Cecilia Bustamante, Premio Nacional de Poesía del Perú escribe en incesante actividad creadora una de las obras poéticas más rigurosas de la poesía peruana femenina, a partir de la década del sesenta. Desde Tres Poetas (Lima,1956) hasta sus publicaciones recientes en México y Estados Unidos, incluye parte de su vasta obra inédita; la voz de […]
Cecilia Bustamante, Premio Nacional de Poesía del Perú escribe en incesante actividad creadora una de las obras poéticas más rigurosas de la poesía peruana femenina, a partir de la década del sesenta. Desde Tres Poetas (Lima,1956) hasta sus publicaciones recientes en México y Estados Unidos, incluye parte de su vasta obra inédita; la voz de Cecilia Bustamante y Moscoso avanza contra la música del silencio. En Altas Hojas (l955) Juana de Ibarbourou celebraba su talento augurando el rastro seguro de su escritura posterior. Su obra poética ha sido celebrada en reiteradas ocasiones por renombrados poetas y estudiosos de la poesía hispanoamericana, entre ellos Antenor Orrego y Carlos Germán Belli. No es novedad para el lectorado internacional la presencia de Cecilia Bustamante, considerada entre las voces más importantes de la poesía hispanoamericana. Su acercamiento a las visiones de la Naturaleza y el mundo se inician con Altas Hojas, allí una voz titubeante trataba de penetrar la ensoñación del paisaje. La voz intranquila se apoyaba en una piedra blanca buscando su identidad. El espacio y el fuego buscaban una sutileza en la sombra.
El agua «rodaba por el aire» de aquellas primeras páginas y la poesía era la señal de la metáfora luciendo sombra y luz, espacio y transparentes distancias. «El oscuro clima del barro/el barro más profundo/ la distancia del pie al cielo.» Estas primeras yuxtaposiciones fueron el inicio de una poética que posteriormente va a adquirir una excelente transposición en la ejecución en la transposición de imágenes. Cada poema es un cuadro y el lector entra en el cuadro asombrado. Un libro de transición es sin duda Nuevos Poemas y Audiencia (Lima, 1965 que le valió el Premio Nacional de Poesía). He aquí una muestra de la maestría de ese libro: «En la blanca trastienda del ocio/ se muere un poco a la deriva/ como arena, luz, pleamar. /En el vasto territorio enfriándose/ ceñimos blancas naves encalladass/ en honduras de calma y tempestad./ Una hora como el brillo/ de secretas piedras equilibrantes/ en el cerebro del viento/ en la espuma torturtada/ de olas ya desaparecidas y surtas.» Los elementos de la naturaleza se van entremezclando con el mundo que le ha tocado vivir.
Todo se vuelve palpable y el vacío siempre acecha. La madurez completa llega en Discernimiento (México, Premiá, 1982) Aquí encuentro lo mejor del pensamiento de la poesía de un Quevedo y el universo de Fray Luis renovados. » la razón será un espejo/ que reproduce lo aprendido y el orden.» El espejo y el orden a través de la memoria y la forma son dos fundamentales en la poesía de Cecilia Bustamante La imagen se fabrica en un intrincado pensamiento «los campos producen miel que se agusana/ en los campos vacíos» La dulzura se enfrenta al olvido entre los muertos, otro tiempo mejor parece venir para la poesía. El encuentro con una naturaleza desgarrada es la vertiente contínua de esta poética: la memoria se atravieza fugaz por momentos pero para enfrentarla tenaz con nuevas palabras. Esta experiencia verbal se funde con la vida porque la vida se extingue en la apariencia de la luz. Aquí se reproduce como muestra un poema inédito escrito en 1994:
Luna, luna, deslíe estaciones
provocando la primera Guerra,
destino de estrella fría
transpasando la colmena del aire.
Venus se transforma en paloma
de hollín con perfecto deseo
y una sola forma, letra simple
que devoran los pájaros escondidos
en el cielomar más profundo.
Del libro «Leyenda»:
Poema
«…el corazón de los amantes debe perecer…»
Hõlderlin
Los metales se oxidan
o los muerden los ácidos,
así se deslíen los huesos,
la pulpa, carozo, semilla,
acumulando el veneno.
Muy al fondo las esencias
se tornan mortales,
Todo alimento penetra
so pretexto de darnos la vida,
suaves venenos noctámbulos,
aguarregia
sobre el ojo dormido
y romántico.
Los amantes llevan
una gargantilla mortal.
A Javier Heraud
Patria mía ?
en tus muros
vive la sombra
de aluviones antigüos.
Morada
bajo el golpe discreto
de la brisa.
A orillas del Pacífico
las neblinas debilitan.
Mohos grises, el salitre
socavando tus ciudades
en la corriente
leve de la sangre.
Después ?
sólo el miedo y descontento
incurables.
Y en la piel del aire
viaja un frío
como los recuerdos.
II
Mi infancia se pierde
por las calles de Lima,
palabra
sobre paisajes virreinales
rematados por el hambre.
Idioma
rebotando, desangrándose
en el fértil dominio
del pasado.
III
Dura España
Madre
España.
En mis viejos cuadernos
reverbera
el veneno mayor.
Y en las montañas
los animales ciegos,
los metales
que te colmaron de esplendor.
Mi país
el de pulcros erales,
el de parcelas limpísimas
en sus flancos
sólo sangre
y en al aire
sólo una espada
una espada en el aire.
IV
Metal contra metal
vibran el poder y la muerte
y mi país
desenvaina
una espada en el aire.
En el aire
una espada.
*
Yaraví de mi tierra
Una canción,
un aullido que se expande
con atávico murmullo.
Voz humana,
río que se beberá la tierra.
Pasa
Y las orillas carcome
en su gran paladar.
Un río avanza
entre farallones
difíciles de roer.
Mas el tiempo y las aguas
horadan la piedra:
ella se abre, él la penetra
y se hacen una vena más
hacia el mar.
Canción
escuchada en la juventud
cambiante, en el sentido
en que cambia
hacia la culminación del cenit.
Por ende
nuestra pasión reinicia
la sorda nostalgia
por metáforas, caricias
y la helada inocencia,
el desgarro
de su sencilla verdad.
*
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*Profesor de literatura hispanoamericana en Hofstra University, Long Island.