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Texto leído por Alejandro Lavquén en la recepción que la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y la Agrupación de Escritores y Artistas "Salvattori Coppola, brindo al cónsul general de Bolivia, señor José Enrique Pinelo, el día 08 de junio del 2006.

Chile y Bolivia, más allá de las diferencias

Fuentes: Rebelión

Chile y Bolivia, más allá de las diferencias que, generalmente, son motivo de páginas en la prensa o resaltadas por sectores interesados en mantener una especie de permanente odiosidad entre nuestros pueblos, tienen una historia de interrelación cultural que los acerca. La guerra del salitre de 1879 fue un episodio horroroso, impulsado por el imperialismo […]

Chile y Bolivia, más allá de las diferencias que, generalmente, son motivo de páginas en la prensa o resaltadas por sectores interesados en mantener una especie de permanente odiosidad entre nuestros pueblos, tienen una historia de interrelación cultural que los acerca. La guerra del salitre de 1879 fue un episodio horroroso, impulsado por el imperialismo inglés para apoderarse absolutamente de esta riqueza, usando al gobierno chileno de la época como su oportunidad, no fue una guerra impulsada por los pueblos hermanos de Chile y Bolivia.

 
Entre las cosas que nos acercan, están la poesía, la música y una relación territorial obvia. Además, tanto Chile como Bolivia, sufrieron durante décadas la represión de los sectores oligárquicos que se apoderaron del proyecto independentista para intentar amoldarlo a los modelos económicos y administrativos de las potencias capitalistas emergentes en Europa. Esta represión, que sufrían las clases sociales más pobres en cada país, también la sufrieron en conjunto, trabajadores chilenos y bolivianos durante la matanza de la Escuela Santa María de Iquique en 1907. En las salitreras trabajaban muchos asalariados extranjeros, entre ellos bolivianos. Cuando los obreros se atrincheraron en la escuela, el cónsul de Bolivia intentó que sus compatriotas salieran del local con la intención de protegerlos de lo que se veía venir, pero los obreros bolivianos, en un gesto de solidaridad y de compromiso con su clase, rechazaron la oferta y decidieron quedarse junto a los chilenos, muriendo muchos de ellos en el ataque de los militares, encabezados por Silva Renard. Quise mencionar este episodio, prácticamente desconocido, para la gran mayoría, como un homenaje al pueblo boliviano y una muestra de que no somos naciones enemigas, por el contrario, los enemigos son otros, la pobreza, la falta de educación, el analfabetismo y el robo de nuestras riquezas naturales por parte de las transnacionales manejadas desde Europa y los Estados Unidos.
 
También quisiera recordar que Bolivia tiene sus raíces en la civilización de Tiawanaco, donde no existía la propiedad privada de la tierra, y esto a pesar de que estaban organizados en estratos de campesinos, artesanos y el ayllu dirigente, compuesto por sacerdotes y guerreros. Y es esa relación de libertad con la tierra la que impregna el espíritu del pueblo boliviano. Pienso que si la tierra está para ser compartida, no existe ninguna razón para que el mar también sea compartido por todos y cada uno de los habitantes de la tierra. Eso, debería ser una ley universal.
 
En cuanto a los aspectos culturales que nos unen, quisiera destacar uno en especial: La música, que ha influido en movimientos fundamentales de nuestra historia musical, como lo fue la Nueva Canción Chilena, nacida en la década de los años sesenta. Muchos ritmos, sonidos e instrumentos fueron tomados de la música boliviana.
 
Respecto a la poesía, mencionaré unos versos del poeta de Cochabamba, Gonzalo Vásquez Méndez, fallecido en el año 2000, que considero que unen a nuestros pueblos en sus aspiraciones:
 

«Vamos entre paredes

de granito y de sueño,

el asfalto nos duele en los zapatos

y en la cara cae el aire

de un extraño silencio,

de un país tan lejano

que no alcanzamos nunca

 

Las rutas no terminan,

la noche se sucede al día

pero seguimos incansables,

pesando el corazón

a veces tanto,

que quisiéramos sacarlo

y repartirlo

entre todos los moribundos».

 
Ese país que no alcanzamos nunca, sólo será posible si seguimos incansables, como dice el poeta, y ese país es la unidad de América, en otras palabras, el sueño bolivariano, el encuentro fraternal de nuestros pueblos a través de la cultura y la educación. Y en eso, creo interpretar a los escritores chilenos, que hoy recibimos al nuevo cónsul de Bolivia en nuestra casa.
 

El autor es poeta chileno. Ha publicado, entre otro libros: Canto a una década (1981), Atardeceres y alboradas (1994), El hombre interior (1997), Respirando (1999), Sacros iconoclastas (2004), poesía. El libro de relatos La libertad de Pérez (1996) y el CD de poemas Valparaíso (2003). Es colaborador del quincenario Punto Final y entre los años 2000 y 2005 condujo en radio Nuevo Mundo el programa literario De Puño y Letra.