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Chucho – Lo mejor de la religión

Fuentes: Ladinamo

«Primero me santigüé, luego me encomendé a todo santo que se puso a mi alcance y me subí a mi coche (…) creyendo en cosas que, si lo piensas, dan miedo.» –Los dedos cruzados Koniec es el extraño y bonito título del nuevo álbum de Chucho, y también la palabra que inevitablemente aparecía al término […]


«Primero me santigüé, luego me encomendé
a todo santo que se puso a mi alcance
y me subí a mi coche (…)
creyendo en cosas que,
si lo piensas, dan miedo.»

–Los dedos cruzados

Koniec es el extraño y bonito título del nuevo álbum de Chucho, y también la palabra que inevitablemente aparecía al término de cada episodio de los dibujos animados polacos que se emitían por televisión hace ya más de veinte años. Era un misterio por el que muchos niños se preguntaban y entre ellos imagino a un Fernandito Alfaro. En realidad, «koniec» significa sencillamente «fin». Pero no hay nada que temer, en la preciosa canción homónima Alfaro ya advierte «que esto no es el final,/ el juego seguirá/ de aquí a la eternidad». Hay otro vocablo o concepto que también se repite a lo largo del disco: néktar, escrito así, con k. Hace cosa de una año Fernando me confiaba que era uno de los nombres que barajaba para el nuevo disco de Chucho, y es lo primero que le recuerdo cuando comenzamos a hablar. «Sí, es una palabra que aparece en ‘Koniec’ y en ‘Te exprimiré hasta la tumba’. Por un lado hace referencia a la búsqueda de un sonido primigenio, a exprimir a la banda hasta el máximo. Era algo que me pedían estas canciones desde el principio, y de ahí que el disco no contenga arreglos ajenos a Chucho. Pero también tiene que ver con algo a lo que Boris Vian hace referencia en su novela La espuma de los días, a aquello que destila el tiempo. Y además «néktar», escrito de este modo, me sugiere algo químico, el alcohol u otro tipo de sustancias».
Koniec, lo tengo que decir ya, me parece un disco extraordinario que contiene alguna de las mejores canciones de un autor ya de por sí extraordinario, y en el que el sonido de la banda se impone por méritos propios. Canciones que nacen de una guerra interna de emociones encontradas en la que la necesidad de aferrarse al amor en un sentido amplio planta cara al determinismo trágico. Para Fernando lo importante no es la fe, sino los actos de fe. «Creo que tanto la música como los textos sólo funcionan si se es visceral. Pero yo siempre intento buscar algo positivo… incluso en los mayores desastres (se ríe tímidamente). Necesito creer en algo positivo y bueno. En fin, he traído al mundo a dos niñas. No creo en el destino, y ni siquiera sé si creo en el amor o en la existencia de un dios. Pero sí sé que necesito creer. Como cuando ves una película y te acabas metiendo en ella para creértela y convertirla en algo real. Como hacen los niños. Tal vez algo así me ocurre con el amor». Pero además, y con toda la razón del mundo, a Alfaro le apetece reivindicar para sí eso que Melville llamaba «este humorismo que nos sobreviene en medio de nuestra seriedad misma». «Me llama la atención que nunca se señale el sentido del humor que subyace en gran parte de mis canciones. Necesito dar una visión irónica, a veces incluso humorística, para afrontar lo inevitable que trae consigo el paso del tiempo, la muerte y la injusticia general de la vida. De otro modo creo que me volvería loco.» En efecto, Koniec contiene historias que nos ponen una sonrisa rara en la cara, ya sea con la justicia poética de «Esos vinos de reserva», con la broma amarga que el azar gasta en el final de «Pop de anuncio de móviles» o con la ternura infinita de «Y minera», todas ellas canciones que apuntan una dirección nueva en los textos de Alfaro. «Últimamente me encuentro haciendo canciones más cerradas, en las que se cuenta una historia. Pero también en las que no son narrativas intento ser más claro, buscar la nitidez sin que por ello dejen de estar abiertas a mil interpretaciones diferentes».
El EP La mente del monstruo, amén de servir de adelanto del álbum, es un disco por derecho propio que contiene temas tanto o más arrebatadores que cualquiera del disco «grande», con textos tan sobrecogedores como el de «Los dedos cruzados». Pero no deja de llamar la atención el ataque mordaz al capitalismo que destila el single, con esa referencia a los diarios de León Tolstói («Ladrón no es aquel que ha tomado algo que necesita, sino aquel que retiene, sin dar a los demás, lo que para él no es necesario y para los otros es indispensable»). «Me he encontrado a gente que no ha entendido lo de la cita del EP. Es algo que, volviendo a lo que decía antes, hay que tomar con mucho sentido del humor -empezando porque en la canción yo me pongo en la piel del ‘tiburón’- pero que a la vez es tremendamente serio. Nadie puede tachar a Tolstói de simplista y, sin embargo, aquí es muy claro. Y es que esa claridad es muy necesaria hoy en día, cuando se suele marear mucho la perdiz y se oyen discursos del tipo de ‘ya no existen derechas ni izquierdas’ que lo único que denotan es un neoliberalismo atroz, un fascismo encubierto. En cualquier caso, yo nunca he echado mano de un corpus ideológico para hacer canciones. Soy muy poco dogmático, por así decirlo, y probablemente no haya visto concretadas hasta ahora ciertas ideas que me han llevado a escribir ‘La mente del monstruo’. Aunque respeto el modo en que algunos grupos han integrado el discurso político en su música, a mí no me atrae la política sino los sentimientos fuertes. Pero es que estos sentimientos te sitúan en el mundo y de ellos se desprende una actitud política. ‘Gente abollada’, por ejemplo, es una canción en la que veo una lectura política. Y, sin embargo, es una cuestión de sentimientos.» Le pregunto a Fernando quién es el ladrón de «La mente del monstruo». Por suerte para mí, me ofrece una respuesta bien inteligente para tan estúpida pregunta. «Todos tenemos un poco de monstruos; yo me considero en parte así. Lamentablemente, no me he podido sustraer al sistema y, desde luego, no hay una postura ética desde la que yo esté juzgando a nadie en la canción».
La violencia contenida también juega un papel importante en Koniec, especialmente en el desgarro de «Qué condenadamente negra» o en «No me importa (carta bomba)», en la que Alfaro se muestra cruel sin caer en cinismos ombliguistas. «Porque la crueldad del personaje que narra, que es el que más sufre, se vuelve contra él, y en definitiva es una canción de amor.»
Tanto los personajes como los entornos que pueblan las canciones de Chucho son netamente urbanos (sin el romanticismo apolillado del rock así llamado), así que le pregunto a Fernando cuál cree que es el papel que su propia ciudad juega en su trabajo. «El clima en Albacete es muy extremo; mucho calor en verano y un frío terrible en invierno. Además, aquí no hay montañas, te encuentras a la intemperie, a merced de las tormentas y de las heladas. Eso termina notándose en el carácter de la gente y supongo que en las canciones también». Y, ciertamente, así son sus canciones: extremas.

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