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Comercio libre y ciudadanos sometidos

Fuentes: Rebelión

El sometimiento de la política y los gobiernos a los poderes económicos avanza sin tregua. En cualquier rincón del planeta, el neoliberalismo -que se escuda y apropia del liberalismo para poner en práctica el capitalismo más salvaje- de la mano de políticos cómplices y empresarios insaciables, no baja la guardia y recrudece sus embates. Las […]

El sometimiento de la política y los gobiernos a los poderes económicos avanza sin tregua. En cualquier rincón del planeta, el neoliberalismo -que se escuda y apropia del liberalismo para poner en práctica el capitalismo más salvaje- de la mano de políticos cómplices y empresarios insaciables, no baja la guardia y recrudece sus embates. Las políticas de ajustes y recortes que han llevado al fracaso a los gobiernos y quebrado a la sociedad, abriendo brechas de desigualdad, empobreciendo a una parte de la población y haciendo desaparecer a las clases medias, no parecen haber calmado sus ansias. Sobran los estados y los gobiernos. Sobran las políticas del bienestar social surgidas de un pacto posterior a la última guerra mundial entre las élites y las clases medias. Todo debe pasar por un mercado sin control que se ha de regular de manera natural y espontánea sin que importe el precio que pague la ciudadanía y el medio natural. Y se sienten envalentonados y no paran de lanzar diatribas furibundas para domeñar a una buena parte de la política y las instituciones. Están en su salsa. Casi todo el mundo inclina la testuz ante ellos. Y se mueven por todo el planeta aprovechando que los hados les son favorables. Y van desde lo local a lo global sin ningún pudor. 

La Carta a los Reyes Magos de Oriente de hace unos días del Círculo de Empresarios de Gran Canaria es un remedo perverso de este neoliberalismo más cerril. La solución al problema del paro en Canarias pasa por la anulación del gobierno y los organismos y empresas públicas «que no hacen otra cosa que consumir recursos y hacer una competencia desleal al sector privado» y, por supuesto, «las facilidades para la actividad empresarial deben pasar por una flexibilización laboral como vía para crear empleo», por pagar menos impuestos y por una apertura económica que elimine la moratoria surgida de un gran pacto de la sociedad canaria para frenar el uso invasivo del escaso territorio insular. Y por extraer petróleo en nuestras aguas. La traducción literal es que los gobiernos elegidos por los ciudadanos se deben estar quietitos y calladitos, que los que más ganan paguen menos impuestos y que los trabajadores cobren menos, trabajen más y tengan menos derechos laborales.

Y su mensaje cala. Y tanto. Hasta el punto de que el Gobierno y el Parlamento canario aprueban una ley de inversiones privadas estratégicas para que sean «el mercado y los empresarios los que impongan las estrategias» como establece el Círculo en un nuevo comunicado. Se trata de dotar al Gobierno de turno de los medios legales necesarios para favorecer a dedo iniciativas empresariales rompiendo el principio legal de igualdad, sorteando los planeamientos, anulando la primacía del interés general y puenteando a los cabildos y los ayuntamientos. Hacen, a un tiempo y descaradamente, la ley y la trampa para alimentar arbitrariedades y soslayar la participación ciudadana. Para generar clientelismo obviando principios democráticos y seguridad jurídica. Y pactan además un REF que abre la espita a que no se paguen impuestos en Canarias, con incentivos fiscales que deberían retornar en forma de inversiones para esta tierra y que ahora se los pueden llevar libremente al continente africano para invertir allí.

Pero como esto no le parece suficiente a Fernando Clavijo, candidato in pectore de CC para mayo de 2015, da una vuelta de tuerca más y plantea que debe desaparecer la COTMAC, un órgano creado para la ordenación del suelo y del medio ambiente en el que participan, además de distintas áreas del Gobierno, cabildos, ayuntamientos y colegios profesionales.

No se diferencian un ápice estas decisiones de las políticas que se han venido adoptando por el Gobierno de España en los últimos años privatizándolo todo, malvendiendo el patrimonio público y dictando políticas que atacan a la línea de flotación de la justicia social, las libertades públicas y los derechos ciudadanistas y laborales. Y es que no hemos entendido, como afirma el exministro de la UCD, PSOE y PP, Eduardo Serra, que los estados nacionales están en declive (El declive de los Estados nacionales. El País). Que la aldea global ha eliminado las soberanías contiguas para crear un espacio abierto. Que no nos damos cuenta que el Estado de bienestar va a ser cada día más difícil y seguimos empeñados en verlo como un derecho adquirido e irrenunciable. Que tienen que explicarnos «a la gente de a pie» que ya nada va ser igual y que tenemos que aceptar que se avecinan tiempos difíciles…

Por eso tenemos que consentir las furibundas políticas neoliberales europeas que están sembrando de paro, pobreza, violencia, racismo y xenofobia el Viejo Continente y que pretenden rematar con el Tratado de Libre Comercio que pactan en estos días la UE y EEUU. Se trata de una propuesta opaca, limitadora de derechos y soberanías nacionales, especialmente beneficiosa para las grandes multinacionales, que llevan negociando casi a puerta cerrada desde hace casi dos años. El TTIP propone un sistema de arbitraje internacional privado y bajo el control de las grandes empresas que torea directamente los sistemas legales de los países. Las empresas globales se convierten en juez y parte y limitan extraordinariamente los derechos de los ciudadanos, los trabajadores y las pymes, adquiriendo derechos indemnizatorios ante mejoras laborales, impositivas, protectoras del medio ambiente o redistributivas que dicten los estados soberanos. Pretenden limitar las garantías laborales, y constitucionales de la ciudadanía, igualando a la baja las legislaciones europeas y norteamericanas, y concentrar un enorme poder y riqueza al margen de las instituciones públicas. Intentan que existan entonces menos controles alimentarios, menos limitaciones a la utilización de productos químicos dañinos para la naturaleza y el hombre, (la legislación americana es más laxa), menos servicios públicos, menos protección a los consumidores… Una supraconstitución comercial primará sobre los derechos sociales, sobre la legislación comunitaria o estatal y sobre las políticas públicas. El libre comercio internacional dictado por los grandes lobbies internacionales, como la expresión más rotunda de la libertad según el neoliberalismo. Tremenda manipulación. Como plantea Ignacio Ramonet, «la aceptación sin límites de la libre circulación de capitales representa la renuncia del poder político a controlar el poder económico, con lo que es el propio concepto de democracia el que entra en crisis».

Y no se puede discrepar. Y si alguien osara hacerlo aparece rotundo el discurso del miedo como arma disuasoria que profundiza en la exclusión de la ciudadanía y en la negación de la posibilidad de que se planteen alternativas a la destrucción de las libertades democráticas. Es lo que está pasando con la aparición de Podemos, Ciudadanos y distintas formaciones políticas ajenas al bipartidismo. En seguida se pone en marcha todo el aparato mediático para asustar a la población, para disuadirlos de la posibilidad de que se conformen como alternativas a las políticas de mercado imperantes. O lo que está sucediendo en Grecia donde la irrupción de Syriza proponiendo la renegociación de la deuda y los plazos o una refundación democrática de la Unión Europea pone en marcha toda la maquinaria pesada de amenazas, presiones y miedos: Alemania y los líderes europeos anuncian la expulsión de Grecia del euro si gana Tsipras; las bolsas europeas amagan con caídas espectaculares por el avance de la izquierda griega; más de 3.000 millones se evaporan de Grecia tras el anuncio de las elecciones; los economistas del sistema aventuran que si ganara Syriza y se les echara del euro se quebrarían los bancos griegos, las familias y las empresas… Miedo y más miedo para frenar nada más y nada menos que la defensa de la democracia como algo más que libertad de comercio.

 

Antonio Morales Méndez es Alcalde de Agüimes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.