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¿Carnaval o Revolución?

Fuentes: Punto Final

Nuevamente Valparaíso se vistió de carnaval. Esta vez el Festival de Los Mil Tambores se tomó la ciudad, convocando a miles de personas, especialmente a los más jóvenes. La Ciudad Puerto se ha ido transformando cada vez más en una verdadera «capital del carrete», no solo por su histórica tradición bohemia, sino por las más […]

Nuevamente Valparaíso se vistió de carnaval. Esta vez el Festival de Los Mil Tambores se tomó la ciudad, convocando a miles de personas, especialmente a los más jóvenes. La Ciudad Puerto se ha ido transformando cada vez más en una verdadera «capital del carrete», no solo por su histórica tradición bohemia, sino por las más de 300 patentes de alcohol que se diseminan a lo largo y ancho de la comuna y que hoy la convierten en un epicentro de la diversión nocturna y en escenario de multitudinarios eventos de impacto nacional.

Hace rato que esos eventos artístico-culturales se han venido posicionando como un punto de encuentro que agrupa a una porción heterogénea de la juventud -aunque bastante segmentada-en su mayoría perteneciente al ámbito universitario. Allí se constituye un híbrido de reivindicaciones y principios que orientan un accionar, cuyo objetivo es copar el espacio público, democratizarlo y abrirlo a la ciudadanía. Una parte de la izquierda también adhiere a estas instancias al ver en ellas un lugar para la agitación y la regeneración del tejido social, desde la ruptura de los cánones de la cultura conservadora.

El destape y la irreverencia como manifestación de una difusa «rebeldía» y la liberación del individuo de las ataduras conservadoras son una cuestión espuria cuando se mira a contraluz de estos hechos. Porque los cuerpos pintados, los caporales y las batucadas no son el problema en cuestión sino que la descomposición ideológica que ha calado profundo en la juventud, y que en estos acontecimientos se exacerba.

Por más cultural que sea el carnaval, los jóvenes aparecen caminando sin rumbo fijo, ni rol definido en la construcción de una nueva sociedad . Permanecen ajenos al imaginario de un proyecto político de transformación. Entre la marihuana, el alcohol y la «alegría» desinhibida, los sentidos se alteran y lo que se requiere para luchar de verdad por subvertir lo establecido se desdibuja. De esta forma, a nadie le hace sentido la unidad del pueblo por la cual hay que trabajar.

Por eso es que la funcionalidad del evento no hace más que reproducir las relaciones sociales del capitalismo, cruzadas por la apatía, el descontento irreflexivo y los excesos. La construcción de nuevas relaciones sociales debe sustentarse en una práctica cotidiana y no en estos episodios donde se azuza la dispersión. Aunque moleste a algunos, la conciencia de clase no despertará por más tambores que hagan ruido en la calle, y mientras en los cerros de Valparaíso los damnificados por el incendio aún no reciben solución definitiva a su situación, la fiesta se tomó el centro de la ciudad y los mismos que ayer las hicieron de voluntarios, hoy son convocados por el carrete masivo que más aporta a tapar los problemas reales de la gente que a concientizar sobre los mismos.

Por eso habría que separar las expresiones artísticas y las actividades culturales de estas fiestas al aire libre. Su combinación les hace un flaco favor a ambas, sobre todo si entendemos que son un vehículo para la difusión de ideas críticas en la sociedad. Es decir, tomarse en serio el arte y la cultura del punto de vista revolucionario, resulta un contrasentido cuando se transforman en jornadas para el mero esparcimiento y la distención mal sana.

A fin de cuentas, el resultado de todo ello son las 20 toneladas de basura en las calles que solo aportaron a que las autoridades locales tuviesen pretextos para sobreexplotar a los trabajadores municipales que realizan las labores de aseo y ornato.

Aunque se corra el riesgo de ser motejado como «amargado», la verdadera alegría y entusiasmo se encuentran en la lucidez de las ideas y en la práctica constructiva desde el pueblo que no soporta excusas para su postergación. Es ahí donde los jóvenes debemos estar, en el trabajo consciente para sembrar horizontes revolucionarios. Ya habrá tiempo para celebrar. Hoy es tiempo de organizar y prepararnos para vencer.

Publicado en «Punto Final», edición Nº 815, 17 de octubre, 2014

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