Hace tiempo leyendo un trabajo de Noam Chomsky (http://www.rebelion.org/seccion.php?id=20), nos llamó la atención sobre la pregunta que se hacia a sí mismo y que no se podía contestar: ¿Cómo siendo EE.UU. un país democrático el gobierno puede hacer las cosas que hace?, (tal vez las palabras empleadas no se correspondan exactamente con el fondo de […]
Hace tiempo leyendo un trabajo de Noam Chomsky (http://www.rebelion.org/seccion.php?id=20), nos llamó la atención sobre la pregunta que se hacia a sí mismo y que no se podía contestar: ¿Cómo siendo EE.UU. un país democrático el gobierno puede hacer las cosas que hace?, (tal vez las palabras empleadas no se correspondan exactamente con el fondo de la pregunta) lo cual nos produjo cierta duda sobre la calidad política de ese intelectual de tanto prestigio internacional, sobre todo entre la izquierda.
Pero es que al leer el artículo publicado en Rebelión aquella pregunta que se hacía es lógico que no se la puede responder cuando nos dice que hay que «distinguir dos sistemas de poder: el político y el económico». El poder político: el divino que está por encima del bien y del mal, y el poder económico: el material.
Marx no dividía al poder de la clase dominante que se ejerce a través del Estado capitalista, en político y económico, ni lo colgaba del cielo como hace Chomsky, consideraba que el Estado en tanto la sociedad se encuentra dividida en clases sociales antagónicas, históricamente, siempre ha respondido a las necesidades de la clase social en el poder. Ya sea el sistema de dominio esclavista, feudal o en la modernidad capitalista: republicano, monárquico o físicamente dictatorial. Todos esos estados con independencia de la forma que ejercen el poder son democracia para la clase dominante, pero de hecho es una dictadura para la clase sometida y explotada. No puede existir un poder político independiente, que no lo sea al servicio de clase que se beneficia económicamente, aunque el gobierno que lo administra se titule obrero o socialista, como actualmente tenemos en España. Separar en su análisis el concepto forma del concepto base material que encierra el fondo del problema, no deja de ser una interpretación idealista, quedarse en ver el efecto pero sin comprender el fondo material que da lugar al efecto en sí. Muchos «demócratas» y «marxistas» han caído en la dialéctica idealista, que de hecho impusieron desde hace milenios los precursores del esclavismo explotador con su Estado esclavista, entonces la minoría económica y aristocrática era la que tenía los derechos democráticos, era la clase política, los esclavos ni sociedad civil eran considerados. Ahora los modernos esclavos tienen la condición de sociedad civil, las cadenas que les atan no son de hierro, los materiales que usan son mucho más sofisticados gracias al desarrollo tecnológico y mediático que atan las mentes y provocan mediante la subyugación ideológica la alienación, son explotados «democráticamente». Por eso la moderna clase política de izquierdas, cae en el juego idealista de la democracia abstracta, no se preguntan ¿democracia para quien?, han sido integrados en el juego del sistema de dominio moderno, lo que les hace creer y decir estar viviendo en un estado de derecho democrático, porque la forma de dominio no es física dictatorial, como en la antigüedad, o cuando en la modernidad el poder económico adopta esa forma recurriendo al eslabón más represivo del estado, al ejercito, cuando el juego del formalismo democrático excepcionalmente amenaza los intereses de clase y entonces sí, todos los «demócratas» de diferente pelaje llaman dictadura a la intervención del ejercito, principal soporte del Estado. Muchos pretendidos marxistas, olvidaron o nunca entendieron por qué Lenin dijo que las principales características del Estado capitalista lo constituían la burocracia y el ejercito permanente.
Chomsky y desgraciadamente muchos «marxistas», consideran que el pueblo explotado en las llamadas sociedades capitalistas «democráticas» es libre, ya que la forma de dominio no es de represión física descarada, a la que formalmente denominan dictadura, sino son libres porque se les permite depositar su voto en la urna de cristal cada equis años para elegir el partido encargado de administrar en esa sociedad divida los intereses de la oligarquía capitalista, que no debemos olvidar en la actual fase de desarrollo capitalista es la que en el mundo nacional e internacional controla el poder.
Cuando dice, «un sistema de imperios privados» al referirse al poder económico, coincide con otro posmoderno que tanta confusión ha generado en sectores de la izquierda y que tanta audiencia le dan los publicistas del sistema. Podríamos decir que Chomsky es el ideólogo que sentó las bases que dieron lugar a las tesis de Negri, con su obra Imperio, donde los Estados son algo del pasado, reemplazados por su famoso «Imperio» que sustituye a los estados y que es el que domina el mundo. Y ya se sabe si las tesis de Marx, Engels y Lenin, sobre el Estado ya no son válidas, la «multitud» sustituye al proletariado como sujeto histórico protagonista del proceso revolucionario. Habrá que pedir a Diógenes que con su lámpara nos busque a esa multitud, cómo se organiza y donde se esconde el Imperio para poder darle el correspondiente cachiporrazo y conseguir el cambio de sistema económico.
Es curiosa la tremenda contradicción de su teoría de los poderes, la que se refleja en esta cita que reproducimos, sin que de ella saque ninguna enseñanza que le libere de su concepción idealista del poder: «El reciente estudio realizado por Richard Barnet acerca de las cuatrocientas personas que han decidido las políticas del sistema nacional de seguridad estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial demuestra que la mayor parte de ellas «procedían de despachos de altos ejecutivos o bufetes de abogados situados en quince edificios -que se hallaban a tan poca distancia los unos de los otros que esas personas hubieran podido llamarse a gritos- repartidos por Nueva York, Washington, Detroit, Chicago y Boston». Para a continuación desde su canto a la democracia en abstracto, decirnos: «En resumen, en el mejor de los casos el sistema democrático tiene un ámbito de actuación muy reducido en la democracia capitalista». «…hay que subrayar constantemente que el capitalismo y la democracia, en último extremo, son incompatibles».
Resulta curioso, por llamarlo de alguna forma, como de hecho nos da datos objetivos sobre el poder que la clase dominante ejerce sobre el gobierno «democrático», la parte más importante del llamado Estado de «derecho» para administrar sus intereses, así como los que la prensa «democrática» nos dice sobre las subvenciones que las grandes corporaciones monopolistas dan al partido republicano o al demócrata durante las campañas electorales en la confianza de que unos lo hagan mejor que otros, incluso como algunas corporaciones subvencionan a ambos partidos. Estos últimos desde la teoría de Chomsky habría que reconocer que son los más «demócráticos», ya que más que a los partidos, subvencionan la «democracia». Lo que debería explicarse es, qué posibilidad de juego político pueden jugar los explotados, sin pelas «democráticas». Tampoco dice nada, que en el país líder de la democracia el 50% de la población manifieste su repulsa a ese falso juego, de la única forma que le es permitida, absteniéndose.
Sr. Chomsky convénzase de una vez, la democracia no es un ente abstracto, o hay democracia proletaria o hay democracia burguesa, lo que no existe es una democracia por encima de explotados y explotadores. En el capitalismo la llamada sociedad civil delega su responsabilidad política en la llamada clase política, porque el sistema alienador ideológico del poder económico lo impone, es el que determina la forma de estado y de democracia para que como corderillos ante las urnas los explotados y los explotadores sustituyan a los políticos de turno cuando se queman en su falso quehacer político al no poder solucionar los problemas que históricamente padece la mayoría de la sociedad. El juego en la alternancia de gobierno, con su ahora el partido conservador y mañana el liberal, o viceversa cada cuatro años, a pesar de lo evidente y falso de esa alternancia, no saca de su ceguera a tantos ciegos visionarios creyentes de la democracia en abstracto, a lo sumo responsabilizan «democráticamente» al pueblo alienado de su error por votar a los partidos de derecha.
Por el contrario en el Estado alternativo al burgués, el poder proletario por ser sociologicamente la clase mayoritaria no necesita de funcionarios políticos bien pagados y corrompibles, que se encarguen de administrar el poder, el mismo se autoorganiza como clase dominante desde los centros de producción y servicios cuando mediante la revolución manda al basurero de la historia a la vieja maquinaria estatal burguesa con su falsa división de poderes.
Ese estado alternativo, en nada se asemeja al Estado «democrático» burgués. La democracia abstracta ya no lo es, tiene una base material en que asentarse, es la democracia de la mayoría sociológica, que tiene en sus manos los medios de producción, la base material que desde la propiedad privada del capitalismo dio lugar a las desigualdades y a la explotación del hombre por el hombre. La verdadera democracia participativa proletaria lo es porque su estructura organizativa parte de la propiedad colectiva de los medios de producción, porque puede realizarse permanentemente, porque legisla y ejecuta al mismo tiempo, permite que la actividad política se ejerza desde abajo, desde los lugares naturales donde el ser productivo liberado del trabajo enajenado capitalista, consciente del mundo en que vive puede opinar con conocimiento objetivo como mejor producir y repartir solidariamente. La Comuna que nos destacará Marx o el Soviet de Lenin no tienen nada que ver con la democracia capitalista, ni con la que se dio en el llamado Socialismo Real, aunque aquel inmenso territorio que fue el Vaticano de la fe socialista burocrática y del confusionismo marxista, se llamara soviético.
Desgraciadamente como decíamos anteriormente, la falta de conocimiento sobre algo de tanta complejidad como es la comprensión científica de la función histórica del Estado, nos lleva a la falsa realidad, y que la incomprensión de esa parte fundamental del marxismo haga que este no valga en los intentos que hacen las diversas organizaciones con sus particulares «praxis», ni nos permite comprender el por qué del mundo en que vivimos y disponer de la objetividad necesaria para poder cambiarlo.
Es de lamentar que personas del prestigio intelectual de Chomsky, sean los que de hecho se convierten en los mejores colaboradores del sistema dada su capacidad para exponer sus confusas elucubraciones que impiden la verdadera crítica del capitalismo. «Chomsky, efectivamente puede ser considerado un disidente, pero el caso es que es un disidente dentro del sistema». Dice Ilya Ioffe en su trabajo publicado en Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17945