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¿Cómo ser políticamente consecuente en la sociedad neoliberal y no venderse en el intento?

Fuentes:

Revisando, escarbando, trajinando la historia política reciente de la sociedad chilena neoliberal encontré esta vieja foto de 1989, la cual da cuenta de un acto político efectuado en el viejo Teatro Cariola, en la calle San Diego. Acto organizado por todas las fuerzas políticas y sociales que no compartían el camino político-institucional elegido por las […]


Revisando, escarbando, trajinando la historia política reciente de la sociedad chilena neoliberal encontré esta vieja foto de 1989, la cual da cuenta de un acto político efectuado en el viejo Teatro Cariola, en la calle San Diego. Acto organizado por todas las fuerzas políticas y sociales que no compartían el camino político-institucional elegido por las fuerzas opositoras que habían derrotado a la dictadura militar en el plebiscito sucesorio de 1988.

La derrota política de la dictadura militar -establecida en Chile en 1973 por el capital nacional e internacional-, había abierto, por cierto un nuevo escenario político nacional. Sin embrago, no tan distinto de aquel que el Área de Estudios Político del Instituto de Estudios Contemporáneos (IEC), hoy diríamos un «think tank» del Partido Socialista Salvador Allende, había previsto en diciembre de 1987, o sea, casi dos años antes.

En el informe político de ese año, en el IEC considerábamos que la derrota de la dictadura militar propinada por la Concertación de Partidos por el «NO», no constituía una salida o una ruptura con el proyecto autoritario, sino, más bien, la consolidación del proyecto histórico y político del capitalismo neoliberal. Se derrotaba la continuidad de Pinochet, pero no las bases materiales ni institucionales de ese proyecto. Pues considerábamos que para destruir «el diseño estratégico del autoritarismo y [de la oposición democrática pro-capitalista, liderada por la Democracia Cristiana y del socialismo renovado], debía superarse a partir del levantamiento de un movimiento de rechazo a la institucionalidad oficial (léase Constitución Política de 1980), acudiendo a una táctica de rechazo-boicot al plebiscito (proyectado para 1989), modalidad de acción política que sentaría las bases para el reencuentro y rearticulación del conjunto de las fuerzas populares, como asimismo para la elaboración de un PROYECTO de SOCIEDAD, de un Programa y una Estrategia», con el objeto de superar todo lo construido por la dictadura del capital. [1]

No obstante, la derrota y revés político sufrido, en octubre de 1988, por las fuerzas sociales y políticas populares que apoyaban dicha estrategia -cuando mayoritariamente la ciudadanía optó por apoyar la salida ofrecida por la Concertación de partidos por el «NO»- la idea que predomino fue que había que ser consecuentes con los argumentos políticos planteados, especialmente, con la idea de que la participación de la oposición en el Plebiscito de octubre de 1988, ganara o lo perdiera, el resultado era el mismo: la perpetuación de la institucionalidad del autoritarismo neoliberal. En el citado informe el IEC había dicho: «El autoritarismo trabaja con plazos de larga duración. El tiempo político está dispuesto para enfrentar el siglo venidero. Es lo que se denomina «la proyección» del régimen. Por lo tanto, el plebiscito de 1989 (o antes) constituye una coyuntura estratégica, lo que, paradojalmente, para el grueso de la oposición se ha transformado en un objetivo máximo….[para] los militares planifican el futuro.»

Con mucha modestia, por cierto, dicha previsión realizada en diciembre de 1987, resulto acertada y correcta: la institucionalidad autoritaria, expresada en la Constitución Política de 1980, tiene nada menos, tres década y media (35 años). Y, todavía se discute que hacer con ella. Y, la forma capitalista de acumulación 40 años.

Por esa razón, independientemente de la derrota que implicó el 5 de octubre de 1988, todas las fuerzas políticas opositoras al nuevo bloque dirigente que, se anunciaba para los años venideros. la Concertación; se reunieron en aquel acto del Teatro Cariola en1989, con el objeto de reafirmar nuestra convicción de que la lucha por transformar la sociedad capitalista constituía y seguía siendo un objetivo central en nuestra lucha por la democracia y el socialismo.

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En lo personal, cabe señalar que ese acto constituyó mi última participación partidaria como militante, dirigente e «intelectual orgánico» del Partido Socialista Salvador Allende. Tiempo después la dirigencia del Partido decidió iniciar un acercamiento político en conjunto con otras fracciones o sectores del fraccionado socialismo nacional con el Partido Socialista de Chile, integrante y fundador de la Concertación, a objeto de incorporarse al proceso de reunificación socialista, que luego de 10 años de lacerante fragmentación partidista, había terminado en diciembre de 1989.

Con el objeto de mantener mi «consecuencia política» de no ser parte de la consolidación y expansión de la institucionalidad del capitalismo neoliberal en Chile, abandone las filas del socialismo. Renuncie a la militancia, aunque no al socialismo ni a la idea de hacer la revolución social. A pesar de las «jugosas» invitaciones a integrarme a dicho partido. Han pasado 26 años, un cuarto de siglo de aquel acto. Pienso, que todo lo que se dijo y planteo en él, tiene vigencia política e histórica hoy en día.

Hoy, más que nunca el objetivo de «hacer e impulsar la revolución política» no solo es una obligación y un compromiso político sino, un imperativo ético para todos las y los socialistas de ayer, de hoy y de mañana. Pero, habría que exigirles cumplir con un solo requisito ser: CONSECUENTES, HONESTOS Y ÉTICOS. Para que nadie se venda al gobierno de turno: pues, la lista de socialistas allendistas que desde 1990 lo hicieron es muy larga y nos avergüenza. Sobre todo, porque han mal utilizado el nombre de un probo, honesto y consecuente con su pueblo como fue el presidente mártir Salvador Allende Gossens.

Al contemplar la foto que acompaña estas reflexiones y al recorrer los cientos de rostros de las y los compañeros que allí están. Muchos de ellas y ellos continúan en la lucha política y social anticapitalista. La mayoría forman parte de ese conglomerado ciudadano que he denominado ciudadanos subpoliticos, o sea, aquellos que consecuentemente se han mantenido, a lo largo de este tiempo, en la oposición radical al capitalismo neoliberal, independientemente, si este haya sido administrado por la Concertación (1990-2010), por la derecha piñerista (2010-2014) y actualmente por la Nueva Mayoría. También se de muchos de esos compañeros que han dejado este mundo con la tristeza de saber que las formas de explotación capitalista continúan vigente bajo una supuesta forma democrática. Pero también hay muchos rostros que están allí -como decía más arriba- me avergüenzan. Pues, han apoyado desde distintas formas y responsabilidades políticas, sociales y culturales la continuidad del capitalismo neoliberal. Militando por ejemplo en el Partido Socialista de Chile o en el Partido Por la Democracia. Ambos partidos neoliberales u otros me dirán, ¡socialdemócrata, compañero!. Sí, yo diría, pero, ¡socialdemócrata neoliberales!

En la sociedad neoliberal ser consecuente es muy difícil. Pues las tentaciones de las tres principales condiciones de la ciudadanía neoliberal son muy atractivas y seductores: fama, éxito y dinero. Sebastián Dávalos y Sra. socialistas; pero también a todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes que integran la G90, con el ex-ministro Rodrigo Peñailillo, son ejemplos, de lo difícil que es ser políticamente consecuentes en la sociedad neoliberal.

Los tres valores del neoliberalismo que hemos nombrado han sido las tentaciones que no solo hacen que las y los individuos que ayer abrazaron la causa social y popular sean inconsecuentes en política, sino también, en otros ámbitos de la vida cotidiana y profesional, por ejemplo, en la academia, en el futbol, en los negocios, etcétera, muchas y muchos están dispuestos a despojarse de sus principios para venderse al neoliberalismo con el objeto de obtener/mantener: dinero, fama y éxito. Como dice el dicho popular, el dinero no hace la felicidad; y según Andy Warhol, la fama y el éxito solo duran unos quince minutos. Ejemplo, es el ex-ministro Jorge Insunza. Ante las formas neoliberales que se imponen con ropajes democráticos, lo uno que queda es ser consecuente y seguir luchando.



  1/ Para quienes quieran consultar la fuente de lo citado, especialmente, para los historiadores del presente y también del futuro, pueden consultar: 1987: conflicto político en Chile. Balance y perspectivas, en Revista ANDES, Año IV, N°6, pp. 9-53. Informe elaborado por los integrantes del Instituto de Estudios Contemporáneos (IEC), integrado por los historiadores Patricio Quiroga Z. (director) Jorge Nuñez Rius y Juan Carlos Gómez Leyton, el sociólogo José Pablo Lagos (QEPD) y el cientista político Róbinson Pérez V, el miembro de la comisión política del Partido Socialista Salvador Allende, Jaime Durán.

Juan Carlos Gómez Leyton- Ph. D en Ciencia Política, Académico-Universitario chileno

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.