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Cuando la nueva rebeldía es pop: Lali Espósito, Taylor Swift y Anitta, iconos de la resistencia ante el avance de la ultraderecha

Fuentes: El diario [Taylor Swift, el 16 de febrero pasado en Melbourne. EFE/EPA/Joel Carrett]

Jair Bolsonaro, Javier Milei y Donald Trump se ensañan contra el feminismo y las jóvenes estrellas pop, convertidas en íconos de la resistencia al neofascismo

¿Qué tienen en común Jair Bolsonaro, Javier Milei y Donald Trump? Son de ultraderecha. Atacan al feminismo. Y los tres se ensañan contra jóvenes estrellas pop. Las cantantes que bailan sexy, generan millones de fans y hablan de amor no parecen tener la estrella de Ernesto Che Guevara o el compromiso pacifista de John Lennon. Pero son el nuevo ícono de la resistencia al neofascismo.

La norteamericana Taylor Swift, la argentina Lali Espósito y la brasileña Anitta saben bajar las rodillas, construir letras pegadizas como chicles y brillar en todas las texturas. Pero, además, son uno de los blancos favoritos de los que buscan reimplantar la supremacía masculina en el siglo XXI.

La batalla más emblemática fue la de Taylor Swift contra Donald Trump. Después llegó la del expresidente de Brasil Jair Bolsonaro contra Anitta. Y el último round es el del presidente argentino, Javier Milei, contra la cantante y actriz Lali Espósito. 

El 13 de agosto de 2023, la noche en la que se conoció el resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), en Argentina, Lali Espósito tuiteó dos frases: “Qué peligroso. Qué triste”. ¿La razón? Un 29,86% de los votos había sido para Javier Milei, quien, el 20 de noviembre, fue electo presidente. 

El 10 de febrero, en un show en el Festival Cosquín Rock, en la provincia de Córdoba, Lali Espósito criticó a los “antipatria”. Milei redobló sus agresiones. “Ella empezó”, dijo cuando le preguntaron por su ensañamiento y la caricaturizó como “Lali depósito”, en una crítica por sumar a sus shows privados actuaciones para gobiernos locales. 

“Si te gusta el durazno, bancate la pelusa”, la increpó. Y desafió en masculino: “Si te querés hacer el guapo, bancate que te responda”. El 16 de febrero, el jefe de Estado publicó un tuit con el título “Desarmando el Gramsci Kultural” (en alusión al filósofo italiano Antonio Gramsci) en el que argumentó: “Gramsci señalaba que para implantar el socialismo era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación”.

‘Influencer’ gramsciana

Lali Espósito, acusada de ser la influencer gramsciana, hizo arrodillar a Pablo Motos, en El Hormiguero, en septiembre de 2022, cuando le enseñó a preparar un Fernet, un trago argentino, en un vaso viajero, una botella cortada que se usa como vaso económico y popular. Gramsci no se imaginó hasta dónde podía llegar su teoría. 

Lali protagonizó la serie española de Netflix Sky Rojo, junto a Miguel Ángel Silvestre, con el que suele subir vídeos perreando, y El fin del amor, de Prime Video. La cantante entonó el himno argentino el 18 de diciembre de 2022, antes del triunfo de la Selección de Leo Messi, en el Mundial de Qatar. Es casi un símbolo argentino. 

Pero la ultraderecha no repara en símbolos nacionales. Se los apropia o los repudia. En Brasil está abierto un proceso contra el expresidente Jair Bolsonaro por cuestionar las elecciones que dieron como ganador al actual mandatario Ignacio “Lula” Da Silva. Uno de los golpes más certeros contra Bolsonaro lo dio la cantante Anitta cuando le espetó, el 18 de abril de 2022: “Búscate algo para hacer”.

Anitta se presentó en el festival Coachella con los colores de su país (amarillo, azul y verde) y con una favela (barrios pobres) como fondo de escenografía. El bolsonarismo usa el verde y amarillo como símbolo partidario. “La bandera de Brasil y sus colores pertenecen a los brasileños. Nadie puede apropiarse del significado de los colores de la bandera de nuestro país”, definió en Twitter. Bolsonaro respondió: “Concuerdo con Anitta”. Y ella no aceptó que se cuelguen de su tela y lo bloqueó. 

El 25 de febrero, en la ciudad de San Pablo, Bolsonaro lloró en una marcha, en su apoyo, con la escenografía de las banderas brasileñas. El 8 de febrero, en la operación policial Tempus Veritatis, a Bolsonaro le retuvieron el pasaporte, en el marco de una investigación sobre el intento de golpe de Estado. 

Anitta, en Madrid, protagonizó una coreografía improvisada con Isabel Díaz Ayuso, el 4 de noviembre de 2022, en Los 40 Music Awards. La presidenta de la Comunidad de Madrid respondió levantando las manos, sin mucho ritmo, pero con reflejos, más políticos que danzarines. Anitta, después, confesó que no la conocía y se rio del intercambio. “No entendí quién era. Pensé que era la presidenta de una comunidad en Facebook de Madrid”.

Letras y tramas geopolíticas

Las letras musicales se unen a las tramas geopolíticas. Trump y Milei están cada vez más cerca. No es una canción de amor. Pero casi. “Escuchó a su corazón y no a su cerebro”, describió el diario El MundoLa frase podría aludir al estereotipo clásico sobre las mujeres (ser más emocionales que racionales), pero el medio definió así la reacción de Javier Milei cuando se abalanzó contra Donald Trump, en las bambalinas de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), celebrada en Washington el fin de semana.

En la parte trasera del escenario, de manera improvisada (y a oscuras), Milei se tiró a los gritos contra un sorprendido Trump que retrocedió su cuerpo como intentando volver a la distancia social de la pandemia y esquivar la efusividad latina. “Señor presidente”, le gritó, sonrojado, Milei a Trump, que está en la carrera presidencial, pero no es –actualmente– presidente. De fondo, sonaba Ymca, de Village People, gran himno gay de la historia.

En un triángulo diplomático, un día antes, el 23 de febrero, Milei había recibido en el balcón de la Casa Rosada, en Buenos Aires, a Antony Blinken, secretario de Estado de Joe Biden. Sin embargo, Milei reconoció el engranaje republicano en su campaña: “Le agradezco su trabajo por mí”. 

El nivel de fanatismo de un presidente argentino con un político norteamericano solo es equivalente al que se dio durante la época del expresidente Carlos Menem. En 1991, el excanciller Guido Di Tella (ya fallecido) dijo que Argentina tenía “relaciones carnales” (en ese momento el Código Penal argentino se refería como “acceso carnal” a la violación) con Estados Unidos. 

La definición fue pronunciada ante autoridades del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en Washington. La frase completa fue peor. “No queremos tener relaciones platónicas, queremos tener relaciones carnales y abyectas”. Parece una declaración amorosa (o de “Disciplina”, como canta Lali Espósito), pero fue diplomática.

Milei imita el modelo táctico republicano. Y Donald Trump podría temer más a Taylor Swift que a Joe Biden. Las elecciones presidenciales norteamericanas serán el 5 de noviembre de 2024. Y Taylor se convirtió en una de las mayores amenazas para el actual candidato. 

¿Solo una chica cantando canciones de amor? ¿Una rubia bonita? ¿Una estrella para adolescentes? Nada de eso. Si ninguna mujer pudo llegar, todavía, a la presidencia de Estados Unidos, una mujer sí puede frenar (o al menos hacer contrapeso) a la carrera presidencial de Trump.  

Misoginia

El periodista Guillermo Fesser afirmó, en La Sexta, que “toda la maquinaria de Make America Great Again (Hacer que América Vuelva a ser Grande, MAGA) está en contra de Taylor Swift”, ya que es considerada “la patriota más valorada”. En el discurso, en la cumbre republicana, Trump regaló a Milei: “Make Argentina Great Again”. Otra mega coincidencia.

En la unificación de la idea de MAGA se muestra el ideario de la política misógina: la promesa de crecimiento, la nostalgia por la vieja gloria patria, el foco contra las demandas sexuales de las mujeres (Milei criticó en la cumbre la agenda del “aborto sangriento”) y la agresión contra artistas femeninas que objetan la ambición de reinstalar un imperio masculino.

“El desmantelamiento calculado del servicio postal de Estados Unidos por parte de Trump demuestra una cosa claramente: él es muy consciente de que no lo queremos como nuestro presidente. El liderazgo ineficaz de Donald Trump empeoró gravemente la crisis en la que nos encontramos y ahora está aprovechándose de ella para subvertir y destruir nuestro derecho a votar”, escribió Taylor instando a sacar a Trump de la Casa Blanca, en las últimas elecciones. 

Por eso, ahora, los conservadores llegan a sugerir que el novio de Taylor –el jugador de fútbol americano Travis Kelce– no es su novio, sino que la pareja es una maniobra demócrata. Vivek Ramaswamy, empresario y activista “antiwoke” (supuestamente contra la corrección política), escribió que eran “una pareja artificialmente apoyada culturalmente”.

Kelce acompañó a su novia a sus conciertos en el estadio de River, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, del 9 al 12 de noviembre de 2023 y contó cómo se quedó alucinado con los cantos de fútbol que le hicieron sus fans a la cantante. Allí se los vio cenando juntos en un día de lluvia en el que, por el temporal, tuvieron que suspender una función. 

En ese momento, las swifties (el fandom de la artista) también se convirtieron en un emblema de la resistencia a la ultraderecha. Por supuesto, es mucho pedir que con cantos y pulseritas se pueda frenar a una fuerza global. Pero los hilos se tejieron.

Y está claro que las chicas pop son el nuevo enemigo de la “batalla cultural” en la que Javier Milei cita a Gramci para disputar con lo que considera el neomarxismo –el feminismo, el ambientalismo y movimientos sociales– y las letras de sexo, purpurina y pop. La guerra fría ahora es hot

A pesar de que el pop parecía ingenuo, pasota y simplemente sexy, hoy la política usa o recarga su beligerancia contra las artistas que llegan al corazón. Taylor tiene 34 años. Lali Espósito, 32. Y Anitta, 30. Parecen pequeñas. Pero el poder les teme y las ataca. ¡Plop!

Luciana Peker. @lucianapeker

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/nueva-rebeldia-pop-lali-esposito-taylor-swift-anitta-iconos-resistencia-avance-ultraderecha_129_10969969.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.