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Chile de hoy: Incapacidad y corrupción de la elite gobernante

Fuentes: Punto Final

Claudio Fuentes Saavedra, director de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales (UDP) y estudioso de los procesos políticos en América Latina, piensa que «Chile está tensionado porque la elite política no logra resolver las demandas sociales ni abre el juego para la participación política, mientras un conjunto creciente de grupos sociales […]

Claudio Fuentes Saavedra, director de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales (UDP) y estudioso de los procesos políticos en América Latina, piensa que «Chile está tensionado porque la elite política no logra resolver las demandas sociales ni abre el juego para la participación política, mientras un conjunto creciente de grupos sociales comienza a articularse para demandar una nueva distribución de poder».

Fuentes, doctor en ciencia política de la Universidad de Carolina del Norte, EE.UU., afirma: «En el país hubo una transición política hacia una democracia formal que no dio paso a una transformación social sustantiva, porque desde la cúpula en el poder no ha existido capacidad para dar solución a las tensiones y conflictos existentes. Ante esa incapacidad, los actores sociales ahora comienzan a actuar de manera autónoma en la búsqueda de soluciones. Es una demanda por inclusión y participación que varios gobiernos sucesivos han intentado resolver sin éxito, porque quienes tienen el poder se resisten a modificar el tipo de relación que tienen con los actores sociales».

Claudio Fuentes integró el Consejo Asesor Presidencial Anticorrupción (Comisión Engel), creada por la presidenta Bachelet para hacer propuestas en materia de transparencia y perfeccionamiento del sistema político. Dice: «Los actores sociales nuevos no encuentran espacios de representación en la política tradicional y comienzan a constituir referentes políticos como Izquierda Autónoma, Revolución Democrática o Izquierda Libertaria, entre otros, que se organizan para reconfigurar la estructura de poder existente».

¿Podemos hablar de crisis social?

«Es más una crisis política de expectativas y de credibilidad. Sucede por la falta de respuesta de la elite a las demandas sociales reiteradas en 2006, 2011 y 2015. A esta incapacidad se ha sumado una evidente corrupción; que revela que la cúpula política, desde la centroizquierda hasta la derecha, está transversalmente comprometida con actores del mundo económico. Hasta ahora los grupos políticos de la Nueva Mayoría (NM) razonaban bajo la lógica de que ellos eran los herederos de la lucha contra la dictadura. Pero hoy quedan muy desacreditados por su relación con actores empresariales como Ponce Lerou, investigados incluso por actos delictivos.

En Chile tenemos una elite desprestigiada: el gobierno o el Congreso están debilitados en términos de su credibilidad pública, y los partidos deslegitimados ante una sociedad que, todavía, hace demandas segmentadas y con agendas particularizadas, como sucede con el movimiento indígena, el ambientalista o el estudiantil. No existe en esta fuerza social emergente una articulación mayor, que resulta indispensable para constituir una alternativa política global. Pudo surgir un referente político nuevo cuando Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejos llegaron al Congreso, pero eso no cuajó.

Todavía hay un gran desfase entre lo político y lo social. Como consecuencia de eso podríamos ver en el futuro una progresiva erosión del sistema político, sin que aparezca una alternativa que equilibre fuerzas. Eventualmente podría pasar también que surjan liderazgos populistas, que se fortalezcan apelando a un discurso antipolítico y se hagan del poder».

 

PARTIDOS CONGELADOS

¿La NM fue una alternativa de gobernabilidad creada por la ex Concertación para relegitimarse?

«La NM no capta la profundidad de la crisis política en la que estamos ni el volumen del descrédito de los partidos ante la sociedad. Su creación fue una respuesta más bien formal de inclusión del PC y actores como el MAS (Navarro) o la Izquierda Ciudadana (Aguiló), que son marginales en el conjunto de la escena política. No hubo cambio de prácticas, renovación de liderazgos ni promoción de dirigentes. Tampoco hubo preocupación por proyectarse más allá de la coyuntura. Los partidos de la NM siguen congelados y haciendo lo mismo. Eso los debilita todavía más respecto a lo que viene.

En un sistema presidencialista como el chileno los partidos debieran coordinar los nombramientos de las autoridades y la gestión de la política pública. Pero hoy no tienen siquiera capacidad para intervenir en aspectos tan básicos como la definición programática. Por eso nos encontramos con la Democracia Cristiana y otros partidos diciendo que el programa no los representa. Esa es una debilidad de origen, que pone al descubierto su incapacidad para incidir en los grandes lineamientos del gobierno. El haber entregado a Peñailillo y su grupo la definición del programa fue una gran irresponsabilidad.

Pasó en 2006 con Bachelet, en 2010 con Piñera y vuelve a pasar ahora, la presidenta nombra gente sin escuchar a los partidos y los partidos responden con pataletas. Al año de un fallido proceso de experimentación, se vuelve al modelo tradicional, en que son los partidos los que organizan el gobierno. Esta es una solución parcial, porque la estructura de poder no está funcionando y requiere de una democratización urgente».

¿Existe conciencia en los partidos tradicionales de esta desvinculación con la sociedad?

«Dentro de la Comisión Engel fue nuestro eje de discusión. Si quieres tener una democracia en serio, tienes que tener partidos arraigados socialmente en las universidades, en los sindicatos, en los territorios y en los movimientos sociales. Pero los partidos no logran entender este fenómeno y mantienen rutinas tradicionales de cooptación o clientelismo. Son pocos los dirigentes que lo perciben.

Algunos parlamentarios crean fuertes vínculos territoriales, porque necesitan votos para ser reelectos, pero son estructuras paralelas. Esos caudillos levantan sus máquinas de poder con autonomía del partido al que en teoría representan, pero son indispensables para la organización política por su aporte electoral, aunque actúen de manera díscola. En los años 70 y 80 del siglo pasado en la DC se hablaba de los ‘guatones’ versus los ‘chascones’; lo que reflejaba diferencias de ideas, porque los chascones eran los progresistas y los guatones los conservadores. Hoy se habla del ‘Guttismo’, ‘de los Walker’. En el PPD del ‘Girardismo’ y en el PS del ‘Escalonismo’; es decir, liderazgos personalistas. Más o menos lo mismo sucede en la derecha».

 

SURGIRAN NUEVOS PARTIDOS

¿Esta realidad deriva del tipo de sociedad?

«Los partidos existentes tienen que ver mucho con el tipo de sociedad construida. En Chile hay un sistema político que favorece a las personas por sobre lo colectivo, lo que conduce a un mayor individualismo en la política. Si hubiese un cambio en la ley de partidos y en el sistema de financiamiento, podría haber cambios importantes hacia una mayor presencia colectiva de la política. Otro factor que puede producir cambios es el control que la sociedad ejerza sobre las organizaciones políticas.

Chile necesita partidos programáticos, que representen ideas y tengan vínculos sociales; pero si la reforma al sistema no se realiza con la profundidad que se requiere, esos cambios institucionales van a favorecer el statu quo y bloquearán la emergencia de nuevos actores. Si no se obliga a un reempadronamiento de los militantes, las estructuras de poder van a seguir igual y la reforma a la nueva legislación sobre sistema político y partidos será inútil; porque vamos a tener viejos partidos con más plata y no nuevos partidos democráticos.

Pronostico en cualquier escenario el surgimiento de nuevas organizaciones con base en ciertos ‘nichos’ sociales específicos, como hoy es el PC en el ámbito sindical. Eventualmente podría surgir un partido con base medioambientalista u otros, como la DC, podrían reforzar su identidad católica».

Hay un estancamiento del crecimiento económico que podría influir en política.

«La agenda de transformación social es un cuestionamiento al modelo económico, aunque sea todavía una tendencia poco articulada. Se manifiesta en los debates sobre la universalidad de derechos, sistema de pensiones, sobre salud o educación. Esta agenda cuestiona los pilares fundamentales del modelo económico chileno. La presión por hacer más justas las relaciones laborales también tensiona un modelo económico basado en la subordinación del trabajo al capital. Todo lo relacionado con la recuperación de derechos de agua, básicos para la vida humana, entra en contradicción con la acción de los grandes grupos económicos y lo mismo sucede con los derechos colectivos de los pueblos originarios, que ponen en discusión la propiedad individual de la tierra.

En las demandas sociales hay un cuestionamiento fundamental al modelo y todo eso lleva al debate por una nueva Constitución, sobre el rol del Estado, sobre la economía privatizada, sobre el derecho de propiedad o sobre los derechos sociales y culturales.

Aunque la mayoría de los actores sociales emergentes y una buena parte de los tradicionales comparte el objetivo de poner en tela de juicio la legitimidad de las estructuras institucionales existentes, la fuerza impulsora de los cambios está todavía muy desarticulada y sectorizada. Los profesores con sus demandas, o los estudiantes con las suyas. Esta tendencia no representa un cuestionamiento al capitalismo como modo de producción, sino a este modelo particular de capitalismo que perjudica a la inmensa mayoría de la población».

 

FRENO A LAS REFORMAS

¿Cuál es la responsabilidad del gobierno en la actual crisis política?

«Quién está al mando en un sistema presidencialista es fundamental para organizar las prioridades de la agenda pública y definir el espacio de la discusión política. Bachelet puso en su actual gobierno, por primera vez desde el inicio de la transición, la necesidad de redefinir ciertos aspectos cruciales del modelo, como el cambio de la Constitución, del sistema educacional y del sistema tributario para financiar los cambios que se requieren; sin embargo, su propuesta para concretar esta agenda en un gobierno de cuatro años es deficitaria, por la poca habilidad en la gestión y por los conflictos con los partidos que la apoyan y con sus opositores.

En el actual gabinete hay una apuesta más moderada. Si antes la reforma era de cien, hoy es solo de cincuenta y esa suma tiene que repartirse ahora entre más actores, que tienen altísimas expectativas de recibir una parte importante de esa torta. Es un desafío complejo, porque lo recolectado con la reforma tributaria no va a alcanzar para financiar lo prometido. Necesariamente se van a postergar algunas reformas, como la que se refiere a pensiones, y algunos planes de infraestructura. Existe también una fuerte presión empresarial para postergar la discusión sobre un nueva Constitución, bajo el argumento de que genera incertidumbre sobre los derechos referidos a la propiedad privada».

El gran empresariado adquiere creciente importancia en las decisiones políticas…

«Los actores empresariales en Chile tienen alta cohesión y están bien organizados. La Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) ha tenido siempre una influencia muy consistente sobre la política. Desde 1990 en adelante los dirigentes de la Concertación establecieron un rito: rendir cuenta a los gremios empresariales sobre la marcha del país. Pasó con Aylwin, con Frei, con Lagos y con Bachelet. Durante mucho tiempo hicieron un lobby privado que resultó muy efectivo y sus intereses fundamentales no fueron tocados.

El segundo factor ha sido el financiamiento de campañas. Los escándalos de corrupción revelaron una vinculación muy fuerte entre el sector privado y los actores políticos, y hoy el actor privado estará obligado a expresar públicamente lo que quiere, porque sabe que ahora la relación entre dinero y política será distinta. En el futuro vamos a ver a los empresarios expresando mucho más abiertamente sus posiciones, sobre todo si se avanza en las transformaciones al modelo económico».

 

NUEVOS LIDERAZGOS

¿Cómo ve la recomposición del sistema político?

«Los escándalos de corrupción afectarán a todos los sectores políticos institucionalizados. A la ex Concertación, hoy Nueva Mayoría, y también a la derecha, que ha quedado muy golpeada, particularmente la UDI. La revelación pública de las prácticas de financiamiento electoral y el estrecho vínculo de los políticos con el mundo empresarial les va a costar electoralmente.

Para superar sus crisis, los partidos de la Nueva Mayoría debieran recuperar sus vínculos sociales y territoriales a través de militantes que tengan lazos efectivos con las comunidades en las que están insertos para representar efectivamente sus intereses. Eso es lo que perdieron y es lo que deben recuperar para impulsar los cambios que la sociedad chilena está demandando.

Impedida de optar por un camino golpista y con las dificultades que tiene hoy para alinearse abiertamente con los empresarios, la estrategia más probable de la derecha será moderar sus posturas y apostar a liderazgos como el de Sebastián Piñera, que los acerca al centro político.

Los movimientos políticos que están fuera del sistema aparecen fragmentados y sin capacidad para agruparse en un referente político mayor, como ha sucedido en otras experiencias de América Latina, como el Frente Amplio uruguayo o el PT, en Brasil. Son agrupaciones políticas compuestas por expresiones diversas, que logran conformarse en una fuerza unificada. Si desarrollan una activa formación de cuadros, los liderazgos de este sector vendrán desde las universidades o de los sindicatos.

También existe un sector de los movimientos sociales que de manera deliberada busca no convertirse todavía en alternativa de poder político ni disputar la esfera tradicional del poder. Ellos optan por la estrategia de construir poder social desde abajo, fuera de los municipios, del Congreso o del gobierno. Esa vía es muy costosa y lenta para conseguir resultados en la actual realidad chilena».

 

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 833, 24 de julio, 2015

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