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Antiguos oficios recuperados en la restauración de La Habana

Con las mismas manos

Fuentes: cubaalamano.net

A punto ya de concluir el siglo XX, cuando resulta imposible concebir el desarrollo del hombre al margen de la informática y la automatización, podría parecer anacrónico promover el rescate de algunos oficios que quizá tuvieron su origen más de cuatro mil años antes de la Era Cristiana. Sin embargo, el milagro de la restauración […]

A punto ya de concluir el siglo XX, cuando resulta imposible concebir el desarrollo del hombre al margen de la informática y la automatización, podría parecer anacrónico promover el rescate de algunos oficios que quizá tuvieron su origen más de cuatro mil años antes de la Era Cristiana.

Sin embargo, el milagro de la restauración que tiene lugar en La Habana Vieja habría sido prácticamente imposible sin la voluntad de recuperar faenas que parecían condenadas a desaparecer para siempre.

Pero ese peligro hoy está conjurado, gracias a la creación de la Escuela Taller de La Habana «Gaspar Melchor de Jovellanos», ubicada en la calle Oficios, una de las más antiguas de la ciudad, bautizada con este nombre pues justamente allí solían ubicar sus talleres los maestros artesanos y conocedores de los más diversos oficios.

La escuela fue fundada como parte del convenio de colaboración entre la Agencia Española de Cooperación Iberoamericana y la Oficina del Historiador de la Ciudad y surgió como una necesidad, según afirma el ingeniero Eduardo González Delgado, actual director del centro.

González recuerda que uno de los modelos de este tipo de escuela taller se encuentra en España, hacia los años 85 y 86, cuando las autoridades deben afrontar un grave problema de paro laboral, con jóvenes que no tienen acceso a los estudios. El proyecto promovido por un conocido arquitecto español, fue favorecido por el gobierno socialista de Felipe González y a raíz de la celebración del 500 aniversario del encuentro de las dos culturas comienza a trasladarse esta experiencia a América, debido a la estrecha relación histórico-cultural con las antiguas colonias.

En Cuba la idea tuvo una favorable acogida porque coincidió con la necesidad de rescatar determinados oficios que por lo general no tenían una alta demanda en otros sectores de la ciudad y no existía un especial interés entre los jóvenes por aprenderlos.

El Centro Histórico y el Sistema de Fortificaciones construido para defender la antigua ciudad habían sido declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1982, fecha a partir de la cual se dan importantes pasos para la conservación del patrimonio. Sin embargo, no sería hasta la década siguiente que la restauración recibiría un impulso definitivo, cuando en 1993 es aprobado el Decreto 143 que concede amplias prerrogativas a la Oficina del Historiador y se crea la Compañía Habaguanex S.A., con autoridad para administrar la actividad turística, gastronómica y comercial del territorio, y cuyas ganancias permitirían acometer el costoso proceso de restauración y rehabilitación de la zona, incluyendo el área residencial.

En ese contexto se hizo evidente la necesidad de contar con un relevo para los viejos operarios conocedores del estilo constructivo de épocas ya trascendidas pero que resultaban esenciales en la magna empresa de la restauración.

Tal vez una de las mayores dificultades que afrontó la escuela en sus comienzos fue la falta de profesores capaces de trasladar a los aprendices los secretos de su profesión, muchas veces conservados gracias a la tradición familiar. Fue necesario salir a buscar a los viejos maestros, muchos de ellos ya jubilados, para estar en condiciones de iniciar el primer curso.

De entonces acá, asegura Eduardo González, las cosas han cambiado bastante. Desde el día de su fundación, el 6 de abril de 1992, la Escuela Taller de La Habana ha graduado aproximadamente 300 operarios, cuyas especialidades se relacionan directamente con la restauración de edificaciones.

El ingeniero confiesa que uno de los orgullos de la escuela consiste en su contribución al rescate de oficios como la cantería y la forja, dos elementos de gran importancia en el entorno de La Habana Vieja, donde la piedra y sobre todo el hierro tienen una rica tradición utilitaria y decorativa.

En el centro se estudian otras 10 especialidades, aunque su convocatoria se ajusta a la demanda que exista de ellas. Tal es el caso de la Arqueología, que tiene un perfil mucho más restringido y depende de las necesidades de las propias obras.

Otros tres oficios muy relacionados con las características constructivas del Centro Histórico son la pintura mural, la cristalería y el trabajo en yeso. De esta forma, las manos de los nuevos operarios contribuirán al rescate de tesoros insospechados debido a su actual estado de deterioro, pues serán capaces de devolver su antiguo esplendor a los coloridos vitrales y a las grandes ilustraciones que adornaban las paredes de muchas residencias de la colonia, así como asumir el moldeado de figuras en yeso, como cornisas, florones y otros elaborados complementos de la ornamentación de la época.

También se preparan plomeros para asegurar la habitabilidad de los locales recuperados, así como albañiles y carpinteros, capaces de elaborar puertas coloniales, balcones y balaustradas, además de poseer nociones de construcción y restauración de muebles de ese período.

Por último se han tenido en cuenta otros aspectos que contribuyen a completar la ambientación y a embellecer el entorno, como son la jardinería y la electricidad, que contempla el diseño de iluminación de edificios y monumentos.

La duración de los cursos es de dos años y el proceso de aprendizaje se caracteriza por una alta vinculación con la práctica, pues desde un inicio los alumnos se incorporan junto al maestro a obras reales, y permanecen ligados a las empresas constructoras del Centro Histórico, de forma tal que contribuyen a la ejecución de trabajos como una fuerza alternativa.

Al finalizar sus estudios los egresados tienen un puesto de trabajo seguro en las obras de restauración, aclara el ingeniero González, pues los alumnos formados en la escuela taller son muy cotizados. Este año por ejemplo, se graduarán alrededor de 70 jóvenes pero la demanda sobrepasa los 200 operarios.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los actuales maestros son personas mayores que realizan un gran esfuerzo para transmitir sus conocimientos a los más jóvenes, por lo que se hace necesario pensar también en la preparación de los futuros profesores.

Todos los años llega una gran cantidad de jóvenes con la aspiración de ingresar en la escuela, afirma su director, por eso se realizan pruebas de ingreso y de aptitud para garantizar la mejor selección y la calidad de los futuros operarios. Pero en este tipo de trabajo no basta con aprender el oficio, también hay que respetarlo y amarlo.

Devolver la vida a objetos e inmuebles que parecían irremediablemente perdidos es, sin dudas, un acto de creación invaluable que hoy pasa inevitablemente por las manos de los jóvenes formados en la Escuela Taller de La Habana.