“En los últimos 30 años, la cuota de China en el PIB mundial, en cuanto a paridad de poder adquisitivo, ha pasado del 6% a casi el 20%, mientras que nosotros, los europeos, pasamos del 21% al 14% y Estados Unidos del 20% al 15%; se trata de un cambio drástico en el panorama económico”.
Realizó este balance el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en mayo de 2024, en la Universidad de Oxford (China. Una ruta para el mundo, por Higino Polo, en El Viejo Topo, octubre 2024).
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica integraban –desde 2009- el grupo BRICS, que en octubre de 2024 celebró la Cumbre de (la ciudad rusa de) Kazán; el proyecto se ha ampliado a otros países: Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía.
Publicado el 25 de octubre, el editorial del periódico El País –Los BRICS+ avanzan– señalaba cómo la XVI Cumbre declaró la pretensión de estrechar las relaciones financieras “capaces de sortear la centralidad del dólar”; además, “el grupo pone en evidencia el doble rasero de Estados Unidos y sus aliados respecto a la respuesta ante Ucrania y Gaza”.
El editorial -y otras informaciones- de El País sobre el Foro de Kazán destacaban el peso demográfico y económico de estos países: el 43% de la población y el 28% del PIB mundial; y, en cuanto al contenido, “Putin presenta el foro BRICS+ como alternativa a la hegemonía occidental”.
La transición hacia un orden mundial alternativo. Es el antetítulo del libro sobre los BRICS, del sociólogo y periodista Aníbal Garzón, publicado en 2024 en la colección A Fondo de la editorial Akal. El analista en materia de Geopolítica sitúa a este organismo supranacional en un mundo en disputa sin pausa.
En 2024 Rusia asume la presidencia anual de los BRICS, con el objetivo de hacer más fuerte el multilateralismo para el desarrollo y la seguridad mundial equitativa; y coordinar a los países miembros en tres ámbitos: Política (incluida la política exterior) y Seguridad; Economía y Finanzas; y Contactos Culturales y Humanitarios.
Los citados ejes están enunciados en la Estrategia para la Asociación Económica de los BRICS 2025; y en el Plan de Acción para la Cooperación Innovadora para 2021-2024.
En los 15 años transcurridos desde la primera cumbre, valora Aníbal Garzón, “algunas voces en Occidente han puesto fecha de caducidad al bloque de los BRICS por su pluralidad de intereses, pero ha ocurrido justo lo contrario: no sólo no ha muerto, sino que ha crecido y madurado, haciéndose más fuerte en el sistema internacional por la defensa de la multipolaridad”.
Una treintena de países son socios o están interesados en sumarse al Foro, que afrontará retos importantes en los próximos años; por ejemplo, el pragmatismo por el que los intereses de los Estados miembro se sitúan por encima del bloque supraestatal (ello no impide la cooperación, ni los proyectos conjuntos sin la pérdida de soberanía).
Este principio puede constatarse en las relaciones internacionales: Sudáfrica o Brasil no tienen la obligación de respaldar –militarmente- a Rusia en el conflicto de Ucrania, recuerda Garzón; ni tampoco se impone a los países una limitación al déficit fiscal (lo que sí ocurre en la UE).
Tampoco todos los BRICS han apoyado a Sudáfrica en la denuncia por genocidio en Gaza -presentada en diciembre de 2023, contra el Estado de Israel- ante la Corte Internacional de Justicia.
En la presentación del texto, el periodista Pacual Serrano, director de la colección A Fondo de Akal, hace referencia a la importancia de los BRICS+ (incluido Arabia Saudí): a este bloque pertenecen tres de los cuatro países que más alimentos producen del planeta; asimismo integrantes del grupo son los productores del 42% del petróleo mundial.
El texto de Akal resalta -en cuanto al crecimiento económico, la digitalización tecnológica y la industrialización-, el papel de instituciones como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) del BRICS, fundado en 2015 con la intención de convertirse en alternativa al FMI y el Banco Mundial; la presidenta de la entidad, cuya sede central se halla en Shanghái, es la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff; también el Acuerdo de Reservas Contingentes (instrumento de liquidez) y el uso de monedas locales.
Uno de los retos para el organismo supranacional es la emergencia climática; según Aníbal Garzón, “las economías de los BRICS todavía dependen demasiado de energías fósiles y no renovables, y éstas son ahora mismo sus principales armas en la pugna contra la hegemonía de Estados Unidos”.
Otro factor relevante es el escalamiento del gasto militar en el planeta, encabezado por Estados Unidos; así, la presidencia del demócrata Biden aprobó –a finales de 2023, con el respaldo de la Cámara de Representantes- un gasto anual de 886.000 millones de dólares en Defensa (el presupuesto se aprobó en el contexto de la denominada Ley de Autorización de la Defensa Nacional).
¿De qué modo afecta a los BRICS la “histórica” cuenta presupuestaria? Incluye partidas/inversiones destinadas al conflicto entre Rusia y Ucrania, o el apoyo militar a Taiwán en la disputa con China; además, Irán constituye un tercer objetivo para la potencia norteamericana; “existe una correlación entre la pérdida de hegemonía mundial de Estados Unidos y sus movimientos bélicos”, concluye Aníbal Garzón.
En el libro BRICS pueden hallarse referencias al Índice Gini, que mide la desigualdad en los ingresos (cifras del Banco Mundial); Estados Unidos tenía en 2022 un índice de 41.3, lo que implica una desigualdad mayor que la de China (35.7 en 2021); Rusia (35.1 en 2021); Etiopía (35.0 en 2015); Irán (34.8 en 2022); India (32.8 en 2021); o Emiratos Árabes Unidos (26.4 en 2018).
Quizá el texto de Aníbal Garzón pueda resumirse en los siguientes términos: “Los BRICS no son una estructura internacional revolucionaria, anticapitalista, con un manual de instrucciones rupturista, o algo por el estilo, pero sí han abierto la veda sobre que el orden mundial actual necesita grandes cambios”; entre los países que han mostrado interés en formar parte del grupo figuran Cuba, Turquía, Azerbaiyán o Malasia.
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