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¿Catástrofes naturales?

Fuentes: Rebelión

«Si se produjera un gran huracán que afectara a Nueva Orleans, la ciudad quedaría sumergida bajo seis metros de agua, con miles de pérdidas humanas. Para conjurar el peligro, deben emprenderse gigantescas obras de ingeniería que transformen el sudeste de Luisiana». Así comenzaba un reportaje titulado ‘Deltas de zonas habitadas’, publicado por Mark Fischetti en […]

«Si se produjera un gran huracán que afectara a Nueva Orleans, la ciudad quedaría sumergida bajo seis metros de agua, con miles de pérdidas humanas. Para conjurar el peligro, deben emprenderse gigantescas obras de ingeniería que transformen el sudeste de Luisiana». Así comenzaba un reportaje titulado ‘Deltas de zonas habitadas’, publicado por Mark Fischetti en la revista Investigación y Ciencia de diciembre de 2001. En cuanto al número de víctimas, en el reportaje se aludía a un informe elaborado por la Universidad estatal de Luisiana, realizado mediante modelos informáticos de las trayectorias posibles de las tormentas, que cifraba en más de cien mil las bajas.

En el reportaje se afirmaba: «Nueva Orleans es un desastre anunciado. La ciudad está por debajo del nivel del mar en una depresión flanqueada por diques que la limitan al norte por el lago Portchartrain y al sur y al oeste con el río Mississippí. Por culpa de una desgraciada confluencia de factores está hundiéndose más, con lo que el peligro de que se inunde aumenta, incluso con tormentas medias. El delta del Mississippí, muy bajo, que se interpone entre la ciudad y el golfo, está desapareciendo a pasos agigantados. En un año (es decir, en 2002) habrán desaparecido otros 70 u 80 kilómetros cuadrados de sus marismas. Cada pérdida ofrece a las crecidas de las tormentas un camino más despejado para extenderse por el delta, verterse en la depresión y atrapar a un millón de personas en ella y a otro millón de las localidades que la circundan. Sería imposible una evacuación general de la población porque la crecida cortaría las pocas vías de escape».

Es decir, la organización y la solidaridad son fundamentales en una evacuación masiva, de cientos de miles de personas, como ha sido posible en Cuba, pero han de darse también otras condiciones previas para que no haya un desastre: que la mano del hombre no haya alterado la geografía hasta el punto de destrozar un delta, salinizar las aguas, destruir las marismas, de modificar el ecosistema mediante la especulación inmobiliaria con terrenos para construir y construir y erigir el mayor puerto de los Estados Unidos, que se extiende desde Nueva Orleans hasta Baton Rouge. «Según un estudio de Shea Penland, de la Universidad de Nueva Orleans, las actividades de la industrias petroquímicas han causado un tercio de las pérdidas de terreno del delta», afirmaba Fischetti. Es el beneficio a corto plazo. La destrucción y la muerte son anteriores al huracán.

Ha pasado también cuando ha habido grandes lluvias en Venezuela, como en el desastre del Estado de Vargas de 1999: los ranchitos colgados de las montañas fueron arrasados por la lluvia y el fango. En este caso, por la nefasta política que llevaron los partidos que se turnaron en el poder hasta mitad de la década de los noventa y que permitieron la proliferación de miles de chabolas en los alrededores de Caracas, en el trayecto hacia La Guaira y en Vargas. Las decenas de miles de personas que siguen viviendo ahí también están en peligro, como los pobres de Nueva Orleans.

En el reportaje se recordaba que la costa de Luisiana producía un tercio del marisco de Estados Unidos, un quinto del petróleo y un cuarto del gas natural; alberga un 40% de los humedales costeros, es el lugar de invernada de un 70% de sus aves acuáticas migratorias.

Mark Fischetti anticipaba las medidas necesarias para recuperar las marismas y proteger el delta de un irremediable hundimiento, para salvar el ecosistema, pero advertía que si no se hacía nada «el millón de personas que vive fuera de Nueva Orleáns tendría que irse a vivir a otra parte. El otro millón que hay dentro de la depresión viviría en el fondo de un cráter que se hunde, rodeados por paredes cada vez más altas, atrapados en una ciudad en estado terminal que para seguir viva dependerá de que se bombee sin parar».

Escalofriante. Los lectores del número de diciembre de 2001 de la revista Investigación y Ciencia sabían con exactitud la tragedia que se cernía sobre Nueva Orleans. Pero, ¿cómo es posible que no lo supieran en Nueva Orleans? Se citan estudios de sus Universidades. ¿Por qué no se comunicó? ¿Por qué no circuló está información básica por Nueva Orleans y sí se pudo leer en el Estado español? En 2001. ¿Cómo es posible que se permitiera seguir construyendo, especulando, sobre el terreno ganado al delta? ¿No hay responsables políticos por este desastre, cuando en esta revista científica se anticipaba, hace cuatro años?

Los movimientos sociales que se opusieron al trasvase del Ebro y que se oponen a la construcción del Puerto Industrial de Granadilla, en el sur de Tenerife, expusieron y exponen el gran impacto medioambiental de ambos proyectos. Por fortuna, la primera gran obra se ha evitado. En el caso de la segunda, un macropuerto que altera la geografía de una isla, el PSOE apoya, jugando al despiste, un proyecto que causará gravísimos daños a la Isla y a su población.

Según un informe del Director General de Costas de enero del año 2000, es decir, con el Gobierno del PP, «los daños directos e indirectos que el citado puerto originaría en varias playas del sureste de la isla de Tenerife revisten una importancia extraordinaria, afectando a muchos kilómetros de costa bien conservada, eminentemente turística, que genera los principales ingresos de la isla, y además con relevante valor medioambiental, tanto desde el punto de vista paisajístico como de recursos naturales bióticos, siendo de destacar su cualificación como una de las zonas más importantes del mundo en paso y estancia de cetáceos». (1)

«Esta Dirección General muestra una vez más su oposición a la realización de dicho proyecto por las pérdidas irrecuperables que produciría en los recursos naturales del sureste de Tenerife, incluidas sus escasas playas, con perjuicios incalculables para la economía de la Isla«. En Canarias ya hay 400.000 personas que viven bajo el umbral de la pobreza, según datos de Cáritas Diocesana. La mayor parte de los pobres se concentran en Gran Canaria y Tenerife. Por lo que se ve, al gobierno le da igual condenar a la pobreza a miles de personas más.

Tras este informe de impacto ambiental, el director general de Costas fue destituido en mayo del mismo año, y pasó a ocupar otro puesto en la Administración del Gobierno de José María Aznar, y su sustituto firmó otro informe que daba el visto bueno al Puerto Industrial de Granadilla. La información está. Se ha publicado.

Si se aprueba el Puerto de Granadilla, en caso de desastre ecológico en el sur de Tenerife se sabrán los nombres de los responsables: todo el Gobierno de Canarias, el presidente de la Autoridad Portuaria, el alcalde socialista de Granadilla, la Cámara de Comercio, CEOE-Tenerife y varios medios de comunicación. Y el Gobierno socialista de Zapatero junto a la Comisión Europea de Durao Barroso.

(1) www.canariasdigital.org