Cuando cayó el muro de Berlín en aquel frío 9 de noviembre de 1989, Mr. Henry Kissinger, el humanitario hacedor de la Historia, el fecundo “asesor perpetuo” del también humanitario gobierno de los EEUU, un mes antes de aconsejar como “muy necesaria” la invasión a Panamá; sorprendido por lo que estaba sucediendo en el país de su nacimiento, exclamó: “Estamos viendo ante nuestros propios ojos cómo se va una era y viene otra, y cómo la Historia del Poder Mundial regresa al centro de Europa”.
Pues bien, este 24 de febrero del 2022, cuando el Presidente Putin reconoció la independencia de las repúblicas rusas de la región ucraniana de Donbas y ordenó la “operación militar especial” o guerra de Ucrania, los habitantes de este globalizado planeta, casi que sin excepción, empezamos a ver por nuestros propios y cansados ojos cómo el asunto del poder mundial regresaba al centro de Europa para despedir una era histórica y empezar otra, bien fuera porque los gigantes mediáticos occidentales nos metían a la fuerza las imágenes tremebundas de la guerra, o sencillamente porque la cuarentena anticovid no permitía otra distracción.
Muy pocos ciudadanos globales de la asombrosa sociedad de la comunicación actual se quedaron sin opinar. Ha sido tal vez el mayor evento universal comentado con tanta rapidez, cantidad y calidad, y desde casi todos los ángulos del conocimiento y cosmovisiones existentes, creando una verdadera masa crítica de opiniones casi imposible de digerir, y convirtiendo la opinión ciudadana en una mercancía superabundante que bien dirigida ha ido llenando con generosidad los bolsillos de los dueños de los gigantes tecnológicos capitalistas de la comunicación con sus adláteres políticos administradores del Poder Global, Mientras en simultáneo que aumentaban la alienación mental y la dominación capitalistas y se preparaban las condiciones ideológicas para la superación de la crisis global generalizada (generadora de la guerra) y, el tránsito a la nueva sociedad que está llegando.
Un hecho social tan complejo como la guerra actual entre estados, esta vez en un continente como el europeo que se considera “civilizado” y con demasiada experiencia y escarmiento en guerras, fenómeno que debe ser analizado objetivamente y abstraído con frialdad como un todo complejo con sus contradicciones en movimiento y en sus múltiples y diversos niveles: nivel histórico, nivel económico-social, nivel Tecnológico y militar, nivel jurídico internacional, nivel humanitario, nivel ideológico, nivel geoestratégico, nivel ético y moral, etc., se fue convirtiendo, por efecto de la guerra mediática propagandística, en una toma de posiciones y de “bandos” tan artificial como absurda: La guerra de Putin, contra la guerra de Biden-OTAN.
Pero lo peor es que dicha polarización (salvando algunas honrosas excepciones) lamentablemente ha ido arrastrando a varios comentaristas que se reclaman marxistas, que han quedado en las apariencias bélicas y en las condenas morales, olvidándose de hacer los aportes analíticos serios que, tal como lo hicieron en su momento Marx, Engels o Lenin, hoy nos permitan desenmarañar la gruesa y protuberante relación dialéctica existente entre el fenómeno de la grande y generalizada crisis multiforme actual, como génesis de la guerra que estamos viendo, junto a los cambios históricos que se insinúan.
Porque en un momento de tanta confusión vertida como oscuridad negra por la guerra mediática ucraniana, es necesario seguir utilizando el probado método marxista (actualizado de las impurezas que el tiempo haya podido haber acumulado en los datos utilizados por los maestros de la clase trabajadora), para mostrar que, sobre este fenómeno de la guerra actual (que los científicos sociales llaman de cuarta generación) y que se está desarrollando no solo en Ucrania, país con un relativo desarrollo capitalista, sino en paralelo en varias otras partes subdesarrolladas del globo como Siria, Yemen, Irak, Libia, Somalia, Malí y el Sahel, Colombia, etc. Sobre ella, sobre la guerra, está el hecho estructural del modo de producción capitalista por el cual el capitalismo tanto pre-monopolista como monopolista e imperialista; cuando la tasa de ganancia del capital es negativa o con tendencia a la pérdida como sucede en las crisis económicas de larga duración como la actual, necesita destruir fuerzas productivas y tecnología, así como destruir fuerza de trabajo y reacomodar o reubicar la sobreviviente para iniciar luego un nuevo ciclo de revolución científico-tecnológica, de reconstrucción y acumulación de capital, tal y como ocurrió en las guerras napoleónicas y en la Primera y la Segunda guerras mundiales. No es por azar que los grandes dirigentes políticos occidentales ya están pidiendo un nuevo plan Marshall para la nueva situación que se les está presentando.
Pareciera que una misteriosa mano invisible (¿del mercado?) indica dónde destruir para poder luego reconstruir. Y la llanura ucraniana por su privilegiada localización geográfica de verdadero puente entre Europa y el espacio ruso-asiático, por su riquezas naturales en metales raros y preciosos, petróleo, extensas y fértiles llanuras o “praderas” para una agricultura de cereales extensiva altamente mecanizada y por su acelerada modernización capitalista post soviética, ha sido el sitio donde las contradicciones de todo tipo finalmente confluyeron para “prender la chispa que incendió la pradera”.
Sea cual sea el resultado de la confrontación militar en Ucrania, ya hay un hecho que prevalecerá por largo tiempo, ha desaparecido una era a la cual nos habíamos acostumbrado cual era el dominio absoluto y único del Big Brother Yankee, y ha aparecido con su brutalidad militar una nueva realidad global muchísimo más compleja. Lo que sigue es su reordenamiento.
¿En qué falló el profeta de Tréveris (en Alemán Trier) cuando sentenció que «La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica», como señalé en mi artículo sobre la violencia en Colombia del 18/08/2014? (ver https://rebelion.org/la-partera-de-la-sociedad-nueva/
Por el contrario, una vez más su método nos está indicando el camino crítico independiente.
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