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Che Guevara, Estados Unidos y Puerto Rico

Fuentes: Claridad

La primera receta para educar al pueblo, es hacerlo entrar en Revolución. Che Ernesto Guevara de la Serna cumplió veintiséis años de edad en la Ciudad de Guatemala. Varios días después, el 27 de Junio de 1954, Jacobo Arbenz, renunciaba a la presidencia de ese país como resultado de un golpe de estado orquestado por […]

La primera receta para educar al pueblo, es hacerlo entrar en Revolución.
Che

Ernesto Guevara de la Serna cumplió veintiséis años de edad en la Ciudad de Guatemala. Varios días después, el 27 de Junio de 1954, Jacobo Arbenz, renunciaba a la presidencia de ese país como resultado de un golpe de estado orquestado por la CIA, con la ayuda de Honduras y el dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Guevara llevaba seis meses en Guatemala, durante los cuales trabajó principalmente vendiendo imágenes de Santos, pintando casas, y curando gente de gratis. Por las noches, según su diario, mantenía una comunicación activa con intelectuales y revolucionarios de todas partes que llegaban al lugar, bien huyendo de la represión en otros países, o bien, atraídos por el clima de camaradería y democracia que reinaba bajo el gobierno liberal. La caída de Arbenz y la represión que se desató en Guatemala tuvieron, por supuesto, un impacto grande en la vida y pensamiento del Che. Poco después, en septiembre de 1954, llega a México y al poco tiempo conoce a Fidel. Lo demás, como dicen, es historia. Leyendo algunos escritos tempranos del Che aventurero, me tropecé con una frase suya que me llama la atención. «En cuestión de opiniones no hay nada escrito,» enunció categóricamente el guerrillero heroico a sus familiares poco antes de partir en un viaje fantástico por la América nuestra[1]. La expresión contrasta un poco con el Che que tanto admiramos, un revolucionario humanista pero de opiniones muy fuertes, que siempre terminaba plasmando en papel sus ideas, no importa las circunstancias. La estadía del Che en Guatemala no fue una excepción.

Lo curioso, al menos para mí, es que algunas de las opiniones más importantes de Guevara sobre la experiencia revolucionaria guatemalteca quedaron plasmadas por escrito, no después, sino antes del golpe de estado que comenzó a desencadenarse a mediados de mayo de 1954. Podemos llamarle clarividencia o sexto sentido, pero ya en la primavera de ese año, el Che describía en un artículo de periódico enviado a Argentina, lo que él consideraba el dilema de Guatemala: «La responsabilidad histórica de los hombres que realizan las esperanzas de Latinoamérica es grande. Es hora de que se supriman los eufemismos. Es hora de que el garrote conteste el garrote, y si hay que morir, que sea como Sandino, y no como Azaña.» [2]Los otros escritos del Che sobre Guatemala, son más bien un recuento estrictamente empírico del golpe de estado. Arbenz se muestra tímido en armar al pueblo y los militares del país se doblegan ante la agresión extranjera. Ya no se trataba tanto de una opinión, como de corroborar el curso de un pronóstico, y el Che hace constar eso en sus notas al llegar a México: «Los últimos acontecimientos pertenecen a la historia, cualidad que creo por primera vez se dan en mis notas.» [3]

El Che era el Che, como dice un amigo revolucionario argentino, y por eso hay que estudiarlo en el contexto de la magia que rodeaba su persona. No me sorprende entonces que durante la mencionada primavera de 1954, Guevara también plasmara por escrito una opinión bastante fuerte, quizás hasta tajante, sobre Estados Unidos, y en particular sobre el lugar de la clase obrera de ese país en la revolución mundial. Se trata de un breve artículo de periódico titulado La Clase Obrera de los EEUU.… ¿amiga o enemiga?[4], que le recomiendo a todo el mundo. Lo he leído repetidamente no solamente por lo que dice, sino porque me impactó la madurez y rigurosidad teórica del análisis, como si fuera el Che de los grandes debates económicos de 1963 y 1964, y no un joven de 25 años que apenas se bajaba de una motocicleta.

Luego de presentar un cuadro detallado y riguroso del sistema imperialista internacional, el Che se hace la siguiente pregunta que, dicho sea de paso, todavía preocupa a muchas personas e intelectuales: ¿Por qué en los Estados Unidos, país industrializado al máximo y con todas las características de los imperios capitalistas, no se sienten las contradicciones que colocan al capital y al trabajo en pugna total? La respuesta, según Che, hay que buscarlas en la condiciones especiales del país norteño: «Salvo los negros, segregados y germen de la primera rebelión seria, los demás obrero-los que tienen trabajo, naturalmente- pueden gozar de salarios enormes comparados con los que comúnmente dan las empresas capitalistas, debido a que la diferencia entre lo requerido normalmente por las necesidades de la plusvalía y la paga actual es compensada con creces por grupos de obreros de dos grandes comunidades de naciones: los asiáticos y los latinoamericanos.»[5] Creo importantísimo advertir ante una posible lectura apresurada de las palabras del Che, que lleve a tildar de obvio lo no es. En realidad, Guevara no era muy dado, ni siquiera en sus escritos de juventud, a tratar las categorías marxistas de modo abstracto, desconectadas de una perspectiva organizativa.

Quiero insistir, además, en que la pregunta formulada por el Che es tan relevante hoy como medio siglo atrás, cuando apenas se vislumbraba la posibilidad de la revolución cubana, y no se resuelve nada con darle una contestación aligerada. En todos los lugares que he estado recientemente, desde Cuba, Canadá y Venezuela, surge siempre la misma interrogante relativa al anhelado despertar del pueblo norteamericano. Algunos pensadores le atribuyen una estupidez innata; otros, una falta de información, ardua de explicar en un país donde ésta última fluye con cierta libertad. Incluso intelectuales del calibre de Howard Zinn, han expresado recientemente en palabras esperanzadoras de que «tarde o temprano el cambio profundo llegará a esta nación hastiada de la guerra, cansada de ver su riqueza dilapidada en tanto las necesidades básicas de las familias permanecen sin atenderse.»[6] Es muy difícil no respetar a Howard Zinn, pues además de ser un intelectual honesto, practica lo que dice; y es habitual verlo al frente de las marchas pacifistas, o, como incluso lo he visto yo, arengando a la juventud en mítines por Boston y el oeste de Massachussets. Dicho esto, debo confesar que, al menos yo, no acuesto muy tranquilo esperando el más tarde o temprano del pueblo norteamericano, especialmente después de las pasadas elecciones.

Pero si tajante es la pregunta que hace el Che, igual de concluyente es la respuesta que nos brinda: «Esta es, a mi entender, la cruda realidad frente a la que estamos los latinoamericanos. El desenvolvimiento económico de EE.UU. y las necesidades de los trabajadores de mantener su nivel de vida son los factores que harán, en términos finales, que la lucha liberadora no se plantee contra un régimen social dado, sino contra una nación que defiende, unida en un solo bloque armado por la suprema ley de la comunidad de intereses, los adquiridos tutelajes sobre la vida económica de Latinoamérica.»[7] ¿Se equivocó el Che en su análisis de la clase obrera norteamericana? ¿Qué decir del movimiento en contra de la guerra de Vietnam y de las recientes movilizaciones en contra de la invasión de Iraq? ¿Acaso no debemos tener confianza en el pueblo y la clase obrera norteamericana, cosa en contra de lo cual nos previno el mismo José Martí en su ensayo Nuestra América?[8] Al fin y al cabo, podría argumentarse, el Che no estaba directamente envuelto en las luchas sociales en Estados Unidos y escribió lo señalado apenas empezada la posguerra del siglo XX.

Todo lo anterior es, sin dudas, materia para una discusión que rebasa los límites de este trabajo. Más, por aquello de no faltar a la sinceridad, debo decir lo que pienso. Muy a pesar de las grandes manifestaciones en contra de la guerra y del esfuerzo titánico de importantes sectores de la intelectualidad e izquierda norteamericana, la clase obrera y media de este país, el llamado pueblo norteamericano, está en su inmensa mayoría concientemente del lado de las políticas imperialistas de la clase dominante. En parte es, como dice el Che, que hay una prensa «totalmente en manos de los grandes capitales.»[9] Pero, en parte es también que les beneficia como pueblo; es decir, una «reacción, hasta cierto punto lógica, de la clase obrera.»[10] El chauvinismo nacional y el racismo están avanzando y no retrocediendo en Estados Unidos, lo que ha contagiado incluso a sectores minoritarios y de trabajadores inmigrantes legales, en gran medida por razones de conveniencia económica. Es difícil no coincidir entonces con el Che en que la conciencia revolucionaria de la clase obrera norteamericana le vendrá en gran parte del exterior, como resultado del avance de las luchas revolucionarias, y de otros tipos de luchas, en los países menos avanzados, con el consecuente desmembramiento del imperialismo y la explotación colonial. La implicaciones organizativas de esto son obvias, a menos para el guerrillero heroico: «Preparémonos, pues, a luchar contra el pueblo todo de EE.UU, que el fruto de la victoria será no solo la liberación económica y la igualdad social, sino la adquisición de un nuevo y bienvenido hermano menor: el proletariado de ese país.»[11]Digo esto sin reproche ni amargura, pues soy un activista boricua precisamente en Estados Unidos. No se trata cultivar odios personales ni de raza, sino de entender el lugar histórico de nuestros movimientos nacionales.

Lo arriba dicho lleva al otro punto de mi artículo: ¿Qué lugar si alguno le correspondía a Puerto Rico en estas luchas, siendo, como todavía es, una nación sujeta directamente el colonialismo norteamericano? El asunto, desde luego, interesó mucho al Che, particularmente después de su llegada al Caribe. Lo primero, sin embargo, por cosa de nobleza, es reconocer la deuda que tenemos en Puerto Rico con él, por su defensa de valerosa y sin reservas de Albizu Campos y de nuestro derecho a la independencia. En 1964, hablando a nombre de Cuba ante la Asamblea General de Naciones Unidas, dice Guevara: «Albizu campos es un símbolo de la América todavía irredenta pero indómita. Años y años de prisiones, presiones casi insoportables en la cárcel, torturas mentales, la soledad, el aislamiento total de su pueblo y de su familia, la insolencia del conquistador y de sus lacayos en la tierra que lo vio nacer; nada dobló su voluntad. La Delegación de Cuba rinde en nombre de su pueblo, homenaje de admiración y gratitud a un patriota que dignifica a nuestra América.»[12] En lo que a mí toca, el Che tiene la última palabra acerca del significado histórico de Albizu Campos, aunque este último no haya sido estudiado en Puerto Rico con todo el rigor que se merece.

Ahora bien, lo cierto es que el tema de Puerto Rico venia dando vueltas en la cabeza del Che al menos desde mediados de 1960, y no meramente con propósitos de denuncia en organismos internacionales. Ya en Agosto de ese año, apenas comenzada la tarea gigantesca de mover a Cuba en un camino social y económico nuevo, Guevara saca un artículo en Verde Olivo titulado Para Muestra Basta un Botón, en que comenta la política de control de natalidad implementada por los Estados Unidos en la isla nuestra. Luego de describir a Puerto Rico como laboratorio del hambre y de los anticonceptivos, el Che se pone a soñar con redactar una nueva historia, a modo de noticia, que, aunque breve, comenzara del siguiente modo: «Puerto Rico, la más joven de las naciones independientes americanas, nació a la vida el día X, del mes Z, de 196…Su forma de gobierno, republicana, su héroe epónimo, Pedro Albizu Campos; sus esfuerzos, más grandes en la hora actual: está comprando, en un país de Europa, cuatro patas bien grandes para echarse a andar y alejarse lo más posible de los verdugos que asesinaron a sus hijos, que los torturaron, que trataron de idiotizarlos, que estudiaron en ellos el hambre, como estudian los científicos el hambre en el ratón y que, luego, trataron de castrarlo para aniquilarlo y mejorar la raza.»[13] El artículo termina, con una observación interesante y tan categórica como sus tempranas consideraciones sobre Estados Unidos: «Qué bien le caería al continente americano una historia como esta.»[14]Pueblo chiquito, destino grande.

La idea de que el problema colonial de Puerto Rico es de carácter continental no es, por supuesto, exclusiva del Che Guevara. Abizu Campos había insistido por años en la importancia de ese aspecto en la lucha del nacionalismo puertorriqueño, y es probable que el Che conociera sus ideas en detalle. Igualmente soñador, Albizu le asignaba a la isla un papel clave en la caída del despotismo imperialista norteamericano. No creo que sea del todo incorrecto reflexionar sobre el posible impacto de nuestra independencia tanto para nuestra América, como para la propia conciencia del pueblo y la clase obrera norteamericana. Si el Che y Albizu se daban a esos pensamientos, igualmente deberíamos hacer nosotros.

En los últimos tiempos, por el contrario, han aparecido una serie de estudios que discuten el problema nacional puertorriqueño como algo contenido en sí mismo, al margen del ámbito continental e incluso internacional. En algunos estudios, se trata de comparar abstractamente datos sobre la población puertorriqueña en Estados Unidos y Puerto Rico.[15] Otros estudios entran en digresiones abstractas sobre lo que es ser etnia o nación, y las cosas que alegadamente quieren los puertorriqueños en torno al status. [16] Me parece más certero dar un paso atrás y tomar el criterio analítico del Che y de Albizu Campos: ¿Cuál es el significado histórico y económico de la condición colonial de Puerto Rico en el contexto internacional actual? Fue precisamente esa perspectiva concreta, junto a un análisis cuidadoso de la economía colonial, – dicho sea de paso, asombroso para alguien que no era un marxista,- lo que llevó a Albizu Campos a formular una serie de conclusiones que, a mi entender, no han sido refutadas en lo más mínimo. Primero, que la integración económica capitalista normal de Puerto Rico a Estados Unidos está condenada al fracaso, dado el control del gobierno federal por los grandes monopolios a partir de fines del siglo XIX.[17] Segundo, que la propia historia constitucional norteamericana excluye una integración flexible, no despótica y no racista, de la isla al sistema político de la Metrópoli. [18]Esas dos afirmaciones categóricas han resistido el paso del tiempo, independientemente de los vaivenes de la política local y del desplazamiento de nuestra población en una dirección y otra. El aparato estatal colonial fue creado para garantizar el dominio pleno de los grandes monopolios, sea cual sea su forma concreta, sea agrario, industrial, comercial o rentista; pues lo decisivo es la dominación del capital financiero y los monopolios.[19] O para decirlo, en las palabras de Don Pedro Albizu Campos en 1930: «El comercio y la industria de Estados Unidos tienen un monopolio absoluto del mercado de Puerto Rico. Monopolio que existe en virtud de la ley arancelaria impuesta al país, y también, porque la nación puertorriqueña carece de poderes para defenderse de él. El poder político de Estados Unidos se utiliza en nuestra tierra para acaparar nuestra riqueza, ya sea ésta agraria, industrial o comercial.»[20] No vivo en Puerto Rico, pero que yo sepa andamos en ese cuento por más de un siglo.

Al final del asunto, lo más probable es que el Che tuviera razón, que en materia de opiniones no hay en realidad nada escrito. Pero por eso mismo, aquellos que queremos un Puerto Rico libre, independiente y soberano, debemos seguir el ejemplo de Ernesto Guevara, cultivando sueños y arrancando triunfos en las más severas adversidades. En eso, la política es como todo en la vida, no basta con tener opiniones, hay que aprender también a defenderlas.

* El autor es un abogado puertorriqueño radicado en Connecticut. La referencias a la obra del Che están tomadas de América Latina: Despertar de un Continente. 2003. Australia: Ocean Press. La cita de Howard Zinn está tomada de «Concentremos esa Rabia.»Rebelión, diciembre 12, 2004. Para una versión anotada, escriba a [email protected].



[1] Ernesto Guevara: América Latina: Despertar de un Continente, Ocean Press, Australia, 2003, p. 27.

[2] Ibídem, p. 131.

[3] Ibídem, p. 81.

[4] Ibídem, p. 132.

[5] Ibídem, p. 133.

[6] Howard Zinn: «Concentremos esa Rabia.» Revista Rebelión. Diciembre 12, 2004, en línea: http://www.rebelion.org/.

[7] Ernesto Guevara: América Latina: Despertar de un Continente. Ed. cit., p. 135.

[8] «Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las Repúblicas, ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión táctica y urgente del alma continental.» José Martí: Nuestra América, leído en línea en septiembre 16, 2004 en http://www.antorcha.net/biblioteca_vitual/politica/america/america.htm., p. 9 de 9.

[9] Ernesto Guevara: América Latina: Despertar de un Continente. Ed. cit., 135.

[10] Ibídem, p. 135.

[11] Ibídem, p. 135.

[12] Ernesto Guevara: «Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas.» 11 de diciembre de 1964, disponible en la World Wide Web http://www.filosofia.cu/che/chet9el.htm.

[13] Ernesto Guevara: América Latina: Despertar de un Continente. Ed. cit., p. 233.

[14] Ibídem, p. 234.

[15] Ver, por ejemplo: Angelo Falcón: Atlas of Stateside Puerto Ricans. Copia obtenida en diciembre 12 de 2004, de [email protected]. Este trabajo deja de lado precisamente la relación económica entre Estados Unidos y Puerto Rico, como si en isla no operaran las grandes compañías norteamericanas. Al final, no se puede ver la diferencia entre el envío de remesas por familiares en Nueva York o Chicago con las inversiones y movimiento de capital-dinero por mega monopolios como Wal-Mart. No es extraño pues, que este estudio lleve el sello de la oficina federal del ELA; que en realidad no es federal, como sabemos.

[16] Esta visión, a mi entender, fue recientemente expuesta por Juan Manuel Carrión en «Nación y Nacionalismo en Puerto Rico.» Semanario Claridad, Año XLV, Núm. 2703, 9 al 15 de diciembre de 2004, pp. 30-31. «O nos aceptan como somos aunque cueste la redefinición de Estados Unidos como imperio multinacional o permiten a Puerto Rico disfrutar de su soberanía.» (p. 31). Se trata del mismo grito de los autonomistas de principios de siglo XX,; por ejemplo, la resolución de la Cámara de Delegados en mayo 17 de 1913, ante la nueva tarifa azucarera: «Si nuestras tarifas no pueden protegernos, dadnos nuestra independencia económica y permitidnos buscar nuestra propia protección en el resto del mundo.» Juan Manuel Carrión no explica, entre otras cosas, en qué consistiría la llamada «redefinición de Estados Unidos,» de que él habla, dada la relación política y económica entre Metrópoli y Puerto Rico. La idea de que esto es posible como resultado de que el pueblo norteamericano tenga una «muy profunda discusión sobre qué es lo que ellos son,» presupone que el capitalismo de ese país puede dejar atrás su naturaleza imperialista. Nadie se desprende voluntariamente de un monopolio, decía Don Pedro.

[17] «En ninguno de los territorios que precedieron a la formación de muchos estados se toleró el estado de cosas que hay en Puerto Rico. Hemos sido reducidos a un país proletario, gravitando sobre el consumidor un sistema contributivo indirecto. Ya que no se nos pudo desplazar étnicamente ni culturalmente se ha establecido una onerosa opresión económica que nos mantenga en una condición colonial propicia a la explotación del invasor.» Pedro Albizu Campos: Obras Escogidas. Editadas por Benjamín Torres, San Juan, editorial Jelafe, 1975, t. 1, p. 78-79.

[18] «Dentro de la constitución norteamericana no cabe una forma autónoma de gobierno; o estamos fuera o estamos dentro.» Pedro Albizu campos: Obras Escogidas. Ed. cit., pp. 78- 79.

[19] Esta concepción de Albizu es perfectamente coherente con la teoría del imperialismo desarrollada por Lenin, que, dicho sea de paso, hoy adquiere una importancia central en el análisis de la experiencia de América Latina, incluyendo a Puerto Rico. La izquierda puertorriqueña debe retomar esta perspectiva.

[20] Pedro Albizu Campos: Obras Escogidas. Ed. cit., p. 112.