Las perspectivas de cambio social durante el siglo XX estuvieron influidas fuertemente por la tradición marxista.
Aunque en muchos casos se hayan producido abordajes originales, como ocurrió en Latinoamérica con las aportaciones de la teoría de la dependencia, en verdad dichos enfoques tuvieron como referencia analítica la filosofía de la praxis, ya sea desde el punto de vista político o metodológico y cognitivo. Es decir, ellos han sido desarrollados bajo la influencia de la dialéctica materialista.
Pero, ¿qué se puede decir hoy? ¿Cuáles son las perspectivas de cambio social? ¿Cuál es el potencial teórico de la filosofía de la praxis actualmente? Empecemos por esta última cuestión.
Como ha señalado Göran Therborn, pensar con Marx significa sobre todo tres cosas. O sea, primero, pensar históricamente la materialidad de las condiciones de vida de la gente; en segundo lugar, pensar el mundo social dialécticamente, o sea, buscando sus contradicciones y pudiendo así reconocer la posible desaparición de paradojos, la posibilidad de cambio social; y, en tercer lugar, pensar con Marx significa mirar la vida desde una perspectiva de emancipación. Seamos claros: emancipación de la opresión, de la explotación, de la desigualdad.
Desde las dichas tres cosas, ¿Cómo podemos mirar el mundo hoy? Conforme Göran Therborn correctamente también subraya, primero debemos tener en atención que se han desactivado dos grandes narrativas que formaron el siglo XX. La primera se refiere al capitalismo industrial. Esa narrativa indicaba que el desarrollo del capitalismo industrial implicaba intrínsecamente el desarrollo y el fortalecimiento de un antagonista, es decir, el proletariado industrial. Ello ocurrió en el siglo XX desde el crecimiento de partidos obreros, de sindicatos, de la influencia obrera en las soluciones sociales y de las instituciones de los Estados de bienestar. Sin embargo, dicha dialéctica contradictoria no condujo al socialismo, pero sí hubo un proceso de gran incremento del poder de la clase obrera en el mundo que se concentró en los países capitalistas centrales.
La segunda gran narrativa ha sido estructurada alrededor del fenómeno del llamado “imperialismo modernizante”, sobre todo de los imperialismos británico y francés. Las consecuencias del desarrollo de éstos transformaron a los colonizados en nacionalistas de tipo moderno dispuestos a luchar por autodeterminación, independencia nacional, ciudadanía y democracia. De este modo, ha sido propiciada la proliferación de los movimientos nacionales que resultaron en los procesos de descolonización después de la Segunda Guerra Mundial.
Las dos grandes narrativas mencionadas se han finalizado con la descolonización y la desindustrialización, principalmente en el centro del capitalismo. En los días actuales, el empleo industrial es de aproximadamente el 20% de la población económicamente activa del mundo. Por otro lado, aunque con nuevas formas, el imperialismo siegue siendo sustancialmente lo que ha sido desde siempre, con la diferencia de que ahora sus consecuencias no han producido grandes movimientos nacionalistas.
El desarrollo, despliegue y finalización de las narrativas del capitalismo industrial y alrededor del imperialismo tradicional constituyen la base del mundo actual. De esa forma, es de fundamental importancia intentar conocer y analizar el funcionamiento del capitalismo hoy y actualizar las perspectivas de emancipación en el siglo XXI. Es necesario entender la complejidad de la configuración de las clases sociales actualmente. Por ejemplo, alrededor del año 2000, los asalariados constituían una mayoría de la población económicamente activa en el mundo. Hoy ellos son 52% de la PEA mundial, o sea, forman una pequeña mayoría.
Los no-salariados (aquellos que no tienen un vínculo contractual formal del tipo patrón y empelado), en su mayor parte, son trabajadores por conta propria, como pequeños agricultores y vendedores de la calle, pero allí también hay que contar a los trabajadores temporarios precarios, así como, en una proporción menor, a los colaboradores en empresas de familia.
Marx no podía pronosticar dicha estructura de clases en mediados del siglo XX. No es probable que el capitalismo genere nuevamente una gran sociedad industrial, sino un mercado de trabajo de servicio, marcado por la fragmentación y dificultoso hacia la organización política de los trabajadores. Además de la compleja estructura de clases en el mundo actualmente, hay también una complejidad cultural. Por ejemplo, la nación y la religión regresaron a la escena pública con fuerza, y las relaciones de clases, género y etnia se hacen más perceptibles que antes. Junto a ello, hay el resurgimiento del fundamentalismo religioso, de todas las religiones, del cristianismo, del judaísmo, del hinduismo, etc., así como ha se expandido el nacionalismo xenofóbico.
Desde las consideraciones precedentes, ¿cuáles son entonces las perspectivas para desarrollar el cambio social en el mundo actual? Por supuesto no hay respuesta segura, pero muy probablemente primero es necesario tener en atención el contexto del capitalismo, y, en segundo lugar, estar a la mira a las contingencias que siempre juegan un papel relevante en la historia humana. Los procesos llevados a cabo por el capitalismo generan contextos sociales en los cuales pueden surgir fuerzas de resistencia y contrahegemónicas.
En ese sentido, la conciencia ecológica ambiental – resultante de la experiencia de las amenazas producidas a partir de los destrozos del calentamiento global – es un hecho con potencial para impulsar manifestaciones mundiales por el cambio. Asimismo, las fuerzas promotoras de estas manifestaciones tienen la tarea de actualizar una nueva visión del futuro. Recordando a Camus, hay que imaginar a Sísifo feliz.
Ivonaldo Leite es profesor en la Universidad Federal de Paraíba, Brasil.