El artículo de S. J. Hándal [El debate de la izquierda en América Latina] publicado en REBELIÓN con fecha 05/08/2004 me ha motivado las siguientes reflexiones. Como en la mayoría de debates que se plantean, lo primero que habría que hacer es ponernos de acuerdo sobre el tema del debate; es decir, saber exactamente de […]
El artículo de S. J. Hándal [El debate de la izquierda en América Latina] publicado en REBELIÓN con fecha 05/08/2004 me ha motivado las siguientes reflexiones.
Como en la mayoría de debates que se plantean, lo primero que habría que hacer es ponernos de acuerdo sobre el tema del debate; es decir, saber exactamente de qué estamos hablando. Por lo que hace a la llamada izquierda, existe la izquierda intelectual, la izquierda política y la izquierda social. Las dos primeras son subconjuntos de la última, a pesar de que, por lo general, son las que determinan su comportamiento. Convengamos que, en principio, lo que distingue a la izquierda de la derecha es la sensibilidad hacia los problemas sociales. Sin embargo, dentro de la izquierda política hay todo un abanico de definiciones, que van desde la izquierda más conservadora y derechona hasta la más radical y revolucionaria, pasando por la izquierda reformista; es por ello que en las alianzas de distintas fuerzas de izquierda siempre se dan contradicciones que pueden degenerar en conflictos, escisiones y rupturas.
Se puede constituir un amplio frente de izquierdas, apoyado por la izquierda intelectual y social, para presentarse a unas elecciones. Supongamos que dicho frente gana las elecciones… ¿qué hará? ¿Va a convertirse en una típica coalición electoral para alternarse en el poder con la fuerza de derecha de turno cada vez que toque? ¿Adoptará una política reformista traicionando sus eventuales principios y las promesas electorales frustrando a la población? ¿Cambiará el sistema o dejará intacto el aparato del Estado para que pueda seguir perpetuándose? ¿Sucumbirá a los dictados del FMI, USA, las multinacionales y la plutocracia local y seguirá con la política de privatizaciones robándole a la sociedad lo que le pertenece?
Hasta el momento, salvo en casos como los de los gobiernos de Allende en Chile, de Chávez en Venezuela y de la República Española en los años treinta del siglo pasado, cuando la izquierda ha llegado al poder por medios electorales lo primero que ha hecho ha sido convertirse en derecha. Ejemplos paradigmáticos los tenemos en los gobiernos de Felipe González en España y de Lula de Silva en Brasil, que contando con un gran apoyo popular para el cambio, lo han echado todo a perder.
En el artículo de Hándal hay una tesis que conviene matizar: la de las implicaciones de la unipolaridad. Por ejemplo, la Revolución Cubana no se llevó a cabo gracias a la URSS, sino que fue obra de un grupo de revolucionarios bien organizados y del pueblo cubano. Si bien es cierto que la URSS apoyó a Cuba en momentos críticos, la caída de la URSS no conllevó la caída de la Revolución en Cuba. En el contexto bipolar, hubieron casos en que la URSS no ofreció un apoyo tan decidido: a la España republicana le faltó cuando fue víctima de un golpe de Estado fascista apoyado tanto por las potencias pro-nazis como por los estados «democráticos».
Los estados son estados nacionales, y esto es independiente de la eventual unipolaridad, bipolaridad o multipolaridad del contexto global; por lo tanto, si un frente de izquierdas llega al poder, sea por medios electorales o por otros medios, lo que debe hacer es transformar la sociedad; para ello, el primer paso debe ser la transformación del Estado de los capitalistas en un estado revolucionario. Esta es la premisa para poder afrontar cambios decisivos y necesarios para superar el capitalismo, tales como la desprivatización de todo lo privatizado; los recursos, el suelo y los medios de producción.
Es claro que esto conllevaría graves problemas de orden interno y externo, y que el mundo capitalista tomaría medidas de todo tipo ante tamaña osadía, pero en el proceso revolucionario no se puede nadar y guardar la ropa. Las tesis de Bentham no funcionan: lo que hay, y lo único que puede haber en los parámetros capitalistas es el mayor bienestar para el menor número y el mayor malestar para el mayor número; las excepciones sólo son eso, y, además, coyunturales.
Zonas liberadas de capitalismo es lo que habría que ir construyendo en el mundo: cuantas más hubiera, más posibilidades tendríamos de cambiarlo… irreversiblemente.
Barcelona, 08 de agosto de 2004