Las posturas antagónicas de quienes consideran el acto de colaborar como una especie de bien capital, al cual debe atribuirsele un valor de mercado, y quienes pensamos que este simplemente es una práctica natural del ser humano y la riqueza que se pueda generar desde este intercambio sea proporcional al esfuerzo que implica ejercerlo, dejan […]
Las posturas antagónicas de quienes consideran el acto de colaborar como una especie de bien capital, al cual debe atribuirsele un valor de mercado, y quienes pensamos que este simplemente es una práctica natural del ser humano y la riqueza que se pueda generar desde este intercambio sea proporcional al esfuerzo que implica ejercerlo, dejan una brecha ideológica dificil de conciliar.
En el Software Libre podemos escojer favorecernos del trabajo colaborativo y nunca retribuirlo. Tal vez no por egoismo, sencillamente podemos pensar que no nos encontramos a la altura de realizar un inteligente aporte. La inmesa mayoría beneficiada piensa de esta forma y la minoría se divide en dos: Los que practican la colaboración en su justa dimensión y quienes alcanzan a aprovecharse de ella para acumular el máximo capital posible. La última, una forma de explotación indirecta que transita por la inmoralidad absoluta. Inmoralidad de un sistema sin valores, herencia de las políticas oportunistas.
Aquella masa intermedia, que busca explorar nuevas formas de ejercer su creatividad y de conectarla con la sociedad y sus necesidades, debe saber que el Software Libre – a diferencia del Privativo- traza un posibilidad subversiva para rescatar el concepto original del compartir.
Pero eso si:
Si no puedes evitarlo y vendes tu moral mucho más allá del valor que apaga tu hambre entonces, por favor, no uses Software Libre