Recomiendo:
0

Reseña de La isla de Sajalin de Antón Chejov, Editorial Alba

¿Chejov escribe «lo mejor posible»?

Fuentes:

Tan resolutivo y sin embargo escribía sobre gentes comunes, de vida trivial, aburrida, que aunque se ahogan se resignan, sobre personas altruistas cuya labor infatigable es destruida por quienes no conocen más que la brutalidad, sobre gentes que hablan y hablan y se pierden en las palabras sin hacer nada, gentes que engañan y se […]

Tan resolutivo y sin embargo escribía sobre gentes comunes, de vida trivial, aburrida, que aunque se ahogan se resignan, sobre personas altruistas cuya labor infatigable es destruida por quienes no conocen más que la brutalidad, sobre gentes que hablan y hablan y se pierden en las palabras sin hacer nada, gentes que engañan y se encadenan, gentes que se humillan para conseguir su propósito y al comprobar que está fuera de su alcance se enfurecen con quien les ayudo, gentes en la esperanza y en la desgracia más descarnada, haciendo brotar así el rubor, la vergüenza, el sentimiento de transformación necesaria … Me refiero a Chejov, un alentador de la voluntad y el conocimiento humanos, y un crítico de la fuerza, de la falsedad y del apartamiento del mundo.

Entre las tonterías que se han dicho de él recuerdo una de carácter político atribuida tras su viaje a la isla-presidio de Sajalin. El autor de semejante asunto escribió hace unos años que Chejov creía en el «liberalismo». ¿El «liberalismo»?, ¿Quién le ha encargado que le endilgue a Chejov semejante posición en el mundo en que vivimos? ¿A qué se refiere? Si Chejov leyese que le atribuían tal actitud ante la vida, ¿ante la sociedad?, ¿ante la política?, ¿ante la economía?, ¿ante el mundo?, le habría dedicado un cuento a semejante personaje que por cobrar algún dinero falsifica la vida de otro, y nos lo habría expuesto urdiendo en su cabeza qué decir y cómo, para satisfacer al empresario del periódico, cuántos artículos podría escribir si hacía lo que quería aquél y cuánto le pagaría por ser un falsario y poner en el papel lo convenido. Nos contaría todo esto sin alteraciones y sin moralina, dejándonos ver, entender y juzgar. Pero hay otros autores que han dicho de él que era «un individualista y un artista» porque no se afilió a ningún partido político, el que dice tal cosa es Nabokov, un escritor proveniente de la aristocracia rusa.

¡Qué empeño en desvirtuar a Chejov señalando algo que él no dijo nunca! ¿No tenía posiciones ideológicas? ¿Nabokov que era anticomunista y explicaba las novelas bajo tal perspectiva no tenía tampoco posiciones ideológicas? Ideología etimológicamente viene de idea, que en filosofía indica la visión que se tiene del mundo, ¿y Chejov no tenía una idea sobre el mundo? Por ejemplo, cuando dimite de la Academia rusa por la expulsión de Gorki ¿no tomó posición ante un hecho de trascendencia política?, porque Gorki no era un escritor ajeno a lo que ocurría en Rusia.

Otro ejemplo, traigo aquí lo que dice Nabokov de Chejov: «era un individualista y un artista». Nabokov, además de verter una idea reaccionaria de lo que es ser artista, en su ideario es colocarse al margen de lo que ocurre en el mundo, creyentes de esa falsificación hay muchos, además, falsifica la actitud nada individualista de Chejov ante la vida, Chejov, nieto de un esclavo que compró su libertad, escribía a su editor Suvorin en 1894: «…He creído en el progreso desde la infancia, como no podía ser de otro modo, porque la diferencia entre la época en que me azotaban y aquella en que dejaron de hacerlo era enorme. …la filosofía tolstoiana me ha afectado profundamente y me ha dominado durante seis o siete años; lo que más influía en mí no eran las tesis fundamentales de Tolstoi, que ya conocía de antaño, sino su modo de exponerlas, sus razonamientos, y, probablemente, una especie de imnotismo. Pero ahora algo protesta en mi interior; un razonamiento imparcial me dice que hay más amor por la humanidad en la electricidad y la máquina de vapor que en la castidad y en la abstención de comer carne». Ni «liberalismo», ni individualismo, ni artista por encima o al margen del mundo.

Más ejemplos. Desde las editoriales y sus llamados periódicos y suplementos para su propaganda ideológica, el sistema de producción de libros dominante nos vende con diferentes formas la falta de compromiso de Chejov. Siempre es la misma matriz, el mismo sistema de propiedad, la que pone a la venta diferentes marcas, diferentes formas de decir lo mismo. Patricia Ginzburg declara refiriéndose a Chejov: «…un novelista no debía ponerse como objetivo tratar de mejorar la sociedad, sino simplemente escribir lo mejor posible sus novelas». Y luego sigue: » … No he escrito nunca novelas comprometidas; hasta cierto punto la idea de la falta de compromiso me ha parecido la única justa para un novelista». Todo está meridianamente claro, pero ¿Chejov es ella?

¿Por qué piensan éstos personajes que los novelistas no pueden tener compromiso? ¿Tienen éstas personas el compromiso de declarar que se es escritor cuando no se tiene compromiso? ¿son seres inmaculados y lo que escriben no tiene que ver con una visión del mundo? ¿los escritores se creen el cuento de la equidistancia y se ponen por encima de sus intereses, y ahora sí, intereses de clase? La equidistancia no existe, es una medida defensiva y una manera de sostener la norma. Los escritores escriben, como cualquier otro trabajador hace su trabajo, los escritores proyectan ideas, quieren abitar la conciencia del lector, ¿ese es su compromiso? ¿pero qué ideas quieren introducirle?, porque con ellas se ganan la vida o buscan la fama, o buscan ¿qué buscan? ¿situarse al margen de todo lo que les rodea y nos rodea? ¿en ese caso por qué buscan a los lectores?, quédese al margen, ¿o es que pretende que seamos los lectores los que nos quedemos al margen para que actúen sobre nuestras vidas los que lo tienen establecido así?: entonces esos escritores no están al margen. ¿Si buscan lectores para influir en ellos y que les den su dinero, a ellos, a la editorial y su consejo de accionistas, a la distribuidora, que es del consejo de accionistas, al periódico, que es del mismo consejo de accionistas, al banco que es del consejo de accionistas, y sus financieros dueños de la editorial, de la distribuidora, del periódico, y del banco, ¿hay alguien que escriba que se crea que él y el banco son independientes?: recemos: los bancos son independientes, los bancos son independientes, los bancos son independientes,… Amén; y los banqueros y sus editoriales son amigos de los escritores que declaran «que un novelista no debía ponerse como objetivo tratar de mejorar la sociedad, sino simplemente escribir lo mejor posible sus novelas». ¿Sabemos lo que es «escribir lo mejor posible sus novelas»?. ¿A qué le llaman «el compromiso de hacer bien su trabajo»? ¿A hacer un envoltorio nuevo a las ideas de la clase social a la que pertenece o a la que sirve el dueño de la editorial, de la distribuidora, del periódico, y del banco? Como la novela es conflicto ¿escribir bien es no dudar de nada, no descubrir nada, no tratar el conflicto de manera que dé paso a una perspectiva? Mover el lenguaje para que todo quede igual, cambiar de forma pero no de fondo, suena a «dejarlo todo atado y bien atado». Es decir: sacar lo menos posible de tanta palabra. Ese escritor elabora sus construcciones con palabras que actúan en el cerebro de las personas lectoras como paliativos, nada de hacer pensar, distraer. Decir que el compromiso de quien escribe es con su escritura, «hacerlo bien», es no decir nada. El compromiso de quien escribe está en su escritura, ahí es donde leemos, sabemos, si su lenguaje transporta inquietudes de cambio en el lector, sabemos si tiene proyección social o es individualista, liberal y escribe «bien sus novelas». ¿Entonces por qué se empeñan en subrayar que Chejov era un individualista y un artista, que no debía intentar mejorar la sociedad, que la única idea justa para un escritor es la falta de compromiso?

Los cuentos de Chejov, sus obras de teatro son bien conocidos, pero veamos un libro menos conocido por los lectores, «La isla de Sajalin», libro escrito como consecuencia de su viaje a la isla-prisión para conocer lo que allí ocurría, ¿artista individualista, sin compromiso?, su palabra forzó al régimen zarista a mejorar las condiciones de vida de los presos. La isla de Sajalin, en el último extremo de Siberia, próxima a Japón, ofrecía una historia oscura y amenazante para los conciudadanos de Chejov. Escribe a Suvorin, su editor, que como él, se refiere a Suvorin, hay mucha gente a la que parece no interesarle lo que en esa lejana isla ha ocurrido y se lo critica: «Sajalin sólo puede carecer de interés a una sociedad que no haya deportado allí a miles de hombres y no gaste en ellos millones de rublos. A excepción de Cayena en la actualidad y de Australia en el pasado, Sajalin es el único lugar donde se puede estudiar la colonización por parte de delincuentes». Y continua hablando sobre la necesidad de resolver los problemas sociales y llama a considerar Sajalin como un problema moral y ver en Sajalin «un asunto de tanta importancia como para los militares es la principal plaza militar». Por sus lecturas, dice, conoce cómo se han podrido millones de personas en aquella prisión y cómo se sigue haciendo, cómo se les hace cruzar Siberia cargados de cadenas, cómo se contagian de enfermedades, cómo se corrompe a los presos, como se degenera al ser humano, y señala que la culpa es de todos y cada uno de los que consienten la situación de los detenidos: «el problema carcelario no ofrece ningún interés para nuestros juristas». 

Chejov, que empezaba a manifestar síntomas de tuberculosis, cruzó Siberia a caballo, en barco, andando, en coche de postas, viajó de todas las formas posibles por un espacio peligroso. Tardó 2 meses y 20 días en llegar a la isla-prisión y permaneció en ella algo más de 3 meses, el 13 de Octubre de 1890 se embarcó de vuelta.

Una vez en Sajalin, Chejov despliega todas sus energías en pos del conocimiento de la realidad, para detallar en sus escritos todos y cada uno de sus pormenores entra en cada una de las celdas y habla con los presos, en cada colonia y en cada casa de aquellos a quienes se permite vivir fuera de la prisión, y lo que descubre está mucho más allá de todo lo que había leído antes de partir. Aún así queda sin registrar en sus fichas y cuadernos las condiciones en que se encuentran los presos políticos, se le prohibió expresamente. Visitarlos. Lleva una acreditación como periodista facilitada por su editor, y eso influye en el comandante que gobierna la prisión y le entrega un visado para hacer su trabajo, con la prohibición ya mencionada de hablar con los presos políticos. Para asegurarse, el comandante envió un documento secreto a los diferentes responsables con el fin de que por allí por donde pasase Chejov le impidiesen toda relación con esos presos. ¿Cómo sería la vida de éstos si la contemplación de la existencia del resto de los presos y el trato a que se les sometía hizo que Chejov escribiese al terminar que había hecho «un viaje al infierno»? La exposición de las condiciones de vida, hambre, frío, castigos, tratos degradantes, deshumanización total, aún lleva a Chejov a poner el acento en los más débiles de todos aquellos desgraciados: las mujeres y los niños, ellas repartidas como ganado entre los guardianes y presos empleados para colonizar, y los niños que, sin protección ninguna, pasan por todas las vicisitudes y sufrimientos para morir antes o después. Los niños, las niñas, llegaban acompañando al padre o la madre. Permítanme un ejemplo, hay muchos más en el libro: «El 8 de Julio, antes del almuerzo, el Baikal levó anclas. Con nosotros iban unos trescientos soldados al mando de un oficial, y varios presos, a uno de los cuales lo acompañaba una niña de cinco años, su hija, que se aferró a sus grilletes en el momento en que el padre se disponía a subir por la escalerilla. También atraía la atención una presa a la que su marido seguía voluntariamente al penal». Y junto a escenas como ésta Chejov contempla el incendio de un bosque que al tiempo que el fuego lo consume a nadie parece preocuparle. Toda una visión chejoviana de la sociedad adormecida o deshumanizada. Chejov, recordando sus lecturas sobre Sajalin nos dice: «Un periodista que al principio tenía miedo de cada arbusto y que, cada vez que se encontraba con un preso en la carretera o en un sendero, palpaba el revólver que guardaba debajo del abrigo, hasta que se tranquilizó y llegó a la conclusión de que los presos, en su conjunto, son un rebaño de borregos cobardes, perezosos, muertos de hambre y serviciales». En cualquier caso, -continua Chejov- para pensar que los presos rusos respetan la vida y la bolsa del prójimo sólo porque son perezosos y cobardes, hay que tener muy mala opinión de los hombres en general o no conocerlos en absoluto». Esa «muy mala opinión» es fruto de la división social y de la negación al conocimiento de la sociedad en la que se está.

Chejov observa cómo la violencia ejercida contra los presos los ha llevado a un estado de sumisión tal que no se reconoce en ellos al ser humano: solicitan al gobernador, al que tienen que llamar «el más cortés de los gobernantes», algo que no le cuesta el más mínimo esfuerzo. De la misma manera conoce sus historias terribles, tras contarle su desgracia, algo verdaderamente trágico que llena de espanto, una anciana, como transformándose en otra persona que sorprende más allá de la emoción causada, le pide que les compre un poco de chucrut; otra de las veces un hombre le cuenta como cargado de cadenas recorrió las cárceles de Siberia mientras era seguido por la mujer y la hija hasta llegar a Sajalin. Tardó 3 años en cruzar Siberia a pie, y el hijo, que iba en barco a encontrarse con ellos, llegó 3 años antes. En el camino murió la hija y el sufrimiento dejó en los otros una herida incurable. Después de tanto infortunio el padre aceptaba resignadamente su vida como la voluntad divina, era el único refugio.

El relato que Chejov hizo de lo que ocurría en Sajalin fue una bomba de despertar social, fue una explosión que, si ya se sabía, rebeló a los ojos de la población lo instituido, lo que forzó al tirano a emprender una serie de cambios en la isla-prisión con lo que mejoró la vida de los presos.

El libro se publicó en 1893. ¿Era Chejov «un artista y un individualista»? ¿Debía oponerse a mejorar la sociedad y «escribir lo mejor posible»?

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», editado por Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria (asociacion.foroporlamemoria@yahoo.es)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.