Para el pianista Roberto Fonseca, lo más bonito que tiene Cuba es que siempre existe un plan b y que su gente nunca se detiene. Su vida refuta el primer axioma -el plan desde los ocho años fue convertirse en pianista, no había otro- pero su música confirma rotundamente el segundo: el nuevo disco que […]
Para el pianista Roberto Fonseca, lo más bonito que tiene Cuba es que siempre existe un plan b y que su gente nunca se detiene. Su vida refuta el primer axioma -el plan desde los ocho años fue convertirse en pianista, no había otro- pero su música confirma rotundamente el segundo: el nuevo disco que ha publicado, Yesun, es un paso adelante que debería situarle entre los nombres importantes de la música de su país. La entrevista tiene lugar el mismo día que se cumplen tres años de la muerte de Fidel Castro. «Cuba está avanzando», valora el músico, que también señala que «hay a quien no le interesa y quiere vender Cuba a un país extranjero».
No pudo equivocarse más la profesora de música que le dijo a Mercedes Cortés Alfaro, cantante de boleros y bailarina en el Tropicana de La Habana, que su hijo no valía para la música ni para el piano. El chaval, Roberto Fonseca, tiene hoy nueve discos publicados a su nombre, participó durante cinco años en la experiencia «increíble» de Buena Vista Social Club, ha acompañado a músicos como la cantante maliense Fatoumata Diawara y el domingo 24 de noviembre fue capaz de poner en pie para bailar desaforadamente un mambo a todo el público del Teatro Fernán Gómez en Madrid, una plaza exigente.
Criado en una familia muy musical en un apartamento de La Habana con una sola habitación, Fonseca empezó a aporrear la batería cuando tenía cuatro años. A los ocho, comenzó a tocar el piano. Su recién publicado disco Yesun (Wagram, 2019) es un fantástico trabajo -variado, contemporáneo, inspirador- con el que pretende que quien se acerque a sus canciones sienta que «Cuba tiene una gran diversidad étnica, sonora, y una gran carga emotiva, espiritual».
Un día después de su actuación en Madrid, cuando se cumplen tres años del fallecimiento de Fidel Castro, Roberto Fonseca atiende a El Salto.
¿Te duelen las manos después de un concierto como el de anoche?
No, no. Tengo la suerte de que no me duelen las manos tras los conciertos. Todo depende del brazo entero, aunque parezca que uno le da fuerte al piano más bien es una técnica que enseñan en la escuela para que el peso cargue en todo el brazo, no solo en la mano.
¿Qué cuidados físicos requiere ser pianista?
El primer cuidado físico, y el más importante, es no estropearte los dedos. No debemos cargar mucho peso, tenemos que cuidar mucho eso. Si tienes la relajación debida, no hay ningún problema.
¿Qué riesgos laborales acompañan a tu profesión?
¿Riesgos laborales? Si una mano no te funciona bien… Es como si empiezas a perder la vista, que te sientes incómodo. Es lo mismo. Si te sobrecargas mucho, si no calientas antes de tocar, se pueden producir lesiones, como la tendinitis. Los músculos se contraen y no puedes tocar. Yo no toco estático, me gusta mucho moverme y la expresión corporal es muy importante, pero si no me relajo uno de los riesgos es que puede aparecer la fatiga muscular, y esto significa que no te puedes sostener en la banqueta. Querer empezar un concierto sin un calentamiento previo, sin estirar, es arriesgado. Lo que hago normalmente es correr un poco antes del concierto para que el cuerpo entre en calor. Los músculos necesitan un proceso de calentamiento, no puedes sentarte al piano y empezar a tocar rápido. Si no haces estas cosas, puedes tener mucha fatiga.
Hay una cosa que nos pasa a los pianistas, y a todos los instrumentistas en general, y es que cuando se te contrae el antebrazo es como si tuvieras los pies atados y no pudieras caminar. También influye mucho el cansancio. Por ejemplo, antes de ayer tocamos en Bruselas, ayer en la mañana nos levantamos, tomamos un avión, hicimos prueba de sonido y luego el concierto. Si no tienes un momento de descanso, de olvidarte de todo para que el cuerpo se relaje, corres el riesgo de que en el concierto la fatiga acabe contigo. Contra el cuerpo humano… Hay gente que recurre a las drogas para contrarrestar esa fatiga. Para que esto no suceda, uno debe tomar precauciones.
¿Te consideras afortunado por tu carrera?
[Se lo piensa] Sí [duda]. Pero no ha sido fácil. Se ve bonito en una sala llena como ayer, pero no ha sido fácil. Han sido muchas horas de estudio, sacrificio, autocrítica y mucha conversación con gente que te hace bien, que te va a decir la verdad, ya sea buena o mala. Hay que buscar el camino para ser diferente. Todo eso son factores que necesitan preparación. Una vez logrado esto, llega el resultado de los conciertos. Y en los conciertos hay muchos factores que influyen para que sean buenos conciertos. Puedes tener un concierto muy bueno, pero si no se hace promoción, la sala está vacía, que me ha pasado. Y sala vacía significa que el músico se deprime. Pero uno ha buscado la manera de sobreponerse a estas cosas porque quienes vinieron se lo merecen. Mis padres me enseñaron que, aunque vayan dos personas, se merecen que tú les entregues lo más. Es un poco difícil, pero lo he aprendido bien. Inclusive, cuando eso pasó, fueron conciertos que disfruté mucho porque la gente se entregó muchísimo. Y eso te hace seguir adelante.
Me siento afortunado porque estoy haciendo la música que quiero hacer. Hasta ahora he tenido la suerte de que nadie me ha impuesto lo que tengo que hacer. Sí he escuchado opiniones. Hago música para músicos pero me interesan mucho las personas que no lo son. Escucho lo que me dicen las amistades que no son músicos porque, a veces, quienes están fuera lo ven mejor.
Me siento muy afortunado de poder girar con mi música, con mis músicos, de representar a mi cultura de la manera que quiero.
¿Por qué tocaste de espaldas al público?, ¿fue para que se te vieran las manos?
No me gusta darle la espalda al público, nunca. Pero uno de las contras que tiene el piano acústico es que, si quieres que se vea lo más importante que son las teclas y las manos, tienes que ponerte en una posición en la que a ciertas personas les vas a dar la espalda. Pero no es que me guste tocar de espaldas.
«This is who I am» (Esto es quien soy) se lee en el libreto del nuevo disco, Yesun. ¿Por qué lo dices en inglés?
Es el idioma que más se habla, el más internacional, y justamente una de las cosas que quiero hacer con mi música es que sea internacional. Inclusive, en los conciertos, para que entiendan bien lo que quiero expresar en cada tema, intento hablar en el idioma de cada país. En algunos países me resulta un poco difícil, pero lo intento [risas]. Pero lo de esa frase en inglés no es por caer en gracia a nadie. Afortunadamente, o desgraciadamente, el inglés es el idioma más internacional.
¿Se puede conocer a Roberto Fonseca escuchando este disco?
Sí. Como mejor lo conoces, si lo quieres conocer bien, es escuchando el disco y yendo al concierto. En el disco, lo escuchas y tienes algunas reseñas, pero no es lo mismo que yo te explique esas reseñas, no es lo mismo que me veas tocando la balada «Por ti». Los discos no tienen movimiento, pero en el concierto sí y ya te das cuenta de cómo soy.
¿Quién es Roberto Fonseca?
Siempre he dicho que soy un loco músico romántico que tiene el piano como extensión de su cuerpo con el cual usa la música como lenguaje para poder expresar lo que siente a las demás personas.
Empezaste a tocar el piano a los ocho años. Tu madre canta coros en algunas canciones del disco. Tu familia también es muy musical. ¿Cómo fue crecer rodeado de música?
Ella canta boleros y en el coro de la iglesia. La música siempre ha estado muy presente en mi familia. Eso es lo que me ha hecho a mí ser el músico que soy. Mi padre siempre nos ponía música clásica, afrocubana, folclórica, bolero, por un lado; y mis hermanos, funk, soul, hip hop, rock. Fui creciendo con todas estas cosas, de manera natural. Eso me hizo tener un conocimiento de las diferentes sonoridades. Y en mi música se siente. Y luego está también que estudié en una escuela de música clásica. Es como la ONU de las músicas [risas]. Sobre todo, saber diferenciar cómo tocar el funk, el jazz, los solos de uno no son iguales que los del otro, los del latin jazz no son los mismos que los de la música tradicional cubana. Hay músicos que cometen el error de meter la misma concepción del solo a todo. Mis hermanos y mi familia me enseñaron que, si vas a tocar un estilo, hazlo lo más original y auténtico que sea ese estilo. Eso me ha ayudado muchísimo.
¿Cómo era vuestra casa?
Yo nací en El Vedado, pero me crié en San Miguel del Padrón, un barrio a las afueras de La Habana. Es un barrio muy barrio, no una zona residencial, al contrario. Vivíamos en un apartamento pequeño, los cinco dormíamos en un solo cuarto. Cuando fuimos creciendo, mis padres dormían en un sofá cama, que todas las noches se abría y por las mañanas se cerraba. Era un apartamento muy pequeño. Eso, sumado a mis amistades, me dio muchos valores, los cuales no cambio ninguno.
¿Cómo es ser un pianista cubano después de Bola de Nieve?
Es difícil, realmente. Ser un pianista cubano es difícil, sobre todo si te quieres destacar, si quieres tener una voz propia y quieres ser reconocido por esa voz.
¿Sigue siendo un referente para la música allí?
Por supuesto. Todo aquel que quiera tocar el piano y hacerlo solo, cantar y esas cosas, lo tiene como referente.
¿Y Bebo Valdés?
Bebo Valdés y Chucho Valdés son muy referentes de la música cubana porque gracias a ellos somos muy conocidos en el mundo entero. Al mismo tiempo, es difícil porque mi estilo, por ejemplo, es muy distinto al de Bebo pero sigo luchando para que se me reconozca. Los pianistas cubanos somos muy virtuosos porque estudiamos música clásica, a Mozart, Chopin, Beethoven, Rachmaninov, Scriabin, tenemos el dominio del instrumento y, al mismo tiempo, tenemos el ritmo. Todo eso nos hace ser unos pianistas realmente potentes.
El compositor cubano José María Vitier sostiene «firmemente» que el piano es el instrumento esencial de la cultura musical cubana.
Sí. Es increíble el respeto que se tiene a los pianistas cubanos, y es justamente por estos dos componentes, el virtuosismo y el ritmo. Eso hace que nuestros conciertos tienen que ser diferentes cada vez, únicos, superiores al anterior. Si vuelvo a tocar en Madrid, tendrá que ser superior al de ayer, y ya viste cómo estuvo.
Él dice que el piano está en la base de «múltiples expresiones de lo cubano en la música».
Con la música los cubanos reflejamos todo: cómo pensamos, cómo sentimos y hacia dónde queremos ir. Por eso la música es muy importante para nosotros.
En la canción «Kachucha» se repite la frase «De Cuba soy». ¿Qué significa esta afirmación en 2019?
Si te fijas en el concepto general del disco, y sobre todo en esa canción, hay una mezcla de culturas. En «Kachucha» está invitado Ibrahim Maalouf para que él comparta su cultura con la mía. Pero, al mismo tiempo, no dejo de ser cubano y no solamente estoy diciendo que soy cubano porque soy músico cubano sino que lo soy porque mi cultura es lo que estoy representando. Eso es lo más importante que dice ese tema, que Cuba es un país que está abierto a compartir con otras culturas.
¿Qué se puede conocer de Cuba escuchando este disco?
Quien no conozca Cuba va a sentir que Cuba tiene una gran diversidad étnica, sonora, y una gran carga emotiva, espiritual, sensibilidad, fuerza.
¿A qué suena Cuba hoy? Mucho reguetón, ¿no?
No, no, el reguetón es un fenómeno mundial. Es una época y no la veo mal, lo que no me gusta del reguetón es la actitud de ciertos artistas: la sumisión de la mujer, la ostentación, la especulación de las prendas,… Pero cada cual con su mundo. Quitando estas cosas, que para mí son negativas pero no significa que estén mal, como ritmo hace moverse hasta al más clásico.
¿Qué es lo que hace que Cuba sea tan musical?
Es uno de los misterios de Cuba, una islita ahí pequeñita… Los isleños somos muy románticos, y si además tenemos el amor a la música y tenemos la influencia musical que tenemos… Imagínate, en Cuba tenemos la música mariachi, el rock, la música que viene de Rusia, Estados Unidos. Es un país muy rico porque los cubanos somos muy abiertos y conversadores. Si tienes la música para expresarte, es algo único.
¿Cuánta importancia tiene en esto la formación?
La suerte que tenemos es que al cubano le encanta la música, partiendo de ahí. Cualquiera, aunque no haya estudiado, toca la guitarra o el bajo sin haber estudiado. La gente del campo toca, de ahí vienen la trova, el son montuno,… Y encima tenemos la posibilidad y la suerte de tener las escuelas de música, en las que se aprende música clásica.
Una profesora de música le dijo a tu madre que no valías para la música ni para el piano.
Fue cuando era adolescente. A veces la vida es muy sacrificada para quien quiere ser músico. Cuando tienes que estudiar hasta las 18:00 y tus amigos han salido a las 12:00 y se han ido a jugar al beisbol, o a la playa. Hay una época, cuando eres adolescente, cuando eres un rebelde sin causa, no quieres estudiar mucho, no significa que no quieras seguir en la música sino que lo que uno quiere son las novias, la fiestecita… Te conviertes en una persona un poco difícil para los padres y para los profesores también, pero ella fue una persona muy mala porque decirle eso a una madre cuando el hijo había ya entrado en un nivel que sí había demostrado que servía para la música… Incluso mi madre fue a su casa a pedirle un voto de confianza para mí y ella le dijo que qué hacía allí. Mi madre le respondió que hay que confiar en las personas y tener paciencia. Gracias a esto y a la esperanza que tuvo mi mamá, estamos conversando tú y yo hoy.
¿Cómo son tus conciertos en Cuba?, ¿en qué espacios actúas y para qué públicos?
En Cuba es como si estuviera de gira: puedo tocar en un club, hay uno en El Vedado que me encanta, La zorra y el cuervo, pero igual toco en teatros grandes, en plazas abiertas,… Mientras haya espacios para compartir con la gente, a mí me da igual.
Formaste parte de Buena Vista Social Club. ¿Cómo fue esa experiencia?
Increíble. Fueron cinco años… Grabé en el disco con ‘Guajiro’ Mirabal, después empecé a grabar con Ibrahim Ferrer, luego con Omara Portuondo. Esos conciertos fueron increíbles. De la música cubana que me gusta a mí, como el son montuno, eran los mejores. Me siento muy afortunado, como hablábamos antes.
Como negocio era muy bueno, Buena Vista era muy conocido. Pero para mí era muy importante aprender a tocar la música tradicional cubana. Al lado de ‘Cachaíto’ López, ‘Guajiro’ Mirabal, Manuel Galbán, los consejos de Ibrahim, de Omara, ver tocar a Rubén González… La vida me dio la sabiduría de darme cuenta de que estaba en un lugar que era como una escuela de música tradicional y había que aprovecharlo.
Tocaste en el disco de Orlando ‘Cachaíto’ López y hablas de él como una de las banderas indiscutibles de tu cultura, junto a Omara Portuondo o Ibrahim Ferrer. ¿Cómo era?
Era una persona súper sencilla, súper graciosa, súper simpática, con un nivel de despiste enorme [risas], pero creo que eso es algo de los bajistas. Era un músico increíble.
Su concierto en 2001 en el festival de jazz de Vitoria-Gasteiz es uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida. Un señor mayor con una energía increíble, algo muy inspirador.
Y lo mejor que tenía ‘Cachaíto’ era que se insertaba en cualquier estilo de música. Una de las cosas que yo más valoraba de los conciertos con Buena Vista Social Club eran los ensayos, las pruebas de sonido. Cuando terminaban, Cachaíto y yo solíamos quedarnos tocando a ver qué salía.
¿Dirías que uno de los objetivos de tu música es llegar a ser una de esas banderas?
Sí, claro. Quisiera convertirme en un punto de referencia. Estamos en una época en la que se necesita conversar y creo que nunca voy a parar de hacer eso.
En una reciente entrevista en el diario ABC, Omara Portuondo decía que «cuando triunfó la revolución en Cuba, Estados Unidos ya tenía el monopolio del entretenimiento y son los mayores productores de música. Ahora también dominan la música latina y seguimos sufriendo». ¿Cómo afecta ese monopolio a la música que se hace desde Cuba?
Hay varias cosas que nos afectan mucho a los cubanos, esta misma bronca que tenemos con los Estados Unidos hace que sea mucho más difícil promocionar nuestra música. Como ellos tienen todo el mercado, le dan más interés a las cosas que quieren. Hay gente que hace cosas muy buenas y otras que se ve que son puro mercado, que pusieron muchos billetes.
También esto de internet, por muy libre que parezca no lo es tanto, realmente es un monopolio. Por un lado, está muy bien tener plataformas pero, al mismo tiempo, es un arma de doble filo porque estamos en la época de los likes y los views. Hay entrevistas a músicos que son muy decepcionantes porque comparan a unos músicos con otros porque tienen más o menos views, sin hablar de la música. Quien controla todas estas cosas es quien controla el mundo pero hay veces en las que, al final, triunfa la verdad cuando se habla con verdad. Pero es un proceso y hay gente que cambia lo que hace para ser popular, famoso… Y yo creo que hay que seguir luchando.
¿Qué importancia tiene en tu música la santería?
99,9%. Soy muy espiritual, pero hacia lo interno. Comparto mi espiritualidad pero mi santería la hago muy personal. Me enseñaron que de estas cosas de la religión, de la filosofía que yo tengo, no hay que hacer una bandera para enfrentar a quien no piensa como uno o quien no está de acuerdo, no hay que decir que no sirve a quien tiene otra opinión. Es por esto por lo que se generan las guerras.
Mi abuela me introdujo en esto de la santería. Buscar la nota que te mueva, que te vibre el cuerpo, que te dé sensaciones espirituales, es lo que me ha hecho a mí componer, es algo que quiero compartir. Y si el público lo entiende, como ayer, es magnífico.
¿Qué te parece lo que hacen Ibeyi? Mezclan pop, santería, música electrónica.
Muy bien. Hacen cosas muy interesantes, sí. Está muy bien.
¿Le rezas a Fidel Castro?
No, no creo que aún lo hayan canonizado.
¿Deberían?
Hay mucha gente que quiere que lo canonicen, por supuesto, y mucha otra que no. No estoy muy interesado por la política, hay muchos países en los que la política es un negocio y yo intento estar muy apartado de la política.