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Carta abierta a José Ignacio Wert

Fuentes: Cinereverso

Querido Ministro, Desde hace más de veinte años, trabajo en la industria del cine. Decido enviarle esta carta poniendo en copia a la Directora General del Instituto de Cinematografía (ICAA), Susana de la Sierra, confiando que lo que voy a decirle a usted aporte algún argumento útil a la Dirección de la que, dentro de […]

Querido Ministro,

Desde hace más de veinte años, trabajo en la industria del cine. Decido enviarle esta carta poniendo en copia a la Directora General del Instituto de Cinematografía (ICAA), Susana de la Sierra, confiando que lo que voy a decirle a usted aporte algún argumento útil a la Dirección de la que, dentro de su Ministerio, ella es responsable.

Quiero empezar felicitándole, como Ministro que también es de Deportes, por el magnífico papel que los equipos españoles de fútbol están haciendo en Europa. 5 equipos entre los 8 mejor clasificados este año en competiciones continentales (y ojalá veamos dos finales españolas) no está al alcance de cualquier país. Es motivo de admiración en todo el mundo y para más de uno puede ser también razón de asombro. Quizás gente de Europa como Merkel o Sarkozy, que siempre quieren buscarle tres pies al gato, se pregunten cómo un país en quiebra, con índices de paro tan altos, puede brillar tanto en el deporte rey, que no es un deporte precisamente barato.

He venido dándole vueltas al asunto y comentándolo con colegas del negocio que están ocupados estas semanas en el cierre de sus productoras y distribuidoras. Poco a poco he ido pasando de la alegría como buen aficionado al fútbol (colchonero) y buen español, a una cierta preocupación indignada al llegar a la conclusión que con esto del fútbol a los del cine nos han metido más de un gol.

No voy a ser yo quien defienda ciegamente al cine español, de verdad que soy bastante crítico. En su vertiente de producción, creo que las películas que se están haciendo en España no responden, las más de las veces, a lo que el público demanda, además de que se promocionan bastante mal. Nos hemos empeñado en eliminar el riesgo de la ecuación empresarial de la fabricación de películas y acabamos haciendo únicamente lo poco que las televisiones, en decisiones a veces difíciles de entender, están dispuestas a comprar, aunque sepamos positivamente que al público que va al cine no le va a interesar.

La deficiente manera de sacar al mercado casi todas nuestras películas es un hecho que nadie cuestiona. Además, buena parte del «talento» (actores y directores) de este país se ha esforzado con arrogancia en dar la espalda al espectador, cuando no a insultarlo. Por eso, ese «talento» no puede pretender que el público le corresponda incondicionalmente. Cuando a uno le tratan mal en un restaurante no vuelve, por muy buena que sea la comida; el cine español, o algunos destacados representantes del mismo, han faltado el respeto a sus clientes, despreciando a quienes no piensan como ellos. Y como en el restaurante del cine español sigue habiendo además demasiados platos que no tienen altura suficiente para servirse en la mesa, es obvio que el público ha perdido la confianza y la complicidad que se podría tener hacia alguien amable. Conviene un ejercicio de autocrítica entre quienes hacemos las películas, y necesitamos una transformación bastante a fondo en muchos aspectos. Pero eso daría para unas cuantas cartas más.

El cine español, su industria, no lo forman sólo sus productores, directores, técnicos y actores; en este sector, es de capital importancia también, he dicho también, la actividad de distribución de películas y su exhibición en las distintas formas, desde las salas de cine (el exhibidor siempre acaba siendo el gran olvidado) hasta las televisiones, pasando por el DVD, el VOD, Internet, etc. Tradicionalmente, los distintos Gobiernos han obviado bastante esta parte del negocio (la del contacto con el cliente y la facturación real), contribuyendo con ello a que España lidere en el mundo el porcentaje de pérdida de espectadores, no sólo de cine propio sino también del que se hace en otros lados.

Mientras en Italia o Francia, donde por cierto se produce un cine que la gente va a ver a las salas, la frecuentación al cine se mantiene bastante estable, con notable crecimiento en el caso francés, en España perdemos público progresivamente. La caída del 18% de espectadores en sólo un año y de casi el 30% desde 2010 debería ser motivo de preocupación, especialmente si pensamos que quien está desertando es el público joven, el futuro.

Mirado en su conjunto, el negocio del cine en este país está enfermo, eso está claro. Y ante esta situación, en un movimiento que a algunos parece más una venganza que una búsqueda de remedio, yo diría que el actual Gobierno ha optado por la eutanasia. Recortar un 36,2% el presupuesto asignable a la producción de películas (y me temo distribución de cine europeo) lo único que logrará es acelerar la muerte del paciente. Y eso usted lo sabe, señor Ministro. Dicen ustedes, los del Gobierno, que es un ejercicio de austeridad, obligado en una situación de crisis, como si el «ahorro» de 27 millones de euros, que va a la yugular de este sector tan incómodo para ustedes, fuese a significar un alivio real en las cuentas del Estado. Cualquiera de los que trabajamos en esto entendemos que el cine no es algo «fundamental y básico», no es un bien de primera necesidad y estamos dispuestos a aceptar los recortes que el país necesite, aún sabiendo que nuestra industria, en España y en todo el mundo, es inviable sin el apoyo del Estado. Pero sólo entenderemos que se ponga en el disparadero a todo un sector mientras se sea coherente y se trate con el mismo criterio a todas las actividades que no sean de primera necesidad, especialmente en el segmento de la cultura y el ocio en que el cine ha de competir.

A propósito de ese ahorro de 27 millones en cine que han anunciado, ¿no convendría también al país, por ejemplo, que los clubes de fútbol devolviesen los 752 millones de euros que deben a la Hacienda pública? Obligarles a tomar medidas para salir de una quiebra que estamos pagando todos no sería una decisión popular (quizás tendrían que vender a sus estrellas y no llegaríamos a semifinales en Europa, nos quedaríamos sin circo), pero sí que se traduciría en un ahorro más efectivo. También sería un enorme alivio impedir que las televisiones (especialmente las públicas) paguen las cifras que se publican por los partidos de fútbol.

Se ha convertido este deporte en una especie de monstruo que, alimentado por el Gobierno anterior tras ponerlo en manos de empresas amigas, está devorando muchas cosas de nuestros conciudadanos, sobre todo su tiempo: cuántas horas que se dedican al fútbol podrían servir para cultivarnos un poco… En España el fútbol es un monstruo que no genera lo que gasta, ni por asomo, pero tiene tal envergadura que es capaz de llevarse por delante a las industrias culturales, especialmente al cine, al que ataca en sus puntos más vitales.

1) Los horarios. El cine perdió su batalla del sábado noche hace muchos años, pero el tema ha ido a peor. Recuerdo que únicamente el sector de la restauración se opuso con movilizaciones a que los partidos se televisasen en el momento más adecuado para el consumo de ocio, el sábado por la noche. El cine calló en ese momento y ese silencio se está pagando. A diferencia de otros países, los mejores partidos se emiten en el prime time de los sábados. Pero no contentos con dejarle destrozar ese horario privilegiado, sin ningún tipo de regulación diferente a la dirigida a proporcionar comida al monstruo, se ha permitido al fútbol que ocupe absolutamente todos los horarios del fin de semana. ¿Sabe usted, señor Wert, por ejemplo, el daño que hace un partido del Real Madrid cuando se juega el sábado a las 20h? Destroza la sesión de las 6, la de las 8 y la de las 10 ¡del mejor día de la semana! Y con clubes tan fuertes como tenemos, las competiciones europeas (a diferencia de otros países) se alargan hasta mayo, todos semifinalistas, erosionando también la taquilla de las noches de los martes, miércoles y jueves.

2) El dinero de las televisiones. A que nuestro fútbol sea así de estupendo, contribuyen las cifras escandalosas que nuestros equipos perciben de las televisiones, dineros que éstas dejan de aplicar a la producción audiovisual. Esos ingresos (280 millones se reparten los dos equipos más poderosos) ayudan a que el Madrid, o el Barça o incluso el Atleti, el Sevilla y muchos otros, tengan unos excelentes planteles, llenos de jugadores extranjeros, obligando por cierto a buscarse la vida fuera a jugadores de aquí. ¿De verdad hace falta plantillas así?, ¿es sostenible que los equipos españoles hayan gastado el verano pasado, en plena crisis, 344 millones de euros en comprar futbolistas?, ¿nos hemos parado a pensar que un sólo fichaje de un jugador de élite cuesta más al sistema que lo que ahora su Ministerio le está quitando al cine español? Y he dicho al sistema y no a su club porque uno tiene la sensación que a esos jugadores los estamos pagando entre todos. Hay muchos millones de españoles que no aprueban que las televisiones gasten tanto en el fútbol. Y menos aún el Estado con nuestros impuestos.

3) Los fondos del Estado. Es indiscutible que el dinero que las televisiones públicas aplican al fútbol estamos pagándolo todos (a veces, como en Catalunya, se utiliza el presupuesto para retransmitir el mismo encuentro que emite La Sexta por otro canal, qué hábil la directora de TV3 cuando dijo que si le obligaban a seguir recortando tendría que renunciar al Barça…). Pero es que el equilibrio que permite seguir funcionando a los clubes con las deudas tan bestiales acumuladas con el propio Estado, un Estado en déficit, no deja de ser una subvención encubierta. Y qué decir de la mano directa que diferentes comunidades autónomas han echado (vía recalificación de estadios, vía ayudita de la CAM o como sea) a los equipos propios (propios de sus dueños, que ni siquiera pertenecen a las ciudades). Deben dar votos, pero permítame que le diga, señor Wert, que usted no debería aceptar que se compren esos votos a costa de industrias, digamos, más culturales. Recordaba hace poco Moisés Romero que «el periódico británico The Independent calificó la situación de «doping financiero» y una vergüenza en un país que tiene el 50% de los jóvenes en paro» y más humillante todavía es la frase de Uli Hoeness, presidente del Bayern Munich, próximo rival de su Real Madrid, señor Ministro: «Damos dinero a los españoles para salir de la crisis y sus equipos no pagan a Hacienda».

Sería simplificar atribuir a la burbuja del fútbol todos los males del cine, no estoy pretendiendo eso, pero parece evidente que en España se ha convertido, con la ayuda de los Gobiernos (y muy especialmente del socialista anterior) en un competidor desleal que está contribuyendo con eficacia a que nuestra industria vaya peor, mucho peor. El cine de ningún país del mundo tiene en el fútbol un rival tan brutal, un rival además alimentado por el poder político. Y luego hablan de eliminar la «cultura de la subvención»…

José Manuel Lorenzo, Presidente de PATE (nueva entidad que agrupa a las productoras de televisión), recordaba no hace mucho que era inexplicable que TVE no pudiese financiar series o, diría yo, comprar películas porque tiene que pagar, por ejemplo, 4 millones de euros (¡700 millones de pesetas!) por la Supercopa de España, sí ese torneíllo de verano que enfrenta a los campeones de Liga y Copa. Campeones que, por el desigual reparto del dinero de las teles, seguirán siendo muchos años el Madrid y el Barça. Pero bueno, esto del reparto también daría para otra carta.

Fuente: http://cinereverso.org/?p=902