La crisis estructural del capitalismo mundial de final del siglo XX, cuyos primeros síntomas se expresaron al iniciarse la década de los ´70, dio lugar a un proceso de reestructuración del sistema dominante en diferentes vertientes: en sus bases técnicas y científica, en su ideología, en sus formas gerenciales, en su organización, en las relaciones […]
La crisis estructural del capitalismo mundial de final del siglo XX, cuyos primeros síntomas se expresaron al iniciarse la década de los ´70, dio lugar a un proceso de reestructuración del sistema dominante en diferentes vertientes: en sus bases técnicas y científica, en su ideología, en sus formas gerenciales, en su organización, en las relaciones centro-periferia y en sus niveles de transnacionalización o internacionalización.
Se trató de otra crisis de sobreproducción, acompañada de una significativa reducción de las ganancias de los grandes consorcios, de perspectivas de agotamiento de las fuentes propias de energía, minerales estratégicos, agua, biodiversidad; extensión del desempleo, grandes flujos migratorios procedentes de los países del Sur y otros síntomas alarmantes.
En tales circunstancias los grandes centros de poder imperialista se propusieron:
– Introducir cambios trascendentes en el patrón de acumulación tecno-científica, en los sistemas organizativos y mecanismos gerenciales, procurando aumentar la productividad y fortalecer la capacidad especulativa del capital financiero a través de la incorporación en gran escala de la micro-electrónica, la cibernética, la robótica y las demás tecnologías de punta.
– Apropiarse de los mercados nacionales de los países de desarrollo medio y bajo por la vía de las áreas de libre comercio.
– Incrementar su poder empresarial transnacional altamente concentrado por la vía de las privatizaciones de las empresas públicas de bienes y servicios, y de los recursos naturales de mayor valor.
– Eliminar progresivamente las conquistas y beneficios sociales de los (as) trabajadores(as) y los pueblos en materia políticas salariales, contratación colectiva, seguridad social, deportes, viviendas, salud, educación, diversión, transporte, protección de la niñez y la ancianidad…Atacar, en consecuencia, toda expresión de justicia en la distribución del ingreso, en las relaciones de propiedad, en el papel benefactor, protector o redistribuidor del Estado y en su condición de defensor de los intereses nacionales.
– Rehabilitar las políticas militares de conquista y reconquista de recursos naturales valiosos y zonas de gran valor geopolítico y económico en todos los casos donde se le dificulte por otra vía.
– Potenciar la internacionalización del gran capital y sus corporaciones, acelerando los procesos de formación de grandes mercados bajo su control, expandiendo las grandes redes empresariales transnacionales, creando un poderoso aparato de comunicación, precipitando la declinación de los Estados-nación en toda la periferia de los grandes centros, y fortaleciendo el rol de los mecanismo supranacionales bajo su control (FMI, BM, Grupo de los Ocho, OMC, Consejo de la ONU, OTAN, Comando Sur, instancias judiciales y policiales…) A esto han llamado globalización.
– Elevar el poder de los medios masivos de comunicación, acentuar su proceso de concentración por las transnacionales del ramo y el capital financiero, avanzar aceleradamente hacia una especie e dictadura mediática promotora de los anti-valores del gran capital y la competitividad sin límites en todas las vertientes de la vida en sociedad.
– Reestructurar su ideología rescatando y enriqueciendo el neoliberalismo, el neoconservadurismo, dada su utilidad y carácter funcional a este proceso de recomposición integral del sistema.
Todo esto fue facilitado en todo el tramo final del siglo XX por el derrumbe del llamado socialismo real y la desintegración de la URSS, consecuencia de una gran crisis estructural, no solo simultánea a la del capitalismo, sino además terminal.
La contrarrevolución conservadora impuso su hegemonía en gran escala.
De todo esto ha resultado un capitalismo y un imperialismo mas moderno en sus áreas de gran acumulación, pero a al vez mas bárbaro y brutal respecto a la gran mayoría de la humanidad.
Altamente financierizado y especulativo, a consecuencia de la volatilidad que le imprime el avance de la informática al capital bancario.
Un capitalismo más concentrado. Más militarizado. Más globalizado.
Un imperialismo neoliberalmente ideologizado, el cual ha potenciado en alto grado el individualismo y la insolidaridad; privatizador y comercializador de todo lo social, incluido el ejercicio de la política.
Pero con lo que no contaban los magnates e ideólogos del sistema es con lo que ha provocado esa reestructuración neoliberal.
Las recetas del gran capital para salir de su crisis estructural han creado una crisis mayor; una crisis de existencia de la humanidad, una crisis civilizatoria, realmente insoportable.
Y el empobrecimiento masivo de seres humanos y naturaleza, la inseguridad de vida, los sufrimientos potenciados, las guerras desatadas, el elevado nivel de la crisis moral, el auge de la mentira y de la delincuencia de Estado, los abusos contra el acervo cultural y la diversidad, el aplastamiento de identidades nacionales y las discriminaciones por género,,razas y edad…han dado lugar a una resistencia creciente y a una contrapartida de luchas y rebeldías de profundo contenido social, anticapitalista, antiimperialista.
En América Latina y el Caribe esto se ha transformado en una nueva oleada revolucionaria con características muy originales.
Es la primera ola de este siglo XXI y la cuarta en los últimos 50 años del Siglo XX (1-Revolución Cubana y su entorno, Abril 65 en República Dominicana, proceso torrijista en Panamá 2-Auge de las luchas en el Cono Sur y victoria de la Unidad Popular en Chile 3- Revolución Sandinista en Nicaragua e insurgencias centroamericanas 4-Revolución Bolivariana de Venezuela con su onda expansiva, insurgencia colombiana y auge progresista en Suramérica).
Y esta cuarta ola pinta ser la mas difícil de aplastar y/o contener tanto por medios políticos como por la vía militar.
Los cambios en nuestra América están en marcha y las esperanzas tienen ya expresiones concretas.
La Patria Grande que soñó Bolívar ha recuperado pertinencia y posibilidades en el ideario y las luchas que actualmente se libran desde el Sur de Río Bravo hasta Tierra de Fuego.
Nuestra América mestiza, indígena, negra, mulata ha vuelto a decir basta y ha comenzado, nueva vez, a hacer camino el andar, mientras el imperialismo estadounidense se enfrenta a heroicas y promisorias resistencia en las guerras desatadas contra Palestina, Líbano, Irak y Afganistán. Su aislamiento es proporcional al despliegue de su capacidad genocida.