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Chile, una larga y angosta empresa de marketing

Fuentes: Rebelión

                                                                                                                                        «Disculpe el señor,                                                                                                                                            si le interrumpo                                                                                                                                    pero en el recibidor                                                                                                                             hay un par de pobres que                                                                                                            preguntan insistentemente por usted»                                                                                                                                   Joan Manuel Serrat Cada cierto tiempo, los chilenos tienen la costumbre de inventarse (imaginarse) una historia y buscar un señor o un «patrón» que corrija los males de […]

 

                                                                                                                                      «Disculpe el señor,

                                                                                                                                           si le interrumpo

                                                                                                                                   pero en el recibidor

                                                                                                                            hay un par de pobres que

                                                                                                           preguntan insistentemente por usted»

                                                                                                                                  Joan Manuel Serrat

Cada cierto tiempo, los chilenos tienen la costumbre de inventarse (imaginarse) una historia y buscar un señor o un «patrón» que corrija los males de una época.

Cuando los partidos de La Concertación y la izquierda del Juntos Podemos, deseen explicar el fracaso electoral del año 2010, podrán añadir entre muchas otras razones, el imaginario social. Que a mi juicio, jugó un papel determinante en la derrota del pacto de centro-izquierda.

Si el imaginario social de un país, es encapsulado bajo estructuradas campañas de marketing, destinadas a vender una imagen, un proyecto, un producto, en este caso la del empresario exitoso, que traspasa su experiencia, para hacer de Chile «una gran empresa».

Nos enfrentamos a una construcción simbólica, a un discurso que poco a poco se instaló en los hogares de los televidentes, hasta provocar un vuelco del electorado.

La operación comunicacional, era imposible sin la anuencia de los propios partidarios concertacionistas, las muertes prematuras de diversos medios de comunicación, el rechazo incomprensible del Estado chileno, para devolver la propiedad del diario Clarín, corroboran la tesis que no existió ningún interés por parte de las cúpulas gobernantes, por ampliar los espacios ciudadanos, por construir ciudadanía, usando la información como herramienta democratizadora.

Cedidos los kioscos, la televisión y las ondas de radio FM a los hijos de la dictadura, lograron el objetivo fundamental de re-instalar en La Moneda a un hombre de sus filas.

La intervención discursivo-cultural de la que somos fruto, identifica nuestros sueños y proyecciones, con la sociedad del consumo y la producción, bajo esa carga, entregamos la responsabilidad de resolver nuestros problemas a los expertos de la administración, ellos con sus conocimientos contables, financieros, computacionales y de imagen, se han convertido en una especie de sacerdotes o nuevos referentes de la confianza pública, a los que se les puede entregar los destinos de la salud, educación y todo tipo de servicios que la ciudadanía necesita.

Palabras como: gestión, eficiencia, emprendedores, punto de equilibrio, responsabilidad social empresarial, flexibilidad laboral, crecimiento, son parte de un vocabulario bastante reducido, al que recurren los clérigos del libre mercado, para explicarnos lo inexplicable.

Sin embargo, la fe prístina en la capacidad empresarial, se ha ido socavando, de hecho el traspaso de los administradores concertacionistas a los dueños del boliche (más que un gesto de cordialidad) puede ser entendido como una interpelación, un llamado al orden.

El desconcierto de los elegidos, la impaciencia de los electores

La crisis global todavía no termina, con mucha voluntad la economía nacional «resistió» dejando importantes daños sobre todo en los fondos de pensiones y sus afiliados.

El desastre natural del 27 de febrero, exhibió en toda su magnitud, la debilidad del modelo social existente, el colapso de los servicios públicos privatizados, expresado en la falta de agua potable, luz eléctrica, hasta hoy no resuelto, en importantes zonas de la séptima y octava regiones, son signos palpables de ausencia de responsabilidad social. El retraso en la ayuda estatal y privada, ha generado un ambiente de alteración social, de consecuencias insospechadas, .

Los edificios colapsados y los daños menores en otros, destaparon un tema económico y legal del que los sectores medios, están siendo víctimas. El desamparo económico porque no califican para los beneficios del Estado, la orfandad legal traducida en seguros que no cubren el total de la inversión comprometida, con inmobiliarias o constructoras inescrupulosas que construyen conjuntos de departamentos, sin normas básicas de seguridad y calidad a vista y paciencia de todos, los formatos contractuales elaborados por los bancos, hechos a la medida, para nunca asumir ninguna responsabilidad, se encuentran en tela de juicio.

En medio de la debacle, el nuevo gobierno luce a su equipo de gerentes que traídos del Olimpo, han aterrizado en la dura realidad de los empleados públicos para ser Ministros, con bochorno hemos descubierto que se equivocan, usando tecnologías sencillas, como una planilla Excel, en el caso del número y nombres de fallecidos por el terremoto reciente.

Caen en la desesperación y la histeria, como la actual intendenta de Concepción.

Es decir, son humanos, no muy diferentes a los que conocimos por largos veinte años, un poco más arrogantes, es cierto, tienen ese aire santurrón que se desmorona a la hora de defender los «logros» de la dictadura, olvidando pequeños detalles, como los asesinatos, torturas y persecución. Defienden a pie juntilla el plan laboral de José Piñera, aunque haya sido aprobado por una minoría autoritaria, dicen que es parte del pasado. Lo importante es mirar al futuro y reconstruir un Chile para todos, o sea a su justa medida, porque la oración de Laúdes, Maitines y Completas, no puede descuidar en ningún caso, los bienes terrenales, las enseñanzas de San Escriba y Marcial Maciel, sobre la misión especial de la que son parte, los obliga a cuidar sus inversiones, para la obra y gracia de Dios.

Los chilenos depositaron su confianza en un cambio, a poco andar, se van dando cuenta que los vicios de ayer, se repiten hoy con nuevos ingredientes, los grandes empresarios cuando venden, en general, omiten pagar impuestos, ocupando toda la ley a su favor, el ciudadano común en cambio, siempre paga.

La policía en el sur, saca de su colegio a una niña de quince años de origen Mapuche, mientras tomaba desayuno, para acusarla de actos terroristas, el presidente nombra a un accionista de Blanco Y Negro (Colo-Colo) en un cargo público ligado al deporte, el mandatario habla, interrumpe, se enfurece, viaja, exculpa a muertos y santos por conflictos de intereses, en buenas cuentas, los dichos de mi abuela por momentos crípticos, son un golpe de cordura anta la endiablada realidad «viviremos y veremos».