Que en España, a lo largo de estos últimos 35 años y hasta ahora la mentalidad de sus sucesivos dirigentes y buena parte de la sociedad están lejos de la predominante en los países europeos más desarrollados socialmente, no sólo lo confirman algunas tradiciones crueles con los animales de las que, por cierto, algunos se […]
Que en España, a lo largo de estos últimos 35 años y hasta ahora la mentalidad de sus sucesivos dirigentes y buena parte de la sociedad están lejos de la predominante en los países europeos más desarrollados socialmente, no sólo lo confirman algunas tradiciones crueles con los animales de las que, por cierto, algunos se enorgullecen; también lo prueban las habituales bajas miras que hay en el razonar más usual. Sobre todo desde que las humanidades, la filosofía y las bellas artes han declinado en los planes de educación, para seguir parecida dirección a la que hace mucho tomaron las universidades estadounidenses donde lo que importa son las aventuras gnoseológicas tecnológicas, científicas y pseudo científicas. No hay más que rastrear los temas que interesan a su cine cuya cuota de pantalla, por cierto, se impone descaradamente en todas partes. Pues bien, tanto aquella sociedad como la nuestra (naturalmente con todas las excepciones que se quieran apreciar) cada vez están más próximas a un conglomerado humano muy alejado de la sensibilidad y del humanismo que a mí personalmente tanto me preocupan…
María Jesús Pérez Ortiz, en el diario La Opinión de La Coruña, dedica un magnífico artículo, «Eramismo y filantropía», a recordarnos el papel que Erasmo de Roterdam representó para el pensamiento occidental. Erasmo causó un marcado impacto en figuras señeras del siglo XVI en toda Europa y en España (Fray Luis de León, Fray Luis de Granada, Juan de Ávila…), y ese impacto volvió a «adquirir entidad propia en la época contemporánea en el pensamiento de Unamuno y Machado». «Frente a Roma, Erasmo afirma la necesidad y la urgencia de una reforma de la Iglesia y de la religión, a la que hay que despojar de sus aspectos dogmáticos y formalistas: el exceso de especulaciones teológicas y una práctica rutinaria que está en el límite de la superstición. Erasmo defiende un retorno al Evangelio, a una religión espiritual y a un culto interior. Frente a Lutero, defiende el libre arbitrio», dice la autora…
Pero de poco ha servido aquella sólida influencia de Erasmo y luego la de los grandes espiritualistas españoles en España que le entendieron y le siguieron en cierto modo. Pues en España, esa idea cardinal, no sujeta a caducidad, la del cristianismo interior, a diferencia de lo que ocurrió en otras sociedades europeas no ha calado ni profundamente ni apenas superficialmente. A las pruebas me remito. En España está sofocada y relegada, si no menospreciada. Y esto, a estas altuas de la historia sitúa al católico español común y a sus chamanes, al nivel de otras religiones que o son supersticiones o son artificios religiosos encubridores de una ideología política y social. Basta echar un vistazo a la personalidad de ciertos gobernantes y jerifaltes sociales a los que se les ha visto públicamente dándose golpes de pecho, santiguándose una y otra vez, relacionando a Vírgenes con su propio papel institucional o jurando con afectación ante la Biblia o con alarde ante un crucifijo; y luego lo que dicen, el modo de decirlo y sobre todo lo que hacen… Es decir, un modo tan peculiar de entender y practicar el cristianismo que es cualquier cosa menos «cristianismo interior»; cristianismo éste que, por otra parte, enlaza con el del papa Bergoglio en estos tiempos de crisis en todo el mundo, aunque no para todo el mundo…
Jaime Richart, Antropólogo y jurista.
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