¿Cómo transformarnos y transformar la sociedad a partir de ser hombres y mujeres enteramente capitalistas, construidos con las lógicas del capital? Esto nos sitúa en el decir de Brown (1975, contratapa), «en la necesidad de sentar las bases de una praxis que ligue los contextos micro y macro sociales y transforme la realidad interna no […]
¿Cómo transformarnos y transformar la sociedad a partir de ser hombres y mujeres enteramente capitalistas, construidos con las lógicas del capital?
Esto nos sitúa en el decir de Brown (1975, contratapa), «en la necesidad de sentar las bases de una praxis que ligue los contextos micro y macro sociales y transforme la realidad interna no menos que la externa».
Nos enfrentamos aquí con una gran asignatura pendiente en el ámbito de la intervención político-social, que tiene que ver con el modo en que se soslaya, cuando no se desprecia como problema menor o sujeto al ámbito de la responsabilidad de cada uno para con su vida, el tema de la propia subjetividad en juego, construida con las mismas categorías de aquello que se pretende transformar.
Castoriadis (1989, p.310), nos alerta acerca de que hay que cuidar, cuando Marx habla de relación entre personas mediadas por cosas, de no entender estas relaciones como algo «exterior» o agregado a las personas y a las cosas, que serían idealmente definibles con independencia de su inserción en ese tipo de relaciones.
Por el contrario, no hay personas o cosas a las que se agreguen cualidades por estar en el sistema capitalista, sino que la relación capitalista es a condición de estar mediada por personas y cosas capitalistas. Así, la conciencia mitificada de los capitalistas es una condición del funcionamiento de una economía capitalista.
Si los cambios político-sociales no caminan junto a la liberación de la psiquis del individuo, si se apuesta por lo social negando la subjetividad, toda construcción va a ser autoritaria.
Ahora bien, para poder ocuparnos de la transformación de nuestra propia subjetividad en juego, será necesario determinar el proceso que genera realidad e individuos afines a ella, aptos para reproducir un orden dado. Será necesario dar cuenta de la relación entre una formación económico social y el devenir subjetivo. Será necesario entender cómo se «fabrica el hombre y la mujer capitalista». Será necesario identificar en la vida cotidiana nuestros comportamientos para no luchar por la autonomía, a la vez que en la cotidianidad de nuestras vidas reproducimos dependencia.
Será de gran utilidad comprender el papel que cumplen las formaciones imaginarias sociales en la institución de la sociedad, ya que no sólo se trata de un modo de producción económica, sino de un modo de producción social.
Lo que instituye, materializa y hace posible una sociedad, está dado por la estructura de unas relaciones materiales, junto a la producción de universos de sentido que dice que «las cosas son como son» ( por ejemplo: un billete de 10 ? es un objeto real, papel emitido por el estado, que tiene un carácter simbólico ya que representa un poder adquisitivo, y esto conlleva a un nivel imaginario. Se debe participar de ese imaginario para dotar a ese «real» de una entidad particular). Así, desde la articulación de un universo de significaciones imaginarias sociales que operan como corrientes de sentido, se puede regular el comportamiento de las gentes. La institución familiar es un ámbito privilegiado para realizar, paso a paso, este disciplinamiento de los comportamientos.
Siempre, por lo tanto, todo lo que una sociedad establece como real conlleva una carga imaginaria. Aquello asumido como realidad social («el empresario crea puestos de trabajo», «siempre existieron los pobres», «esto es natural de las mujeres», «los hombres son egoístas por naturaleza», etc, etc.) conlleva una interpretación colectiva solidificada socialmente y arraigada en las subjetividades.
Al respecto Castoriadis (op. cit., p.308) dice «cuando Marx plantea ´una máquina no es en si misma más capital que el oro en si mismo moneda`, aquí, del mismo modo que cuando habla del carácter fetiche de la mercancía, aquello en lo que pensaba sin nombrarlo, era lo que nosotros llamamos significaciones imaginarias sociales», agregando que «para que el oro se convierta en moneda es menester un desarrollo histórico-social, que a partir de las formas embrionarias de intercambio conduce a la institución del equivalente general». El capitalismo emerge indisolublemente unido a la alteración de los individuos, de las cosas, de las relaciones sociales, de las instituciones.
La sociedad busca entonces, instituir interpretaciones dominantes que se arraiguen en las subjetividades, intentando clausurar todo intento de interrogación, dado que esto entraña el riesgo de cuestionar las certidumbres sobre las que se asienta su identidad. Esta institución de las significaciones instaura las condiciones de lo factible, y mantiene unida a una sociedad, en el plano de la subjetividad colectiva. Así toda formación económico-social «sujeta» su orden.
Pero cabe decir también, que la sociedad es intrínsecamente historia y frente a lo instituido, se pueden operar nuevos procesos instituyentes.
En este sentido, queremos rescatar la vida cotidiana como un lugar privilegiado para la intervención de estos procesos. A pesar de ser considerada con cierto desdén como lugar de mera empiria, es imprescindible su estudio toda vez que se quiera comprender la interrelación entre el mundo económico-social y la vida humana.
La vida cotidiana es el espacio idóneo para observar: » Cómo se materializa una formación económico-social dada. » Cómo se instituyen sujetos acordes a ese orden dado. » Cómo se invisibilizan los malestares que genera, dándoles satus de normales y dejándolos sujetos a una queja sin análisis ni consecuencias, conformándose el estado de conformismo generalizado.
La Psicología Social, desde la perspectiva de Enrique Pichon Rivière, se inscribe en la critica de la vida cotidiana. Ésta implica (Pampliega de Quiroga, A, & Racedo, J., 1993, p.13) «el análisis del destino de las necesidades de los hombres en una formación económico-social determinada». Según estas autoras, permite estudiar las lógicas que articulan la sociabilidad, el sistema de significaciones y los mecanismos con los que el sistema social produce los sujetos ideológicos buscados para su continuidad y desarrollo. Y accediendo a una mejor comprensión de las lógicas que articulan la cotidianidad, del tipo de sociabilidad, del sistema de significaciones, se estará en mejores condiciones de dar cuenta de la configuración social del sujeto, para poder abordarlo en sus condiciones concretas de existencia.
La explotación capitalista ha cambiado las estrategias de siglos anteriores, por la estrategia de una alienación cada vez más generalizada, por cotidiana, que encubre la conciencia de la explotación a través de la estructuración y programación de la cotidianidad. Por tanto, desarrollar un nivel de intervención de la vida cotidiana se hace hoy, más que nunca, imprescindible.
Por otra parte el estudio de los procesos grupales también se hace esencial, toda vez que constituyen el lugar de génesis y neogénesis de los sujetos.
Son un eslabón perdido desde la ideología dominante, y junto al nivel institucional conforman los espacios de intermediación entre una formación económico-social y la subjetividad.
En relación a los procesos de transformación, los consensos instituidos no desaparecen fácilmente, y perduran en sus efectos a pesar de los cambios en las condiciones sociales y materiales. Liberarse de los aspectos instituidos que son parte constituyente de nosotros mismos implica, por tanto, dentro de la intervención social realizar acciones específicas y de modo propositivo, ya que supone estar trabajando sobre temas que nos atraviesan de parte a parte (por ejemplo, se puede trabajar una metodología participativa, pero si no se dan las condiciones de reconocimiento y de trabajo de nuestras actitudes autoritaristas aprehendidas, nuestro saber será baladí).
Consideramos esencial para ello, contar con una metodología de trabajo grupal adecuada y especifica; proponiendo el método de Grupo Formativo, que sin entrar en niveles terapéuticos permite generar grados de independencia del Imaginario Social instituido, es decir, desarrollar la capacidad reflexiva, lo que implica la capacidad de ponerse en cuestión «más allá de lo permitido», que es condición para caminar hacia ser sujetos autónomos, protagonistas de su hacer personal/social.
Dejamos la pregunta abierta de ¿cómo superar la cuestión de hablar de un «hombre abstracto y en general»?, ¿cómo, a partir de comprender la circularidad y retroalimentación entre los factores materiales e inmateriales del ciclo de producción y reproducción del capital, salir de ese ciclo, habiendo sido constituidos dentro de él?
Referencias:
Brown, B. (1975) Marx, Freud y la crítica de la vida cotidiana. Buenos Aires:Amorrortu.
Castoriadis, C. (1989) La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona: Tusquets.
Cucco, M. & Losada, L. (2002) Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios. Rescoldos 6, pp.31-36.
Marx, K. (1989) Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política-«Grundrisse». Madrid: Siglo XXI.
Pampliega de Quiroga, A. & Racedo, J. (1993) Crítica de la vida cotidiana. Buenos Aires: Ediciones Cinco.