La pandemia encontró a las trabajadoras cubanas con los adelantos que obtuvieron al participar en la movilidad social ascendente que benefició a toda la población, sobre todo a los sectores en mayor desventaja y discriminados, entre quienes ellas estuvieron.
Pero continuaron padeciendo los contratiempos acumulados desde que se incorporaron a sus empleos, especialmente los que surgieron en los últimos 30 años, después de la crisis de los noventa.
Estas luces y sombras del empleo femenino mostraron que las asalariadas representaron 38 por ciento de todos los ocupados en el país. Constituyeron las dos terceras partes de todos los profesionales y técnicos. Sus niveles educacionales superaron los de los hombres trabajadores. Mostraron capacidades como decisoras en sus ocupaciones y en sus hogares. A pesar de estas cualidades, sólo ocuparon la tercera parte de los puestos de dirección en el empleo. Todas estas cubanas, profesionales o no, continuaron sufriendo la segunda jornada.
Navegando por la Covid-19, las resilientes trabajadoras cubanas contribuyeron a mantener abiertos los comercios, los bancos, las finanzas, las industrias, la telefonía, los medios de comunicación, la educación, la administración pública, el sistema jurídico, la salud y los centros de investigación.
En la salud pública, las féminas representaron el 71 por ciento de los profesionales y técnicos. Sobrepasaron el 60 por ciento de los médicos, de los profesionales en los laboratorios, en la bioestadística y la epidemiología. Representaron 90 por ciento de los enfermeros. Por tanto, fueron imprescindibles para cumplir los protocolos de salud que controlaron la pandemia.
Las mujeres fueron la mayoría de los científicos en los centros de investigación que tributaron a la salud. Ellas dirigieron los equipos de microbiología que descubrieron la presencia del virus y sus variantes en Cuba. Lideraron los grupos que, antes de la pandemia, produjeron medicamentos que se aplicaron a los contagiados con el virus. Estuvieron entre quienes crearon los cinco candidatos vacunales contra la Covid-19, tres de los cuales se certificaron como vacunas y se administraron a la población a partir de los dos años.
Estas muestras de empoderamiento de la fuerza laboral femenina no niegan que, como todas las cubanas, las profesionales y técnicas están exhaustas, porque la pandemia multiplicó las adversidades que por décadas sufrieron en sus empleos y en sus hogares.
Las trabajadoras, especialmente las profesionales y técnicas, vieron rotas sus esperanzas de mejorar sus condiciones de vida con los aumentos salariales implementados en enero de 2021, porque los cálculos erróneos para incrementar los salarios y las pensiones, coincidieron con una inflación incontrolada y mal estimada. Este contratiempo no solucionará ni en corto ni en mediano plazos la pirámide invertida existente desde 1991. Tampoco detendrá que las mujeres profesionales emigren a los sectores privados o al exterior.
La segunda jornada, largamente presente por problemas de vivienda, insuficiente equipamiento electrodoméstico y la permanente cultura machista, aumentó por el encarecimiento y la carencia de alimentos, productos de aseo y medicinas, más atender a preescolares y escolares durante el confinamiento, así como cuidar a sus ancianos dondequiera que vivan. La tradicional morbilidad femenina, más elevada que la de los hombres, posiblemente se agravó, no sólo por la Covid-19, sino porque disminuyó el acceso a los servicios médicos no vinculados a la pandemia. Padecieron tensiones que se manifestaron en conflictos familiares, violencia doméstica, así como traumas psicológicos de angustia, insomnio y depresiones.
Muchas asalariadas sobrellevaron también que las adolescentes a su cargo se embarazaran, complicando el futuro de las jóvenes madres, de su prole y de las propias trabajadoras convertidas en abuelas. Entre las causas de este fenómeno estuvieron la ineficiente educación sexual que se impartió en las escuelas, contrapuesta al cada vez más convincente proselitismo cristiano contra abortos y contraceptivos. Estos embarazos representaron alrededor de la quinta parte de los embarazos en el país, que mantuvo una natalidad bajísima, que reforzó el envejecimiento y provocó el decrecimiento poblacional.
Las carencias perennes impiden realizar proyectos de vida independientes en el país, por lo que muchos jóvenes emigran porque no quieren revivir los infortunios de sus madres asalariadas.
Durante los últimos 63 años, las ciencias sociales cubanas estudiaron los porqués de estos avances traumáticos de las mujeres trabajadoras y cómo solucionarlos, adecuándose a las condiciones históricas y sociales concretas de cada momento. Sin embargo, sólo en contadas ocasiones los decisores desde la cúpula nacional hasta los centros de trabajo las tuvieron en cuenta a la hora de convertir sus resultados en acciones para desenredar las trabas que describieron.
La buena nueva consiste en que, ante el imperativo de enfrentar la Covid-19 con recursos propios para salvar a la Nación, la máxima dirección política del país concibió e implantó un modelo emergente para perfeccionar con inmediatez el sistema nacional de salud y fortalecer la industria médico-farmacéutica basada en la biotecnología. Este modelo, que combinó la ciencia, la conciencia y la política, estremeció los modos burocráticos de actuación a todos los niveles y promovió la soberanía tecnológica. La comunidad científica y tecnológica cubana creó las vacunas y los protocolos sanitarios que permitieron que hoy el 88 por ciento de la población de dos años y más esté vacunado. Aunque los profesionales claves fueron los directamente vinculados a la biotecnología médica y la salud pública, los científicos de todas las disciplinas del país aportaron sus saberes.
Con este aprendizaje, se creó en 2021 el Consejo Nacional de Innovación, que es el órgano consultivo que asiste al presidente de la República para recomendar las decisiones que impulsen la innovación en el ejercicio del Estado, el Gobierno, la economía y la sociedad de forma coordinada e integrada, que contribuyan a desarrollar económica y socialmente al país.[1]
Las ciencias sociales participan en los grupos de trabajo que se están creando para reformar las políticas sociales, de manera que solucionen con realismo los problemas que afectan a la población. En Cuba existe un potencial de investigaciones de las ciencias sociales que desentrañaron estos conflictos y ofrecieron soluciones. Entre las problemáticas más acuciantes están las del empleo femenino. La socióloga y profesora cubana, Dra. Dayma Hechevarría León, resumió en «Desigualdades de género e interseccionalidad. Análisis del contexto cubano 2008–2018» los contenidos de 87 investigaciones realizadas en el país acerca de los conflictos de género en Cuba en varios planos, especialmente en el empleo femenino.[2] Evidenció los obstáculos que impidieron que las trabajadoras continuaran avanzando en el decenio inmediato anterior a la pandemia. Esta actualización de los desvaríos de las trabajadoras, que aumentaron al infinito en los últimos dos años, convirtió la obra en una consulta obligada para los nuevos grupos de trabajo que se creen al calor del Consejo Nacional de Innovación.
De las múltiples desigualdades de género que Hechevarría León desentrañó, escogí las vinculadas a las tareas domésticas no remuneradas, que atormentan diariamente a las trabajadoras cubanas.
Hechevarría reconoció que estas actividades continúan poco visibilizadas y las realizan principalmente las mujeres. La Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (2018) realizada por el Centro de estudios sobre la mujer (CEM) y el Centro de estudios de población y desarrollo (CEPDE) mostró que, en el grupo de personas asalariadas, las mujeres dedicaron 49,03 horas promedio a la semana al trabajo remunerado y 31,23 al trabajo no remunerado, mientras que los hombres en igual condición, dedicaron 50,20 horas promedio al trabajo remunerado y 22,01 al no remunerado.[3]
Manifestó que las estadísticas públicas periódicas, por lo general no valoran el uso del tiempo como un recurso, aunque esta debió ser una variable vital para mejorar la calidad de vida de las féminas en su desempeño laboral.
La crudeza de las tareas domésticas de las asalariadas cubanas sólo se comprende, continuó Hechevarría, cuando ellas son jefas de hogar, si tienen a su cargo infantes, adolescentes, familiares ancianos, a quienes deben atender dondequiera que vivan y personas discapacitadas. Insistió que pocas veces observó estadísticas y análisis que abordaron estas complejidades.
Las elevadas tasas de fecundidad adolescente constituyen una de las problemáticas más importantes en la actualidad. Manifestó sus esperanzas en el «Programa de educación integral en sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el sistema nacional de educación». Esta Resolución de la ministra de Educación deberá impartirse del primero al grado doce, pero, pero aún no se ha implementado por falta de textos y por la necesidad de entrenar al personal docente.[4]
Hechevarría concluyó con las «Propuestas de políticas según estudios». Aunque reconoció que la mayoría son muy generales, contribuyeron a pensar cómo reformar las políticas sociales que no eliminaron las trabas que mantienen desigualdades de género en el empleo femenino.
El imperativo de eliminar estas brechas acumuladas desde 1991 por insuficiencias en la economía, la política, las políticas sociales y los temas ideológicos-culturales, impulsó a la dirección del país a decretar siete regulaciones legales entre fines de 2020 y en 2021. Todas visibilizan los obstáculos que actualmente detienen los avances que hoy disfrutan las cubanas para solucionarlos con rapidez. Menciono sus títulos y, en las referencias, reproduzco sus denominaciones y vínculos en internet.
La primera elevó los ingresos de los salarios, pensiones y prestaciones de asistencia social, pero no logró su propósito de mejorar la calidad de vida de la población por sus cálculos erróneos y la inflación que se desató. El «Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer» identificó áreas donde se mantienen las brechas de género y propuso líneas generales para subsanarlas. El Decreto Ley «De la Maternidad de la Trabajadora y la Responsabilidad de las Familias» actualizó el vigente, sometido a transformaciones desde su primera versión en1975. La «Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar» regula cómo enfrentar un tema poco comprendido. La versión 24 del «Anteproyecto del Código de las Familias», lo discutirá la población entre febrero y abril del 2022. El «Programa de educación integral en sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el sistema nacional de educación», perfecciona similares intentos anteriores que no fructificaron. Por último, la Ley №141 del «Código de procesos» uniforma las vías legales para solucionar los asuntos civiles, familiares, mercantiles, de trabajo y de seguridad social contenidos en los documentos referidos en este párrafo.[5]
Todas estas regulaciones concretan los artículos de la Constitución de la República de 2019 sobre la mujer y las relaciones de género. Aunque están interconectadas, tienen que pasar la prueba de fuego que significa que funcionen en la cotidianidad de las personas. Las pueden frenar las trabas burocráticas que los funcionarios públicos les impongan. También atenta contra estas transformaciones la cultura patriarcal que anida en cubanos y cubanas. Pero el obstáculo básico reside en los insuficientes recursos económicos y financieros del país, provocados durante 63 años por el bloqueo de Estados Unidos.
OXFAM detalló cómo opera en la cotidianidad en el informe «Derecho a vivir sin bloqueo. Impactos de las sanciones de Estados Unidos en la población cubana y en la vida de las mujeres».[6]
Los siete documentos apuntan a mejorar las condiciones de la segunda jornada, pero, mientras no se identifiquen localmente los obstáculos y se controlen, serán letra vacía. Entre estos enfatizo, además de la nula capacidad de compra de los ingresos en el hogar, las múltiples diferencias en las carencias de vivienda y de los equipamientos electrodomésticos; la falta de políticas públicas específicas para atender a los ancianos y discapacitados en los hogares, complementada con el derecho a asistir a instituciones para la tercera edad; el cierre durante los últimos 30 años de varios círculos infantiles; las deficiencias del MINED que obligan a que las familias paguen repasadores; los insuficientes servicios comunitarios para mantener una calidad de vida decorosa (desde los consultorios, las bodegas, las farmacias hasta la perenne falta de gestión de los delegados del Poder Popular).
Hoy las ciencias, la conciencia y el gobierno tienen que funcionar colegiadamente y con premura para deshacer los nudos viejos y nuevos que traban la igualdad y la equidad de las cubanas. El capital humano altamente calificado existe y está interesado en contribuir a este propósito.
Notas
[1] Decreto Presidencial №262/2021 Reglamento del Consejo Nacional de Innovación. https://www.presidencia.gob.cu/es/presidencia/consejo-nacional-de-innovación/
[2] Echevarría León, Dayma. «Desigualdades de género e interseccionalidad. Análisis del contexto cubano 2008–2018», de la colección Tensión y complicidad entre desigualdades y políticas sociales. Análisis interseccional del contexto cubano 2008–2018. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Programa-Cuba), 2020. Publicaciones Acuario, Centro Félix Varela, 2020.http://biblioteca.clacso.edu.ar/Cuba/flacso-cu/20201103110729/3-Desigualdades-genero.pdf
[3] CEM-CEPDE. (2018). Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género. Informe de Resultados. Editorial de la Mujer. Tomado de página 20 de Hechevarría León, Op. cit.
[4] Resolución №16 de la Ministra de Educación. Programa de educación integral en sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el sistema nacional de educación. https://docplayer.es/210002260-Resolucion-no-16-2021.html
[5] Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres) (PAM) https://www.tsp.gob.cu/sites/default/files/documentos/goc-2021-ex14.pdf; Decreto-ley «De la Maternidad de la Trabajadora y la Responsabilidad de las Familias», que actualiza el vigente. https://www.gacetaoficial.gob.cu/sites/default/files/goc-2021-o145.pdf; Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar. http://media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2021/12/estrategia-integral-violencia.pdf; Anteproyecto del Código de las Familias, versión 24. https://www.gacetaoficial.gob.cu/sites/default/files/goc-2022-ex4.pdf; Programa de educación integral en sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el sistema nacional de educación. https://docplayer.es/210002260-Resolucion-no-16-2021.html; Gaceta Oficial №69 Extraordinaria de 10 de diciembre de 2020. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Contienen las Resoluciones extraordinarias sobre la transformación en la distribución de los ingresos de la población en lo referido a los salarios, pensiones y prestaciones de la asistencia social. http://media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2020/12/goc-2020-ex69.pdf; Ley №141/2021 «Código de Procesos» (GOC-20211071–0138). https://www.tsp.gob.cu/sites/default/files/documentos/C%C3%B3digo%20de%20Procesos.pdf.
La versión original de este trabajo se publicó, el pasado 8 de marzo, en la revista digital Lectambulos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.