¡Quiero ser califa en lugar del califa! ¡Quiero ser califa en lugar del califa!». El malvado Iznogud pierde los nervios, no consigue matar al bonachón Harún El Pussah. ¡Quiere gobernar Bagdad La Magnífica! Las aventuras del famoso visir nos hacen reír desde su creación, en 1962, por René Goscinny y Jean Tabary, aunque también muestran […]
¡Quiero ser califa en lugar del califa! ¡Quiero ser califa en lugar del califa!». El malvado Iznogud pierde los nervios, no consigue matar al bonachón Harún El Pussah. ¡Quiere gobernar Bagdad La Magnífica! Las aventuras del famoso visir nos hacen reír desde su creación, en 1962, por René Goscinny y Jean Tabary, aunque también muestran una sociedad oriental adormecida, paralizada, incapaz de abrirse al mundo.
El prejuicio del que fue víctima Goscinny, el padre de Astérix, sobre los países árabes e islámicos es una de las grandes lecciones de la exposición De Saladino a Sherezade. Oriente en el cómic, que acoge Casa Árabe de Madrid hasta el próximo 16 de mayo. «La idea es mostrar la imagen de Oriente que se dio en los cómics leídos en España desde los años treinta», explica Carles Figuerola Casas, comisario de la muestra.
La mayoría de las viñetas exhibidas son de los años cincuenta, cuando la España de Franco aún era una potencia colonial en Marruecos y el racismo para con los árabes no molestaba a nadie. Inolvidable la imagen de legionarios martirizando a unos musulmanes en Audaces legionarios (1958), de Leopoldo Ortiz. También aparece el famoso Capitán Trueno en plena cruzada. «Lo árabe y lo musulmán se veían como un enemigo, un malvado», explica Gema Martín Muñoz, directora de Casa Árabe.
Los cómics permitieron que se propagasen los estereotipos: los hombres eran tiranos, guerreros; las mujeres, princesas exóticas como se cuenta en Las mil y una noches. Todos eran enemigos. «La única excepción matiza Martín Muñoz es la figura de Saladino, quien siempre ha sido representado como un gran hombre, inteligente».
La exposición no sólo muestra dibujos, sino que anima a reflexionar sobre la representación (pasada y actual) de Oriente, con textos explicativos que resitúan en su contexto obras de autores como el palestino Edward Said. El cambio en las viñetas llegó con autores como Hugo Pratt, que retrató a árabes, a musulmanes y a su personaje Corto Maltés en un plano de igualdad. En La casa dorada de Samarkanda, el marino tiene un doble turco, y en Las etiópicas, se disfraza de beduino yemení.
«El cómic también sirve ahora para hablar de los inmigrantes y de la integración, como en El Nord, de Bergés y Cazares», subraya Figuerola Casas. La exposición termina con la imagen que los árabes tienen de ellos mismos, con obras de la libanesa Zeina Abirached o con los superhéroes de The 99, que buscan los secretos de Al Andalus.