La cuestión del paso a la etapa de trasmisión epidémica autóctona limitada –no local, como a veces se dice− no es algo formal sino real, tanto en medidas concretas como en el imaginario social. Demuestra que Cuba, aunque apenas entrando en la fase de epidemia, no puede librarse de ella. Se acabó la quimera de que el sars-cov-2 no afectaría al homo cubensis. No obstante, se percibe aun esa actitud en periodistas y dirigentes que se jactan de que su territorio sigue libre del mal, sin haber aplicado ni pruebas rápidas a sus pobladores y a sabiendas de que la OMS considera que el 50% de los contagiados son asintomáticos.
Reitero que la covid-19 es una enfermedad viral contagiosa que muchos podremos contraer alguna vez. Al no existir vacunas aún, solo la inmunidad comunitaria −o poblacional− la superará definitivamente. Los tratamientos de cuidados intensivos y los fármacos que ayudan al sistema inmunológico –como el interferón cubano- son muy caros y deficitarios. Por eso, la victoria no es impedir que la enfermedad entre, sino que su brusca expansión provoque avenidas masivas de casos graves y críticos que hagan colapsar el sistema hospitalario con su carga de muertes innecesarias.
A partir de la experiencia internacional, la OMS ha puntualizado que la política de aislar los casos infectados para romper las cadenas de contagio no impide la expansión, solo la limita, posterga y aplana la curva ascendente de infestación. No es posible creer, de manera soberbia, que no habría picos en Cuba y que seguiríamos con una tendencia cuasi lineal.
Todo gráfico de curvas tiene topes, o picos, lo importante es que no sean muy altos ni muy bruscos.
La presencia de los científicos en la Mesa Redonda del miércoles 7 vino a responder la pregunta reiterada sobre cuándo se prevé el pico en Cuba y a qué nivel. Con la mesura requerida ante procesos tan dinámicos y multifactoriales, a partir de un modelo matemático con variables precisas y objetivas, se adelantó una fecha probable: primera quincena de mayo, y tres posibles cotas: crítica, media y favorable. Todas dependientes de la efectividad de las medidas estatales y la responsabilidad ciudadana.
De ahí que la estrategia cubana para el enfrentamiento a la covid-19, insista en el uso del nasobuco, desinfectantes probados (jabón, alcohol, cloro), las alertas tempranas y la imposición de la mayor cuarentena posible. Por eso, en medio de este combate de la ciencia por la vida, me deja estupefacto el anuncio de la distribución generalizada de un producto homeopático de dudosa efectividad, el Prevengo-vir. Su título efectista, sin respaldo científico alguno, tiene evidentes intenciones ilusorio-compensatorias puramente comerciales.
Hasta que no aparezca la inmunidad comunitaria habrá que apelar al estoicismo y la resiliencia. Las medidas adoptadas para la expansión del trabajo a distancia, el aprendizaje en línea, el distanciamiento social y la distribución normada y controlada de productos deberán incrementarse gradualmente y formarán parte de nuestras vidas por varios meses.
Las pertinentes decisiones anunciadas por los ministros del transporte y el comercio interior en la MR del jueves 9 estuvieron en correspondencia con el necesario reforzamiento de las anteriores. Por eso, aunque molestas para algunos, gozaron de amplia aceptación popular al estimular la permanencia en la casa y el barrio y acercar la comida a las tradicionalmente exiguas despensas de los hogares cubanos.
Hay consenso popular de que la mayor presencia policial y militar en las calles es una necesidad.
El cuidado de los bienes y el control de las indisciplinas son fundamentales en esta coyuntura excepcional. Pero, en un estado de derecho, la constitución y las leyes están por encima de todo y solo la declaración de un Estado de Emergencia por epidemia –incluido en la reciente ley suprema del 2019− puede justificar cualquier tipo de acciones que conlleven la violación de derechos individuales plasmados en el magno texto.
Cuba está mejor preparada que la mayor parte del mundo para vencer la pandemia por su sistema de salud, defensa civil organizada, experiencia en el enfrentamiento a enfermedades contagiosas y otras catástrofes naturales, y control centralizado sobre los recursos y reservas. Mientras más rápido se activen nuestras mentalidades para enfrentarla a nivel del país, la comunidad y la casa mejores resultados podrán esperarse.
No será metiendo la cabeza en la arena, creyéndonos inmunes, o contemplando lo mal que les va a otros, que la podremos sortear. La población tiene que saber que hasta ahora estábamos en los umbrales del problema y podíamos mirar a unos pocos contagiados con estupor y pena. Pero lo cierto es que todos tendremos que luchar contra un enemigo que ya está aquí y vino con la intención de quedarse dentro de nosotros. Solo entre todos podremos vencerlo más rápido y mantenerlo bajo control.
Fuente: https://jovencuba.com/2020/04/11/ciencia-responsabilidad/