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Chile entre dos añosos expresidentes y uno que otro candidato populista

Fuentes: Rebelión

La investigadora de MORI y del Barómetro Latinoamericano tiene, casi siempre, juicios muy acertados: en sus encuestas se demuestra que el 80% de las personas que entregan boletas y facturas, estas son de índole ideológicamente falsas, pero las que emiten las personalidades públicas son más visibles. Creer que existe una élite podrida y una sociedad […]

La investigadora de MORI y del Barómetro Latinoamericano tiene, casi siempre, juicios muy acertados: en sus encuestas se demuestra que el 80% de las personas que entregan boletas y facturas, estas son de índole ideológicamente falsas, pero las que emiten las personalidades públicas son más visibles. Creer que existe una élite podrida y una sociedad civil inmaculada es propia de ingenuos e insensatos. Siempre se me viene a la cabeza la historia de Savonarola, este monje franciscano que, en nombre de la pureza cristiana, quemaba El Decamerón, y Las Venus, de Boticelli – este último artista, se convirtió en un fanático del monje y cambió sus excelentes pinturas clásicas por Vírgenes muy bien ataviadas, pero carentes de las gracias propias de la mujer desnuda -. Afortunadamente, el fanático religioso Savonarola terminó su vida bajo la hoguera, en la Plaza de Signoria, en Florencia.

Uno de los aspectos divertidos de la encuestas públicas es el que sostiene que todas las instituciones públicas y privadas están corrompidas, sin embargo, cuando se pregunta a los encuestados si conocen casos de corrupción con relación a los empleados públicos, la respuesta es que han visto muy pocos casos, lo que equivale a afirmar que Chile es un país muy «virtuoso», pues es imposible sobornar a un policía, por ejemplo, para no pagar un parte; incluso, se dio el caso de un incorruptible agente de la ley que tomó presó al «héroe» nacional del momento, el futbolista Arturo Vidal.

Es evidente que quien cohecha en grande es el que tiene poder y dinero (Penta, SOQUIMICH, Corpesca, y otras empresas), siendo los cohechados los políticos, entre ellos Pablo Longueira, el ex subsecretario Wagner, Jaime Orpis, entre otros, y no se toca nunca a los verdaderos dueños de las grandes empresas, como el famoso Julio Ponce Lerou, los Matte, los Luksic. El incorruptible Robespierre se reía a mandíbula suelta al leer en la Declaración de los derechos del Hombre «los hombres nacen libres e iguales» cuando en Francia por ejemplo, era el negocio más lucrativo; lo mismo ocurre lo consignado en todas las Constituciones del mundo sobre la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.

No quiero repetir que Chile está inmerso en un marasmo y que, de seguro, nos vamos hacia la fosa profunda, pues hay profetas del apocalipsis mucho más versados y calificados que mis escasos aportes: baste leer al profesor Ricardo Lagos Escobar y al gran empresario, uno de los dueños más prominentes de nuestro país, Andrónico Luksic, para estar bien informado sobre este interesante tema, que antes tratara con especial lucidez , uno de los principales filósofos de la historia, Osvaldo Spengler .

Una demostración de que «este país se cae a pedazos», siguiendo al banquero del reino, es que la ciudadanía, es decir, el 10% de militantes seguros de partidos políticos que van a acudir a las urnas en las próximas elecciones presidenciales, tengan que optar por uno de los dos ex Presidentes añosos, cuyos gobiernos fueron un desastre, con récores inigualables de corrupción, o uno u otro candidato populista que, de resultar ganador, sería la salvación para este país.

Lejos de ser un mal, el populismo se convierte en una salida positiva a las crisis de dominación oligárquica. Veamos algunos casos históricos: sin el populista Arturo Alessandri Palma, en 1920, la crisis del sistema político y del poder de la casta oligárquica no hubiera tenido salida, que no hubiera sido la matanza entre los ciudadanos. Ya, desde 1910, intelectuales de distintos colores políticos anunciaban la crisis, (me permite sugerir la lectura de Alejandro Venegas, Enrique Mac Iver, Nicolás Palacios, Luis Emilio Recabarren, Alberto Edwards…). Es cierto que la crisis se prolongó desde 1920 a 1932, largos doce años en los cuales se intercalan distintos golpes militares e, incluso, una república socialista, que duró doce días.

En Argentina, nadie puede negar que la salida a la crisis de dominación oligárquica no hubiera sido posible sin Juan Domingo Perón, Eva Duarte y el Partido Justicialista, pues no se puede entender la historia argentina, hasta hoy, sin Perón, Evita y los Descamisados – sería tan absurdo como tratar de entender a Francia sin «Los sans-culottes». Así, se multiplican los casos en cada uno de los países, sobre todo en América Latina.

Si nos trasladamos a España, es imposible entender el siglo XIX sin los borbones, tarados y degenerados – Fernando VII e Isabel II, sumado a los caudillos militares -.

En Chile, el mal mayor es que se han dado pocos caudillos: no tuvimos un Juan Manuel de Rosas Rosas, como en Argentina, sino que un tirano como Diego Portales quien, estúpidamente ha sido presentado como un hombre de las leyes, especialmente por el plagiario Francisco Antonio Encina. Si leemos a Domingo Faustino Sarmiento y a Juan Bautista Alberdi veremos la admiración hacia el Chile «ordenado», de Manuel Montt. Nuestros caudillos José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez, el primero desarrolló sus mejores cualidades políticas y guerreras en Argentina, y el genial Rodríguez – decía que «los gobiernos debieran durar en el poder un año, y que si él gobernara, se haría la revolución a sí mismo» -.

En el siglo XX tuvimos dos caudillos fracasados: Marmaduque Grove y Carlos Ibáñez del Campo y, como lo hemos anotado, Arturo Alessandri, en los años 20. Mi abuelo, Rafael Luis Gumucio, ironizaba sobre Grove diciendo que «un niño en una plaza le pide a su abuelo que le compre un barquito, mostrándole en el banco contiguo se encontraba un caballero viejo, a quien ya se le había pasado su cuarto de hora. Le dice a su nieto, «ahí se encuentra Marmaduque Grove, el que hacía revolución». Ibáñez, que prometió la escoba para barrer a los políticos corruptos, terminó doblegado por ellos, y Alessandri, por su parte, vendiéndose a la derecha política.

Por desgracia, no ha surgido un buen populista que nos pueda salvar, pues los que hay no tienen calado político, ni oratoria convincente, y serían incapaces de decir «mi querida chusma», como lo expresara con toda naturalidad don Arturo Alessandri Palma, o bien, «una escoba» para barrer radicales corruptos.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.