históricas de Occidente y China, y en el que explora las posibilidades de ascenso de este último país como potencia hegemónica que podría suceder a Estados Unidos y transformar el capitalismo en algo diferente. En él rinde tributo a sus influencias intelectuales (Adam Smith, Karl Marx, Karl Polanyi o Joseph Shumpeter, por citar algunos) al tiempo que «dialoga» con autores como Robert Brenner o David Harvey. A propósito de Harvey, vale la pena leer la entrevista que le hizo para la revista New Left Review, un testamento personal.
Su última aparición pública tuvo lugar a finales de mayo en Madrid, en un importante seminario internacional organizado en su honor por la Universidad Nómada.