Recomiendo:
0

Harberger, fundador de la Escuela de Chicago, elogia con fervor al ex presidente socialista chileno Ricardo Lagos

«Con nuestras mismas palabras»

Fuentes: Rebelión

Una de las pocas cualidades de los economistas neoliberales es la claridad brutal con la que defienden sus recetas. Con esa proverbial concisión, el ya fallecido Milton Friedman, Arnold Harberger y sus epígonos han ensalzado durante décadas a aquellos políticos que han puesto en marcha sus políticas antisociales, principalmente a tres: Augusto Pinochet, quien a […]


Una de las pocas cualidades de los economistas neoliberales es la claridad brutal con la que defienden sus recetas. Con esa proverbial concisión, el ya fallecido Milton Friedman, Arnold Harberger y sus epígonos han ensalzado durante décadas a aquellos políticos que han puesto en marcha sus políticas antisociales, principalmente a tres: Augusto Pinochet, quien a partir de abril de 1975 fue el primero en aplicar el programa neoliberal, Margaret Thatcher, quien logró derrotar a los poderosos sindicatos laboristas británicos, y Ronald Reagan, quien redujo el gasto público en políticas sociales hasta cotas ínfimas.

Recientemente, Harberger ha incluido a otro dirigente político en el santoral neoliberal, Ricardo Lagos, presidente de Chile entre 2000 y 2006… el primer «socialista» que llegó a La Moneda después de Salvador Allende. Preguntado por El País el 14 de marzo sobre si «sigue siendo válido el modelo chileno», Harberger, fundador de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, señaló: «Mi pregunta sería: ¿qué elementos de la política económica chilena cambiaría uno para hacerla mejor? Hasta ahora no tenemos respuesta. Estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia, y quien habló inmediatamente antes de mí fue el ex presidente Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran periodo de la Universidad de Chicago. Él es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo».

Resulta difícil explicar en menos palabras el proceso de «renovación» del socialismo chileno, desde su adscripción al marxismo revolucionario hasta la destrucción de su identidad histórica por los dirigentes exiliados en Europa bajo el paraguas de la socialdemocracia, principalmente del PSOE y del Partido Socialista Italiano. Un proceso que tuvo su punto de no retorno con la renuncia a la alianza histórica con el Partido Comunista y su integración en la Concertación junto con la Democracia Cristiana (golpista en 1973), una coalición que gobierna el país desde 1990 y mantiene intacto el modelo neoliberal que implantó la dictadura.

En 1975 Friedman y Harberger visitaron Chile y su viaje casi coincidió con la implementación a partir de abril de aquel año de un brutal programa económico neoliberal, ejecutado por los tecnócratas chilenos que se educaron precisamente en la Escuela de Economía de Chicago, en virtud de un acuerdo de colaboración entre ésta y la Universidad Católica de Santiago suscrito el 29 de marzo de 1956. Harberger fue el verdadero tutor, por ejemplo, de Sergio De Castro, principal responsable del área económica del régimen entre 1976 y 1982.

El 28 de agosto de 1976 Orlando Letelier, ex ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa de Salvador Allende y militante del Partido Socialista de Chile, denunció en la revista The Nation los «terribles estragos» del plan económico ultraliberal aplicado por Pinochet y sus Chicago boys: «En 1972, con el Gobierno de la Unidad Popular, los empleados y trabajadores recibieron el 62,9% del ingreso nacional total, mientras que el 37,1% fue al sector propietario. Para 1974, la porción de los asalariados se había reducido al 38,2%, mientras que la de los dueños del capital había aumentado al 61,8% (…) Durante los últimos tres años miles de millones de dólares fueron extraídos de los bolsillos de los asalariados y colocados en los de los capitalistas y grandes propietarios agrícolas (…) Represión para las mayorías y ‘libertad económica’ para pequeños grupos privilegiados constituyen en Chile dos caras de la misma moneda».

Apenas tres semanas después, la DINA (el principal aparato represivo de Pinochet) asesinó a Letelier y a su ayudante Ronnie Moffit en Washington con la colaboración de contrarrevolucionarios cubanos. El modelo neoliberal sólo pudo ser implementado en Chile a partir de la destrucción del impresionante movimiento popular que aupó a Salvador Allende a la Presidencia de la República y que luchó por el socialismo durante aquellos inolvidables mil días. Una parte de sus propuestas ya estaban en el programa con el que el derechista Jorge Alessandri concurrió a las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970, pero fue derrotado por el de la Unidad Popular, por la opción consciente del pueblo chileno por la construcción del socialismo.

Miles de socialistas fueron torturados o asesinados por la dictadura y su memoria revolucionaria es traicionada hoy por la aristocracia que conduce el Partido Socialista y el Gobierno del país, que mantiene el programa neoliberal impuesto por Pinochet y continuado en lo medular por Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Con el aplauso fervoroso de Harberger.