Por primera vez un presidente ecuatoriano gana en primera vuelta. Rafael Correa revalidó el liderazgo y se prepara para gobernar al menos cuatro años más. Concluyó así la refundación constituyente del Ecuador, y comienza una etapa de radicalización y consolidación de los cambios. Virtudes y asechanzas en el Ecuador que tras décadas de inestabilidad ahora […]
Por primera vez un presidente ecuatoriano gana en primera vuelta. Rafael Correa revalidó el liderazgo y se prepara para gobernar al menos cuatro años más. Concluyó así la refundación constituyente del Ecuador, y comienza una etapa de radicalización y consolidación de los cambios. Virtudes y asechanzas en el Ecuador que tras décadas de inestabilidad ahora crece en paz y por izquierda.
«Correa una sola vuelta, una sola vuelta, Ecuador», decía el pegadizo jingle de campaña del candidato que corriendo desde atrás llegó a ganar las elecciones generales de Ecuador hace dos años y unos meses, aunque no fue en la primera, sino en ballotage.
Corría noviembre de 2006 y muchos no lograban explicarse aún cómo ese joven economista educado en Harvard, tras un efímero paso como ministro de Economía de uno de los tantos efímeros gobiernos del Ecuador, llegaba a consagrarse presidente remontando una intención de voto que no superaba el 2 por ciento en enero de ese mismo año.
Sin embargo, la explicación estaba a la vista, no se trataba tanto del hombre, sino de lo que prometía: una refundación institucional del Ecuador para superar dos décadas de inestabilidad, combinaciones inacabables de gobiernos militares o bajo tutela de las botas, civiles conservadores, golpes palaciegos e intrigas, más levantamientos populares, indígenas y ciudadanos, que devenían luego en efímeras esperanzas.
Correa terminó con ese círculo vicioso postulando la realización de una Asamblea Constituyente, a la cabeza de un movimiento heterogéneo que crecía geométricamente, a la par de su intención de voto: la Alianza PAIS, animada especialmente por sectores medios urbanos.
Dos años y cinco meses después. Correa junto con su vicepresidente Lenin Moreno, cierran el ciclo revalidando su liderazgo en una nueva elección presidencial pero bajo la nueva constitución reformada en profundidad por una Asamblea Constituyente menos problemática que la de Bolivia, el otro país de la región que lleva adelante un proceso similar. Allí, las elecciones generales serán en diciembre, si el presidente Evo Morales logra campear, como hasta ahora, las zancadillas de una oposición dispuesta a todo, hasta contratar mercenarios para desestabilizar y/o perpetrar un magnicidio.
Según los datos oficiales al cierre de esta nota, cuando el conteo del Consejo Nacional Electoral llevaba escrutado el 77,01% de los votos válidos, Rafael Correa alcanzaba el 51,87%; muy lejos, Lucio Gutiérrez trepaba al 27,96% y tercero Álvaro Noboa, ya sempiterno perdedor en elecciones generales, con el 11,62%. De cualquier forma, la importante diferencia entre Correa y Gutiérrez que reflejaron los exits-polls en la noche del domingo alcanzaron para la proclamación del mandatario nuevamente electo.
Frente al comité central partidario, Correa le dijo a la multitud que su nuevo gobierno sería de radicalización del camino iniciado. «Más que cambiar de rumbo se trata de profundizar los cambios que ya hemos iniciado, hacerlos más radicalmente, más aceleradamente», indicó Correa.
El presidente también anticipó un triunfo del oficialismo en las legislativas, que se realizaron en paralelo. «Podemos tener una mayoría con holgura», señaló y renovó su compromiso con los más desfavorecidos. «Retomaremos nuestro origen: nosotros estamos aquí por los pobres, no es una opción excluyente (…), pero lo tenemos claro: nuestra opción preferencial es por los más pobres de este país y nuestro compromiso, erradicar la miseria», remarcó Correa, consciente de cuál fue se fuerte en estos primeros años de gobierno: la redistribución del ingreso en forma de planes sociales hacia los más pobres.
Pero no todas son virtudes en este triunfo de mayorías inéditas en el Ecuador (nunca un presidente había sido proclamado en primera vuelta). Lucio Gutiérrez, el ex presidente que salió expulsado por el descontento popular en 2005 se recicló en populista con buena llegada en los sectores más humildes, y cosechó un 30 por ciento que, bancas más bancas menos -no hay números definitivos en ese rubro- le permitirá obtener una bloque en la nueva Asamblea Nacional que puede convertirse en árbitro en las coyunturas donde se necesiten mayorías parlamentarias especiales.
El presidente Correa lo sabe, por eso dedicó varios minutos en sus mensajes de triunfo el domingo a convocar a ampliar la Alianza PAIS a otros sectores sociales y políticos. Tiene a su favor un resultado alentador, la victoria del candidato oficialista en la alcaldía de Quito, habla de una extensión del soporte social para Alianza PAIS en la estratégica capital de la Nación.
Pero otra luz roja en el tablero oficialista son las intendencias y prefecturas que quedaron en manos opositoras. En Guayaquil, la ciudad más grande y principal puerto del Ecuador, volvió a triunfar Jaime Nebot, el derechista al que muchos desearían ver como candidato para convertir en tormenta tropical al huracán Correa. Muchos medios desean eso, a juzgar por la trascendencia noticiosa que se le otorgó a la victoria de Nebot en Guayaquil, donde de cualquier forma y es bueno anotarlo, el presidente Correa triunfó por más del 40%.
Y las sombras crecen, claro, a la hora de revalidar políticas redistributivas en medio de las crisis capitalista internacional, que impacta en el Ecuador por la baja del precio del petróleo y la sensible merma en el envío de remesas en dólares de ecuatorianos en el exterior (son más de 3 millones contra 14 que viven en el país). En avivar el miedo a la crisis se basó buena parte de la campaña opositora. El domingo las mayorías le dijeron no al chantaje, y le dieron a Rafael Correa un nuevo voto de confianza.
deci.me