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Contra 200 años de la Doctrina Monroe protestó en la embajada de EE.UU. la Plataforma Anticapitalista y Popular

Fuentes: Rebelión

Pero aquí estamos. En las puertas blindadas que conducen al enemigo principal de los pueblos del mundo. Seguros de que el día más brillante nos encontrará finalmente emancipados del colonialismo imperialista y del «estilo de vida» norteamericano. Mucho más cerca de nosotros mismos y a millones de años luz de la élite de Estados Unidos y sus intereses inhumanos.

Hace justo 200 años, el presidente de Estados Unidos James Monroe dictó su sentencia supremacista contra la soberanía de los pueblos de América Latina y más tarde, de gran parte del mundo: «América para los americanos». O mejor dicho, «América para los norteamericanos». E incluso para ser más precisos: «América y el mundo para el capitalismo estadounidense».

¿Cuántos dolores sociales, políticos, culturales y económicos habríamos sorteado sin el colonialismo imperialista de Estados Unidos, sin su «destino manifiesto», sin su industria del terrorismo militar, y de la explotación humana y saqueo de la naturaleza y los bienes comunes de nuestra región? ¿Acaso las mayorías populares no estaríamos más próximas a la libertad y la justicia social si no debiéramos soportar sobre nuestras cabezas la bota helada y la humillación permanente del Departamento de Estado norteamericano?

¿Quién puede llevar la contabilidad de la muerte, genocidio, exterminio serial y programado de nuestros niños, niñas y jóvenes, mujeres y trabajadores, indígenas y campesinos, provocados por la pulsión insaciable de riqueza y poder del imperio más letal que ha existido en la historia de la humanidad?

La Doctrina Monroe nació para señalar a las potencias europeas que América Latina era propiedad de la élite estadounidense. En nuestro caso, Chile recién salía del colonialismo español y era presa del imperio británico, cuando en el nombre de «la providencia», las clases dominantes de Estados Unidos nos proclamaron de su propiedad. Desde entonces, el cuerpo mil veces mancillado de nuestros pueblos no ha tenido descanso frente a sus ocupantes y las leyes asesinas de los poderes imperiales. La maldición colonialista subió la presión tras la primera guerra mundial. En Chile, los peores castigos cayeron como plomo sobre las disidencias políticas de la liberación, fijando el momento del homicidio mayor en el golpe de Estado de 1973. 

¿Para qué abrir la boca sobre el expansionismo de Norteamérica, de polo a polo del continente? ¿Y qué decir del reguero de bases militares y flotas de la Armada gringa plantadas en Nuestra América y el mundo? ¿Y del adoctrinamiento y entrenamiento sistemático de militares y políticos latinoamericanos conforme a sus intereses, en sus escuelas especiales de esclavitud mental para asesinar hijos de sus propios pueblos, sembrar tiranías, destruir soberanía, ahogar en sangre los intentos de independencia y auto-gobierno?

Leal a las palabrotas de Monroe, Henry Kissinger consolidó la tarea del imperio: multiplicar las guerras para beneficio de los ricos de Estados Unidos; imponer a escala mundial su sistema político bipartidista de dos derechas de matices invisibles; e internacionalizar el régimen del lucro y el egoísmo capitalista «a lo gringo».

Hoy, la Doctrina Monroe se expresa en la OEA, en la ONU, en la OTAN, en el guerrerismo injerencista, en la muerte repetida de la inocencia y el oprimido. En una dictadura planetaria de dientes nucleares que alimenta la locura de Ucrania y el genocidio en curso de Israel contra nuestra Palestina de olivos y pobres.

Pero aquí estamos. En las puertas blindadas que conducen al enemigo principal de los pueblos del mundo. Seguros de que el día más brillante nos encontrará finalmente emancipados del colonialismo imperialista y del «estilo de vida» norteamericano. Mucho más cerca de nosotros mismos y a millones de años luz de la élite de Estados Unidos y sus intereses inhumanos. 

Plataforma Anticapitalista y Popular

2 de diciembre de 2023