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Capitalismo en Chile: Malos olores y podredumbre

Fuentes: Rebelión

In memóriam de mí amado hijo Bautista Salvador (el Bauchi)*   DEMAGOGIA, CORRUPCIÓN Y ARREGLINES: LAS OFERTAS DE SIEMPRE Los títulos que pusieron a las reformas que ofreció la Nueva Mayoría a su clientela electoral, fueron tan sugestivos, que crearon falsas expectativas a una franja «ciudadana» muy amplia, que también con seguridad, apoyó y participó […]

In memóriam de mí amado hijo

Bautista Salvador (el Bauchi)*

 

DEMAGOGIA, CORRUPCIÓN Y ARREGLINES: LAS OFERTAS DE SIEMPRE

Los títulos que pusieron a las reformas que ofreció la Nueva Mayoría a su clientela electoral, fueron tan sugestivos, que crearon falsas expectativas a una franja «ciudadana» muy amplia, que también con seguridad, apoyó y participó de las movilizaciones que el año 2011, exigían cambios profundos a la educación, al sistema tributario, al sistema previsional y a la condición laboral de los trabajadores. En definitiva, lo que se encontraba desde hace tiempo en entredicho, era nada menos que el modelo económico y el efecto negativo de sus políticas en los distintos planos de la vida social de las mayorías.

«La calle», como despectivamente llamo el democratacristiano Andrés Zaldívar a las movilizaciones populares, fueron tan contundentes y masivas, que en un primer momento, le causan gran preocupación a la gran burguesía y a la elite política que le sigue de coro, para luego hacerles entrar como clase dominante en su conjunto, en una situación defensiva y de repliegue ideológico.

El capitalismo en Chile, con la gestión de Piñera y de la Alianza, mostró sin caretas y disimulo, todas las cartas que los patrones se jugaron para asegurar el máximo de rentabilidad en sus negocios y de paso, terminar de completar las condiciones materiales objetivas para agudizar mediante el abuso, la super-explotación, la corrupción y el descaro político; los antagonismos y contradicciones de una lucha de clases, que intentaron relativizar con llamados a «la unidad de los chilenos» y el respeto al «Estado de Derecho», buscando esconder con estos conceptos y llamados, los profundos niveles de desigualdad y los verdaderos intereses de clase que están en juego en el Chile de hoy.

El gobierno de Piñera como un obvio resultado, se apuró para en sus 4 años de administración, implementar políticas de amarre institucional, con una legislación que amparara claramente el objetivo de acumulación y concentración de los capitales y la riqueza, y que no tuviesen vuelta con una nueva gestión, entre estas: las concesiones de construcción y administración de hospitales, la ley de pesca con coimas y cohecho, proyectos mineros, hidroeléctricas, la superintendencia de educación, etc. Mientras mostraban condescendencia pública con las demandas populares, en secreto, tramaban como no salir lesionados con sus intereses de largo plazo.

Con las movilizaciones y protestas populares, que mostraron niveles importantes de extensión e influencia, se comienza a operar un cambio político significativo en la escena nacional, hasta el grado de producir en la realidad del país, un punto de inflexión en la lucha de clases. No se trataba de un cambio drástico en cuanto a los niveles de contradicción y antagonismo, no por lo menos de un alcance cualitativo y que hubiese conducido los enfrentamientos derecha y definitivamente, a un cambio de periodo en la lucha de clases. Sin embargo, el rasgo sobresaliente en las relaciones de poder que imperó durante largos años, como una característica importante en las formas de dominación, queda claramente quebrado y sin posibilidades de ser restituido al corto o mediano plazo. Se trataba del factor que precisamente selló la derrota ideológica del Movimiento Obrero y Popular chileno en la década de los 80. Hablamos de aquella categoría de la superestructura del capitalismo, que en el lenguaje sociológico clásico conocíamos como la coerción, es decir, la amenaza o presión desde el Estado a la conducta social de las masas, cuando estas se tornan oposición activa y radical al poder burgués; y porque precisamente, utilizando la coerción como mecanismo de control, sabemos que la clase dominante ha impuesto su voluntad e intereses históricos. En términos más políticos, nos estamos refiriendo a la hegemonía que impuso transversalmente al conjunto de la sociedad el sector más poderoso de la burguesía, la fracción Monopólico-financiera.

El punto de inflexión entonces, está en que esa hegemonía que blindaba, justificaba y daba legitimidad a la totalidad del sistema capitalista, quedó debilitada de tal manera, que abrió en el escenario nacional de la lucha de clases, lo que hemos llamado la crisis de representatividad y legitimidad política. Este sólo hecho, nos brindó los elementos suficientes para considerar que en el Periodo Actual de las contradicciones de clases, de un equilibrio inestable en la correlación general de fuerzas, pero de reflujo de los sectores obreros y populares; se abrió una fase de reactivación social, que se ha caracterizado por una importante reanimación de franjas sociales, que han levantado con fuerza sus demandas y que lograron provocar con las protestas y asonadas populares, esa franca crisis de representación y legitimidad política a la clase dominante y particularmente a la elite que la expresa en la esfera institucional; llámense gobierno, parlamento y corporaciones patronales.

Sin embargo, esta reactivación -insistimos- se enmarca aún, dentro de un periodo de reflujo ya bastante prolongado de los sectores obreros y populares, es decir, un tiempo, que ha implicado a lo menos tres décadas de un equilibrio inestable en la correlación general de fuerzas. Este equilibrio inestable se configura: Primero, por el abandono en el año 86 del Proyecto Socialista por parte de la izquierda tradicional y también de sectores de la izquierda revolucionaria que reniegan de sus postulados. Segundo, por la capitulación y la alianza tácita de la izquierda reformista con el enemigo de clase, al apoyar la salida burguesa a la crisis del capitalismo en el periodo dictatorial, comprometiendo su participación en la demanda de «elecciones libres». Tercero, pero como un elemento contrario, la intransigencia de los revolucionarios en sostener, a pesar de la derrota, un camino de lucha independiente, mantener inalterable los valores y principios revolucionarios y socialistas y propiciar una permanente política de interpelación: uno, a la institucionalidad por los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura; dos, a los robos y saqueo al patrimonio del Estado por los grupos monopólicos; tres, la demanda de restauración de las conquistas y derechos de los trabajadores y el pueblo, quitados a sangre y fuego por la dictadura en nombre de los patrones nacionales y extranjeros; y cuatro, el bregar de manera continua por revertir el reflujo e intentar retomar la iniciativa estratégica (MIR-EGP, MAPU Lautaro y FPMR), a pesar de las condiciones absolutamente adversas.

El periodo político abierto a partir del año 89, y que la Concertación nombrará como de «transición democrática», es en verdad un periodo de continuidad con el proyecto dictatorial, pero de otro lado, un proceso de afianzamiento de la derrota obrera y popular, que progresivamente va aumentando los grados de alienación social y de mimetización de las mayorías con los valores burgueses que se van imponiendo en todos los ámbitos del quehacer humano. Sin embargo, lo que hace que la balanza no se cargue decididamente hacia el lado burgués, y establezca, muy a pesar, de los nuevos administradores del modelo, un equilibrio inestable en la correlación general de fuerzas, es la existencia de una franja política y social, que aún en condiciones de minoría, sostiene con dignidad y con una fuerte y clara autoridad moral, las banderas de los derechos del pueblo como una advertencia de combate frente a los contubernios y negociaciones de los poderosos y como prueba de resistencia ideológica a los golpes del enemigo de clase.

Es más, este equilibrio inestable, que hasta hace unos años operaba como una condición favorable para imponer y sostener la hegemonía de la burguesía monopólico-financiera y las transnacionales, dejó de ser el factor suficiente para mantener esta hegemonía político-ideológica, y sólo le dio margen a esta fracción burguesa, para administrar políticamente la ya evidente crisis estructural del sistema y el colapso del patrón de acumulación que habían impuesto desde mediados de la década de los 70. Hoy día este modelo económico está quebrado, lo cual no significa que esté inmovilizado y sin operar, pero sí podemos decir que las recetas que lo caracterizaron, no están surtiendo más los efectos esperado de crecimiento económico y de facilitación para que los esquemas de manejo de la relación capital/trabajo, se mantengan inalterables ante las presiones que demandan desde el campo popular, políticas redistributivas, que obviamente, la clase patronal todavía resiste con métodos mediatizadores de los conflictos sociales y de postergación indefinida de las soluciones económicas. El modelo sufrió una fuerte fisura, en tanto, el descontento social acumulado por tantos años, se comenzó a expresar y a transformarse en movilizaciones y protestas, pero sin que estas, hayan logrado poner en peligro los pilares que sostienen el actual patrón de acumulación.

Podemos afirmar, que a pesar de la reanimación popular que se expresa en contra del modelo, la gran burguesía todavía conserva la capacidad de maniobra para turnar el control del poder dentro de sus esquemas de influencia. La clase dominante, actualmente resiente, el que su discurso pierda cada vez más peso ideológico y no sea creíble para amplios sectores de los trabajadores y el pueblo, y esto es precisamente lo que llamamos la crisis de representación y legitimidad que enfrenta la gran burguesía en la actual coyuntura. Así y todo, el diagnóstico en cuanto a estos males del capitalismo, señalan que, en la trinchera obrera y popular, el reflujo que nos acompaña ya tantos años, no varía en cuanto a las situaciones de fondo y los avances experimentados sólo tocan lo cuantitativo y es esto precisamente, lo que concede todavía márgenes de maniobra a la clase dominante para reposicionarse política e ideológicamente al nivel social. Sin embargo, la fase abierta -por cierto nos señala- que esos avances cuantitativos del campo popular, de todos modos, tornaron ese equilibrio hace rato aún más inestable.

Análisis aparte merece el comportamiento de los sectores más reaccionarios de la Democracia Cristiana y que hoy se encuentran influenciando este partido burgués, pero que ellos llaman de Centro. A muchos sorprendió la manifiesta oposición «oficial» de la DC, a los proyectos originales de reforma que ofreció al electorado la Nueva Mayoría. A nosotros los revolucionarios, que conocemos la trayectoria política de la Falange, no nos sorprende que en las situaciones clave de expresión de los antagonismos de clase, cuando producto del descontento acumulado y la transformación de este en masivas protestas populares y de sectores medios también afectados y empobrecidos por el modelo económico, la Nueva Mayoría al igual que lo hacía la ex Concertación; hayan tenido que optar tácticamente por hacer concesiones en teoría a los sectores movilizados. Sin embargo, la Democracia Cristiana sabe cómo y en qué momento cambiar de giro, y actuando en consecuencia con su estilo oportunista, retomar su carácter de partido burgués.

La DC so pretexto de defender derechos y demandas de una «clase media» que no existe y que nunca ha existido, realizó el intento desesperado de vanguardizar la oposición a las reformas y a sus aristas progresistas. Bastante claros los demócratas cristianos, de la lamentable situación de desarme y además con conflictos serios de decadencia política y moral, en la que se encontraba la derecha, defensora tradicional y genuina de los intereses capitalistas; dándose cuenta la Democracia Cristiana de que la UDI y RN, habían perdido la capacidad de cuestionar con desplante y comodidad política, las reformas en sus versiones originales; se ven a sí mismos, como los únicos representantes de la clase dominante, que podían jugarse por dejar incólume los pilares del modelo; y sabían también, que podían contar además, con el apoyo y así fue, de los tecnócratas de derecha que posan siempre de independientes, y que se encuentran prestos a participar de negociaciones y contubernios para neutralizar cualquiera ofensiva en curso que pueda afectar las cuestiones esenciales del capitalismo. Y efectivamente contaron con estos custodios del sistema: Bernardo Fontaine, Nicolás Ulloa, Sebastian Guerrero cercanos a RN; Carolina Fuensalida, Beatriz Córdoba, María Teresa Muñoz cercanos a la UDI. En todo caso, las intervenciones de estos derechistas, se quedaron cortas frentes a las arremetidas de la DC a través de Ignacio Walker, Andrés Zaldivar y también del tristemente célebre Gutemberg Martinez. Se puede afirmar que esta ofensiva mediática de la DC, se produce en estrecha relación con el repliegue de las movilizaciones y la pérdida de la iniciativa de parte de los liderazgos sociales de izquierda en los años 2013 y 2014.

Como resultado de las debilidades que evidenció la conducción política, por parte de los Anarquistas y la Izquierda Autónoma, como los nuevos actores que lideraban al sector estudiantil; la Democracia Cristiana aprovecha esta ventajosa posibilidad y desarrolla toda una ofensiva política y social que incluyó el apoyo de sectores pequeños-burgueses de clara aspiración arribista. En paralelo con el repliegue y retroceso de la movilización popular, la DC afirmándose en parlamentarios de la derecha, desata una dinámica con un claro tinte reaccionario, que puso en circulación las añejas y rancias consignas de los viejos y viejas momias de antaño: «libertad» de trabajo, «libertad» de enseñanza y «libertad» de «elegir» una buena educación para los hijos.

La DC se envalentonó y abandonó su repliegue político y ayuda a que el conjunto de la clase dominante deje su posición defensiva en lo ideológico. Al igual que en los tiempos de la Unidad Popular, asumieron la táctica de levantar organismos sociales ficticios como la Confepa, apoyada claro está, por los partidos burgueses y por los «expertos» en educación ligados a la ex Concertación. Realizaron marchas, concentraciones y actos públicos supuestamente masivos, y medios de prensa no les faltaron para aparecer como mayorías oprimidas, así lo expresó la editorial del diario «La Tercera» del domingo 07 de diciembre del 2014, titulada «Amenaza a la libertad de los ciudadanos», que en un lenguaje propio del anticomunismo y de la guerra fría nos decía «Una de las lecciones que nos dejó el siglo XX, dolorosamente aprendida para muchas sociedades, es que las libertades personales y los derechos políticos no son meramente formales, sino que son la base del respeto a la persona y de la defensa de ella ante la amenaza de un Estado totalitario». Al respecto, nosotros afirmamos con pleno convencimiento, que el Señor Guillermo Turner Olea Director del diario y el Señor Víctor Cofré Soto Editor General del mismo, cuando escribieron esta «heroica y libertaria» reflexión, en ningún minuto estuvieron pensando en la invasión de Afganistán y sus miles de muertos, en la invasión y ocupación de Irak y sus otros miles de muertos, en la invasión y desarme de Libia y sus otros miles de muertos, los ataques y agresiones militares a Siria con sus otros tantos miles de muertos, el golpe de Estado en Ucrania y sus otros tantos miles de muertos, los planes de golpe y desestabilización contra Venezuela y sus otros tantos muertos, todas agresiones armadas, atentados terroristas y crímenes de lesa humanidad, orquestados por Estados Unidos, el país más «democrático» y más «libre» del mundo, en estrecha complicidad con sus aliados europeos, que actuaron con la más mortífera y siniestra herramienta bélica que poseen: la OTAN.

En los nombrados hechos, contrarios probadamente al Derecho Internacional al que ellos mismos apelan, seguramente el diario «La Tercera» con su ceguera ideológica, no ve ningún tipo de totalitarismo y genocida además. Dada esta campaña coyuntural y puntual de la reacción burguesa, destinada a neutralizar todo filo de avanzada de las reformas, lo que a nuestro juicio revistió mayor importancia, es el desesperado objetivo que se han planteado como clase dominante: la recomposición orgánica, política e ideológica de un proyecto burgués coherente, que se pretende como de «centro derecha democrática» o con el matiz de «centro izquierda moderna» buscando dar salida a la crisis de representatividad y legitimidad que cada vez distancia y divorcia más a la burguesía, de cualquiera base social de apoyo.

LA FATIGA DE MATERIALES DEL CAPITALISMO CHILENO

El capitalismo es un sistema que se sustenta en la propiedad privada de los medios de producción. Es a partir de esta forma de propiedad que se derivan otras características esenciales del sistema; como el obtener ganancias en base a la explotación de la fuerza de trabajo que le venden los obreros y otras clases subalternas, como el campesinado, los trabajadores por cuenta propia, etc. Estas características esenciales del capitalismo, devienen en una multiplicidad de mecanismos que dentro de una economía de explotación y mercancías, resultan ser los recursos o instrumentos complementarios de las transacciones y movimientos del mercado. Algunos de ellos, son recursos necesarios pero ilegítimos o tramposos. Para aclararnos mencionaremos algunos de estos mecanismo, que para la propia moral burguesa le son incómodos: la usura, la especulación, los monopolios, la malversación de fondos, la evasión , el tráfico de influencias, el fraude, el lavado de dinero, la quiebra fraudulenta, el vaciamiento de empresas, el contrabando, el soborno, el cohecho y otros, etc. Todos estos mecanismos conforman la cara perversa del capital, hasta el punto de constituir para la propia burguesía delitos económicos. Una cara perversa, pero aceptable a la hora de obtener ganancias.

Lo que ha ocurrido con los bullados casos Cascadas, Penta y SQM, no es otra cosa, que el segundo gran acto de una trama que comenzó con la Dictadura, y que hoy día expone y visibiliza la continuación de un argumento de enajenación, robo y saqueo del patrimonio del Estado chileno; por tanto, un delito de alta monta contra todos los chilenos. Ni el caso «Cascadas», ni el caso «SQM» hubiesen existido, si el dictador no nombra en los años 80 como parte del directorio de SOQUIMICH empresa estatal, a su entonces yerno Julio Ponce Lerou. (1)

La Nueva Mayoría lo sabe y no lo dice, sabe que los actuales niveles de decadencia y corrupción de la clase dominante, son los efectos históricos de largo plazo, de la contrarrevolución que se instala a partir del golpe de 1973. Una contrarrevolución que luego de asestar el más cruento revés estratégico a la clase obrera y al pueblo de nuestro país, se apodera del territorio nacional y obtiene como un preciado botín de guerra, todo el patrimonio económico del Estado chileno. Después de este acto de posesión y de arrebato de nuestra soberanía económica, procedieron bajo las órdenes de los grandes capitalistas nacionales, al reparto y saqueo arbitrario de las riquezas nacionales.

Ahora, valiéndose de las vacilaciones y ambigüedades de la Nueva Mayoría, quisieron como burguesía volver a sacar la voz, hacer retroceder a los de «la calle». Habían ganado la mejor posición para entrabar las reformas y restituir «la democracia de los acuerdos». Sin embargo, el mismo afán por mantener sus privilegios, por sostener una institucionalidad favorable al lucro, aprovechándose de derechos que convirtieron en grandes negociados. Esa ambición desmedida, propia de magnates y mafiosos, les hace caer de nuevo en una posición de fragilidad política. La burguesía no sólo sabe hacer negocios, también corrompe sus negocios; precisamente cuando persigue buena rentabilidad y altas utilidades, se olvida de las propias leyes del mercado y mucho más, porque en los pasillos de las finanzas sufre amnesia ética y moral respecto de sus propios valores burgueses. El capitalismo en sus fases de desarrollo también posee dialécticamente su contrario de decadencia.

La ley del valor siempre se acompaña de un amplio abanico de estímulos materiales, que finalmente hacen entrar los negocios en el espacio de la corrupción y la degradación moral. El caso de la Polar, las colusiones con las cadenas de farmacias, con las empresas productoras de pollo, con las empresas navieras, el caso Cascadas, Penta y SQM, son la expresión de este «mal cálculo político» o de la excesiva confianza en estructuras de impunidad que los hacen sentirse amos y señores en esos espacios, pues las construyeron en función de sus intereses y necesidades de clase. La burguesía es una clase que siempre ha robado y ha cometido y seguirá cometiendo robos a gran escala, sin embargo, es una clase que cuida la apariencia: «Nosotros robamos, pero no deben saber que somos ladrones». Hoy quedaron al descubierto e intentan tapar el sol con un dedo. (2)

Otros hechos, como las catástrofes naturales, también han puesto a prueba las instituciones del Estado. Las respuestas a los incendios estivales, los terremotos, los aluviones, las erupciones volcánicas, han mostrado las deficiencias y carencias de un Estado; más preparado para socavar o descomprimir las protestas y movilizaciones sociales, que para aliviar y resolver los efectos devastadores de un fenómeno natural. De hecho, existe una orgánica gubernamental con una mejor funcionalidad que la «famosa» ONEMI y es la poco conocida Oficina de «Análisis Estratégico y Control de Conflicto» hasta antes del nuevo gabinete, a cargo del Ingeniero civil Flavio Candia y que se encuentra en Amunátegui # 72, en esta participaba también la Subsecretaria de Interior Camila Benado y está a cargo del señor Mahmud Aleuy. No solo esta institución, sino también el «Comité Interministerial de Conflictos» al cual asistían: Subsecretarios Patricio Silva de la SEGPRES, Rodolfo Baier de la SEGEGOB, un representante de la Secretaría de Comunicaciones y otro de la Dirección de Presupuesto. Estas dos instituciones, se suman como políticas concretas de perfeccionamiento al Estado de Contrainsurgencia que de esta manera, afina la puntería para vigilar, infiltrar, controlar y desmovilizar los movimientos sociales o en su defecto desacreditarlos o criminalizarlos para cuestionar su legitimidad.

La pérdida de homogeneidad en la burguesía como clase, les hace hoy, para salir de la entrampada situación en que se encuentra, barajar sin convicciones claras, distintos y diferentes nombres como supuestos salvavidas del sistema: MEO, José Miguel Insulsa, Ricardo Lagos, Sebastián Piñera, etc. Podemos decir, que la clase dominante, está hoy profundamente tensionada entre las catástrofes y los vergonzosos niveles de corrupción, sumando a ello un serio vació de liderazgo que compromete también seriamente la conducción del Estado capitalista.

Se ha llegado al punto de generar una crisis de gobernabilidad que expresa al nivel político institucional, las contradicciones inter-burguesas afincadas en los criterios y modos distintos de abordar las respuestas a las crecientes demandas populares y a los cuestionamientos que surgen a la práctica político-administrativa desde los poderes del Estado; particularmente lo que dice relación con el Programa de Gobierno y la implementación contradictoria y ambigua de las reformas, también las críticas a la función legislativa y a los acuerdos parlamentarios al margen absoluto del mandato popular de las mayorías, la crítica al ejercicio de los tribunales de justicia y del Ministerio Público, dada la no coherencia expresa entre procesos investigativos y dictámenes de los jueces o ministros de las Cortes. En definitiva, el manoseado Orden Público como así mismo, el vapuleado Estado de Derecho, no convencen como un sistema transversal de «beneficio ciudadano», toda vez que revientan de un lado y de otro, los casos de corrupción en los que está involucrada gran parte de la elite política y el mundo de los grandes negocios.

El cambio de gabinete, decisión política ineludible, surge como otro volador de luces, otro intento de la clase dominante por aparecer enmendando errores, y con ello crear expectativas en los sectores ilusos, que siempre ven en estos movimientos correcciones favorables a la corriente progresista. Sin embargo, todo lo dado y andado, en cuanto a los encuentros y arreglos de pasillos entre la autollamada «centro-derecha» y la autollamada «centro-izquierda», no dan para otra cosa que constituir un gabinete «pro-crecimiento», es decir, un gabinete al gusto de la patronal.

La frase «dejemos que las instituciones funcionen» se ha vuelto casi una ironía y escucharlos decirla, suena como a un pillarse la cola. La verdad es que, decir y reconocer que existe objetivamente una crisis de representatividad y legitimidad, como así mismo, decir que existe una crisis de gobernabilidad, no debiera sustraernos de las afirmaciones constantes que como izquierda revolucionaria hemos planteado casi majaderamente: el actual periodo de la lucha de clases, se caracteriza en lo central por una CRISIS ESTRUCTURAL DEL CAPITALISMO MUNDIAL y en el caso particular de Chile le agregamos el ABIERTO COLAPSO DEL MODELO DE ACUMULACIÓN. Por lo tanto, lo que hoy está instalado en la realidad nacional, no es otra cosa que la forma particular que asume la crisis señalada. Aquí no ocurre que se estén sobreponiendo fenómenos políticos, sociales, económicos, culturales-ideológicos u otros de nuevo tipo, sino, el entender que la clase dominante en nuestro país, no ha podido lidiar de manera inteligente y apropiada con los efectos nacionales que provoca de manera irresoluble la crisis capitalista mundial, por los propios desaciertos imperialistas en el contexto de la lucha de clases en la escena internacional, de la cual los ejemplos más visibles los encontramos en el conflicto armado de Ucrania y las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, ahora conocido como la guerra del Dombás; el alzamiento popular en Yemen y el derrocamiento del gobierno pro-norteamericano; el triunfo en Grecia de la Izquierda reformista Syriza que altera el cuadro político de la Unión Europea; la ofensiva militar contra el Estado Islámico (EI) por parte del Ejército de Siria, las Milicias Kurdas y el Ejército Iraquí con el apoyo de los Guardianes de la Revolución Iraní; el apoyo en la pasada Cumbre de América al proceso venezolano ante el decreto imperialista de Mr. Obama y la reanudación después de más de cinco décadas, de relaciones políticas y diplomáticas entre los Estados Unidos y el gobierno de Cuba.

Pues bien, atendiendo lo anterior, sobre qué nuevas bases, políticas, económicas, teóricas, se puede reconfigurar una opción capitalista. De dónde puede la burguesía, dotarse de un nuevo arsenal ideológico que no sea, el reivindicar ese liberalismo, que ya por siglos la civilización lo ha experimentado como un terrible enemigo de la humanidad. El ocaso de un sistema y en cuanto al Modo de Producción Capitalista, no se puede medir ni esperar en horas o días, ni siquiera en años. Menos aún, si estamos convencidos de que el final del capitalismo, no se producirá por efecto de sus propias contradicciones y errores.

No puede haber una postura determinista, que nos resigne a esperar del capitalismo un final ineluctable y sin dolores de parto. Las clases sociales son el testimonio más elocuente de la dialéctica histórica, que precisamente nos asoma y nos expone a esa lucha violenta entre las clases que a la vez destruye y construye sociedad. Son finalmente las clases sociales las que enfrentándose en una lucha a muerte, atrasan o adelantan el curso de la historia humana.

Las estructuras corroídas, las maquinarias desvencijadas, las herramientas melladas, y todos esos malos olores, propios de los estados de ruina y decadencia que ahora impregnan la atmósfera capitalista; no bastan para que tranquilamente esperemos el derrumbe de este sistema. Desde esta otra trinchera, no sólo cabe mirar el espectáculo, que es sin duda, una gran oportunidad histórica para conocer sus flancos débiles, sino también, para unir y preparar nuestra fuerza, para levantar en alto nuestros valores socialistas y proletarios y junto con ello luchar por instaurar como alternativa y opción estratégica al capitalismo y la democracia burguesa, nuestra propuesta programática revolucionaria.

EQUIVOCADOS TEXTOS SOBRE EL CONTEXTO EN EL CAMPO POPULAR

Los revolucionarios en varias ocasiones, nos hemos brindado espacios de convergencia para debatir acerca de las condiciones de los trabajadores y sus organizaciones en el Chile actual. Debate sin duda, necesario y también oportuno, dadas las distintas coyunturas que nos exponen día a día, a una cantidad importante de informaciones respecto de temas como la reforma tributaria, de la educación, de la previsión, de la constitución, de lo laboral, y que tienen que ver directamente con la vida de los trabajadores y de los sectores populares. Lo necesario y oportuno, lo decimos porque, a lo menos se espera en torno a un clima fraternal, colocar en la mesa de discusión, los temas clave del presente y del futuro de nuestra clase, la clase o las clases dominadas, los oprimidos, los explotados por el capitalismo.

Foros y encuentros realizados estos últimos meses, incluyendo la exitosa convocatoria del sindicalismo clasista al Día Internacional de los Trabajadores; nos demuestran a pesar de los avances logrados, el estado orgánico, la situación de conciencia y las condiciones de alienación y reflujo en la que aún se mantienen la mayoría de los trabajadores de nuestro país. También el reconocimiento y aceptación de que en Chile hoy, la afiliación sindical bordea aproximadamente un 15% de la fuerza laboral, un porcentaje bastante bajo en relación a la fuerza de trabajo activa, dato que no deja de ser importante si se sabe que la tasa de sindicalización posee un efecto inmediato sobre la distribución factorial del ingreso, o sea, sobre la forma en cómo éste se distribuye entre los trabajadores y los capitalistas. El Plan Laboral de la dictadura, buscó justamente que la negociación colectiva en ningún caso fuese un mecanismo para redistribuir los ingresos o riqueza del país. Junto con lo anterior, continúan penando en la cabeza de los trabajadores, los mecanismos de «despolitización» o de enajenación política que sería la forma correcta de decirlo: Uno, que era la separación entre el mundo del trabajo y la política formal, entendidas como las inhabilidades que consagró el Plan Laboral de José Piñera. Y dos, el atomizar la negociación colectiva y constreñirlas al nivel de las empresas. Con ello se buscó con éxito, deshacer esquemas asociativos más amplios, que permitían la unión de los trabajadores como clase y su representación política en la unidad social, cuestión que la dictadura logró plenamente. Esto entrega el dato de que las relaciones capital/ trabajo no contienen hoy, en su contradicción lo que debiera ser el empuje y el acicate a la organización sindical de los explotados, lo que hace pensar que el factor subjetivo (la organización revolucionaria) permanece aún ausente o muy débil, en el espacio de las relaciones sociales de producción.

Aún así, por mucho que la clase burguesa domine sin contrapeso en las relaciones de poder económico, político, social e ideológico; siempre estas relaciones de poder estarán expresando de manera objetiva e histórica, las contradicciones y los antagonismos irreconciliables entre las clases; siempre estas relaciones de poder estarán expresando la lucha de clases, aún cuando ésta en situaciones de reflujo de los sectores explotados y dominados, asuma características más veladas. Pero, aún así, no podríamos afirmar que nos hayamos encontrado en un periodo (1986-2011) de «estabilización de la lucha de clases», un concepto así, a nuestro juicio, se contradice con una mirada materialista dialéctica de la realidad y en cambio si se emparenta con la visión post-modernista, en su equivocada convicción, de que la administración al detalle de los individuos y los Estados convierte al poder del gran capital, en una fuerza omnímoda capaz de paralizar a sus adversarios y restarles su capacidad de ser la oposición dialéctica que lucha y resiste siempre y permanentemente a sus pretensiones de «administración total».

Siguiendo las ideas de Marcuse, uno de los exponentes importantes de la corriente postmodernista, pudiésemos llegar a la conclusión pesimista de que: «El mundo tiende a convertirse en la materia de la administración total que absorbe incluso a sus administradores. La tela de araña de la dominación ha llegado a ser la tela de araña de la razón misma y esta sociedad es fatalmente enredada en ella» (3). Sin embargo, la «Ley de la Unidad y Lucha de los Contrarios» no nos muestra ese comportamiento de la realidad. Por lo tanto, donde existe la unidad de los contrarios existe también la lucha entre ellos.

Con el reformismo también se opta por producir cambios dentro de los marcos del sistema, pues se tiene el convencimiento de que fuera o al margen de sus estructuras de dominación, es imposible cambiar a nuestro favor la correlación de fuerzas. De ahí entonces la necesidad de diseñar estrategias de colaboración de clases y de capitulación política de las posturas independientes de clase. Así y todo, aunque los sectores reformistas, sean estos de cuño obrero o de cuño pequeño-burgués, pacten con la burguesía un proyecto de conciliación de clases, como llegó a ocurrir en ciertos momentos históricos; la sola condición unilateral de estos pactos, los invalidaba para convertir el escenario de la lucha de clases en cualquier país, en un escenario pacífico, garantizado por una suerte de armisticio pactado entre los «representantes» de una y otra clase. Lejos, muy lejos de ser así, las contradicciones y antagonismos siempre existentes y siempre dinámicos, en situaciones de menor intensidad de estas contradicciones, lo menos que pueden expresar en el escenario de la lucha de clases, es una condición de equilibrio inestable, equilibrio que dependiendo del estado de esas mismas contradicciones se puede mantener o romper en cualquier momento o circunstancias determinadas.

En nuestro país, desde la segunda gran derrota sufrida por nuestra clase, el año 86, todos los hechos y acontecimientos importantes que devinieron en la instalación de la salida burguesa a la crisis de la dominación en Chile, con los gobiernos concertacionistas; demuestran que la lucha de clases, a pesar de la derrota estratégica del Movimiento Obrero y Popular y el posterior reflujo que se expresa con los fenómenos de la atomización orgánica, la fragmentación social y la dispersión ideológica; nunca llego a remedos siquiera de estabilización. Y porque fue y es además material e históricamente imposible; la derrota -entendámonos bien- es en sí, una condición de restitución de la dominación burguesa y de reinstalación de la opresión de clase por parte del Estado. Por lo tanto, considerar que la retoma de la iniciativa estratégica por parte de la clase dominante, con la consecuente represión a los sectores revolucionarios todavía en lucha y resistencia, sumado a todas las políticas de contra-insurgencia post-dictadura, es una condición de estabilización de la lucha de clases, nos parece un craso error, no sólo intelectual, sino de implicación errónea en lo político, a menos que el término estabilización se utilice como un grosero eufemismo para nombrar a la derrota y al nuevo dramático reflujo al que entró el Movimiento Obrero y Popular en el año 86.

Ahora, fue precisamente el recurrente y manoseado discurso de la falsa «Transición Democrática», el que posibilito como recurso táctico el que esa lucha de clases, que pudo desde los sectores obreros y populares haber tenido las características de una «revancha», a lo menos en los planos político-jurídicos más importantes (DD.HH. Constitución del 80), no la tuvo y logra el sector de recambio de la burguesía, generar en nuestro país y en ese escenario de la lucha de clases, la condición de equilibrio inestable.

A partir del 2011, con las movilizaciones medioambientalistas y con las protestas estudiantiles, que llegan a tener un nivel inédito y bastante masivo de convocatoria, ese equilibrio inestable en la lucha de clases, comienza a acrecentar su inestabilidad y a empujar a la clase dominante a una posición defensiva y de repliegue ideológico, hasta el grado que se comienzan a expresar públicamente mea culpas políticos y sociales que aceptan el descrédito y la des-legitimidad de la elite política y la patronal, al punto que ya no pueden ocultar la fea cara de sus estafas, corrupción y robos descarados. Nos encontramos ante un hecho, que no podríamos calificar de estallido social espontaneo del descontento, no es así. Las movilizaciones y protestas son el resultado de un largo proceso de acumulación del descontento, frustraciones y estados de impotencia social, frente a un Estado burgués que le ha imprimido por casi tres décadas a su gestión política, el parcial tutelaje de los intereses del gran capital monopólico financiero y las transnacionales. Según el carácter del Estado es la relación lógica e histórica que se debía esperar.

En un contexto de reflujo de los sectores obreros y populares: derrota política, social, militar, e ideológica de la clase obrera y el pueblo, su desarme orgánico e incluso con posteriores grados importantes de descomposición moral. En este contexto, dentro del cual se han realizado casi por tres décadas esfuerzos de reconstrucción política y social, de rearme ideológico, de reedificación moral, sin hasta ahora lograrlo y tenerlas hasta estos días, como las tareas inmediatas y permanentes de una izquierda revolucionaria, aún atomizada, dividida y con un profundo espíritu de secta, estimulada por los lamentables liderazgos que la mantienen cautiva en cacicazgos egocentristas y políticamente mediocres.

En este contexto de reflujo; refiriéndonos a las movilizaciones y protestas, hemos hablado de reactivación social y esta fase, debemos entenderla como el preámbulo de comprensión de los verdaderos antagonismos sociales, el momento histórico-material en el que sectores más amplios y extensos comienzan a ver con una mayor claridad, el porqué de la explotación, la opresión y el abuso de parte de las clases dominantes y la razón por la que los sectores de la burguesía imponen con absoluto liberalismo y arbitrariedad las relaciones de mercado en todos los ámbitos de la vida social. Esta es la fase donde comienza a quedar claro a los sectores obreros y populares, que todas las medidas que toma la clase patronal son contrarias y afectan profundamente sus intereses y barren constantemente con sus derechos. Esta fase expresa a nuestro juicio -aún valorada como estadio positivo- sólo un desarrollo cuantitativo de la conciencia, pero, acotado este desarrollo a los sectores que hoy luchan, protestan y se movilizan por sus demandas.

DE LA CONCIENCIA DE CLASE «EN SI» A LA CONCIENCIA DE CLASE «PARA SI»

No puede ser de otra manera, y no porque nos sorprenda un destino inexorable, sino porque, la rueda de la historia sigue su curso ineluctable, conteniendo en este curso temporal sus avances y retrocesos, sus marchas y contramarchas, y cada uno de esos procesos conducidos por su dialéctica legalidad. Un marco que al margen de nuestra conciencia, podría encaminar el recorrido de los pueblos hacia su verdadera liberación, esto, sí sólo sí, de verdad, asumimos el desafió de constituirnos como clase en sujeto histórico, lo cual significa ganar dominio de la teoría revolucionaria y convertirnos en el factor subjetivo que imponga la voluntad de cambio.

En estos tres últimos años, la clase dominante ha hecho evidente que posee consensos básicos y que los hace realizables, precisamente, para no perder capacidad de administración y dominio de sus intereses, uno de los ejemplos más claro de esto, son los acuerdo entre gallos y medianoche, de la Reforma Tributaria (la cocina de Fontaine y Zaldívar), la constitución de la Comisión Engel contra la corrupción política y la búsqueda de espacios políticos transversales para acordar vías de solución a la crisis instalada. Sus implementaciones son tan solapadas, que a los sectores sociales les cuesta percibir las relaciones tácitas de complicidad que se establecen entre los dos grandes referentes burgueses. El hecho de que la Nueva Mayoría aparezca como una coalición pluriclasista, conduce al equívoco de entenderla como un referente de unidad social transversal y que actúa políticamente en función de esos intereses diversos. La propia Nueva Mayoría se ha encargado de desmentir esta percepción, en la medida que se han hecho públicas, opiniones críticas, desacuerdos con las políticas del gobierno y francos rechazos al conservadurismo de algunos de sus partidos o dirigentes; y esto, de parte de algunos sectores o tendencias políticas, al interior de la propia coalición y dentro de los mismos partidos de la Nueva Mayoría que observan el cómo en los momentos decisivos, se impone siempre la fracción más conservadora de la coalición. Esto quiere decir, sin temor a equivocarnos, que la postura oficial, la postura que finalmente va a imponerse en el debate y en la ley, es y será la postura burguesa que preserva los intereses estratégicos de la clase dominante, y así quedó confirmado una vez más, con el cambio de Gabinete y con las recientes declaraciones del Gobierno convertidas en el lema «Realismo Sin Renuncia», que se constituye en el resultado de las presiones de la gran burguesía y las corporaciones que la representan, incluso sin que estas presiones lleguen a ser un acuerdo explícito de estos intereses.

Ahora, sin duda, el nuevo Gabinete significa una suerte de ordenamiento de la casa capitalista, con una Democracia Cristiana que luce los mejores dividendos políticos para transformar a la Nueva Mayoría en una importante base de sostenimiento de lo que la derecha ha llamado un «Gabinete Pro-Crecimiento», es decir, un equipo de Gobierno dispuesto a escuchar y obedecer a los patrones antes que a «la calle». Sin duda, esto también se debe leer como el que todas las posturas reformistas burguesas y pequeño-burguesas al interior de la Nueva Mayoría están y estarán subordinadas, presiones más o presiones menos, a los intereses estratégicos de la burguesía monopólico-financiera y al imperialismo, y esto en definitiva porque la referencia que establece el rayado de cancha, ha sido y es el Patrón de Acumulación (modelo económico) y así lo han demostrado y aceptado estos actores políticos.

Por lo mismo, es sintomático que, los partidos de gobierno y sus principales líderes, no excluyendo a ninguno de ellos, hablen de reformas «profundas» o «estructurales» en distintas áreas, y puedan incluso explicitar contenidos populistas para las mismas, pero hasta ahora, nadie de manera expresa, clara y responsablemente ha dicho que se quiere y se tiene la voluntad política, de cambiar el Modelo Económico. O sea, la independencia económica, la soberanía popular y el desarrollo nacional al servicio de las grandes mayorías, son nociones que están claramente hipotecadas y no existe conciencia alguna, para situarlas como las demandas más importantes y centrales de los trabajadores y los sectores populares.

Es un hecho sabido que, la izquierda clásica o tradicional, hace ya muchos años claudicó en sus postulados y principios. Apenas consumada la derrota de 1986, la izquierda tradicional capituló y se subordinó a la salida burguesa que el imperialismo y la oposición burguesa a la dictadura, habían pactado frente a la crisis del sistema. Está subordinación que los hace parte del consenso burgués, con el tiempo se profundiza y esta izquierda en sus propios congresos y eventos resolutivos, afina las tácticas para tener las menos contradicciones posibles con el modelo institucional vigente y moverse con más comodidad dentro del sistema capitalista. El mismo Partido Comunista que navegó en estas aguas con cierta autonomía, hoy día, al hacerse parte de la Nueva Mayoría, pierde por opción, su relativa independencia y entra derechamente en la valoración de la democracia burguesa, jugándose por una participación cada vez más comprometida con el orden burgués.

Considerando este contexto, a nuestro juicio, se encuentra cancelada absolutamente, la posibilidad de que desde la izquierda tradicional y reformista, aún haciendo uso de sus nexos con los sectores sociales, se aliente a una lucha reformista consecuente contra el sistema. La experiencia histórica ha dado luces de como las representaciones políticas obreras y populares, que en sus orígenes, levantaron banderas y plataformas clasistas y revolucionarias, al ser coaptados por la burguesía, no sólo hicieron abandono de las políticas revolucionarias, sino que además, en corto tiempo se transformaron en la principal fuerza sostenedora del sistema. En Europa, la Socialdemocracia, nacida como una representación obrera y revolucionaria, termina renegando de sus principios y se convierte en una organización pequeño-burguesa y luego claramente en una opción burguesa, que incluso genera como ideología el Economicismo, el que a lo largo de los años, sostiene su identidad reformista y la característica liquidacionista de los cambios sociales.

Lo que queremos instalar como hecho histórico, es que los trabajadores y el pueblo en nuestro país, fueron abandonados por el reformismo -hoy día pequeño-burgués- del Partido Comunista. El reformismo pequeño-burgués, antaño reformismo obrero, entró con la Nueva Mayoría a un proceso de distanciamiento ideológico -a nuestro juicio- sin retorno, con la clase obrera y los sectores del pueblo en nuestro país. Es más, el Partido Comunista anhela que éste acuerdo, convertido en coalición electoral y que para partidos como el Demócrata Cristiano, tiene la mera forma de un acuerdo circunstancial, llegase a tener las características de un pacto más estratégico o de largo plazo. No siendo así, de todos modos, el reformismo pequeño-burgués, cuida más esa alianza, que la relación con el mundo social que hasta ahora representa, y eso lo demuestra también, entrando en contubernios con los sectores derechistas de la Nueva Mayoría y en las negociaciones tripartitas con el gobierno, la patronal y la burocracia sindical que hoy encabezan con la CUT para debilitar al máximo los contenidos de la reforma laboral.

Ahora, más allá de las posiciones sectarias o prejuiciosas que estén ancladas en sectores revolucionarios o pretendidamente marxistas, la historia mostró que en nuestro país, el reformismo obrero contribuyó en gran parte del siglo pasado (Siglo XX), a conformar organizaciones de clase y con una profunda conciencia proletaria, que no sólo demandaron mejores niveles de vida, sino que siempre reivindicaron explícitamente el Socialismo como norte estratégico. De no haber sido así, el surgimiento de la izquierda revolucionaria en Chile, cuyos antecedentes políticos se encuentran precisamente en el reformismo obrero, habría -estamos seguros- demorado muchos más años su parto. La polémica abierta con el reformismo obrero, en cuanto a las cuestiones clave, como los problemas del Poder y las visiones sobre las clases y el Estado, comienza una vez nacida la izquierda revolucionaria, a partir de los años 60.

En la base de esta importante polémica están los testimonios intelectuales de historiadores valiosos como Hernán Ramírez Necochea, Fernando Ortiz Letelier, Julio Cesar Jobet, Marcelo Segall, Jorge Barría, Luis Vitale, entre los más destacados protagonistas de la historiografía obrera del siglo XX en nuestro país. Considerando tal vez, limitaciones epistemológicas u opciones metodológicas, que hubiesen a lo más rigidizado la investigación y el análisis de la realidad, lo cierto es que tales historiadores ayudaron a ver con un juicio crítico, lo que la historiografía conservadora ocultó a propósito a todos los chilenos, incluyendo a sectores de la propia clase dominante. Este debate y posterior confrontación abierta en los frentes sociales, se enriquece enormemente con el aporte extraordinario de los intelectuales revolucionarios de la «teoría del Subdesarrollo». Tal debate dejó claro que las diferencias en el campo popular tenían un carácter táctico, pues en lo estratégico los trabajadores y el pueblo aspiraban sin remilgos al Socialismo. Se trataba hasta allí, del famoso tema de las vías.

Con el reformismo pequeño-burgués, hoy en día, ya no se trata del tema de las vías, se trata de una opción que inserta al Partido Comunista en el campo enemigo, que lo hace parte de la dinámica burguesa por sostener históricamente la «única alternativa» posible y visible que «queda» después de asumirse como derrotado estratégico del capitalismo. Por eso, para ellos no existe en el discurso, ni las clases ni la lucha de clases, y esto ocurre, no porque para la militancia comunista, estos fenómenos históricos concretos y objetivos se hayan esfumado, sino porque en las relaciones de triunfo y derrota, el derrotado repliega su bandera y con ello también sus principios y convicciones. Es lo que a cada rato, la Democracia Cristiana le pide al Partido Comunista que explicite públicamente como declaración de fe.

Dada esta situación y acordándonos muy de paso del otrora Centrismo de Izquierda, hoy día investidos de socialdemócratas, con una complaciente auto-percepción de progresistas, los «socialistas» , radicales, pepedeistas, izquierdistas ciudadanos y etc. Diremos que no queda en Chile, un referente político, que desde esta franja, hoy día gobernando y junto con ello exhibiendo vergonzosos procesos de descomposición ética y moral, tenga la voluntad expresa o no, de entregar a los trabajadores y a los sectores del pueblo, herramientas que le den protagonismo social y político y les permita en paralelo un desarrollo en su conciencia de clase. Por el contrario, nosotros creemos, que todos los esfuerzos políticos que hará la Nueva Mayoría, será apartar a los sectores explotados y oprimidos por el capitalismo, de la tentación de unirse a un proyecto revolucionario, que les signifique a ellos, una amenaza, al bien cómodo lugar que conquistaron con el apoyo de su clientela electoral dentro del sistema.

El radicalismo pequeño-burgués (**) también intenta ocupar un importante lugar en la contingencia política, y para ello despliega sus postulados en una estrecha relación con el mundo social, no dejando de entender la importancia de los trabajadores en el antagonismo con el sistema. El anarquismo en sus diversas variantes, se han vinculado con sectores sociales que en la actual coyuntura tienen un carácter más dinámico y confrontacional con la burguesía y su institucionalidad; como son los estudiantes, los trabajadores subcontratados y franjas obreras del área de la construcción. En estos frentes han obtenido logros importantes de representación social, que en concreto expresan su legitimidad social y política.

Han desarrollado una táctica que hasta les ha surtido un buen efecto, ser la conciencia crítica del reformismo y en base a esta crítica, asumirse como la alternativa de salida a las demandas e intereses de los sectores sociales movilizados. Mientras disputaron la conducción de los sectores sociales al reformismo pequeño-burgués (PC), ganaron un importante crédito social, que precisamente los encumbró a ganar la Fech y a obtener puestos de liderazgo en varios frentes sociales. Pues bien, superada esta fase de disputa y conquistado el liderazgo, no fueron capaces de avanzar con su conducción de claro tinte economicista, más allá de lo que fueron capaces de avanzar sus rivales reformistas, y así quedó claramente demostrado con las movilizaciones estudiantiles del 2013 y 2014, como también con las negociaciones obreras que ellos condujeron, por bonos o platas más o bonos o platas menos. Con el Anarquismo los hechos, hablan de un déficit de perspectiva estratégica en las luchas contra el sistema, hablan de una falta de Proyecto o Programa revolucionario, hablan de la ausencia de una Concepción de sociedad que le de sustento a una lucha más decidida y frontal contra el capitalismo.

Podemos decir lo mismo de otra vertiente del radicalismo pequeño-burgués: El autonomismo de Izquierda, o Revolución Democrática. Esta vertiente, al igual que el anarquismo, se asienta en premisas falsas para intervenir en la realidad nacional. Para ellos la lucha de clases es casi un espejismo. El juicio y la opción política de este sector, parten desde el plano axiológico, el diagnóstico que hacen de la realidad, no arranca de la contradicción capital/trabajo, o desde una mirada rigurosamente científica a las relaciones sociales de producción; el punto de partida ideológico de estos sectores, es la decadencia valórica del capitalismo y la correspondiente indignación ética que produce como respuesta y expresión de descontento social. La dicotomía que quisieron sobreponer a la realidad de los sectores obreros y populares, afirmando una contradicción entre lo político y lo social, les hace a sí mismos toparse con una falsa e ineficaz relación con los frentes sociales, que tal cual ocurrió con la SURDA en la década de los 90, evidencia el idealismo de su visión política y como contraparte, la verdad objetiva que se expresa en la realidad material; donde el mundo social inorgánico y amorfo en lo teórico, requiere y demanda formación y conducción política para entenderse a sí mismo y entender a la vez su realidad circundante.

El Autonomismo siempre han divulgado una imagen idílica de las organizaciones sociales, equiparándolas muchas veces, con movimientos sociales que poseen características más masivas, más homogéneas y más orgánicamente centralizados. Les atribuyen a estas organizaciones, capacidades extraordinarias para sortear y enfrentar obstáculos. El Autonomismo asume que la lucha social es suficiente para obtener logros y victorias sin necesitar de los partidos o del factor político. Se apartan de la idea de un proyecto por el socialismo, y postulan que los oprimidos mediante la lucha y la acción popular, pueden madurar a solas y espontáneamente una idea de sociedad anticapitalista. El autonomismo no ha sido capaz de reparar en las limitaciones de sus postulados y por esa razón idealiza la resistencia popular espontanea Desvaloriza los diseños estratégicos, la conciencia y la necesidad de organización, para otorgar capacidad y posibilidad de triunfo a las clases oprimidas. No se ven a sí mismos, como antagonistas de los opresores en las contiendas electorales, al mismo tiempo que no ven las restricciones de la democracia representativa e incluso de la democracia directa. En esta visión está como razón de fondo, el desconocimiento profundo acerca de la centralidad del Estado burgués y como correlato la equivocada idea de que el Poder de la burguesía se encuentra disperso, recurren frecuentemente a la utilización de categorías políticas y económicas abstractas, que les impide una comprensión exacta de las funciones y del rol histórico del Estado. En definitiva, se quedan con la romántica convicción, de que el mundo social puede construir una nueva sociedad, valiéndose del impulso espontaneo de la protesta y la rebelión. LEVANTAR UN DESTACAMENTO DE VANGUARDIA Acercarnos, dentro de un contexto como el descrito y analizado; a un estadio de conciencia de clase «para sí»; supone un recorrido cuidadoso, asumido con el máximo de rigor científico, apostando también por un método y una pedagogía política de gran lucidez teórica y acompañada de una disciplina revolucionaria inquebrantable. Del pasado revolucionario, no sólo está el Socialismo Científico como la gran herencia teórica del proletariado mundial, sino también el alto contenido moral de los combates obreros, conducidos por un gigantesco compromiso y una férrea disciplina clasista y revolucionaria. Además de las luchas ejemplares de la Comuna de París en 1871, de la revolución de octubre de 1917, de la revolución China, la de Cuba y la del Vietnam heroico; tenemos cercanamente como una síntesis de esta conciencia y como el ethos más memorable de este honorable compromiso por los cambios revolucionarios, la vida y obra del «CHE». Frente a los momentos de decadencia de los valores capitalistas-burgueses, se vuelven a alzar como una diáfana interpelación histórica los valores que encarnará el «CHE» en su lucha junto a los pueblos oprimidos y por transformar revolucionariamente el mundo. Y cuando hablamos de este referente ético-político, no nos estamos embarcando en una suerte de religiosidad ideológica, o en una postulación mística, que nos aparte o nos desvié del propósito materialista enraizado en los históricos antagonismos de clase, que dan lugar a concepciones de mundo contrapuestas e irreconciliables. Nos asentamos en los entramados éticos y morales del Guevarismo, como una concepción de clase que asume el cambio radical de la sociedad burguesa por otra de carácter socialista en cuyo centro gravitan los perfiles del hombre nuevo. En la Izquierda Revolucionaria, se expresan de manera clara las debilidades que tenemos en cuanto a estos grados de conciencia. La claridad no consiste sólo en dar por sabido «los deber ser» y «los para qué» de una concepción teórico-revolucionaria. La claridad consiste en que no existe teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria. La claridad consiste en que entre el decir y el hacer sólo transcurre el segundo de la coherencia, para no convertir en una anfibología el propósito revolucionario. Dar al discurso y a la práctica un carácter ambiguo, aparta categóricamente del sentido revolucionario de un objetivo, y es lo que muchas veces ha ocurrido con las posiciones del radicalismo o las del reformismo pequeño-burgués.

Entonces, pensamos, el Guevarismo no se puede erguir como la competencia ideológica eficaz, para sólo ganar la simpatía de la clase obrera y el pueblo. No puede cumplir el rol de una mera estratagema ni tampoco de una moda, con la cual garantizar un mejor producto mediático de relación con las masas. El Guevarismo, surge como la necesaria e histórica responsabilidad política de los revolucionarios, para aportar a los explotados y oprimidos un compromiso por la superación real y efectiva del capitalismo como sistema, y de construcción de la fuerza social revolucionaria que anime y conduzca el camino hacia la realización del Socialismo. El Guevarismo se yergue para ocupar el espacio de la voluntad histórica (factor subjetivo), ocupar el lugar de las decisiones que descubran el velo que oculta la lucha de clases y señalar la verdad por su nombre, tomar su puesto en la primera línea de combate y encabezar la lucha de los trabajadores y el pueblo por la libertad e igualdad social. El Guevarismo es el instrumento teórico y práctico, es el marxismo-leninismo inserto en la realidad actual latinoamericana. Es la herramienta esperada para dar a la lucha de nuestra clase, los argumentos que aclaren y definan de manera certera el curso de los enfrentamientos con nuestro enemigo: la burguesía.

Con esta corriente revolucionaria, se concreta el esperado retorno del marxismo que da claridad y conduce, que interpreta y otorga direccionalidad al proceso de acumulación y constitución de fuerzas. Es que no es posible sin una dialéctica materialista, concebir estrategias eficaces de cambios y transformaciones revolucionarias. » Es decir, la dialéctica proclama la inevitable historicidad de todo lo social y, al hacerlo, condena a las instituciones y prácticas sociales fundamentales de la sociedad burguesa a su irremisible desaparición, algo que el pensamiento imperialista de la decadencia, tanto en su vertiente neoconservadora como en su linaje «ex marxista», considera totalmente inadmisible. La metodología dialéctica es pues irreconciliable con la aspiración capitalista de «eternizar» su sociedad y sus instituciones, de hacerlas aparecer, como diría Francis Fukuyama, como «el fin de la historia» (4)

 

Aún queda un trecho muy largo de recorrer, estamos ocupando la única rendija que se ha abierto con la reactivación social, para irle dando forma a la táctica que posibilitará ganar la mente y el corazón de los trabajadores y los sectores populares. Sin embargo, nos debe asistir absoluta claridad, de que estamos iniciando este camino y que en este recorrido de analizar, actuar y cambiar la correlación de fuerzas a nuestro favor, queda todavía mucha mala hierba por desbrozar. Debemos entender con espíritu y decisión revolucionaria, que una de las principales herramientas de juicio y avances en la conciencia del deber revolucionario, es la crítica y la autocrítica, sin esta necesaria herramienta, la organización revolucionaria sólo cultiva autocomplacencia y desviaciones de la conciencia y del compromiso, traicionando los imperativos de una estrategia revolucionaria. La corriente Guevarista se constituye en el hoy por hoy, en una enorme y valiosa contribución al rearme teórico y a la reedificación moral de nuestra clase y por lo mismo, no se puede con una visión cortoplacista, distorsionar y hundir en el fracaso, lo que se levanta con una perspectiva de largo aliento. El Guevarismo no es una novedad en el mapa mundial ni latinoamericano, es un ya viejo pero sano discurso que a partir de la década de los 60, llena siempre de un espíritu nuevo la lucha revolucionaria. Es un discurso del ayer para que las masas lo descubran en toda su riqueza y puedan con él construir el futuro de su liberación.

Aceptamos y defendemos que el Guevarismo no es un corte, no es un divorcio teórico y práctico con el marxismo-leninismo, como lo asumen y lo quisieran las posturas oportunistas y revisionistas, sino la continuidad coherente con la concepción del Estado, con la concepción de Partido y con el método Materialista Dialéctico e Histórico que postula el Socialismo Científico, y con esto no nos estamos refiriendo en absoluto a los «manuales» de ningún tipo ni de ninguna época. El Guevarismo genera en el plano de las definiciones políticas, la correcta idea de que el «CHE» -muy a pesar de lo que algunos intelectuales burgueses y pequeño-burgueses desearían- por su humildad y pudor político, no se ensalzó a sí mismo, como el nuevo mesías o ideólogo del proletariado mundial, porque sólo le bastó con abrazar de forma explícita y consecuente, pero sin dogmatismo ni sesgos (de manera torcida), la visión de Marx, Engels y Lenin; y jamás intentó desmarcarse teóricamente del Socialismo Científico.

El «Che» mejor que nadie supo que, «conciencia para sí» correspondía a un atributo social y de clase, no podía entenderse como la cualidad personal del militante o cuadro revolucionario. Muy por el contrario, el «Che» comprendió que los revolucionarios debían embarcarse en el enorme desafió de corregir y cambiar con las armas del socialismo, la gigantesca influencia alienante de la burguesía y del imperialismo, con la que se domesticaba la conciencia de los sectores explotados y oprimidos por el capital. El «Che» comprendió que tal desafió, implicaba una ardua tarea material e ideológica. Que no se trataba sólo de un cambio de ideas o de máximas teóricas, sino que fundamentalmente el hacer profundas transformaciones que apuntaban a las bases mismas del sistema y que eso históricamente consistía en cambiar el Modo de Producción y por ende establecer una nueva manera de producir, generando relaciones sociales y técnicas de producción radicalmente distintas a las ya conocidas dentro del capitalismo.

Esos objetivos, propios de una fase superior de luchas y conquistas, debían ser, de todos modos, la referencia teórica estratégica, para definir los primeros escalones de un proceso de maduración de la conciencia de las clases explotadas, hasta arribar como resultado de las experiencias y luchas de las masas, a ese estadio necesario de la «conciencia para sí».

Con el «Che» el concepto económico de apropiación, vinculado por Marx en «El Capital» al concepto de «alienación» y de «la plusvalía», se desdobla hacia otros ámbitos y desde lo económico alcanza también una connotación filosófica, axiológica, sociológica y moral. El proletariado no sólo está obligado a apropiarse de los Medios de Producción y de la economía, para que erradicando de las relaciones sociales de producción, el efecto nocivo de la ley del valor, la clase proletaria se realice en el trabajo bajo la condición de estímulos morales y no materiales como ocurre en el capitalismo. El proletariado no sólo está destinado a cambiar la historia, sino que en su condición de Sujeto Histórico, está obligado a apropiarse de la historia y ejercer su protagonismo. Está obligado a apropiarse de las Ciencias , a ejercer el papel de clase revolucionaria guardiana del patrimonio científico, para garantizar que éstas estén siempre al servicio de la humanidad. Está obligado a divorciarse de las «armas melladas del capitalismo» y construir una nueva moral y sobre nuevos valores apropiarse de lo social para imprimirle al conjunto de la sociedad un sello revolucionario.

El «Che» es quien llama la atención acerca de qué significa luchar para reformar el capitalismo y el cómo operan los falsos procesos de decantación de las aristas perniciosas de abuso y súper-explotación de la clase obrera que nos presenta el sistema burgués. Como un leninista consecuente, el «Che» nos advierte: «Es peligroso que llevados por el deseo de mantener durante algún tiempo condiciones más favorables para la acción revolucionaria mediante el uso de ciertos aspectos de la legalidad burguesa, los dirigentes de los partidos progresistas confundan los términos, cosa que es muy común en el curso de la acción, y se olviden del objetivo estratégico: la toma del poder». (5) Nos enfrentamos siempre al hecho confesado y oportunista, de que para avanzar, necesariamente debemos asumir todas las formas de lucha, entendiendo sólo por esto, que debemos incursionar en los espacios legales de disputa electoral de las masas.

La tentación economicista, como la tentación legalista de la lucha, son las que más temprano que tarde, terminan desviando el rumbo de los revolucionarios, que dejan olvidadas en el tablero de ajedrez de la lucha de clases, las otras movidas necesarias para dar un jaque mate a la clase dominante. El «Che» que conocía estas posturas vacilantes y conciliadoras, nos pintaba el cuadro exacto al que se verían enfrentados los trabajadores y sectores populares, cuando se les encandila con la disputa electoral y esta se transforma bajo la conducción reformista en una política unilateral, oportunista e ilusa: «Luchas electorales de menor cuantía, algún avance electoral, por aquí; dos diputados, un senador, cuatro alcaldías; una gran manifestación popular que es disuelta a tiros; una elección que se pierde por menos votos que la anterior; una huelga que se gana, diez que se pierden; un paso que se avanza, diez que se retrocede; una victoria sectorial por aquí, diez derrotadas por allá; Y, en el momento preciso, se cambian las reglas del juego y hay que volver a empezar». (6)

 

Es bueno decir, reafirmando nuestro reconocimiento al mérito intelectual del «Che», él sabía y lo dijo públicamente, que estas posiciones defensivas básicas que implementa el reformismo de izquierda, hay que atribuirlas a la inteligencia de los sectores reaccionarios, que lograron hacer de lo electoral el objetivo fundamental de su rival de clase.

Junto con lo anterior, al reformismo le interesa que se revalorice la democracia burguesa, y que ésta se asuma como un objetivo legítimo y necesario para los trabajadores y el pueblo. Que se entienda la democracia burguesa casi como un sistema que sustituye al mismo capitalismo, acentuando con ello, el engaño a los sectores dominados, y el «Che» también sabe de cuál juego se trata y por lo tanto nos aclara: «No debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario». (7)

 

Entonces, cuál es la salida a la crisis instalada?

Por lo pronto, ya no se puede hablar de una salida burguesa. Porque cuando nos planteamos esta pregunta, nos estamos refiriendo a una resolución estratégica de la crisis y no a un mero ajuste táctico o coyuntural de las formas de dominación. Si hablamos de salida burguesa a la crisis, nos equivocamos rotundamente, puesto que nuestro análisis no estaría dando real cuenta de lo que sucede con la lucha de clases y sus verdaderas contradicciones. No estaríamos entendiendo que las cartas que hoy día juega la clase dominante, son las cartas constituyentes y propias de esa salida burguesa, pero, que hoy día muestra signos más que evidentes de agotamiento. Lo anterior, quiere decir por lo tanto, que a la gran burguesía y al imperialismo, ya no le quedan más alternativas, que recurrir a viejas recetas que repetirán los ciclos de su fracaso como clase en el poder.

Sin embargo, no faltan los mesías y que se profesan revolucionarios, que engatusando con aparentes salidas, pretenden vender a los trabajadores y al pueblo, supuestas novedades de orden estratégico, ofreciendo la misma democracia burguesa, aunque esta vez, revestida de adornos como «la diversidad», «la sustentabilidad», «la ecología»; sin cuestionar ni una milésima el dominio del capital sobre la soberanía y las riquezas nacionales. En estos afanes no sólo se encuentra el reformismo pequeño-burgués (el Partido Comunista), sino también sectores que ayer se apartaron de la matriz marxista, y ejercitando el revisionismo en el análisis, terminaron empatando con los reformistas de antaño y de hoy, con el convencimiento de estar combatiendo los fantasmas del «stalinismo» y del «guerrillerismo». Enarbolando banderas democráticas, se erigieron en la conciencia crítica de todo reformismo, ofreciendo como programa un reformismo «más de avanzada». En el discurso de estos sectores no quedó ningún pequeño rasgo o trazo de revolución, incluso se le hizo el quite al concepto de Poder Popular. Sus intervenciones públicas fueron y continúan siendo meros saludos morales a una ética política, que no contenía audacia ni perspectiva de transformación revolucionaria para nuestra sociedad.

LO QUE SE NOS VIENE…

Ya comenzó a cobrar fuerza la lucha de egos por la carrera presidencial, algunos se muestran francos y no rehúyen ni disimulan su aspiración o ambición por el alto cargo. Otros, hace ya tiempo que se han profesionalizados con este objetivo y afinan sus tácticas para hacer exitosa su anticipada campaña. Algunos, con las seguridades que les otorga el establishment levantan fundaciones, páginas web, o centros de estudios con los cuales, solapadamente, introducirse en el inconsciente colectivo, con ideas que en el fondo huelen por todos lados a programas de gobierno. Entre estos, están los que se muestran democráticos, tolerantes y tremendamente respetuosos de las instituciones burguesas y sus funciones, aquí se encuentran apostados los Ricardo Lagos Escobar, los Sebastián Piñera Echeñique, los José Miguel Insulza. De otro lado, se encuentran los pendencieros, cuyas intervenciones se centran en la descalificación política de sus rivales, los Andrés Allamand Zavala, los Manuel José Ossandón, los Felipe Kast Sommrhoff y los Marco Enríquez Ominami, estos son los que insertan mayor polémica a los temas de la contingencia política.

La izquierda electoral por ahora se mantiene silenciosa y con bajo perfil. Obviamente que también de por medio están los problemas financieros y de recursos, pero creemos que en poco tiempo más, más de algún candidato querrá disputar en ese espacio institucional, la adhesión popular.

Pensamos, que de todos modos, en este mar de aguas turbulentas, la burguesía de todas maneras tiene asegurada su próxima gestión de gobierno, en tanto la crisis de legitimidad y representatividad que le afecta, no se contrapesa con una fuerza alternativa o contraria a su proyecto. No sería improbable que Ricardo Lagos E. o Marco Enríquez O se levantaran como los candidatos que más consenso posibilitan a la clase dominante, considerando obviamente negociaciones previas y contubernios para los cuales ya tienen demasiada experiencia. Creemos que, hasta el momento, todas las interpelaciones, críticas y cuestionamientos a las conductas decadentes, no han logrado como ha ocurrido en otros países, acercarlos siquiera a un peligro de descarrilamiento por la vía que están recorriendo, diríamos que lo están haciendo con preocupación, pero con mucha tranquilidad y cinismo.

El lema presidencial del «Todos por Chile», expresa bastante bien, la capacidad de maniobra que todavía poseen, para enfrentar la crisis. La izquierda continua siendo una gran espectadora, mientras los patrones recuperan el aliento y se sienten con el permiso implícito de conducir la actual etapa como lo planteara no hace mucho el presidente de la SOFOFA: «Como principio fundamental hemos planteado la necesidad de rectificar aquellos aspectos del proyecto que representa un menoscabo de los derechos individuales de los trabajadores. El resguardo y defensa de la libertad de afiliación a un sindicato o grupo negociador no puede quedar mermado por incentivos perversos que busquen una afiliación forzosa; así como el derecho de cada persona de reincorporarse a su puesto de trabajo una vez iniciada la huelga no puede ser transferido a la cúpula sindical. Estos casos deben ser corregidos, asegurando las libertades de todos los chilenos.» (8) Como vemos la patronal una vez más, pretende resguardar con aplomo y mucho cinismo los derechos de los trabajadores, sus enemigos de clase. De esta forma, la clase dominante intenta retomar la iniciativa, pero, contando aún con enormes debilidades ideológicas y políticas, en todo caso, ciertos también de que por la trinchera rival las cosas no andan mejor.

Lo decimos una vez más, aún los revolucionarios contamos con el mejor de los momentos, no para triunfar, pero si para avanzar trechos importantes en el proceso de acumulación de fuerzas, en particular en lo ideológico, lo social y lo político. Sin embargo, se hace necesario destrabar en lo teórico la comprensión exacta de lo que estamos enfrentando para instalar las precisas tareas de un nuevo ciclo ofensivo en función de la convergencia revolucionaria. Es necesario definir un itinerario claro de acercamiento y diálogo, entre las orgánicas políticas que más certeza y asertividad han mostrado en la actual fase de reactivación social que está dada. No podemos seguir demorando, una tarea que estamos en condiciones de realizar con más claridad y conciencia que ayer, y esto con el objeto de apresurar el urgente decantamiento que precisan los sectores revolucionarios para deshacernos de los obstáculos y elementos que impiden la unidad revolucionaria, y entrar definitivamente en un proceso de construcción de la Dirección Única. En este sentido, el pensamiento y el ejemplo del «Che», nos facilitará enormemente esta gran y difícil tarea.

Para finalizar, nuestro más profundo y sentido homenaje a todos quienes hace 50 años, hicieron surgir en los territorios de la clase obrera y de los pobres del campo y la ciudad de nuestro Chile, la alternativa revolucionaria y socialista. Nuestro saludo a los gloriosos 50 años del legado histórico del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Nuestro saludo y homenaje a la memoria de sus dirigentes preclaros y consecuentes, caídos en la lucha: Luciano, Miguel, Bautista, Lumi, Diana y a los cientos de revolucionarios que dieron su vida por la causa obrera, popular y socialista. Nuestro saludo a esa estela rojinegra de acción y pensamiento que marca la conciencia de las nuevas generaciones de jóvenes, ahora dispuestos a mover el mundo y hacer andar la historia.

A PONERNOS DE PIE Y ALZAR DE NUEVO CON FUERZA, LAS BANDERAS DEL SOCIALISMO, QUE NUESTROS HEROES Y MARTIRES HONRARON CON SU LUCHA Y CON SU MUERTE.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

CITAS Y DATOS BIBLIOGRAFICOS

 (1) «La orden de venta del 30 por ciento del paquete accionario de SOQUIMICH -resolución 00219 de CORFO, del 4 de julio de 1923- fue expedida mientras Ponce Lerou ocupaba la gerencia general de CORFO y desempeñaba la presidencia de SOQUIMICH, que entonces era del Estado». (Revista Página Abierta 1990)

(2) » En 1980 entraron a SOQUIMICH Julio Ponce Lerou y Patricio Contesse, Desde 1983 -cuando se transaron en la Bolsa de Comercio de Santiago sus primeras acciones- hasta 1988, cuando se completó totalmente su privatización, SOQUIMICH fue el centro de una serie de discutibles operaciones financieras, protagonizadas por Ponce Lerou, su padre, sus hermanos y sus amigos, primero como funcionarios de gobierno y más tarde como particulares». (El Mostrador 26 de septiembre de 2012)

(3) Marcuse H. «El Hombre Unidimensional» versión internet.

(4) Atilio A. Borón. Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Clase inaugural: Por el necesario (y demorado) retorno al marxismo. Pág. 45. Versión internet.

(5) (6) (7)   Guevara E. CHE. Revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba

(8) HernammVon Muhlenbrock. Presidente de la Sociedad de Fomento Fabril. Columna diario «La Tercera» 25 julio 2015

(*) Bautista Salvador Troncoso Palleras muere intencionalmente atropellado por un bus del transantiago el 08 de mayo del 2015. Joven Guevarista de 24 años, seguía el ejemplo revolucionario de su tío Adolfo Palleras Norambuena, asesinado por la caravana de la muerte en octubre del 73 a los 26 años de edad y quien fuera dirigente del MIR en la ciudad de Copiapó.

(**) Partidos, Movimientos o Agrupaciones de izquierda que expresan o proyectan un discurso revolucionario, pero, que en la práctica representan las posturas de sectores pequeño-burgueses. Sus postulados filosófico-políticos son en gran parte idealistas o tienen un carácter utópico.  

 

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