Estimado compañero Manuel Góngora, permíteme manifestarte mi total identificación con tu trabajo publicado en Rebelión, «Reivindicando a Lenin». Desgraciadamente, no solo los pretendidos teóricos posmodernos tergiversan la teoría-práctica leninista, también muchos «superrevolucionarios» incluso enfrentados con el reformismo, en su práctica «revolucionaria» niegan a Lenin. Caen en el idealismo de considerar a la masa, como masa […]
Estimado compañero Manuel Góngora, permíteme manifestarte mi total identificación con tu trabajo publicado en Rebelión, «Reivindicando a Lenin».
Desgraciadamente, no solo los pretendidos teóricos posmodernos tergiversan la teoría-práctica leninista, también muchos «superrevolucionarios» incluso enfrentados con el reformismo, en su práctica «revolucionaria» niegan a Lenin. Caen en el idealismo de considerar a la masa, como masa trabajadora en el sentido peyorativo, amorfa, y creen que nunca saldrá de ese concepto, santifican la alienación que padece fruto de la ideología dominante, aunque si consideran que tiene que ser protagonista movilizada por la élite movilizadora y cuando salte la chispa, serán arrastradas y conducidas al soñado paraíso. Ellos creen saberlo todo y con eso basta, la masa sin conciencia de clase creen que es así de torpe, que en vez de organizarse en los lugares donde se originan las contradicciones de clase, solo debe seguirles en las convocatorias que hacen, a sus mítines o manifestaciones callejeras. En ningún momento parten de la realidad en que vivimos, de las necesidades básicas, de los medios y tiempo disponible, no se plantean como prioritario el trabajo formativo que corresponde realizar a los que se consideran comunistas, que debería pasar, en primer lugar por la formación del propio grupo, la profundización y conocimiento del marxismo en el actual momento que vivimos, que posibilitase la necesaria coherencia ideológica, sin la cual es imposible establecer un proyecto estratégico y táctico verdaderamente revolucionario.
Como muy bien dices, Lenin en su época supo desarrollar el marxismo teórica y prácticamente. Sus detractores, quedaron en mera literatura sin ninguna trascendencia política revolucionaria, aunque sí a favor del orden dominante con su política generadora de confusión.
Sin embargo, aquella experiencia revolucionaria en Rusia, quedó incompleta, la socialdemocracia europea no secundó la experiencia, traicionó la revolución mundial e indirectamente influyó en la propia revolución rusa, sin su apoyo contribuyeron a que la democracia directa soviética no pudiera desarrollarse. Lenin fue el primero que al día siguiente de la revolución dijo que en Rusia no se daban las condiciones objetivas para que la revolución socialista pudiera mantenerse. Pero tampoco era cuestión de volver atrás como los oportunistas querían.
Lenin aplicó el marxismo en su época y en la realidad concreta de Rusia. Teorizó y practicó, nos dio la mayor lección sobre la praxis. Escribió, el ¿Qué hacer?, lo que permitió la coherencia organizativa bolchevique. Escribió, Materialismo y Empiriocriticismo, donde profundizó en la filosofía materialista dialéctica, refutando a las interpretaciones o pretendidas refutaciones que algunos hacían de la obra de Marx y Engels, y de los principales filósofos empiriocriticistas que se consideraban marxistas. Escribió, El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, donde analizó la nueva realidad socioeconómica, las contradicciones que el desarrollo capitalista generaba no solo respecto a la clase trabajadora, sino dentro del propio bloque burgués. Escribió, El Estado y la Revolución, obra incomprendida en toda su profundidad, incluso por los herederos de su propio país, donde se concreta como el proletariado puede organizarse como clase dominante, con su estado y democracia directa alternativa, totalmente diferente a la del estado capitalista, a implantar una vez este es destruido. Escribió, El Izquierdismo Enfermedad Infantil del Comunismo, donde reprende a los comunistas de otros países que tras la victoria rusa, en la fase inicial del intento de implantar el poder soviético, renunciaban a la lucha institucional burguesa argumentando que había que implantar el poder soviético, porque se impedían así mismos el instrumentalizar revolucionariamente esas tribunas del aparato estatal burgués para desde ellas realizar agitación, y denunciar la falsedad del parlamentarismo burgués, y así poder organizar y coordinar la presión desde abajo y desde arriba, como de hecho se produjo en 1948 en Checoslovaquia, con una revolución pacifica poco conocida, aunque si tenida muy en cuenta por el propio Fraga Iribarne, que en su tiempo comentado aquella experiencia, dirigiéndose a sus correligionarios, les llamó: «ojo a los incautos».
Tras aquella experiencia un grupo de compañeros hemos realizado una relectura-debate de El Estado y la Revolución, lo que nos llevó a realizar un resumen comentado de dicha obra. Valorando la actualidad de la obra, coincidimos todos en que no era suficiente, como Lenin expresa: «Educando al Partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, capaz de tomar el Poder y de conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo sistema, de ser el maestro, el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados» creemos que partiendo de la realidad rusa y su confianza en la revolución socialista mundial le llevó a esa expresión. Pero como la triste historia rusa nos enseña, no basta con las buenas intenciones del partido, sino como se deduce del fondo de su obra, tiene que ser el conjunto de los sectores asalariados conscientemente organizados como clase dominante los que tienen que tomar el poder y dirigir el poder.
Podríamos añadir a esa conclusión, que hoy como nunca las contradicciones económicas y sociales entre los seres humanos de cada país, y entre países han sido tan profundas. El propio PNUD, nada sospechoso de rojo, no tiene más remedio que reconocerlo. Hoy como nunca las condiciones objetivas para el cambio de sistema se dan, hoy no necesitaríamos de los burgueses para poder administrar y dirigir la producción, y el estado, sin embargo, hoy como nunca adolecemos de las necesarias condiciones subjetivas inherentes a todo proceso revolucionario. Nos tienen ganada la batalla ideológica, y en tanto no la recuperemos, no contribuyamos a que el pueblo explotado tome conciencia de la realidad y de su poder para cambiarla, la barbarie capitalista seguirá su camino hasta la destrucción total del planeta.