Las conquistas ideológicas del socialismo del siglo XXI deben alcanzarse, entre otras maneras, luchando abiertamente contra los opositores del socialismo. Y esto debe ser así por cuatro razones: una, porque es necesario conocer las ideas de los detractores del socialismo, dos, porque a veces tienen una representación errónea del socialismo, tres, porque en ocasiones […]
Las conquistas ideológicas del socialismo del siglo XXI deben alcanzarse, entre otras maneras, luchando abiertamente contra los opositores del socialismo. Y esto debe ser así por cuatro razones: una, porque es necesario conocer las ideas de los detractores del socialismo, dos, porque a veces tienen una representación errónea del socialismo, tres, porque en ocasiones pueden tener razón en su crítica, y cuatro, por su influencia sobre determinados sectores sociales. Lo que no debemos hacer en ningún caso es ignorarlos y despreciarlos.
He tenido acceso a un artículo de Porfirio Cristaldo Ayala titulado «Capital y trabajo» y publicado el 23 de agosto de 2007 en Analítica.com., con el que pretende explicar los errores del marxismo en su concepción y práctica sobre las relaciones entre capital y trabajo. Porfirio Cristaldo es corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario. El artículo de Porfirio se compone de siete argumentos que pienso rebatir uno por uno.
Medios de producción y capital
Escuchemos el cuarto de los argumentos de Porfirio Cristaldo: «Hace más de un millón de años, el «homo habilis» trabajaba en la fabricación de herramientas y armas de piedras que le permitían aumentar su productividad, es decir, producir más alimento en menor tiempo. Estas herramientas eran su valioso capital. Para fabricarlas, sin embargo, este «homo capitalista» tenía que ahorrar alimentos y abstenerse de consumirlos mientras dedicaba tiempo a la elaboración de las herramientas. «Homo habilis» se volvió «Homo sapiens», pero el resto sigue igual. El hombre ahorra para invertir en bienes de capital y así poder consumir más en el futuro»
Lo primero que podemos observar es que Porfirio Cristaldo llama capital a los medios de producción. Su afán generalizador es de tal calibre que llega al extremo de llamar capitalista al primer hombre que fabricó un instrumento de trabajo. De ese modo el mono que se hace con una rama, la limpia de hojas y la emplea para capturar hormigas, merecería también ser conceptualizado como capitalista. Pero al igual que esta última idea se presenta como un manifiesto absurdo, también lo será querer encontrar el alma capitalista no en una época histórica determinada sino en la misma génesis del ser humano.
El error en el que incurre Cristaldo, como muchos otros defensores ciegos del capitalismo, es que confunde la índole general de una cosa con su índole específica. Pongamos primero un ejemplo analógico. Podemos llamar hombre al homo sapiens que vivió en la época esclavista, en la época feudal y en la época capitalista. De este modo sólo destacaremos la índole general del homo sapiens y no su índole específica. Si quisiéramos destacar su índole específica, tendríamos que emplear nombres específicos para cada uno de los regímenes sociales antes mencionado: esclavista y esclavo para la sociedad esclavista, señor feudal y siervo para la sociedad feudal, y capitalista y obrero asalariado para la época esclavista.
Lo mismo ocurre con los nombres «medios de producción», «herramienta» y «máquina». Son nombres genéricos. Nombras cosas que están presentes en todos los tipos de sociedad y no nos informan de ningún modo de producción específico. Mientras que «capital» es un nombre que nos informa de un modo de producción específico. Y en este modo de producción, y siguiendo la terminología de Marx, se llama capital constante a los medios de producción y capital variable a la fuerza de trabajo empleada por el capitalista. Ambas, tanto los medios de producción como la fuerza de trabajo, son denominados capital. La única diferencia es que uno tiene un valor constante, los medios de producción, porque su valor no experimenta cambio durante el proceso de producción; y el otro es variable, la fuerza de trabajo, porque su valor sí experimenta cambio durante el proceso de producción.
De manera general podemos decir que mientras los economistas convencionales llaman capital a una cosa, los medios de producción, los marxistas llaman capital a una determinada relación de producción entre los hombres. Debemos mantener clara esa diferencia cuando debatimos con los economistas burgueses o convencionales: saber que cuando ellos hablan de capital se refieren a los medios de producción y que cuando los marxistas hablamos de capital nos referimos a una determinada relación de producción entre los hombres.
Capital y mejora de los trabajadores
Escuchemos a Porfirio Cristaldo en su primer argumento: «Uno de los más absurdos errores del marxismo que persisten en América Latina es la «teoría de la explotación» de los salarios que concluye que en el capitalismo la condición del trabajador nunca puede mejorar. Bajo ese credo, el capital y el trabajo mantienen un eterno conflicto en el que los trabajadores forzosamente pierden. Nada más lejos de la realidad. El capital es la herramienta que utilizan los trabajadores para aumentar su productividad y así mejorar continuamente sus ingresos y calidad de vida. El capital es el mejor aliado del trabajador».
Es falso que los marxistas nieguen que en el capitalismo la condición del trabajador no pueda mejorar. A este respecto expondré dos argumentos que desbaratan esa concepción errónea de Porfirio. Primer argumento: la mejora en el nivel de vida de los trabajadores tiene varias causas que lo explican: una, las luchas históricas de la propia clase obrera, segunda, la necesidad del capital moderno de contar con trabajadores bien formados y sanos, y tres, el grado de desarrollo civilizatorio del país en cuestión. Segundo argumento: el capital, en tanto lo concebimos como medios de producción en manos de capitalistas, no es el mejor aliado del trabajador. No es esa la relación existente entre capital y trabajo, sino esta otra: el trabajador necesita del capitalista para tener un trabajo con el que poder vivir, y el capitalista necesita del trabajador para conservar y multiplicar el valor de su capital.
Aumento absoluto y relativo de los salarios
Escuchemos a Porfirio en el segundo de sus argumentos: «Los registros históricos de los últimos 180 años muestran un aumento sostenido de los salarios reales como resultado de la enorme acumulación de capital en maquinarias, instalaciones y tecnología. En ese período, el ingreso medio de los trabajadores en el mundo ha crecido en 1.000 por ciento. Marx estaba errado de pies a cabeza, como lo están sus discípulos de América Latina: Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Néstor Kirchner, Ollanta Humala, Rafael Carrera, Fidel Castro, Nicanor Duarte».
Sobre este respecto diré dos cosas. Una: la acumulación del capital, esto es, el nuevo capital añadido al capital originario, no es más que plusvalía capitalizada. Por lo tanto, el nuevo capital no brota del cielo sino del trabajo no remunerado arrancado a los trabajadores y apropiado por los capitalistas. Y dos: la mejora absoluta del salario, esto es, que los trabajadores de hoy día ganen más que los trabajadores de hace cuarenta años, puede ir acompañado, y de hecho va acompañado, de su empeoramiento relativo: la mejora de los ingresos de los capitalistas ha sido proporcionalmente mayor que la de los ingresos de los trabajadores durante ese mismo periodo de tiempo.
La oferta y la demanda de capital y trabajo
Escuchemos el argumento quinto de Porfirio Cristaldo: «El valor de mercado de los factores de producción, trabajo y capital, aumenta cuando la oferta es escasa y disminuye cuando es abundante. En los países pobres el valor del trabajo -el salario- es ínfimo debido a su abundancia, mientras que el valor del capital -tasa de interés- es alto por su relativa escasez. Y como el capital se origina en la aplicación del trabajo a los recursos naturales, al aumentar el capital el trabajo se hace más escaso y aumentan los salarios. Eso es lo que ocurre en países capitalistas. En cambio, en países pobres, la tasa de capital es menor y son más bajos los salarios».
Según Porfirio Cristaldo como en los países capitalistas (creo que debe referirse a los países capitalistas ricos) el trabajo es escaso y el capital abundante, los salarios aumentan, mientras que en los países pobres al ser el capital escaso y el trabajo abundante, los salarios bajan. Esto no es cierto: en EEUU, que es un país inmensamente rico, hay muchos pobres, gente sin trabajo, aunque el capital es muy abundante. El fin que persigue el capitalista es conservar y multiplicar el capital, no dar trabajo. De todos modos es consustancial al capitalismo producir de modo constante un ejército de reserva, esto es, paro. La consustancial al capitalismo es que por una parte sobre capital y por otra parte sobre trabajo. Y de este modo se demuestra que entre capital y trabajo no sólo hay atracción, sino también repulsión.
La destrucción de capital y de trabajo
Escuchemos a Porfirio en el tercero de sus argumentos: «Anclados en el desatinado dogma marxista promueven la violencia sindical y leyes laborales populistas para debilitar al capital explotador y fortalecer a la parte más débil, el trabajador. El resultado de esa «protección» contra los abusos del capital es el desempleo crónico entre los trabajadores menos calificados, los jóvenes, las mujeres, los campesinos. Las leyes populistas destruyen empresas y empleos, reducen la competitividad y ahuyentan al capital. Los países capitalistas que no tienen leyes laborales son los que mejor defienden a los trabajadores»
Al analizar el mercado capitalista comprobamos que lo verdaderamente cierto es que es el propio capital quien destruye al capital. Pongo un solo y sencillo ejemplo bien conocido por todos: cuando en una determinada localidad se instala un gran hipermercado, a los pocos meses muchos supermercados tienen que cerrar. Se destruye de ese modo capital y se destruyen puestos de trabajo. Este es uno de los grandes defectos del mercado capitalista: el gran capital destruye de continuo al pequeño capital. Y como esto es así, los socialistas, o al menos un sector de ellos, defienden un mercado socialista, un mercado donde la propiedad de las empresas sea mayoritariamente pública: estatal y colectiva. El mercado socialista se caracteriza por ser un mercado altamente intervenido, un mercado que no permite los cambios espontáneos y repentinos de su estructura, que no permite la destrucción de capital: la destrucción de medios de producción y de puestos de trabajo.
Países pobres y capital extranjero
Escuchemos a Porfirio en el sexto de sus argumentos: «La única forma de reducir la desocupación, mejorar los salarios y traer el bienestar a la gente es incrementando el capital. Y la forma más rápida de aumentar la tasa de capital es captando la inversión externa. Las tecnologías y maquinarias que costaron billones y tomaron décadas para desarrollar hoy están al alcance de las naciones más atrasadas. La globalización redujo la pobreza en el mundo a la mitad en solo dos décadas. No obstante, América Latina sigue sufriendo una horrible miseria debido al desprecio de los derechos de propiedad y a la falta de seguridad, previsibilidad, justicia independiente y gobiernos honestos, condiciones esenciales para la acumulación de capital».
Sin duda que los países pobres necesitan del gran capital extranjero, pero no a cualquier precio ni de cualquier modo. Los países pobres pueden poner los grandes recursos naturales de los que disponen en manos extranjeras, pero bajo dos condiciones restrictivas: una, que se haga por un periodo de tiempo determinado y a cambio de inversiones en infraestructuras, y dos, que una parte de los beneficios vuelva a invertirse en el país propietario originario de dichos recursos naturales. También es necesario captar el capital extranjero para formar empresas mixtas, empresas participadas por el Estado. En suma se trata de que los países pobres atraigan capital extranjero, pero siempre de manera que sean ellos quienes en última instancia controlen todo el proceso. Se trata en suma de dos cosas: una, de hacer concesiones y no ventas para siempre, y dos, de crear empresas mixtas para fortalecer el capitalismo de Estado.
Afinidad entre capital y trabajo
Escuchemos a Porfirio en el séptimo de sus argumentos: «Si los socialistas comprendieran la gran afinidad que existe entre el capital y el trabajo, harían todo lo posible para atraer la inversión extranjera y no sería necesario que los trabajadores latinoamericanos abandonaran sus familias para emigrar a EEUU o a Europa y producir para el desarrollo y bienestar de otras naciones con exuberante capital. Bastaría con crear las condiciones para que el capital que abunda en EEUU y Europa fluya hacia nuestros países y se invierta productivamente, creando nuevas fuentes de trabajo con salarios más elevados y una mejor calidad de vida para nuestros pueblos».
Porfirio concibe la realidad al contrario de como es: habla de la gran afinidad que existe entre capital y trabajo cuando lo cierto es que las relaciones entre capital y trabajo dan como resultado lo que existe en el mundo: unos pocos países inmensamente ricos y muchos países inmensamente pobres. No otra cosa produce las relaciones capitalistas de producción. La desocupación y pobreza del trabajador es fruto del capital y no se puede esperar de éste que redima a aquél. El único modo en que puede redimirse el trabajador es convirtiéndose en propietario del «capital» (de los medios de producción) y produzca así plusvalía para sí mismo en vez de para otro.