Un diputado del parlamento noruego y miembro del Partido Progresista ultraconservador, Tybring Gjedde, ha propuesto a Donald Trump como candidato al premio Nobel de la Paz por su papel mediador entre Israel y Emiratos Árabes Unidos.
Tengo entendido que es la segunda ocasión en que el noruego presenta esa propuesta y que. además, es una persona que apoya al Estado de Israel. Inmediatamente, las campanas se echaron al vuelo y en un juego de palabras decían que Trump había sido nominado a dicho premio, pero olvidaron que las reglas para alcanzarlo no son esas. Algunos dicen que parece una farsa o una parodia satírica.
Y todo ese show está dentro del llamado ¨Acuerdo del siglo¨, léase la imposición a Palestina de una humillante rendición, en favor de Israel. Acuerdo que viola resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ya la dirección Palestina ha rechazado dicho Acuerdo, pero su promotor, Estados Unidos, utiliza sus amplios poderes, para tratar de impulsarlo, dividiendo al mundo árabe y facilitando la consecusión del Gran Israel, sueño dorado de Benjamin Netanyahu y de otros ultraconservadores. Dentro de ese contexto esta también el cobarde asesinato del general iraní, Qasem Soleimani, el militar que Teherán consideraba un héroe en vida.
¿Todos esos elementos hacen pensar que Donald Trump merece el Premio Nobel de la Paz? Ya no se respeta la inteligencia humana y se nos quiere imponer que, vivamos solo de anuncios, sin adentrarnos en los textos. Pretender crear mitos y más mitos.
Todo ello me hace pensar en la matemática reducción al absurdo, Objetivos de estos insólitos planes: darle un brillo, que no tiene, al aspirante presidencial y contribuir a la política israelí-norteamericana en el Medio Oriente; pero en lo inmediato es contentar al lobby judío en Estados Unidos con lo cual se dinamiza el apoyo del mismo para las elecciones del próximo 3 de noviembre.
Son las mismas razones o episodios de un mismo espectáculo que llevó a los máximos dirigentes de Serbia y Kosovo a Washington para sentados en torno a Donald Trump, firmar un acuerdo que contemplaba reconocer a Israel y anunciar el establecimiento de embajadas en Jerusalén.
Es un cálculo semejante al que promueve el anuncio de la retirada de 2.000 soldados de Irak, ignorando la decisión del parlamento iraquí, para que todas las tropas norteamericanas abandonen dicho país. Es la misma lógica que lleva a promover unas negociaciones de talibanes y gobierno de Afganistán, en Doha, para buscar un arreglo negociado en ese martirizado país. No es la necesidad de la paz, ni impedir la muerte, sino una simple ecuación electoral la que mueve a la Administración Trump. Es el espectáculo puro y simple para dar la imagen de hombre de paz, mientras se prepara el garrote contra Venezuela y se acrecienta el bloqueo contra Cuba, el más prolongado de la historia.