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Contribución a una arqueología intelectual en los contextos y los contenidos de un marxismo negro en Cuba

Fuentes: La Cosa

Para Fernando Martínez Heredia, quien primero me adentró en estos temas y para Tomás Fernández Robaina, quien le ha dedicado la vida a ellos.

Ver entregas anteriores de esta serie: 12, 3 y 4

El creciente auge de un campo de estudios sobre lo que se ha definido como un marxismo negro, en la zona de lo que ya ha ido delineándose como el Atlántico negro, está sacando a la superficie de las memorias históricas contemporáneas un conjunto de ideas y conceptos muy interesantes, que no habían formado parte del canon del marxismo en ninguna de sus variantes hasta ahora conocidas.

En mi consideración, los esfuerzos investigativos en torno a estos discursos no deben limitarse al estudio de los conceptos filosóficos que se pueden ir encontrando para trazar las especificidades de ese marxismo negro. Para una mejor comprensión de sus enunciados es necesario no perder de vista una perspectiva lo más abarcadora posible, arqueológica se me ocurre pensar, que nos devuelva con la mayor integridad el perfil de sus cultivadores, las personas, grupos, espacios, organizaciones, influencias e interacciones con los perfiles de ideas previas de donde arrancaron los cuerpos intelectivos de estos marxistas negros.

En el contexto cubano una figura como Tomas Fernández Robaina —“Tomasito”— ha contribuido con un trabajo de casi toda una vida, no directamente a definir el perfil específico de los marxistas negros en Cuba, pero sí a poder realizar sobre sus textos una cartografía preliminar del asunto, que es insoslayable.

Derivado de su impulso irradiador la lista de contribuyentes podría ser larga: Pedro A. Cubas, Alejandro Fernández, Zuleica Romay, Víctor Fowler, Roberto Zurbano. Pero la obra de estos investigadores debemos decir que igualmente tampoco han tributado de manera directa al tema que vamos a abordar a continuación.

Personalmente, hace pocos años impartí el curso Tres marxistas negros, sociedades de color y el marxismo en Cuba (1937-1961), en el Instituto de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello, algo que, hasta donde conozco, no había sido tema de espacio docente alguno, excepto los legendarios cursos de Fernández Robaina en la Biblioteca Nacional José Martí.

Diez años atrás organicé el encuentro Afrodescendencia y movimientos obreros, donde participaron varios investigadores y activistas, como parte de la Jornada Internacional Año de los Afrodescendientes, a la que contribuyó el Instituto Cubano de Antropología, mientras pude trabajar en dicha institución.

En 2008, en el marco del coloquio homenaje al historiador marxista Raúl Cepero Bonilla, contribuí con un texto sobre un contemporáneo de Bonilla, Walterio Carbonell, con la ponencia “Walterio Carbonell y el dilema antirracismo-desafricanización”. En 201o la revista Gaceta de Cuba (UNEAC) de mayo-junio de ese año publicó mi texto sobre el poeta chino-afrodescendiente “Regino Pedroso y la síntesis cubana entre el exotismo oriental y la identidad proletaria”, que es una versión adaptada a los parámetros de ese espacio titulada “El orientalismo proletario del poeta Regino Pedroso y los orígenes del estalinismo en Cuba”, en que comencé a desarrollar muchas de las ideas que aquí desarrollo.

Una fuente de inspiración para iniciar estas indagaciones fue el contacto con el ex miembro de Panteras Negras Ashanti Alston, quien desde inicios de la década pasada comenzó a indagar sobre lo que él y otros compañeros comenzaron a denominar anarquismo negro, cuestión en la que personalmente venia indagando yo también en Cuba desde 2008 y que también me incitó a organizar aquel encuentro “Afro descendencias y movimientos obreros”, que careció de un centro de análisis articulador, más allá del recuento, habitual en Cuba, de varios dirigentes sindicales negros vinculados al Partido Comunista.

Derivado de esta trayectoria considero que la historización del llamado marxismo negro, si no parte por reconocer los trasiegos entre estos dos campos temáticos se pierde una de las claves explicativas de la operatoria del marxismo negro que hoy nos convoca.

No podemos seguir reproduciendo los guetos ideológicos entre aquellos que creemos en que es posible una vida cotidiana no regida por la mercancía, las lógicas autoritarias y los Estados. No podemos permitir que dentro de la bella metáfora de “rojos y negros”, que se está usando para describir la presencia de las ideas de izquierda entre los afro-atlánticos, se refieran solamente a un grupo determinado de marxistas negros, limpios de cualquier influencia de otros cuerpos de ideas. Esa posición anima este texto.

Este trabajo parte de un enfoque generacional, como el de Karl Mannheim cuando analiza las generaciones, no a partir de años, sino por lo que él denomina “acontecimientos generacionales”[1]. Derivado de esto, hago una reconstrucción analítica de algunos contenidos significativos de la cultura política en la Cuba con que inicia el siglo XX, época en que se fraguan las ideas y las vivencias de los activistas sociales afrodescendientes en la Cuba de los primeros 40 años del siglo XX.

Seguidamente, hago un acercamiento a la primera generación fundacional del activismo social afrodescendiente.

Después efectúo un rescate de un grupo de anarcosindicalistas negros que operaron en el contexto de lo que defino como la segunda generación de activistas afrodescendientes, cuyas nociones de activismo social me parecen significativas para las generaciones posteriores. En este lugar analizo un momento de la trayectoria y las ideas de Sandalio Junco, un individuo que se puede definir como uno de los más brillantes fundadores efectivos del marxismo negro en Cuba, figura escamoteada en la historia nacional, y que expresa la transición entre lo que defino como la segunda y la tercera generación de activistas afrodescendientes en Cuba y, finalmente analizo el contexto, la figura y algunas ideas de Ángel Cesar Pinto Albiol, un representante muy definido de un marxista negro en Cuba, dentro de una tercera generación de activistas afrodescendientes. Después, termino con unas observaciones preliminares sobre Juan Rene Betancourt, al que considero un marxista negro anticomunista, que se replantea las condiciones del activismo social afrodescendiente y un ejercicio intelectivo autónomo, con algunas herramientas del marxismo-leninismo, en momento en que el Partido Comunista en Cuba se convierte en una típica maquinaria política de cooptación social.

1. Los orígenes…

La abolición de la esclavitud en Cuba en 1886 hizo emerger en la esfera pública de la sociedad colonial cubana no sólo un aluvión de ex esclavos con toda la estela de problemas socioculturales, psicológicos, laborales, económicos, etc., sino también abrió un espacio inesperado para lo que podríamos definir como la primera generación de activistas y publicistas afrodescendiente, negrxs y mestizxs, cuyo protagonismo tendría un rol muy activo en Cuba hasta mediados de la década del 60 del siglo XX.

Luego de las exitosas negociaciones de paz de 1878-1879, llevadas a cabo por el Estado colonial español y un importante sector del independentismo cubano, para desactivar el movimiento independentista, se iniciaron en Cuba un paquete de reformas que impactaron directamente sobre el mundo afrodescendiente de la colonia, lo cual fue definido por el historiador cubano del siglo XX Pedro Deschamps Chapeaux como la españolización del negro cubano, hecho que antecedió a la abolición legal de la esclavitud en 1886.[2]

De este proceso con derivaciones tan amplias como la abolición de la esclavitud misma, sólo señalaremos que en este contexto surgirá un significativo movimiento editorial de publicistas afrodescendientes autodidactas. Los primeros órganos de prensa serán El Ciudadano, creado en enero de 1879, dirigido por Rodolfo Fernández Blanco de Lagardere, periódico auspiciado por el régimen colonial español y financieros hispanos, de orientación integrista dentro del Estado español y La Fraternidad, iniciado en abril de 1879, creado por Juan Gualberto Gómez, promotor de una postura que, en medio de la fuerte censura de la policía colonial española, llegará a ser independentista.

La Fraternidad se convertirá rápidamente en un referente para otros empeños editoriales afrodescendientes en otras regiones de Cuba y en pocos meses saldrán a la luz pública La Armonía de Matanzas, dirigida por Rafael Gómez y Rafael Serra y Montalvo; El Círculo de obreros, de la ciudad de Remedios, dirigido por Severino Betancourt; El Pueblo, dirigido por Martín Morúa Delgado, también en Matanzas; Minerva, en La Habana, relevante espacio de prensa de mujeres afrodescendientes, La Unión, en La Habana, dirigido por Casimiro Bernabeu o El Aspirante, de Trinidad, dirigido por Teodoro Pacheco.

Esta pequeña eclosión de espacios de prensa afrodescendiente ira acompañado de la aparición de un gran número de sociedades de instrucción y recreo, asociaciones fraternales y de ayuda mutua de los descendientes de africanos en la isla, lo cual respondía a las exigencias de la nueva legislación civil española.

Rápidamente, esta gran masa social se convertirá en objeto de interés del Estado colonial hispano, así como de las tendencias políticas dominantes en Cuba a fines de siglo XIX, el integrismo, el independentismo y el autonomismo, como base social para sus maquinarias políticas, de lo cual serán tempranamente conscientes los publicistas afrodescendientes.

El primer número del periódico El Aspirante de la ciudad de Trinidad llamara la atención en enero de 1880 sobre esto: “Es evidente que ilustrada la raza de color después de engrandecerse a sí misma, contribuirá poderosamente al orden, bienestar y prosperidad del pueblo, sin que por su ignorancia sea jamás juguete de las ambiciones de unos y sirva de pedestal a las maquinaciones de otros.”[3]

Trece años más tarde, en octubre de 1893, Martín Morúa Delgado desde su periódico La Nueva Era sostendrá principios similares que después abandonará constituida la República: “Cuanto se necesita hacer en Cuba en favor del pueblo de color, ha de ser inspirado por la conducta de las propias clases de color y no por las ordenanzas gubernamentales (…) ir floreciendo en las distintas manifestaciones de la vida civilizada, eso es lo que ha de dar a las clases de color el prestigio que necesitan en la vida pública y no la absurda pretensión de aparecerse con representación ante el gobierno nacional, los que [se presentan] como enemigos irreconciliables de ese mismo gobierno ante el cual se postran demandando merced.”

Estos criterios de Morúa constituyen una aplicación específica al tema racial del enfoque general que planteó un año y nueve meses antes el Congreso Obrero de 1892 el cual respecto a los partidos políticos planteó: “Ningún sistema o principio que explique la existencia de la autoridad, ni que resuelva el problema de la miseria, nos ha sido hasta ahora propuesto por ningún partido político, por lo cual, y por la experiencia adquirida por los países en que se practican sus más amplios principios, creemos que el amor a la justicia de estos organismos es una farsa, que el sufragio universal es mentira, y que las demás libertades que se consigna en los códigos, ante la realidad lo son también”. [4]

Ya establecida la República el movimiento asociativo afrodescendiente no perdió energías y sus referentes intelectuales más importantes mantuvieron principios similares a los del periodo colonial. Esa continuidad de ideas ocurrió en un contexto nacional donde no cristalizó una tradición conservadora con capacidad de mando intelectual sólida y visible, algo en lo que ha llamado la atención solamente un marxista cubano como Fernando Martínez Heredia.

A diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, la guerra de independencia que condujo a la creación del estado nacional cubano no sólo fue de las más tardías en el continente, sino que no fue liderada por una oligarquía criolla cohesionada dentro de sí y con capacidad de mando sobre el resto de la sociedad. Este vacío fue llenado por sectores medios negros y mestizos y por blancos pobres radicalizados, que le dieron contenidos sociales muy plurales a la simple sustitución de élites en el control del estado colonial.

La tercera y definitoria guerra de independencia de 1895-1898 tuvo un importante protagonismo de obreros y artesanos fuertemente influenciados por varias tendencias anarquistas, a lo cual echó manos José Martí con su inmensa capacidad de negociación, de ahí nació un proyecto de república “…con todos y para el bien de todos…”, que se llevaría a cabo por medio de “… métodos e instituciones propias, nacidas del país mismo que permitieran arribar a aquel estado apetecible en que cada hombre se conozca y se ejerza…” lo cual ocurrió en medio de una guerra devastadora, un genocidio rural llevado a cabo por el ejército español y un derroche de heroísmo, persistencia y perspicacia popular extraordinario que dejó huellas de larga duración en la mentalidad de los oprimidos en Cuba.

Uno de los más brillantes y sagaces intelectuales con que contó el conservadurismo en Cuba a inicios del siglo XX, Eliseo Giberga, en un texto fechado en abril de 1897 titulado Apuntes sobre la cuestión de Cuba, redescubierto por el —no es un problema repetirlo— inolvidable Fernando Martínez Heredia en su biblioteca familiar, ya señalaba que el vacío oligárquico y el protagonismo popular que se vio en las guerras de independencia de Cuba “…deterioró las costumbres y las ideas de las gentes de color y de las clases sociales inferiores, por lo que durante un largo período serán menos humildes y menos respetuosos de la autoridad del blanco…”[5]

El núcleo fundacional de la primera generación de activistas afrodescendientes constituido a inicios de los 80 del siglo XIX dentro del movimiento asociativo fraternal que creó el Directorio Central de la raza de color[6], fue conformando un conjunto de nociones sobre la realidad, que en casi todos los casos se fue constituyendo en contraposición al positivismo filosófico de gran presencia entre “la oligarquía académica-muy sabia pero muy fría-”, como la describió “O.N.S”, un desconocido publicista afrodescendiente, que publicó en La Habana el 13 de octubre de 1898 Maceo. Semanario Independiente.

O.N.S. señala en ese texto que tal oligarquía académica “de espaldas al juicio popular, nunca erudito, pero siempre vigoroso y las más de las veces acertado, ha descartado siempre el factor capitalísimo del sentimiento soberano de los pueblos, más acatado y fuerte que las ideas y las ideas y los intereses materiales”[7].

En un contexto tan poco propicio para el conservadurismo como en la Cuba de inicios del siglo XX los liberales se convirtieron en la encarnación tanto de la tradición como de la ruptura en Cuba y el propio liberalismo, algo en lo que llamó la atención desde 1910 un intelectual cubano del calibre de José Antonio Ramos en su libro Manual del perfecto fulanista[8]. Esa peculiaridad de la cultura política cubana hizo imposible tanto la existencia de un único partido que se llamase legítima y exclusivamente Partido Liberal como insuficiente definirse liberal en política, si no se añadía a continuación la tendencia caudillista en que se militaba.

El miguelismo será la tendencia liberal que ganará las elecciones presidenciales de 1909, dirigida por el caudillo José Miguel Gómez. Su gobierno con predominio liberal en el Senado y en la Cámara de Representantes, enarbolará un programa electoral de tintes reformistas, con el cual hacer frente a la creciente potencia del movimiento organizativo obrero en Cuba. Este gobierno se convertirá en el mayor promotor de proyectos legislativos para beneficio legal los trabajadores en los primeros 30 años de vida republicana, así como el primero en crear instancias de intervención estatal en los conflictos entre el capital y el trabajo.[9]

Todo este ingente trabajo constituyente fue obra de una tendencia obrera dentro del Partido Liberal compuesta por políticos de origen proletario y profesionales con sensibilidad social. Entre ellos se encuentra Luís Valdés Carrero (tabaquero), Martin Morúa Delgado, Ambrosio Borges (zapatero), Enrique Messonier (tipógrafo y empleado público), Emilio Arteaga, abogado camagüeyano, vinculado al movimiento cooperativista que se dio durante años tanto en la ciudad portuaria de Nuevitas, por grupos anarcosindicalistas, como por asociaciones de pequeños agricultores de los alrededores de Camagüey, junto a una figura promotora del cooperativismo en esa región del país como Rafael Morens Montes y José de Jesús Márquez, agrónomo y veterano promotor de las cooperativas de consumo en Cuba desde dos décadas antes, desde el periódico decimonónico habanero La aurora, dirigido por Saturnino Martínez.

2. Una segunda generación de activistas sociales afrodescendientes emerge

Pero a pesar de todo lo que se legisló en el periodo de José Miguel Gómez, todo esto no hizo más que refrendar la condición de Cuba como la habría de definir años más tarde el analista social afrodescendiente Alberto Arredondo: Cuba, tierra indefensa[10].Para 1912 se haría grotescamente visible también que toda esta obra legislativa venía ocurriendo sobre la base de una creciente y metódica exclusión de los liberales afrodescendientes de las instancias gubernamentales, lo cual conduciría al intento de alzamiento y cruenta represión a los Independientes de Color.

Pero mientras el conflicto entre los liberales y – dentro de ello-, el antagonismo racial entre políticos liberales se hacía cada vez más intenso, en la segunda década del siglo XX, la alianza interracial cotidiana adquiría presencia en no pocos sectores del mundo del trabajo cubano, en lo que iba en ascenso la conflictividad social, lo cual se hizo visible en el Congreso Obrero de 1914.[11]

Otro hecho muy significativo en este sentido fue el impacto que tuvo la revolución mexicana entre los trabajadores en la Isla. Un hecho que ha sido sacrificado y escamoteado por la historiografía leninista-estalinista cubana, en aras de poder ponderar el carácter providencial del bolchevismo y su precoz maquinaria de cooptación social.

Si en algún lugar del mundo la solidaridad fue más franca y efectiva con los protagonistas más radicales de la revolución mexicana fue entre los trabajadores cubanos. Los sindicatos cubanos cobraron gran prestigio internacional a inicios del siglo XX, por ser de los que más fondos recaudaron en el continente americano para las causas justas de la época en cualquier lugar[12], lo cual fue reconocido por figuras de relevancia internacional como Ricardo Flores Magón, el escritor colombiano José María Vargas Vila o el afamado científico y anarquista ruso Piotr Kropotkin.[13]

El ciclo revolucionario mexicano fue visto entre importantes activistas obreros cubanos como “la antesala de una gran lucha internacionalista americana contra el dominio yanqui y las burguesías aliadas de la región”[14], dentro de lo cual las temáticas y cuestiones del Partido Independiente de Color fueron algo no desconocido, pero secundario.[15]

En contraste con esto, obreros cubanos, negros y anarquistas como el mecánico tipográfico Pablo Guerra —“Guerrita”—, Rafael Serra, tabaquero, Margarito Iglesias, operador portuario, Paulino Diez, albañil y maestro de obra, fueron de los más tenaces referentes sindicales en la recaudación de fondos en Cuba para las milicias obreras mexicanas[16] y en todas las luchas sociales que fueron en aumento en la Cuba de los 20-30 del siglo XX, fuera de las maquinarias políticas electorales.

Este pequeño núcleo, dentro de una nueva generación de activistas sociales afrodescendientes, estaba haciendo suya, tal vez sin conocerla en su momento, la misma perspectiva que había planteado en 1907 un veterano luchador social como Rafael Serra y Montalvo[17], animador de la primera generación de activistas sociales afrodescendientes, cuando este sostuvo poco tiempo antes de morir: “Siendo nuestro deber tratar de impedir a tiempo en Cuba toda división étnica, por creerlo una desdicha precursora de la muerte segura de nuestra independencia, debemos por tanto prescindir en lo posible de toda política de partido (…) ni de Washington, ni de política de partido alguno hay que esperar soluciones prácticas, sino del mismo país, en contubernio asociativo, para afrontar problemas diversos y puntuales, con honradez y sabiduría, para impedir que manos agiotistas vengan a levantarnos la obra que debiéramos levantar nosotros mismos”.[18]

Dentro de esta segunda generación de activistas afrodescendientes que se inaugura con el siglo XX, se desarrolló en importantes sectores del mundo sindical de filiación anarquista, un amplio espacio de actuación social, ellos fueron lo que se definió en la época como “sindicalistas revolucionarios” o más contemporáneamente “anarcosindicalistas”.

A diferencia de lo que planteaba la partidaria del PIC Cecilia Lara en 1911, este grupo de activistas sindicales afrodescendientes no aspiraba solamente a que “…se les gobierne bien, a que Cuba esté representada tal como ella es”[19], puesto que ellos no creían en el dispositivo de la representación social por medio de los partidos políticos.

Un texto sin autoría como “Nuestras herramientas” del periódico habanero Fiat Lux de enero de 1911­, podría describir el ideario social que compartió este grupo: “La organización con que contamos, el sindicato, no es un fin en sí mismo, es un medio para implementar los modismos de la vida futura, las condiciones morales, intelectuales y productivas, una universidad popular democrática que proyecte los medios necesarios para la regeneración social desde ahora. El jacobinismo y la algazara motinesca demuestran no ser medios de acción revolucionaria, ni instrumento de enseñanza. Nuestra acción debe ser tan pedagógica como de combate. Debemos favorecer las tendencias autonomistas de nuestro tiempo y fomentar todo modo de acción directa en lo político, en lo económico y en lo religioso, lo que sería obra tan eficazmente libertaria que ninguna propaganda podría igualarla.”

Desde una plataforma general como esa reconocieron la centralidad de la lucha contra los prejuicios raciales, como lo expresa el artículo “El prejuicio de razas” firmado por un “Jorge”, publicado en el periódico Vía Libre, radicado en la calle Alambique 42, La Habana, el 6 de agosto de 1911:  “La cuestión de la diferencia de razas, si es que existiera tal cosa que no creemos, es una de cuestión de capital importancia para la buena armonía y fraternidad de la sociedad. Mientras exista esta plaga de la diferencia de razas no será posible la emancipación social, habría que abolirla de la mente de los pueblos.”

No debe tomarse este texto como mera expresión personal de un individuo o como mera postura literaria. No podemos dejar de tomar en cuenta que desde las dos últimas décadas del siglo XIX, después de las fraternidades masculinas Abakuà y el Ejército Libertador, fueron los sindicatos obreros de filiación anarquistas y sus órganos de prensa, parte de los primeros espacios sociales en Cuba donde se promovió y se hizo efectiva la integración paritaria de negros y blancos, nacidos en Cuba o en España y de los que con más energía defendieron la educación gratuita e integrada para infantes de todas las pigmentaciones, como se puede notar en un periódico tan abarcador espacial y temáticamente como El Productor, dirigido por el imponderable Enrique Roig San Martín.

Derivado de tales posicionamientos y de la sostenida presencia del tema del antirracismo en el movimiento anarcosindicalista en la Isla, se puede comprender la atención crítica que un gran periódico de ese circuito como ¡Tierra![20] le ofreció entre mayo y julio de 1912, al alzamiento del Partido Independiente de Color. En tal empeño participarían en el equipo editorial de ¡Tierra! activistas anarquistas negros como Rafael Serra y Pablo Guerra,  “Guerrita”[21].

El 8 de junio de 1912 ¡Tierra! publica el largo texto “A los trabajadores de color” sin autoría, donde se señala:  “(…) aparentemente, la rebelión obedece al deseo de que se derogue la llamada Enmienda Morúa[22]. En el fondo se siente que se trata de un juego de políticos de color que pretenden aprovecharse para fines ambiciosos y personales (como son los fines de todos los políticos blancos y negros) de cierto estado de disgusto que indudablemente se manifiesta en el elemento de color por la preterición en que se suponen víctimas en la vida política y social de la república. (…) Al advenimiento próximo o remoto de una sociedad libre deben contribuir juntos, con los blancos conscientes, los hombres conscientes de color, dejando de malgastar sus energías en luchas estériles de la política que solo a unas decenas de vivos [ilegible] pero que ninguna utilidad reporta a la gran masa.”

El 22 de junio de 1912, Eugenio Leante, un activista anarco-sindical de Santiago de Cuba publica el artículo “¿Racismo?” donde señala un aspecto poco tenido en cuenta en los análisis contemporáneos: “(…) la prensa comercial, esa componenda de emporios lucrativos, tan desarrollado en este país, ha fabricado su primera guerra de razas, en un país donde relativamente vivían confraternalmente negros y blancos, y digo relativamente, porque aunque ha habido cierta repugnancia de contacto íntimo”. Él no lo considera suficiente para que “el elemento blanco se declare perseguidor del negro titulándolo de movimiento antirracista”

El 27 de julio de 1912 ¡Tierra! también publica el artículo “Desde Manzanillo”, anónimo, donde el cronista señala como en una ciudad como esta donde las organizaciones obreras han logrado los más altos niveles de coordinación en Cuba, la “revolución estenocista”, como ellos definen el alzamiento del PIC dirigido por Evaristo Estenoz, está siendo utilizada por los industriales de esa ciudad para dividir a los trabajadores por parámetros raciales.

Si bien es un tema que debe seguirse explorando en la prensa obrera, el de las relaciones entre el Partido Independiente de Color y el movimiento sindicalista revolucionario en Cuba, se puede afirmar que no hubo aceptación, ni involucramiento de obreros afrodescendientes organizados en torno a este alzamiento partidista.

En términos más generales, mientras no se accede a nuevas fuentes sobre este grupo dentro de la segunda generación de activistas sociales afrodescendientes, podemos sostener preliminarmente que algo que caracteriza su accionar social fue el rechazo a las maquinarias políticas electorales de cualquier tendencia, junto a ello la preocupación por las formas organizativas desde donde llevar a cabo las luchas sociales, dentro de las cuales se encuentra el racismo y sus secuelas.

Ni las cuestiones hoy clásicas del reencuentro con la africanía, ni la relación con el tejido de sociabilidades afrodescendientes contemporáneos a ellos, parece ser que fueron temas muy recurrentes para ellos. Desafortunadamente, sobre la labor publicista de estos activistas afrodescendientes anarquistas cubanos, bien poco se ha indagado y hasta ahora conocemos de muy escasas voluntades por hacerlo.[23]

De las cuatro figuras antes mencionadas, del que más textos se pueden encontrar es de Rafael Serra, quien fuera director durante al menos el año 1920 de El Libertario. Periódico Decenal, que se produjo en la sede de la Federación de Obrera de La Habana, en Zulueta 46. De Paulino Diez no existe nada publicado y sus memorias, grabadas en cintas magnetofónicas, aún no han sido transcritas por sus descendientes. Margarito Iglesias fue asesinado por la maquinaria policial machadista en 1927, en plenas funciones de secretario general del efímero como temido Sindicato de la Industria Fabril. Poco se sabe de publicación alguna de su puño y letra.

Sobre Margarito Iglesias y Pablo Guerra existe un tenebroso informe policial de espionaje sindical , fechado el 10 de mayo de 1926. En sus páginas, el agente policial encubierto Tte. Rogelio Crespo hace un detallado perfil caracterológico de ambos, sus rutinas cotidianas y relaciones sociales[24] —que fue muy útil para el asesinato del primero[25]—. También se consignan fragmentos de alocuciones públicas de ambos, en los encuentros que dieron lugar a la creación del Sindicato de la Industria Fabril.

En una de esas reuniones el policía infiltrado tomó nota de una intervención de Pablo Guerra, “Guerrita”: “Las organizaciones en casi todos los lados en Cuba lejos de progresar, o mejor dicho, de ir evolucionando en razón diverjente (sic) de las organisaciones (sic) burguesas, autoritarias y centralisadoras (sic), han convengido (sic) hacia el mismo punto, se han convertido en pequeños estados castradores de energías e iniciativas. Aquí en La Habana tienen ustedes a la Federación de Torcedores con un poder lejislativo (sic), otro ejecutivo y celebrando congresos y más congresos, como cualquier república en pequeño y a cada congreso sale más mal parada la iniciativa de los afiliados. Igual mismo (sic.) ha pasado entre los trabajadores de la Federación de La Bahía, la misma Federación Local aquí no ha podido deshacerse de esos procederes. Si yo estoy en este nuevo contuvernio (sic) sindical no es por otra cosa que para buscar mejor espíritu de solidaridad entre los oprimidos blancos como negros y responder mejor los ataques de los sin bergüenzas (sic) que todos conocemos, lejos de las tácticas legalitarias, por medio de la iniciativa robusta y consciente de las bases, sin más trabazón que las que vaya indicando el sentir colectivo y la lucha por el lugar que nos corresponde en este mundo como productores”.

De estos activistas del sindicalismo revolucionario, anarcosindicalistas, dentro de la segunda generación de activistas sociales afrodescendientes, no podemos seguir contribuyendo al cultivo continuado de su olvido, tal como ha ocurrido durante casi un siglo. Muchas de sus intuiciones, análisis y formas de concebir la lucha contra las opresiones heredadas, han perdido muy poca vigencia.

A contrapelo de la verdad oficial establecida por el estalinismo cubano e internacional, estos activistas no “limitaron su accionar al economicismo sindical estrecho”[26]. Una indagación muy preliminar en sus documentos originales no demuestra en absoluto que “la reivindicación salarial y la reducción de la jornada laboral lo era todo para ellos”[27]. Sus limitaciones e incapacidades involucran cuestiones de más calado que una simple incomprensión del ABC marxista-leninista.

Por otro lado, ellos abonaron un terreno de activismo social que amplió y trascendió las limitaciones de la utopía liberal, tan bien descrita por Victor Fowler[28], propia de la primera generación de activistas afrodescendientes cubanos, basados en la idea de un “capitalismo moderno, garantizado por documentos constitucionales hondamente democráticos, con una clase trabajadora de conducta caballerosa en el reclamo, con una esfera pública sólida y dispuesta a aceptar diálogos, todo bajo el imperio de la Ley”.

Fue ese un modelo de ordenamiento social tempranamente desacreditado en Cuba por el accionar de la precoz cleptocracia neocolonial cubana y desafiada desde las primeras décadas del siglo XX —y no “hasta bien entrado el siglo XX por (…) los llamados nuevos sujetos sociales [siempre fuera de Cuba]”—, como ha sostenido Fowler en ese significativo texto antes citado, el cual denota la profundidad del olvido que ha sufrido la historia de los movimientos sociales en Cuba, que florecieron en terrenos alejados de los estrechos y absorbentes marcos de las maquinarias de los partidos políticos cubanos.[29]

Entre este grupo dentro de la segunda generación de activistas sociales afrodescendientes y la tercera generación, de la que emerge el perfil de los que definimos como los marxistas negros cubanos, está de por medio uno de los cataclismos sociales más intensos que ha vivido la sociedad cubana en el siglo XX, donde se combinan la crisis económica del 29 al 33 y lo que coloquial y ya canónicamente Raúl Roa definió como la revolución que se fue a bolina. El gran Fernando Martínez Heredia lo delinearía con no menos precisión como la antesala de la segunda república burguesa y neocolonial cubana. El terreno social donde se expresará esta tercera generación de activistas sociales afrodescendientes estará marcado por al menos varios hechos∕ procesos que definirán desde donde ocurrirá el accionar de esta generación.

— vigoroso crecimiento y tecnificación del aparato represivo estatal cubano, teniendo su clímax con el régimen machadista, que agredirá profundamente la red de sociabilidades previas que había construido el sindicalismo revolucionario en la Isla, donde se desarrolló el activismo y el tejido intelectivo de varios componentes de la segunda generación de activistas sociales afrodescendientes, produciendo una significativa ruptura de los contenidos y los temas que desarrollará la tercera generación.

—Establecimiento del desempleo masivo como característica casi permanente de la economía capitalista cubana, acompañado de una ampliación casi única en América de las relaciones salariales y monetarias por todo el tejido social, que erosionará de manera creciente los espacios de reproducción de comunidad y solidaridad popular, deterioro de la identidad de las personas en general, y lxs afrodescendientes en particular, en relación al trabajo; generalizándose estilos de vida desestructurados y enajenados, cuya expresión más cruda a nivel antropológico se puede encontrar en la figura de las madres solteras indigentes, tema que adquirirá alguna presencia en los marxistas negros dentro de la generación de activistas-, y a nivel territorial, se puede localizar tanto en los llamados solares, como en mayor escala en el extinto barrio de Las Yaguas, en el centro de La Habana republicana.

— Crecimiento de la estratificación social dentro de los ámbitos afrodescendiente en Cuba, y simultáneamente a la ampliación de la indigencia y el desamparo social, ascenso de nuevas clases medias negras y mestizas, que protagonizarán un reverdecer organizativo de las llamadas sociedades de color y sus medios de expresión pública que inició la primera generación de activistas afrodescendientes en las últimas dos décadas del siglo XIX.

—Surgimiento del Partido Comunista Cubano, adscripto a la institucionalidad paraestatal internacional de la URSS, como una inédita maquinaria de cooptación y control centralizado de las sociabilidades autónomas populares, los procesos intelectivos populares, el potencial de creación social colectiva y las tácticas de luchas sociales, con propósitos proyectivamente electorales, pero adjuntados a un discurso público favorable a la plena justicia social, que penetrará de manera duradera en amplios ámbitos afrodescendientes cubanos.

—Difusión y canonización de un tipo de marxismo en clave leninista que se convertirá en el nuevo marco intelectivo de la tercera generación de activistas sociales afrodescendientes, el cual será empleado para impugnar el rol principista del Partido Comunista en los ámbitos populares y en algunos casos para articular una contestación crítica propositiva a sus estrategias políticas y a los fundamentos de su accionar social.

—Revaloración dentro del canon de la cultura occidental en Cuba y fuera de Cuba del legado cultural y las prácticas creativas africanas y creciente centralidad del antirracismo como parte de la agenda de las luchas sociales.

Estos seis hechos∕ procesos nos parecen importantes tenerlos en cuenta, entre otros posibles, para abordar el tejido intelectivo de los marxistas negros dentro de la tercera generación de activistas sociales afrodescendientes, que tendrán una significativa producción de textos y proyecciones públicas, incluso internacionales, a diferencia del grupo de activistas anarcosindicalistas negros de la segunda generación.

3. Sandalio Junco, un iniciador entre dos generaciones

En la tercera generación de activistas sociales afrodescendientes con adscripción marxista, una figura que destaca por ser expresión de la transición entre la anterior generación y la que sigue es un individuo como Sandalio Junco Camellón.

Junco es un personaje proveniente del circuito y del tejido intelectivo del anarcosindicalismo habanero, donde mismo se movían Margarito iglesias, Serra o Guerra, específicamente en el combativo Gremio de Panaderos y Unión de Dulceros y Pasteleros, desde donde llegó a ser Secretario de Relaciones Internacionales de la CNOC (Confederación Nacional Obrera de Cuba, de orientación netamente anarcosindicalista en sus primeros años).

Sin embargo, no ha tenido espacio en los pocos recuentos histórico-analítico que conocemos del anarquismo en Cuba.[30] Tampoco es mencionado en ninguna de las historias públicas del PCC, a pesar de que también por poco tiempo militó en sus filas, ni tampoco recibió atención por parte de Pedro Serviat en su canonizante libro El problema negro en Cuba y su solución definitiva.

Quien sí ha reivindicado a Sandalio Junco en los últimos treinta años y de manera creciente es el circuito trotskista internacional, especialmente el norteamericano. Recientemente en 2018, la investigadora Anne Garland Mahler, de EE.UU, publicó el texto “The red and the black in Latin America: Sandalio Junco and the ‘Negro Question’ from an Afro-American perspectives” (El rojo y el negro en América Latina: Sandalio Junco y la “Cuestión del Negro” desde una perspectiva Afro-Latinoamericana), disponible en internet.[31]

Garland Mahler hace un valioso recuento histórico del interés dentro del circuito trotskista estadunidense por la figura de Sandalio Junco, pero también analiza la sorprendente agudeza y coherencia de las ideas de Junco, quien polemizó directamente con las tesis de José Carlos Mariátegui en el Congreso de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo, sobre las perspectivas de la revolución socialista en América Latina y las cuestiones étnicas y raciales, también señala el desconocimiento que aún nota sobre Junco entre los investigadores militantes socialistas en América Latina y la contemporaneidad de sus criterios para las luchas actuales.

Lo que no nos dice sobre Sandalio Junco Garland Mahler es exactamente lo mismo que no nos dicen los investigadores del anarquismo y del PCC en Cuba: Sandalio Junco proviene del circuito anarcosindicalista habanero de la segunda década del siglo XX, más aun, fue el director de El Productor. Periódico quincenal del Gremio de Panaderos y la Unión de Dulceros y pasteleros, de clara textura anarcosindicalista.

Para los propósitos de este texto, esto no es un dato menor, pues denota, por una parte las limitaciones, carencias y cuestiones descuidadas en las perspectivas anarco-sindicales que él mismo compartió junto a Serra, Iglesias, “Guerrita” o Paulino Diez, obreros afrodescendientes como él, pero, por otro lado, nos revela la tensa continuidad y pertinencia analítica del tejido intelectivo ácrata, con su permanente incitación al cultivo del arte de pensar por sí mismo en cuestiones organizativas y estratégicas individuales y colectivas, hábito que incorporó para sí Sandalio Junco, y que tanto lo hicieron descollar luego en el circuito trotskista internacional y en el movimiento revolucionario y antimperialista cubano y latinoamericano de los años 30, hasta su asesinato en 1942, en la ciudad de Sancti Spiritus.

Ya desde 1923 como director de El Productor, Sandalio llevó en ese espacio de prensa obrera la sección “Con Amoniaco”, dedicada a la crítica y análisis  -cáustico e irónico- de las cuestiones cotidianas internas del gremio, en formato de viñetas escritas, que nos irán dando cuenta de la agudeza de observación del panadero afrodescendiente sobre las tensiones y sutiles estratificaciones que se van produciendo dentro del propio ámbito sindical.

En el ejemplar del 10 de enero de 1923, en la última parte de esa sección escribe Junco: “Es curioso observar que de las organizaciones de panaderos y dulceros son pocos los compañeros que se ven en la Biblioteca del Centro Obrero. Claro está, como somos los más instruidos necesitamos asistir a los frontones y otros lugares de vicios para gastar nuestros crecidísimos salarios. Luego trabajamos tan pocas horas que no sabemos que hacer de tanto tiempo tenemos de descanso…”.

En la misma fecha de la anterior, más arriba se encuentra esta: “En la última Asamblea se acordó dar de baja [del Gremio] al joven maestro Benigno López, por su acatamiento servil a las órdenes de los comanditarios de la familiar casa La Sin Rival y se acordó notificar por escrito al compañero Dopico; retrancara (sic) su campañita, sopena (sic) de que tomemos en consideración sus calificativos para los organizados.”

Otra viñeta escrita en el mismo número de El Productor del 10 de enero de 1922, dice:“Los talleres de la aristocrática calle de Galiano, no hacen nada bien en esa pose tan refinada. Luego dicen que el ambiente no corrompe. Que conteste Villamor que ya duerme con frac. Camaradas no se ilusionen que otros tuvieron el pie en ese estribo y hoy están montados en caballos de cartón y gracias.”

Del 25 de febrero son estas palabras: “Los carnavales son la actualidad; en ellos disfrutamos de una alegría tan ficticia como vergonzosa. Ficticia por ser tan fáciles a una alegría que nadie siente y todos se esfuerzan en aparentar. Vergonzosa porque el carnaval es creado y mantenido por los ricos para acallar las miserias del pueblo hambriento, el cual inconsciente y torpe, cae de lleno en la trampa y hace el coro que los privilegiados necesitan. ¡Miserias humanas! como diría Zola. ¡Candidez de los trabajadores! Digo yo.”

Hemos referido estas citas, con toda la espesura de los asuntos cotidianos que aborda, porque nos expresan cómo Sandalio Junco va desarrollando una percepción de las sutiles jerarquías de estatus que se reproducen entre los propios compañeros de su gremio: entre aquellos, por un lado, que pueden acceder a espacios como las salas para deportes de origen español que se juega en los frontones – aunque no dispongan del dinero para involucrarse en muchas de los pasatiempos que allí se generan-; por otro lado, los compañeros que pueden trabajar, dados ciertos requisitos que ellos cumplen, en las panaderías de “la aristocrática calle Galeano”; o aquel joven maestro panadero Benigno López que muestra una fácil disposición al “acatamiento servil a las órdenes de los comanditarios de la familiar casa La Sin Rival”.

En una cuerda afín están sus observaciones sobre el carnaval, que apuntan a develar los tempranos mecanismos de cooptación de las elites blancas cubanas respecto a los sectores afrodescendientes en la Isla y la instrumentalización de sus prácticas culturales hacia la gestión de la gobernabilidad en una sociedad como Cuba, que perfila una de las modalidades más sofisticadas de racismo conocidas en América.

En esas viñetas escritas para la sección “Con Amoniaco” ,  no podemos dejar de ver cómo su condición de afrodescendiente le permite ver entre sus compañeros de gremio la existencia de prácticas de ocio, opciones laborales o comportamientos individuales frente a los patronos, que muy seguramente se hacen posible explicar por las jerarquías raciales operantes, también entre los propios compañeros del gremio, un tema que respecto a las décadas finales del siglo XIX iría perdiendo presencia en la prensa obrera, concentrada en gran medida en los conflictos patronales, no pasando del tono de declaraciones genéricas sobre el tema, como vimos lo hace un periódico como Vía Libre en 1911.[32]

Desde el activismo anarco-sindical de base en el gremio panadero de La Habana, hasta su militancia internacional comunista anti-estalinista, la trayectoria de un obrero panadero afrodescendiente como Sandalio Junco, fue inusualmente meteórica, distanciándolo físicamente de las bases sindicales de donde él provenía[33], pero extrayendo de esa experiencia un material de análisis que con el tiempo sería de una relevancia de primer orden.

Junco fue fundador en la Cuba de 1932 de la agrupación Oposición Comunista y luego del Partido Bolchevique Leninista. Antes de ello, expulsado de Cuba por el régimen machadista, vivió el exilio político en México, donde laboró codo a codo con Julio Antonio Mella en la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos, fue secretario de la Confederación del Trabajo de Latinoamérica, de la Secretaría de la Liga Anti-Imperialista de las Américas, fue uno de lo coordinadores de la Escuela Internacional Lenin en Moscú y allí trabajó junto a Rubén Martínez Villena en la Internacional Sindical Roja[34]. En Moscú conoció a Andreu Nin, después fundador en España del legendario Partido Obrero de Unificación Marxista, con quien entra en contacto con Oposición de Izquierda inspirada por Trotsky, a la cual se sumó, pero conservando su capacidad de pensar por sí mismo en cuestiones organizativas y estratégicas, ejercitada en sus años de activista anarco-sindical en La Habana.

De aquí nació su impulso hacia la creación del Partido Bolchevique Leninista a su regreso a Cuba en 1933, organización que desarrolló un notable accionar en varias regiones de Cuba, en alianza con la organización Joven Cuba liderada por Antonio Guiteras y otros grupos revolucionarios.

Ambas organizaciones tuvieron un rol clave en la organización de la fallida huelga general de 1935, pero mostraron un serio esfuerzo de accionar unificado de aquellas grupos sociales opuestos al imperialismo yanqui y sus aliados, así como al auge de los estalinistas en Cuba que, después del fugaz intento de pacto con Machado en agosto del 33, lograron una alianza con el nuevo dictador Batista, que les concedió el control del movimiento sindical, creando para ellos la oficialista CTC, el 28 de enero de 1939.

Toda la experiencia internacional, con sus contactos directos con figuras y organizaciones en el mundo colonial de la época y su bagaje sindical previo en La Habana, más su condición de trabajador afrodescendiente, hizo que Junco le dedicara mucha atención y reflexión a la importancia de los trabajadores urbanos y rurales negros en las batallas internacionales en curso contra la dominación imperialista y sus aliados y contra el precoz monopolio de las burocracias estalinistas de Moscú, en el diseño de las tácticas y estrategias de lucha de los pueblos oprimidos del mundo.

En el Congreso Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo en 1929, un espacio donde convergieron diferentes tendencias dentro del movimiento obrero latinoamericano y el tema de las tácticas de lucha de los trabajadores afrodescendientes e indígenas tuvieron gran presencia, Sandalio Junco tuvo un rol notabilísimo. Allí presentó su ponencia “El problema negro y el Movimiento Proletario”, que aun sorprende a la investigadora contemporánea Garland Mahler, que nos permite rescatar esa intervención de Sandalio de la omisión y el desconocimiento que sobre él tenemos en Cuba hasta hoy .

En esa lectura pública el panadero cubano mostró una visión más amplia que la de Mariátegui en su comunicación titulada “El problema indígena” que, sin desconocer la calidad de las aportaciones de El Amauta, sólo se limitó al contexto de Perú. En contraste, Sandalio Junco ofreció una visión continental del “problema negro” y emplazó la tendencia a negar la existencia de racismo también entre los miembros del proletariado latinoamericano y no solo entre las burguesías, incluyendo la discriminación contra trabajadores de nacionalidad haitiana y de las colonias inglesas y holandesas en el Caribe[35].

Derivado de lo anterior Junco criticó la perspectiva de varios movimientos políticos de izquierda y sindicales en el Caribe, incluidos los de Cuba, que concentraban sus esfuerzos en impedir el movimiento migratorio de los trabajadores caribeños en la región, con el apoyo de muchos trabajadores cubanos afrodescendientes[36], lo que los ubicaba bajo la hegemonía de un nacionalismo antillano blanco y racista, que en Cuba llegó a tener una de sus expresiones intelectuales más elaboradas con libros tan atendidos en la época como Biología de la democracia (Ensayo de sociología americana) de Alberto Lamar Schweyer, publicado en 1927, o Azúcar y población en las Antillas, publicado en 1926, del gran intelectual cubano Ramiro Guerra, libros cuyas tesis después se convertirían en parte del programa del influyente Partido Ortodoxo y su consigna “Cuba para los cubanos” y la muy aclamada Ley del 50% de Trabajo Nativo.

Por otro lado, del acta de las resoluciones y documentos varios del Congreso constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo, Garland Mahler recoge que Junco también se posicionó críticamente frente a la Asociación Universal de Desarrollo Negro y la Liga de Comunidades Africanas (UNIA) con su propuesta de “unir a toda la gente de origen africano del mundo en un solo cuerpo para establecer un país y un gobierno absolutamente propios”. La crítica de Junco se dirigió a señalar entre otras cuestiones, que difícilmente ese nuevo gobierno pudiera ser “absolutamente propio”, en el contexto de los grandes intereses imperialistas de la época y lo distante que estaban asuntos como esos de la dramática cotidianidad de tantos afrodescendientes en el mundo.[37]

Pero Sandalio reconoció la pertinencia de muchas de las cuestiones señaladas por la UNIA[38] y su magnético fundador Marcus Mosiah Garvey. Derivado de esa consideración el obrero panadero de La Habana enfatizó en algo muy significativo aun y sorprendente para la investigadora y militante marxista Garland Mahler: la necesidad para los trabajadores negros de articular una subjetividad política y formas organizativas que, simultáneamente junto a la condición de trabajadores, incorporara también su condición de afrodescendientes, más allá de las fronteras nacionales, una perspectiva que ya estaba desarrollándose positivamente por esos días en varias localidades de la región oriental cubana con la Unión de Obreros Antillanos, que refirió Sandalio Junco en su intervención.[39]

Esta perspectiva era algo que estaba a contrapelo de la posición que cuajaba en el seno de la burocracia de la Internacional comunista y que en Cuba cristalizó dentro del PCC con la denominación de franja negra de oriente y en Suramérica bajo el rótulo de las repúblicas quechuas y aymaras.

Más aun, estas ideas de Sandalio Junco contrastaron semanas después en la 1ra Conferencia Comunista Latinoamericana, en junio de 1929 en Buenos Aires, con los criterios de delegados que junto a Mariátegui sostuvieron que, en contraste con la insistencia de Junco sobre la larga historia de resistencia de los afrodescendientes en América, esa población había sido importada hacia América para posibilitar a los colonialistas incrementar su poder sobre los indígenas y que ellos asumieron pasivamente su función colonial, reforzando la opresión de la raza indígena, que está más apegada a la tierra y que, en contraste, debido a que la población negra habla el lenguaje del colonizador y no tiene los mismos vínculos históricos al territorio, ellos casi no disponen de ninguna de sus propias tradiciones[40].

Ccolateralmente a estos criterios, otro delegado, el brasileño Mario Grazini, en ese mismo espacio, sostuvo que en América Latina, en general, el problema negro no adquiría un visible carácter racial, en contraste con los Estados Unidos.[41]

Ante estas consideraciones provenientes de compañeros que supuestamente debían poseer un elevado nivel de información y esforzarse por estar al tanto de los conflictos sociales en curso en la región, más allá de sus países de origen, esfuerzo que Junco sí demostraba hacer, su intervención en esta Conferencia Comunista de Buenos Aires, redondeó con mayor precisión sus criterios y propuestas que había expresado en el congreso de Montevideo, mostrando una capacidad de argumentación de muy alto nivel, que nacía de su propia experiencia de panadero, negro y activista anarco-sindical en La Habana, que lo hicieron legendario en su tiempo, convirtiéndolo en una figura muy solicitada en variados circuitos de militancia política de izquierda como la Oposición Internacional de Izquierda (trotskista), la organización Joven Cuba, a donde nada menos que Antonio Guiteras lo convocó para trabajar en la ardua Secretaria del Trabajo de esa alineación, junto a un capacitado activista anarco-sindical como Antonio Penichet[42] o finalmente en las huestes del, en ese momento, pujante Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), donde finalmente culminó su militancia política hasta su asesinato[43]

Todo lo paradójico del lugar de la figura de Sandalio Junco en la historia sindical revolucionaria cubana, se puede percibir ya desde abril de 1948, cuando el periódico mensuario Solidaridad, uno de los voceros del rejuvenecido movimiento anarcosindicalista cubano, publicó el texto “En honor de Sandalio Junco”, en el cual de quien menos se habla es de él, pero paradójicamente, y a pesar de ello, en el texto se pueden hallar las resonancias del espíritu de independencia intelectual y apertura mental que hubiera reivindicado Sandalio Junco, si en ese momento hubiera estado vivo.

En el texto se consigna que “En el Local del Sindicato de Panaderos, sito en la calle Rayo 410, quedó constituido el Centro de Estudios Sociales Sandalio Junco, feliz culminación de las labores de los jóvenes trabajadores Severo Rivasés, Narciso Higinio Alvares, Fernando Piélago, Juvenal Zanetty, Fausto Waterman y otros. Su labor quedará culminada cuando logren interesar a los jóvenes obreros en la participación en los ciclos de conferencias, diálogos, etc., sobre temas sociales, a la vez que lograr el respaldo de los más capacitados de las distintas modalidades socialistas a que hagan exposición de sus ideas. Igualmente, la creación de una buena biblioteca circulante y un salón de lecturas en el cual deben estar presentes las obras de todos los autores sin que se haga labor discriminativa. Auguramos un feliz éxito a estos valientes muchachones, si el espíritu sectario no restringe en ellos el alcance de tan valiosa iniciativa.”

4. Genio y figura de un hombre de la tercera generación de activistas sociales afrodescendientes

Proveniente del mismo mundo del trabajo y del activismo sindical que Sandalio Junco es también la figura de Ángel Cesar Pinto Albiol, igualmente condenada al ostracismo en la historia oficial cubana actual. Afortunadamente sobre él, la iniciativa digital Proyecto Filosofia en Español ha llevado a cabo un sintético pero valioso levantamiento de su vida y su obra, que hoy es la única fuente de información que disponemos sobre Pinto. Según los animadores de este espacio, Ángel Cesar Pinto, proviene de la provincia de Matanzas, centro de un intenso activismo afrodescendiente, derivado del fuerte vínculo de esa región con los proyectos plantacionistas en Cuba. Sabemos así que nace en 1882 y muere en 1952, y tuvo como formación la de albañil.

Por la información de la trayectoria pública de Pinto que nos ofrece Proyecto Filosofía en Español, su accionar refleja con más nitidez el perfil de la tercera generación de activistas sociales afrodescendientes: En 1923 preside la sociedad La Unión de la ciudad de Matanzas, fue vocal de la Asociación Nacional contra las Discriminaciones Racistas, fue miembro de la Asociación Adelante, del Club Atenas, del Frente Nacional Antifascista, todo ello combinado con una militancia en el comunista Partido Unión Revolucionaria, que más adelante se convertirá en el Partido Socialista Popular (PSP)[44], y del cual después debió ser expulsado, como antes Sandalio Junco.

Es decir, estos datos nos permiten sostener que la actividad social de Pinto, como el resto de los activistas que analizaremos en lo que sigue, está marcada por aquellos hechos∕ procesos que señalamos anteriormente: la ruptura de la escena previa en que se desenvolvió el grupo de anarcosindicalistas negros, dentro de la segunda generación de activistas afrodescendientes; la creciente presencia de los comunistas cubanos en las sociabilidades populares afrodescendientes[45]; y, derivado de lo anterior, el auge de la fuerza atractora del marxismo-leninismo dentro de los procesos intelectivos autónomos populares.

Lo anterior, como veremos en las páginas que siguen, será algo muy perceptible en Pinto, más aún si tenemos en cuenta que este marxista negro como otros más asumirá plenamente los procederes de la autoría personal y la propiedad intelectual, asumiendo incluso, con todos los sacrificios económicos personales que ello implica, el formato del libro y el folleto para divulgar sus ideas, aunque también los artículos de prensa, siempre hablando a nombre de ellos mismos y no de ninguna otra instancia colectiva.

Según nos informan los investigadores de Proyecto Filosofía en español, la obra escrita y publicada por Ángel Cesar Pinto, es de una cantidad y una variedad estimable, con asuntos que incluyen temáticas legales, filosóficas, musicales, económicas, históricas sobre las mujeres negras y el Congreso Femenino de La Habana, sobre figuras históricas cubanas o el fenómeno del patriotismo.

El libro donde se puede encontrar condensado este notable abanico temático, abordado desde la óptica de un albañil y publicista autodidacta como Pinto lleva por título El pensamiento filosófico de José Martí y la revolución cubana, obra disponible en la Biblioteca Nacional José Martí y cuyo tema exclusivo no será el título que el libro anuncia.

En ese texto además del trabajo con que se titula el libro se pueden leer los siguientes trabajos: “La filosofía social de Juan Gualberto Gómez”, “Patriotismo proletario y patriotismo burgués”, “El negro en la economía y la política cubana” y “La falsa conspiración de La Escalera”.

Ángel Cesar Pinto se anima a preparar este libro en un contexto en que se está reconstituyendo un nuevo sistema de fuerzas políticas en Cuba, con nuevos y poderosos partidos políticos que se están disputando con creciente violencia retórica, y también física, la cooptación y control sobre todos los espacios sociales autónomos que la sociedad cubana se había dotada en los años de descomposición del viejo Estado neocolonial, controlado por los viejos caudillos mambises y el capital financiero yanqui, que culmina en agosto de 1933.

Quien inicia este proceso de re-absorción y re-sujeción estatal de la sociedad cubana y quien dispone del poder material para ello es Fulgencio Batista y su nueva cúpula militar de ex sargentos y soldados, con su escaso pero espectacular expediente de revolucionarios. Pero quienes poseen el liderazgo moral para emprender semejante empeño de reflotar la gobernabilidad en Cuba no es el elocuente ex sargento taquígrafo y su equipo de profesionales asesinos, sino un diverso número de organizaciones, grupos y personalidades, dentro de las cuales despunta el Partido Revolucionario Cubano Auténtico y, a una distancia no poco considerable, el Partido Comunista.

Al Batista aceptar la insólita alianza que le ofrecen los comunistas cubanos, luego de la violenta represión que implementó contra ellos él mismo poco tiempo antes, tanto Batista como los comunistas se constituyen a fines de los años 30 en la nueva fuerza interior de reconstrucción estatal en Cuba, pero los Auténticos se sienten con potencialidades morales de conducción social mayores que la de Batista y los comunistas.

Esta pugna entre maquinarias políticas, autodenominadas todas “revolucionarias”, no generará la estela de muerte y destrucción que se produjo en el México o la URSS post revolucionaria, pero movilizará una enorme cantidad y calidad de recursos retórico- discursivos, en torno a quién obtiene el trofeo del monopolio del legado de la revolución del 33, como pieza de legitimación de cualquier gestión gubernamental y dentro de todo ello está, muy centralmente, la cuestión de cuál maquinaria partidista puede adjudicarse el monopolio de la herencia de la figura de Martí, para reflotar el nuevo Estado postrevolucionario en Cuba.[46]

El asesinato de Sandalio Junco Camellón, el afrodescendiente marxista, ex anarcosindicalista y panadero, en 1942, en momentos en que ha ofrecido su peso político dentro de los ámbitos obreros al Partido Auténtico[47], ocurre en esta coyuntura. La publicación del polémico texto El pensamiento filosófico de José Martí de Ángel Cesar Pinto Albiol en 1946, también.

En tal ambiente de disputas entre maquinarias políticas por los símbolos colectivos, que allanen el camino a la gestión monopólica sobre el poder de esos símbolos, Ángel Cesar Pinto Albiol, en el texto más polémico de su libro parece estar interesado en enfrentar a sus lectores con las contradicciones de lo que él define con agudeza como los “martimarxistas”[48], y pretende polemizar directamente con varios de los miembros de la nueva elite intelectual del Partido Comunista en ese momento[49], a la turbadora interrogante: “¿hasta qué punto el pensamiento filosófico y la obra política de Martí han beneficiado al negro cubano y al resto de la masa popular? [A Pinto] le interesa, como cifra de la masa popular, combatir el martianismo como ganga patriotera,-como epidemia demagógica o, cuando menos, como puro modismo cívico (…) Persuade a desbrozar tanto martianismo ventajoso, ventral, en el camino de nuestra república, a fin de devolvernos un Martí en sus justas proporciones humanas”. Pero esto no nos lo dice Pinto, sino un avispado comentarista de su libro y su amigo personal, el historiador afrodescendiente, y comunista también, Juan Jiménez Pastrana.[50]

Pinto más que nada empleará a fondo su amplio bagaje intelectual de veterano obrero autodidacta para intentar demostrar su tesis: “Martí como todo ser humano fue dialéctico, [por otro lado], fue idealista y ecléctico, su eclecticismo lo condujo al oportunismo, por el espíritu como por la clase social a que pertenecía, fue un pequeño burgués, ese es el contenido de la revolución del 95 , derivado de ello Martí no inteligió y sí combatió al fundador del socialismo científico, Carlos Marx. Martí fue un anticomunista y por consiguiente anti proletario” (p.59)

Para demostrar ello, entre otras cosas, Pinto hará un análisis muy personal respecto a los protocolos del culto a Martí, habituales ya en su tiempo y ese examen lo iniciará, utilizando un fragmento del texto de Martí “Marx ha muerto” escrito en 1883, el cual le recomienda Julio Le Riverand para demostrarle a Pinto que Martí sí respetó a Karl Marx.

Pinto utilizará el siguiente fragmento de ese texto de Martí:  “Carlos Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias de ponerle remedios, sino el que enseña remedio blanco a daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso embestimiento de unos hombres en provecho de otros. Mas, se ha de hallar salida a la indignación de modo que la bestia cese, sin que se desborde y espante.”

Sobre ese enunciado de Martí, Pinto planteará el análisis que sigue: “Aquí por una parte Carlos Marx es bueno para Martí, quiere la liberación de los débiles, de los pobres, pero Martí se espanta y horroriza cuando piensa que Marx tenga que echar a los hombres sobre los hombres. Marx entonces aquí es malo, porque no es bueno el que señala el daño y arde en ansias de ponerle remedio sino el que enseña el remedio blanco al daño. Martí pues condena la lucha, la violencia, es un campeón decidido de los remedios blancos. Este artículo de Martí es de 1883. Está combatiendo la revolución proletaria porque no le interesa, porque él no es proletario, ni dialectico materialista (…) pero llega el año 1895 ¿Qué hará Martí entonces cuando se trataba no de la liberación de los débiles y los humildes como quería Marx, sino de la liberación de la pequeña burguesía? ¿Qué hace Martí cuando quiere que le saquen las castañas del fuego el grupo al que él no pertenece? ¿Aconsejó remedios blancos al daño? No, echó a unos hombres contra otros (…) y declaró que la guerra era santa, que la guerra era justa, porque la hará el para liberar a su grupo, pero la guerra es una cosa terrible cuando se hace para liberar a los débiles” (p.26)

Producto de estas contradicciones en Martí, para Pinto: “De su revolución no salió – ni podía salir, una república independiente y soberana, ni el nuevo David, que abatiría con su onda, como nos lo ofreciera, al temible Goliath norteamericano, que al fin logró su viejo anhelo de incorporar a Cuba en su imperio colonial. Pero consiguió darle a la pequeña burguesía el poder, en la apariencia de republica que creó su revolución”. (p.30)

Derivado de lo anterior y apuntando hacia la cuestión de los afrodescendientes en Cuba en relación a esa revolución Pinto señalará: “Si Martí no quería que se acabaran los pobres porque estimaba que todos los sistemas que iban dirigidos a aquel fin arden en ansias de ponerle remedio, claro está que no podía querer acabar con las causas materiales que mantenían al negro en un plano de inferioridad social, ya que en Cuba cuando se dice pobre casi se dice negro, porque si algún monopolio tiene este en su país, es el de la pobreza”. (p.42)

A Pinto, el veterano albañil marxista  -ya contaba con 64 años cuando publica estos textos-, le interesa esto: “Los movimientos históricos no se conocen haciendo la apología de los hombres que hicieron la revolución, sino haciendo la crítica de todos los factores históricos de la época y el lugar en que se produjo la revolución” (p. 47)

Lo anterior Pinto lo considera porque para él hay algo muy cierto: “Las generaciones posteriores a una revolución saben más de ellas que los mismos que las hicieron” (p.55)

Respecto a su indagación sobre el pensamiento filosófico de Martí, Pinto precisa: “Mi propósito no es sencillamente el de señalar la calidad y el valor del eclecticismo como teoría del conocimiento, señalar a donde conduce su ejercicio en la vida práctica, adonde no lleva su aplicación en lo político y en lo social. Hablo del eclecticismo en general, sin el propósito de destruir a Martí, sino para explicar su obra y poder llegar a conocer la verdadera esencia de la revolución”. (p.40)

Con ese bagaje histórico que se propone Pinto extraer de la guerra de independencia organizada por Martí, él en la página 49 se formula para sí, y para sus lectores contemporáneos, varias preguntas cruciales y con amplias derivaciones prácticas: “¿Es fundamentalmente necesario hoy, dada la realidad histórica del momento y antes de llegar a la revolución proletaria liquidar al imperialismo en Cuba e instaurar la república democrática burguesa? ¿Dadas las condiciones reales del pueblo cubano respecto a su nueva metrópoli, podría llegar a su total liberación con sus solos, propios y exclusivos esfuerzos? ¿Podría llegar a constituirse Cuba en una verdadera republica democrático burguesa libre y soberana?”. (p.49)

Son preguntas de gran calado que gravitaron o deberían estar gravitando sobre todas las tendencias de ideas en los tiempos de Pinto y las de hoy, pero pasmosamente a renglón seguido Ángel Cesar Pinto sostendrá: “El esclarecimiento de estos problemas caen fuera de las cuestiones que originan esta discusión, por consiguiente, no debemos insistir en ello.” (p.49)

¿Cómo evitar sorprendernos ante semejante actitud de Pinto? ¿Para qué se lanza a esa polémica con la joven intelectualidad del PSP en torno a Martí y el fracaso de aquella frustrada revolución que aquel generó? ¿Qué fines prácticos se propuso Pinto con esta polémica? ¿No era consciente Pinto de las implicaciones de lo que estaba indagando e interrogando para el duelo de poder que estaba ocurriendo a su alrededor, precisamente con Martí como uno de los leitmotiv de esa pugna? Más preciso aún: ¿No sabía Pinto que desde fines de 1945 el Partido Comunista (PSP) estaba logrando sin problemas algunos incorporar a su ámbito de subordinación social a las Sociedades de Color en su congreso de septiembre de 1945[51] y que polémicas y revisiones como las que él se estaba proponiendo ventilar públicamente, atentaban contra las certezas oficiales de la organización que estaba rigiendo su entorno de sociabilidad?

Julio Le Riverand Bruzón, interlocutor de la polémica con Pinto sobre Martí, y miembro de la nueva elite intelectual que el Partido Comunista logró reclutar a mediados de los años 30, sí se muestra muy consciente de las resonancias y posibles consecuencias de los puntos polémicos que está moviendo Pinto y le señala en su respuesta:

“Si usted plantea que la república democrática burguesa no realiza cabalmente ese acomodo [que buscaba Martí], estoy de acuerdo con usted; solo podrá obtenerse un régimen de felicidad humana en la sociedad sin clases. Es más, la república democrática burguesa plena solo puede realizarla el proletariado en su camino al poder.” (p.22)

Pinto en su respuesta a Le Riverand subraya la última parte de este fragmento, y le escribe a Le Riverand: “Le juro que lo últimamente subrayado no lo entiendo” (p.45)  Y en la próxima página de su carta le dice Pinto a Le Riverand sobre esto: “Nada tengo que decirle pues es cosa que no me incumbe ahora, ni es tema de esta discusión” (p.46)

Pinto Albiol no percibe que Le Riverand, el joven militante de la élite de la intelectualidad comunista, le está planteando el meollo, el leitmotiv central, de la campaña propagandística de la maquinaria del Partido Comunista, (PSP) “en su camino al poder”, siempre en nombre del proletariado. Para Pinto su interés por la discusión es del orden de ejercer el razonamiento lógico autónomo del individuo, de poner en uso personal soberano las armas intelectivas que le ha ofrecido el tipo de marxismo que él ha aprendido por su propio esfuerzo, sin autoridades pedagógicas, ni políticas, en el ejercicio de cultivar el pensar por sí mismo, que también antes Sandalio Junco labrara.

Para Julio Le Riverend se trata sencillamente de hacer propaganda a favor de la organización a la que pertenece, propaganda no necesariamente apegada a la lógica, sino que simplemente sirva a enfilar la organización partidista hacia “el camino al poder”. A la altura de 1946 el Partido Comunista no se encuentra en un momento muy favorable en el duelo entre las maquinarias políticas nacionales, como para abrir nuevos frentes de debates públicos, donde se discuta la lógica de sus postulados partidistas oficiales y Pinto, un veterano afrodescendiente, albañil, activista social y marxista de más de 60 años cuando se enrola en esta polémica, es un hombre que quiere ignorar esto con sano orgullo (“soy un marxista de muy inferior categoría, de lo cual a veces me congratulo…”, dice en uno de sus párrafos).

Pero si hay cosas que el veterano Pinto se congratula de no saber sobre la organización política que encarna el marxismo, su visión del mundo, el también reconoce que hay otras cosas que de esa organización él no entiende y en su texto El pensamiento filosófico de Martí da muestras de que tampoco quiere que le incumban, a sus años no quiere ya que le importen…

La entronización del marxismo en clave leninista como el tejido intelectivo dominante en los medios de activismo social afrodescendientes en Cuba entre los 30 y 40 del siglo XX y junto a ello la plena conversión del Partido Comunista como una maquinaria política-electoral legal a partir de 1938, abrirán un terreno donde las posibilidades de ejercicio de pensar y actuar propios pasaran por la utilización inevitable de ese cuerpo de ideas, produciéndose una ruptura significativa con las ideas y nociones del primer activismo afrodescendiente e incluso con el inmediato anterior. El abordaje que Ángel Cesar Pinto hace en su libro sobre la obra social de Juan Gualberto Gómez y el Directorio Central de la Raza de Color entre otras cosas denota esto, a pesar del profundo respeto que siente hacia él, algo similar se pude considerar de su abordaje al PIC, lo cual merecería más espacio.

Una figura que encarnará también el uso autónomo del marxismo en clave leninista, como Sandalio Junco y Ángel Cesar Pinto, pero a diferencia de este, con una actitud profundamente crítica hacia la Partido Comunista como maquinaria electoral de cooptación social, es Juan René Betancourt, uno de los activistas sociales y pensadores afrodescendientes más lúcidos que produjo la primera mitad del siglo XX en Cuba. Sin dar muestra alguna de saberlo, dado la profunda ruptura intelectiva que introduce la apropiación de estos activistas afrodescendiente del marxismo-leninismo, Juan René Betancourt reactualizará  todos los temas, propósitos e intuiciones que desplegó el grupo de activistas anarcosindicalistas negros de inicio del siglo XX, bajo el manto de algo que para fines de los 40 comenzara a definirse como “anticomunismo”.

Notas:

[1] Diagnóstico de nuestro tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1958. Aquí Mannheim analiza las limitaciones del enfoque generacional en base al calculo Matemático, para abrir paso a un análisis cultural de las vivencias de los actores sociales de una época, que les permite intervenir en ese tiempo común, haciendo uso de forma consciente o inconsciente de un fondo de significaciones compartidas.

[2] “En el centenario de La Fraternidad de Juan Gualberto Gómez” Revista Biblioteca Nacional. Sept-dic. 1979. No.3, pp.44-68.

[3] En el centenario…Ob. Cit. Pag 45

[4] “A los trabajadores de la región cubana” En: Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista en Cuba El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos. Tomo I. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1981

[5] Copiado del folleto original, en uso doméstico en 2010 por Martínez Heredia, p.6

[6] Un tema estudiado por las investigadoras Oilda Hevia y Raquel Mendieta.

[7] Ob. Cit., p. 3 y 17. En: Biblioteca Nacional de España. H.A-14218.Cortesia de la historiadora Miriam Herrera Jerez.

[8] Así, derivado de esta peculiar lógica política-señala Ramos- la pelea de gallos y la lotería, por ejemplo, tradicionalmente arraigadas en nuestras costumbres, fueron conservadas por los llamados liberales, en tanto los conservadores tendieron siempre a combatirlas. Ver: Manual del perfecto fulanista. Biblioteca Literatura Cubana, La Habana, 2004, pág. 200

[9] Sobre este poco tratado asunto republicano ver: Mesa Díaz, Leticia El Estado cubano y la Legislación Laboral de 1902-1917 Tesis de Diploma. Facultad de Historia. Universidad de la Habana. 1986-1987

[10] libro en el cual rememoraría a la altura de los años 40 los sucesivos fracasos gubernamentales en resolver los agudos conflictos sociales y laborales del país. Ver: Arredondo, Alberto. Editorial Lex, La Habana, 1945.

[11] Hasta donde conocemos solo las historiadoras Rebecca Scott de EE.UU. y Elizabeth Terry de Cuba han abordado este asunto.

[12] Tomasito Fernández Robaina ha rescatado del olvido al activista Francisco Caamaño quien llevo a cabo en 1911 una campaña desde el vocero La Prensa para la creación de una brigada cubana que fuera a apoyar a los rifeños del norte de África en su lucha contra los ejércitos colonialistas españoles y franceses.

[13] Ver: “A tomar la tierra” de Ricardo Flores Magón en Regeneración #75 febrero de 1912 y ¡Tierra! 14 de Noviembre de 1911, que recibió una carta del afamado cientifico y anarco-comunista ruso-frances Piotr Kropotkin en la que expresó su simpatía por la inagotable solidaridad de los trabajadores cubanos. Ver también, Rubén Trejo: Magonismo utopía y revolución 1910-1913. Editorial Cultura Libre, D.F., México, 2005 y el imprescindible libro para este tema Los rebeldes de la bandera roja. Textos del periódico anarquista Tierra, de La Habana, sobre la Revolución Mexicana de los investigadores mexicanos Jacinto Barrera y Alejandro de la Torre. Instituto de Antropología e Historia, D.F., México, 2011.

[14] Ver las editoriales de periódicos como Tierra, Memorándum Tipográfico, Rebelión, Nueva Luz

[15] El periódico Tierra, abrió desde julio de 1912 la sección “Solidaridad para los revolucionarios mexicanos, donde se anota los nombres de las personas, lugares y montos de lo enviado para dichos fines, una lista que abarca muchas localidades de Cuba y sumas significativas semanalmente, lo cual nunca llegó a ocurrir respecto al PIC u otra organización similar.

[16] Los rebeldes de la bandera roja…Ob.Cit.

[17] No hemos determinado vínculos familiares entre ambos “Rafael Serra”

[18] Para negros y blancos. Ensayos políticos, sociales y económicos. Imprenta El Score, La Habana, 1907

[19] “Desde Palmira” En: Previsión. 3 de abril de 1910, cols. 3-4

[20] ¡Tierra! En la Habana, junto con Regeneración de Ciudad México y La Protesta, de Buenos Aires, fueron de los primeros medios de prensa salidos del mundo del trabajo y los sindicatos, que lograron una circulación a nivel continental en América Latina

[21] “¡Seguimos en pie!” Entrevista a Rafael Serra el 15 de abril de 1960 en el periódico Solidaridad Gastronómica.

[22] Decreto propuesto por el senador liberal Martín Morúa Delgado y aprobado en el senado en 1912 que prohibió la constitución en Cuba de partidos sobre bases raciales.

[23] Solamente Frank Fernández con su libro imponderable y escasamente comentado en la Isla El anarquismo en Cuba. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2000, contribuye con algunos datos significativos y Carlos Estefanía con sus artículos accesibles en la web también.

[24] Un material que fue obtenido por un amigo y compañero de Margarito Iglesias y “Guerrita” a inicios de 1959 en el Archivo Nacional y entregado a Pablo Guerra, quien se lo transfirió a su nieta Herminia Guerra y ella me permitió revisarlo y transcribirlo en 2003. Herminia Guerra murió en 2010. Su abuelo “Guerrita” murió en una fecha sin precisar de los años 60, condenado al ostracismo al igual que Rafael Serra, luego que después de 1959 los estalinistas cubanos retomaron el control del movimiento sindical, sus archivos y su historia, donde los anarquistas quedaron lógicamente excluidos.

[25] El Sindicato Marítimo Portuario de La Habana, mantuvo viva la memoria de Margarito Iglesias. En tiempos de Aracelio Iglesias, ya bajo orientación del estalinista Partido Socialista Popular, ese sindicato creó una escuela en Regla que llevó el nombre de aquel luchador social.

[26] Ver: “El movimiento obrero cubano de 1925 a 1933”. En: Cuba Socialista. No.60, 1966

[27] Ídem.

[28] “Desafíos, problemas, interpretaciones, caminos nuevos”, material digitalizado del cual no dispuse de referencias bibliográficas.

[29] Tema central de mi texto “Memorias de la política y políticas de la memoria en torno al centenario del Partido Independiente de Color”, publicado en Prefigurar lo político. Disputas contra hegemónicas en América Latina. CLACSO- Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2015, pp.341-365 y en Germinal. Revista de Estudios Libertarios#10, Madrid, 2010.

[30] El libro de Frank Fernández El anarquismo en Cuba no tiene una sola referencia a Sandalio Junco.

[31] Agradezco la gentileza de Julio César Guanche por facilitarme este valioso material que, hasta donde conozco, es en los párrafos que siguen la primera vez que es presentado en español.

[32] El Productor bajo la dirección de Sandalio Junco fue de los pioneros también en abordar los temas de la mujer trabajadora. Ver el artículo “Mujer hermana mía, escucha…” en el número del 10 de enero 1923

[33] Un distanciamiento similar al de Junco respecto al mundo sindical de los años 30-40, lo vivieron también compañeros tan relevantes y hoy así mismo ignorados como Marcelo Salinas, Adrián del Valle o Antonio Penichet, que desarrollaron una labor como publicistas, dramaturgos, animadores culturales o promotores del animado movimiento naturista libertario, como lo hizo del Valle (quien a la vez llegó a ser el responsable de la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País) con aquella valiosa revista Pro-Vida, de varias décadas de existencia y hoy olvidada. Muchos de estos compañeros después retomaron esos vínculos sindicales, como pudo haberlo hecho también Sandalio Junco, con la creación en 1948 de la Asociación Libertaria de Cuba, con tan brillante trayectoria en las décadas de los 40-50, donde confluyeron con aquellos que habían creado antes la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba.

[34] Un pasaje que también recupera del olvido la investigadora Caridad Massón Senna, en su texto “Mella, Villena y el movimiento comunista internacional” En: Mella 100 años. Vol. II, pág. 244. Editorial Oriente, Ediciones La memoria, La Habana, 2003.

[35] Garland Mahler. Ob.Cit. pág. 1o

[36] Garland Mahler. Ob.Cit., pág.10. Un importante intelectual afrodescendiente de izquierda como Juan M. Chaiyoux, por su apellido probablemente descendiente de antillanos, en su libro ¡Cuba para los cubanos!, en el capítulo titulado “Nacionalización del Trabajo” (La Habana, 1940) se muestra partidario de esta misma postura. En la primera novela de Alejo Carpentier Ècue-Yamba-O varios de sus personajes se hacen eco de posturas contra los trabajadores afrocaribeños en Cuba. Ese mismo asunto no recibió mucha atención en un brillante texto como “¡Ècue-Yamba-O¡: un dilema entre contextos, narrador y personajes” del desaparecido Rafael Redonet Cook, por su segundo apellido probablemente descendiente también de aquellos mismos trabajadores afrocaribeños. Se puede encontrar en Imán. Anuario del Centro de Promoción Cultural Alejo Carpentier. 1984-1985. Año II. (Graciela Chailloux —hija de Juan M.— ha continuado la investigación sobre el tema de los trabajadores antillanos: Subjects or citizens: British Caribbean Workers in Cuba, 1900-1960, en coautoría con Robert Whitney, University Press of Florida, 2013 —nota de Julio César Guanche—.)

[37] Garland Mahler. Ob.Cit., pág.11

[38] Idem.

[39] Idem.

[40] Garland Mahler. Ob.Cit., pág.13

[41] Idem.

[42] Información que ofrece, derivada de sus acuciosas investigaciones, Paco Ignacio Taibo II en su excelente libro Tony Guiteras, un hombre guapo. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 2012. Penichet, después de una larga y coherente trayectoria en los ámbitos sindicales, masónicos, naturistas, murió en el olvido a inicios de 1959.

[43] El tema del asesinato en la ciudad de Sancti Spiritus de Sandalio Junco se encuentra aún envuelto en la más absoluta imprecisión, derivado del olvido riguroso ha que ha sido sometida esta figura dentro de la historia de Cuba. Hasta donde conocemos ningún historiador cubano ha publicado nada en profundidad referido a Junco, al menos en los últimos 60 años. (Existe un texto de Newton Briones Montoto, que refiere la muerte de Sandalio Junco, comentado por Vladimiro Roca, que le señala a Briones no ofrecer “testimonios documentales”. Espacio Laical, No. 3-4, 2016. Nota de Julio César Guanche) El desaparecido pensador marxista, investigador y amigo Fernando Martínez Heredia me ofreció algunos recuerdos de sus familiares y allegados sobre la muerte de Sandalio Junco, que hasta donde sé, no llegó a publicar en ningún espacio.  En un valioso evento sobre la figura de José Carlos Mariátegui realizado hace unos años en el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, no tengo referencias de que nadie haya hecho alusión al enjundioso debate de Junco con los seguidores de Mariátegui en Buenos Aires, ni de las aportaciones de Junco a un marxismo latinoamericano. Un publicista como Carlos Estefanía ha publicado en el medio digital Cuba Nuestra el texto “España y el anarquismo en Cuba”, donde, de pasada, sostiene que Sandalio Junco fue asesinado por un grupo de acción del Partido Comunista cubano, coordinado por Armando Acosta, un militante comunista de la región central de Cuba, quien después sería un comandante del M-26-7, salido de la tropa del Che en las Villas y después uno de los primeros presidentes de los CDR, aunque esta afirmación la hace sin demostración fáctica de ningún tipo, nos abre algunas pistas para entender el espeso y sostenido silencio que ronda a Sandalio Junco y la lógica de algunos pasajes de la biografía de Armando Acosta, que publica Ecured, un sitio digital del Estado  cubano.

[44] Esta información proviene del libro Historia de Cuba, publicado por las FAR y la Editorial Pueblo y Educación en 1970 y escrito por el notable historiador Jorge Ibarra.

[45] Sobre este asunto es imprescindible tener en consideración el artículo “La fuerza política del comunismo en Cuba” del conocido novelista y publicista bayamés afro-catalán Jesús Masdeu, publicado en la valiosa revista Nuevos Rumbos de noviembre de 1945.

[46] Un insólito e incomprendido poemario como El Ciruelo de Yuan Pei Fu (1949) y especialmente el poema “La profecía del santo Hu-Pe” de nuestro “primer poeta proletario”, el chino-afrodescendiente Regino Pedroso, absorbido tempranamente por la eficiente sección cultural del PSP -pero sin militar oficialmente en el Partido-, es un registro poético único de ese proceso de inserción del PSP en el sistema de partidos políticos en Cuba y de los hondos efectos morales que produce en los militantes de base de esa organización. Sobre esto sugiero mi texto: “El orientalismo proletario del poeta Regino Pedroso y los orígenes del estalinismo en Cuba” (inédito), parcialmente publicado por la Gaceta de Cuba. Unión de Escritores y artistas de Cuba, mayo-junio, 2010, bajo el título “Regino Pedroso y la síntesis cubana entre el exotismo oriental y la identidad proletaria”. En un registro más analítico no puedo dejar de pensar en un libro de los que se han publicado en la Isla más recientemente sobre el tema: Estado y revolución en Cuba de Robert Whitney. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2010.

[47] Acogidos a la militancia trotskistas como Junco, luego de la disolución temporal de su tejido internacional a inicios de los 40, encontraron en el Partido Auténtico un espacio como tendencia supuestamente antimperialista-anticomunista, que sería de gran utilidad para esa maquinaria política, mientras les fueron útiles. Algo similar pasó con los apristas. Ver: Caridad Massón. Ob.Cit, pag. 245

[48] Ob. Cit., pág. 7

[49] Específicamente con Juan Marinello, José Antonio Portuondo y Julio Le Riverand. Ni Marinello, ni Portuondo se tomaron la molestia de responder los puntos polémicos de Pinto. Marinello le envió una carta con evasivas laborales, sin contenido alguno referido a los temas que propone Pinto discutir. Portuondo lo ignoró. Le Riverand fue quien calibró las cuestiones que estaban en juego en esta polémica y se enroló en ella.

[50] En: “Acotaciones sobre un libro polémico” En: Nuevos Rumbos. Septiembre-octubre, 1946. Pastrana es autor de un sorprendente y pionero libro sobre la inmigración china en Cuba, llamado Los chinos y las luchas por la independencia nacional cubana. Editora Política, La Habana, 1986.

[51] El agudo escritor y publicista bayamés afrodescendiente Jesús Masdeu da cuenta de este hecho en su excelente artículo “La fuerza política del comunismo en Cuba” En: Nuevos Rumbos. Noviembre, 1945. No.1

Fuente: https://jcguanche.wordpress.com/2020/06/18/contribucion-a-una-arqueologia-intelectual-en-los-contextos-y-los-contenidos-de-un-marxismo-negro-en-cuba/