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Byung -Chul Han, «El aroma del tiempo»

Fuentes: Rebelión

Dios, que durante mucho tiempo funcionó como fundador de un presente eterno, estabilizador, en todo sentido, se va despidiendo poco a poco del tiempo” (…) Las prisas, el ajetreo, la inquietud, los nervios y la angustia caracterizan la vida actual.

En su ensayo El aroma del tiempo (1), el filósofo surcoreano Byung -Chul Han (1959) empieza diciendo que “la salud, que hoy se erige en valor absoluto, en religión”, ya era objeto de «respeto» para el “último hombre” de F. Nietzsche (2).

“Al final la vida sana y larga, pero aburrida, les resultará insoportable”, agrega Byung (1959) quien estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y Teología en la de Múnich, al referirse a los ancianos que son “expulsados de la sociedad” cuando se apaga en ellos “el fuego sagrado que arde, cual efímera llama perpetua, en la juventud” (3).

Para Byung, quien se doctoró con una tesis sobre M. Heidegger, “el presente ha sido reducido a picos de actualidad” (…) y “el quehacer acelerado nos deja un profundo y duradero vacío” que es diametralmente opuesto al “tiempo pleno”, ese que “tiene un aroma” que quizás muchos de nosotros conocimos en una época, ya olvidada, “cuando las horas tenían olor” y la mente no estaba encadenada al reloj de la neurosis colectiva.

“Dios, que durante mucho tiempo funcionó como fundador de un presente eterno, estabilizador, en todo sentido, se va despidiendo poco a poco del tiempo” (…) “Las prisas, el ajetreo, la inquietud, los nervios y la angustia caracterizan la vida actual”, subraya el autor de “Hegel y el poder”, “La agonía de Eros” y “La sociedad del cansancio”.

Byung- Chul Han, quien actualmente trabaja como profesor de filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, subraya que en nuestro tiempo “se anhela que todo esté disponible aquí y ahora”. “Todo lo que no puede estar presente no existe” (…) “La época de las prisas, sucesión “cinematográfica” de presentes puntuales, no tiene ningún apego a lo bello o verdadero”.

En China (4) -dice- “hasta finales del siglo XIX se utilizaba un reloj de incienso llamado ‘Hsiang yin’, la idea de que el tiempo podría adoptar una forma con aroma era completamente ajena a los occidentales” (…) “Cualquier espíritu que se vacíe de lo inútil tiene acceso a un tiempo bueno, da profundidad al tiempo y esto último vincula cada punto tiempo con el ser entero, con su aroma imperecedero”.

El filósofo del momento está convencido de que hoy día la humanidad no sabe adónde va, está desorientada y lo que es peor, corre sin una hoja de ruta que marque los puntos de partida y de llegada. El futuro es incierto y el horizonte parece un precipicio. Para ilustrar ese sentimiento, con un ejemplo de lo contrario, acude a un bello pasaje de M Heidegger, quien dice en su obra Camino de campo (Aus der Erfahrung des Denkens):

Con corteza de roble los muchachos construían sus barcos que, equipados con banco de remero y timón, flotaban en el estanque o fuente de la escuela. Los viajes por el mundo de los juegos aún alcanzaban fácilmente su destino y conseguían regresar siempre a la orilla (5).

Luego alude a otra “verdad” de Heidegger cuando dice “la mirada de largo alcance (…) es siempre aquella en la que el impulso hacia el objeto queda detenido y sujeto a la reflexión”. (6)

Byung Chul-Han, (quien aconseja leer sólo lo esencial para no atiborrarse, para no convertirse en “una rata de biblioteca” como diría Schopenhauer), subraya que “puesto que falta tiempo para pensar y tranquilidad en el pensar, se rehúyen posiciones divergentes y se empieza a odiar”.

Añade que “el pensamiento actual es tiempo efímero que ya no comunica con lo duradero” (…) Nietzsche cree, sin embargo, -matiza- “que esa queja enmudecerá cuando regrese pujante el genio de la meditación”.

Luego condensa delicadamente “su tesis” en este verso de Goethe:

El violín se hiela, demora el danzarín.

“En el momento que el bailarín se detiene cobra conciencia de todo el espacio”, enfatiza.

Y concluye con esta reflexión: “La vida gana tiempo y espacio, dirección y amplitud, cuando recuperamos la capacidad contemplativa”.

Notas

-1- Byung-Chul Han, El aroma del tiempo (Ed. Herder, 2015).

-2- F. Nietzsche. Así habló Zaratustra (Alianza, 1981), pág. 39.

-3- Considero oportuno citar aquí la célebre frase de Benjamín Disraelí (1804-1881) que dice: “La juventud es locura, la madurez lucha y la vejez lamento”. La expresión, “el fuego sagrado que arde, cual efímera llama perpetua”, en la juventud” es mía.

-4- China es para Corea lo que Grecia para Europa.

-5- Camino de Campo, M. Heidegger, Barcelona, Ed. Herder, 2003. Pág. 25.

-6- Ibídem. Pág. 88.

Blog del Autor: Nilo Homérico