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Una interrogante de poder en la izquierda libertaria

Clases, alianzas y ruptura democrática

Fuentes: Rebelión

Todo Proyecto Político que apueste a constituirse como una alternativa histórica para el conjunto de la población, llegado a un punto de su desarrollo práctico requiere dar un salto en su capacidad de análisis y de acción. Requiere complejizar sus herramientas de análisis, sus instrumentos organizacionales, sus métodos de acción y sus capacidades contraculturales. En […]

Todo Proyecto Político que apueste a constituirse como una alternativa histórica para el conjunto de la población, llegado a un punto de su desarrollo práctico requiere dar un salto en su capacidad de análisis y de acción. Requiere complejizar sus herramientas de análisis, sus instrumentos organizacionales, sus métodos de acción y sus capacidades contraculturales. En suma: requiere fortalecer su perspectiva estratégica, su horizonte programático, definir una línea política de acción coherente a la «formación económico social» en la que opera y debe establecer un repertorio táctico que permita vehiculizar los objetivos de periodo de la lucha de clases en la que se interviene. En este punto de inflexión histórica se encuentra la izquierda libertaria. En un momento de definición de si será capaz de constituirse como un polo de conducción política que permita referenciar las luchas de los sectores populares en perspectiva de mayorías o se condenará al marginalismo político propio de nuestra izquierda criolla. De si contribuirá en dar unidad política a la experiencia de lucha de los sectores populares de las últimas décadas y que permita la generación de condiciones para el decante de un Bloque Histórico Socialista o quedará relegada a los archivos historiográficos como una más de las experiencias políticas fallidas que se han llevado adelante en Chile.

Concepción general de poder

Una perspectiva orgánica de poder se basa en la premisa de que la acción política extrae sus marcos referenciales en las características estructurales de una formación económico-social, el sistema de dominación que se establece y las alianzas sociales y políticas que lo sostienen (alianzas de clases, fracciones de clases y estratos). Se parte del reconocimiento de que el sistema de dominio parte de una contradicción que organiza el conflicto político, pero que se presenta de manera velada, dependiendo de las características y estrategias del sistema de dominio en la preservación de los intereses que administra y la legitimidad que se le otorga a su funcionamiento. Esa premisa básica que nos entrega el marxismo parte del reconocimiento de que un sistema de dominio como expresión orgánica de poder conjuga en su interior la dimensión de la fuerza (violencia) y la del consenso (reconocimiento). Lo que nos permite comprender que los sistemas de dominio, al conjugar un campo de interés (fuerza) con uno de la legitimidad (consenso), deben políticamente desplegar distintas estrategias de dirección, contención y asimilación de los actores sociales y políticos [1]

Esta constatación general de los sistemas de dominios en formaciones capitalistas avanzadas se cruza con la particularidad de cada formación económico-social y su modo de inserción en el sistema internacional. Por lo cual, las estrategias de acción, contención y asimilación dependerán de las características concretas de las formación de las clases sociales, fracciones y estratos; de las alianzas, sistemas de alianzas y posiciones en las alianzas; de las características de las formaciones institucionales, del Estado, del sistema de partidos, del régimen político, de la densidad de las sociedad civil y de las organicidad de los actores sociales que inciden en las correlaciones de clases y en las de fuerzas.

a) ¿Estratos o clases sociales?

La dialéctica como método de análisis concreto conjuga en su análisis distintos niveles de concreción y abstracción, que le permiten la identificación de lo general (lo común a lo concreto) y su reproducción como un concreto del pensamiento. Es el dinamismo de la realidad reproducida por el camino del pensamiento con fines de intervención práctica de la realidad que permiten la generación de la unidad «teoría-praxis» a partir del sujeto. El sujeto concreto es el centro del análisis y es, por tanto, la producción de la subjetividad el campo de su acción política. Es ese sujeto concreto que vive, piensa, trabaja, siente y lucha.

La discusión sobre la aplicación de las categorías de clase o de estratos al análisis de la formación de las clases sociales y los sistemas de alianzas es un debate que encubre dos modos diferentes de comprender la política. Entre un sector que plantea el análisis en términos de «autonomía de la acción política» y que parte de un análisis de tipos ideales y que tiene como corolario la disolución de la acción política en el comportamiento individual en una suerte de «individualismo metodológico»; y, otro modo, que parte de la identificación de una «autonomía relativa» y que identifica una relación interior entre el campo del interés económico con el comportamiento político [2] , insertando al individuo en una frontera estructural que permite dar mayor coherencia a su marco referencial de acción.

Esta discusión sobre la contradicción entre estratos y las clases sociales parte de la idea equivocada de que en Marx el único elemento a considerar en el análisis es el modo en cómo se insertan los individuos en el mercado económico a partir de a) su posición en las relaciones sociales de producción y b) la propiedad de los medios de producción. Por el contrario la posición de estratos ocupacionales, apoyándose en la sociología weberiana, adopta una posición centrada en los a) modos de vinculación de los individuos con los procesos de trabajo bajo una b) óptica ocupacional. En una suerte de construcción de clases económicas a partir del orden ocupacional. Es a diferencia del enfoque marxista, que establece relaciones entre sujetos concretos, un enfoque que establece una gradación entre un modo abstracto de concebir el trabajo y al individuo. Por tanto, un modo puramente liberal de concebir la acción política a partir del comportamiento racional del individuo en relación a su ocupación.

El marxismo, como método de análisis, concibe que las oportunidades de mercado están limitadas por la ubicación de los individuos en las relaciones sociales de producción que tienden a corresponder con la propiedad de los medios de producción. En otras palabras, en Marx la dimensión histórica es fundamental, por cuanto incide explicativamente en a) la distribución inicial de los recursos, como b) el resultado final producto de su inserción en el mercado. Esta forma de comprender el análisis ajusta la dimensión de la «racionalidad individual» a la «coacción estructural», situando al sujeto o en un contexto espacial y temporal determinado.

 

b) Enfoque de clases: ¿dicotómico?, ¿tricotómico:

 

El problema en relación al análisis de clases se genera por una complicación propia de la dialéctica que opera bajo distintos niveles de abstracción y complejidad. Por este motivo, la crítica a una supuesta presencia de un Marx Político, uno económico y otro filósofo social no se sostiene en argumentos fuertes: precisamente porque en el marxismo la política opera como articulación de las relaciones sociales de producción.

En ese sentido, la supuesta contradicción en Marx entre las categorías dicotómicas [3] , con el enfoque «tricotómico» [4] que idéntica una diferenciación de clases en relación al tipo de ingreso y las fuentes de ingresos, entre «Burgueses / terratenientes /proletarios», con una diferenciación compleja en el «dieciocho de brumario de Luis Bonaparte» carece de consistencia. En dicho texto Marx identifica al menos ocho clases sociales: aristocracia financiera, burguesía industrial, funcionarios públicos o altos dignatarios, pequeña burguesía, clase media, proletariado, campesinado y lumpen-proletariado.

En Marx las clases sociales dependerán del nivel de abstracción (nivel de la situación de fuerzas, del modo de producción o de la formación social). De tal forma que encontraremos clases puras (burguesía/proletariado) en un modo de producción capitalista, en un nivel puramente abstracto; encontraremos clases y fracciones de clases, presentadas de manera estratifica en el nivel de «formación social»; y, finalmente, en el ámbito de comportamiento político, diferentes agrupamiento en función de su posición en las relaciones sociales de producción, la propiedad de los medios de producción y su estatus, su prestigio y comportamiento político.

El desafío más bien pasa por una correcta variabilización de las clases sociales con miras de intervención práctica en la formación social concreta: un proyecto aún inconcluso.

c) Centralidad del trabajo, clases sociales y alianzas en una perspectiva orgánica de poder

La importancia de un enfoque de clases en la estratégica socialista está dado porque nos permite identifica la alianza de clases que sostiene al sistema de dominación en el campo del interés económico y de la hegemonía política. Y porque nos permite trazar un mapa estratégico del bloque histórico a construir para vehiculizar reformas democráticas en perspectiva socialista: de nuestros sujetos en posiciones estratégicas en la estructura de poder del sistema, en sujetos en posición de apoyo a sumar y a los sectores sociales en retaguardia en una perspectiva de poder que nos permiten, como bien nos recuerda Lenin, la expresión del poder como una mayoría que gobierne.

En ese sentido, la discusión que inicia por estos días la izquierda libertaria en relación al carácter de la alianza social del bloque de clase a construir da cuenta de ese punto de inflexión histórica en la que los militantes nos encontramos.

En ese sentido, la centralidad pasa por la construcción de un bloque de clases de contenido democrático bajo orientación socialista, que permita conjugar una mayoría electoral con mecanismos de presión de acción directa que agrupen a los sectores «anti neoliberales», «anticapitalistas» y «progresistas» en un programa de reformas democráticas bajo hegemonía socialista: que apuesten a la construcción de un Estado de Derecho, garante de los intereses de los trabajadores, de contenido patriótico y que conjugue un modelo de desarrollo integral, de respeto del ser humano y del medio ambiente.

Sobre ese dique político, el deber de los sectores marxista al interior de la izquierda libertaria es prefigurar una estrategia de poder que nos permita ir trazando los aspectos fundamentales de nuestra estrategia de «ruptura democrática». A saber: a) la construcción de un bloque de un bloque de clase, con centralidad en los sectores estratégicos de la producción; b) que sume a los sectores medios integrados en posición de apoyo por hoy subsumidos en la recomposición del sistema de dominio; c) la inclusión de sectores en posición de retaguardia territorial que permitan en un futuro territorializar el poder, dinamizar la movilización y presionar a las formas clásicas de mediación político-partidarias; d) la generación de los esbozos de programa democrático en perspectiva socialista en la cual los actores sociales tomen un protagonismo central; e) la generación de una herramienta partidaria, compleja, que centralice desde la acción colectiva una forma de construcción del socialismo desde abajo, libertario y democrático.

 

Mzg.

Estudiante de historia y sociología, Universidad de Chile.

Militante del Frente de Estudiantes Libertarios- sección Santiago.

 

Desde cerrillos, 21/9/2013.

 

 

 

 



[1] Cuestión que Gramsci caracteriza como Consenso pasivos /activos y que Tomás Moulián, aplica de manera acertada para la caracterización de la formación social chilena desde el Estado de Compromiso de clases hasta su ruptura (1938-1973).

[2] Esta confusión opera dentro militantes de la izquierda libertaria que están en las postrimerías de un liberalismo radical más que de una perspectiva socialista.,

[3] Marx en la «ideología alemana» de 1945 se refería en términos de «dominantes y dominados». En la «Miseria de la Filosofía» de 1847, se refería en términos de «ricos y Pobres». En 1848, en el «manifiesto comunista» se refiere a la oposición entre «Burgueses y proletarios».

[4] Tomo III del Capital.