Recomiendo:
0

Reflexiones de un profesor de secundaria

Contra los tibios

Fuentes: Rebelión

«Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc. 3:1516) Contamos con la oposición beligerante de muchos intelectuales judíos a la denuncia del genocidio de Palestina. Contamos con la ignorancia histórica y política sobre este hecho monstruoso y la falta de compromiso social de una parte importante de la […]

«Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Apoc. 3:1516)

Contamos con la oposición beligerante de muchos intelectuales judíos a la denuncia del genocidio de Palestina. Contamos con la ignorancia histórica y política sobre este hecho monstruoso y la falta de compromiso social de una parte importante de la intelectualidad española, entre otros, no pocos profesores de Educación Secundaria, criados en el regazo esponjoso de la sociedad de consumo. Conocemos los riesgos de mantener en alto los compromisos frente a tanto farandulero en puestos de responsabilidad política, más preocupados en medrar y promocionarse en el aparato burocrático del Estado y lo que no es Estado: bancos, lobbys, gestoras, etc., que en desempeñar con el mínimo de decoro y justicia los cargos de que han sido investidos en sus respectivas comunidades.

No por contar con ello, el sentimiento de rabia y desánimo es menor.

Así que aquí estamos, participando de la divulgación y autorización de unas ideas frente a otras, los profesores de secundaria, trabajadores intelectuales, que pasamos nuestras horas, demasiadas veces, con más amor al confort que al saber o al arte de enseñar. Algunos colaboramos en grupos de trabajo que son, en teoría, espacios de debate y formación del profesorado de donde deben salir referencias ideológicas y propuestas programáticas.

La última semana de enero se conmemoró en los colegios el Día Internacional de la Paz y la No-Violencia. En un grupo de trabajo del centro donde desempeñamos nuestra actividad laboral se propuso hacer una exposición de denuncia del genocidio palestino. No se pudo plantear la propuesta con calma y seriedad por transigir con el victimismo exaltado de uno de los miembros, sionista de derechas confeso -«el antisionismo es el antisemitismo del siglo XXI», espetó durante la última reunión-, en la idea de que se hería su sensibilidad y se rompía el consenso del grupo. Por ello, al final, la denuncia del genocidio palestino quedó diluida en medio de una candorosa exposición general sobre diversos conflictos en el mundo (Congo, Somalia, etc.), carente de todo rigor en el análisis de las causas: ni coltán, ni golpe de estado en Somalia diseñado por los Estados Unidos, ni la amenaza que tanto USA como Israel suponen para la paz mundial…, nada. Lo comentamos de paso: el sionista, como no podía ser de otra manera, se declaraba irredento partidario del unilateralismo. Y con estas credenciales, ya decimos, el coordinador y varios miembros del grupo transigieron y llegaron a un acuerdo con él, censurando cuanto manifiesto, viñeta -ambos expresiones de corrientes de opinión- o fotografía -fogonazo de un instante de cruda realidad- como la de arriba, les parecía ofensivo para él o hiriente -vergonzante justificación- para la sensibilidad de los niños. En aras de la buena convivencia, alegaron, de la paz, dijeron algunos sin respeto a ese concepto. Este, y no las palabras exaltadas y confusas de un judío sionista, es el hecho escandaloso, indigno y cobarde, del todo insoportable ¿Qué paz?, deberíamos preguntarnos, si en este país del «ninguno fuimos franquistas, porque todos somos demócratas» hubiera un verdadero compromiso con la verdad y la justicia, sin miedo a una tensión creciente, a una crítica fundamentada. ¿Qué paz?, repetimos, ¿la de la obediencia?¿la resignación?¿la rendición de los sagrados valores que sin pruebas detentamos? La paz sin justicia no es paz, es indolencia: indolencia ante los más de 1200 palestinos muertos, 300 de ellos niños, los seres más indefensos de la nación más indefensa del mundo; indolencia ante la propia inconsistencia ética y falta de entereza de profesores y maestros, oficiales de unos barcos, las escuelas, que zozobran en medio de la mayor tormenta social de los últimos tiempos; indolencia frente al gran peligro que amenaza a nuestros niños de convertirse en monstruos, cuando por acción u omisión les enseñamos a no adoptar un compromiso solidario y cabalmente serio con los que sufren injusticia en cualquier parte del mundo, aceptando como inevitable e, incluso, socialmente necesaria la muerte de cientos de niños indefensos en Palestina, Congo, Haití, y cuanto país es sacrificado en aras del capitalismo, baluarte de la sociedad de consumo. Y lo más peligroso, una indolencia que se hace acompañar de cándido voluntarismo. Pero esto no podrá durar alegremente por mucho más tiempo.

A los muchos compañeros que no renuncian a sus principios éticos por mor de una inconsistente política de convivencia, manteniendo gallardamente hasta el final, incluso en minoría, su altísima posición moral, para todos ellos, mi más absoluta admiración y lealtad: nos estamos solos, quizás algo dispersos de momento, pero no solos.

A los otros, indiferentes, falsos bien intencionados, voluntaristas zafios, mal preparados y con la misma vocación de enseñante que un señorito en su cortijo, les digo: más pronto que tarde, el deterioro de la actual sociedad de consumo, hecha de plástico y algodón dulce, la de Marina d’Or, Port Aventura e Isla Mágica, os impedirá seguir dando vueltas sobre vosotros mismos, poniéndoos en vuestro sitio y teniendo que afrontar los frutos de vuestra siembra, resultado de la despolitización, de la falta de compromiso comunal en vuestro trabajo. Entonces, la ignorancia e indolencia de la que muchos hacéis gala moviéndoos en medio de fatuas veleidades, si ahora son vuestras más cándidas compañeras de diversión, entonces se tornarán en vuestros más feroces enemigos; y en el vórtice del marasmo y desesperación social que se nos viene encima, incapaces de saber qué hacer, las únicas puertas que veáis abiertas ante vosotros serán las de vuestro infierno. No me quiero ni imaginar las depresiones, ansiedades y fatigas por las que vais a pasar. A algunos la cara ya os hiede a bilis.

Doctores palestinos llevan los cadáveres de dos niños abatidos por un tanque del ejército israelí