«Jesús no dijo a sus oyentes oprimidos que no resistieran al mal. Todo su ministerio se opone a una idea tan absurda. Más bien advierte contra la reacción ante el mal del mismo modo, dejando que el opresor fije las condiciones de nuestra oposición.» «Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. […]
«Jesús no dijo a sus oyentes oprimidos que no resistieran al mal. Todo su ministerio se opone a una idea tan absurda. Más bien advierte contra la reacción ante el mal del mismo modo, dejando que el opresor fije las condiciones de nuestra oposición.»
«Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla; ve con él dos. (Atribuido a Jesús en San Mateo 5:38-41, Versión antigua revisada)
Muchos que han entregado sus vidas al trabajo por el cambio y la justicia en el mundo simplemente descartan las enseñanzas de Jesús sobre la no violencia como idealismo poco práctico. Y con razón, «vuélvele también la otra mejilla» sugiere la característica pasiva, dócil, cristiana, que ha llevado a tantos cristianos a ser cobardes y cómplices ante la injusticia. «No resistas a lo que es malo» parece quebrantar toda oposición al mal y recomendar la sumisión. «Ir la segunda milla» se ha convertido en una perogrullada que no significa nada más que «esfuérzate». En lugar de dar alas al cambio estructural, semejantes actitudes alientan la colaboración con el opresor.
Jesús nunca se comportó de esa manera. Sea cual sea el origen del malentendido, no representa a Jesús ni a su enseñanza que, cuando reciben un trato justo en su contexto social original, son seguramente una de las declaraciones políticas más revolucionarias jamás expresadas.
Cuando los traductores de la corte que trabajaban, contratados por el Rey Jaime, decidieron traducir antistenai como «no resistas al mal», hacían algo más que traducir griego al inglés. Traducían la resistencia no violenta como docilidad. La palabra griega significa más que simplemente «estar en contra» o «resistir». Significa resistir violentamente, sublevarse o rebelarse, iniciar una insurrección. Jesús no dijo a sus oyentes oprimidos que no resistieran al mal. Todo su ministerio se opone a una idea tan absurda. Más bien advierte contra la reacción ante el mal del mismo modo, dejando que el opresor fije las condiciones de nuestra oposición.
Una traducción apropiada de la enseñanza de Jesús sería por lo tanto: «No respondas a la violencia con violencia». Jesús no estaba menos comprometido con la oposición al mal que combatientes de la resistencia contra los romanos como Barrabás. La única diferencia eran los medios a utilizar.
Hay tres reacciones generales ante el mal: (1) la oposición violenta, (2), la pasividad, y (3) la tercera vía de la no violencia militante articulada por Jesús. La evolución humana nos ha condicionado sólo para las dos primeras de las reacciones mencionadas: lucha o fuga.
La lucha había sido el grito de los galileos que se habían rebelado prematuramente contra Roma sólo dos decenios antes de que hablara Jesús. Jesús y muchos de sus oyentes habrán visto a algunos de los dos mil compatriotas crucificados por los romanos a lo largo de las rutas. Habrán conocido a algunos de los habitantes de Seforis (a sólo unos cinco kilómetros al norte de Nazaret) que fueron vendidos como esclavos por ayudar al ataque de los insurgentes contra el arsenal que había allí. Algunos habrán vivido lo suficiente para experimentar los horrores de la guerra contra Roma en 66-70 d.C., una de las más espantosas de la historia. Si la opción de luchar no los atraía, la única alternativa era la fuga: la pasividad, la sumisión o, en el mejor de los casos, una rebeldía pasivo-agresiva ante las órdenes. Para ellos no había una tercera vía.
Ahora estamos en mejores condiciones de ver por qué los sirvientes del Rey Jaime tradujeron antistenai como «no resistas». El rey no quería que la gente llegara a la conclusión de que tenía algún recurso contra sus políticas injustas o las de otros soberanos. Jesús nos ordena, según esos seguidores del rey, que no resistamos. Jesús parece decir que la sumisión al absolutismo monárquico es la voluntad de Dios. La mayoría de las traducciones modernas han seguido dócilmente el camino del Rey Jaime.
Lo que Jesús propone no es ninguna de las odiosas alternativas de fuga o lucha. Jesús aborrece tanto la pasividad y la violencia como reacciones ante el mal. La suya es una tercera alternativa que ni siquiera es tocada por esas opciones. La Versión de los Eruditos traduce de modo brillante Antistenai: «No reacciones violentamente contra alguien que es malo».
Jesús aclara este significado con tres breves ejemplos. «a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra». ¿Por qué la mejilla derecha? ¿Cómo se golpea a otro en la mejilla derecha en todo caso? Trata de hacerlo. Un golpe con el puño derecho en ese mundo diestro daría en la mejilla izquierda del oponente. Para golpear la mejilla derecha con el puño tendría que usarse la mano izquierda, pero en esa sociedad la mano izquierda era utilizada sólo para tareas impuras. Como especifican los Pergaminos del Mar Muerto, incluso un gesto con la mano derecha en Qumran era castigado con una penitencia de 10 días. La única manera como alguien podía golpear la mejilla derecha con la mano derecha sería con el revés de la mano.
De lo que estamos hablando en este caso es sin duda de un insulto, no de una pelea. La intención no es herir sino humillar, poner a alguien en su lugar. Normalmente no se golpeaba a un par de esa manera, y si alguien lo hacía la multa era exorbitante (cuatro zuz era la multa por un golpe a un par con un puño, 400 zuz por golpearlo con el revés de la mano; pero por golpear a un subalterno, no había multa alguna). Un golpe con el revés de la mano era el modo normal de amonestar a los subordinados. Los amos golpeaban con el revés de la mano a esclavos; los esposos a sus mujeres; los padres, a los niños; los hombres, a las mujeres; los romanos, a los judíos.
Tenemos ante nosotros una serie de relaciones desiguales en cada una de las cuales el contragolpe hubiera sido suicida. La única reacción normal hubiese sido una sumisión cobarde. Es importante preguntar cuál era la audiencia de Jesús. En todo caso, los oyentes de Jesús no son los que golpean, inician pleitos, o imponen trabajos forzados. Jesús habla más bien a sus víctimas, a gente que ha sido sometida precisamente a esas indignidades. Han sido obligados a reprimir su indignación interior ante el método deshumanizante de trato que se les impone por parte del sistema jerárquico de casta y clase, raza y género, edad y situación y por los guardianes de la ocupación imperial.
¿Por qué entonces aconseja Jesús a esas personas ya humilladas que presenten la otra mejilla? Porque esta acción priva al opresor del poder de humillarlos. La persona que presenta la otra mejilla está diciendo, en efecto: «Prueba otra vez. Tu primer golpe no logró el efecto deseado. Te niego el poder de humillarme. Soy un ser humano como tú. Tu situación (género, raza, edad, riqueza) no cambia ese hecho. No puedes humillarme». Una reacción semejante crearía enormes dificultades para el que golpea. Sólo desde el punto de vista logístico: ¿cómo puede ahora golpear la otra mejilla? No puede golpearla con el revés de su mano derecha. Si golpea con un puño, se convierte en un igual, reconociendo al otro como par. Pero todo el sentido del revés de la mano es reforzar el sistema de castas y su desigualdad institucionalizada.
El segundo ejemplo que da Jesús se ubica en un tribunal. Alguien está siendo procesado para obtener su vestimenta externa. ¿Quién haría algo así y bajo qué circunstancias? Sólo los más pobres de los pobres no tendrían otra cosa que una prenda externa para ofrecer como garantía por un préstamo. La ley judía requería estrictamente su devolución cada noche al ponerse el sol, porque era todo lo que los pobres tenían para dormir. La situación a la que alude Jesús debe haber sido demasiado familiar para sus oyentes: el deudor pobre había caído aún más abajo en la pobreza, la deuda no podía ser pagada, y su acreedor lo ha llevado ante el tribunal para imponer el pago.
El endeudamiento era el problema social más serio en la Palestina del primer siglo. Las parábolas de Jesús están repletas de deudores que se esfuerzan por rescatar sus vidas. Jesús habla en este contexto. Sus oyentes son los pobres («al que quiera ponerte pleito»). Comparten un odio emponzoñado contra un sistema que los somete a la humillación despojándolos de sus tierras, sus bienes, finalmente hasta de sus prendas exteriores.
¿Por qué entonces les aconseja que entreguen también su ropa interior? ¡Significaría que se sacaran toda su ropa y que salieran del tribunal totalmente desnudos! Ponte en el papel del deudor, imagínate las risitas que este dicho debe haber evocado. Ahí están los acreedores, rojos de vergüenza, con tus prendas exteriores en una mano, tu ropa interior en la otra. Repentinamente les has vuelto la tortilla. No tenías esperanzas de ganar el pleito; la ley estaba enteramente a su favor. Pero te negaste a ser humillado. Al mismo tiempo registraste una despampanante protesta contra un sistema que engendra semejantes deudas. Dijiste, en efecto: «¿Quiere mi túnica? ¡Aquí tiene, tómelo todo! Ahora lo tiene todo excepto mi cuerpo. ¿Es lo próximo que me va a quitar?»
La desnudez es tabú en el judaísmo. La vergüenza caía no sólo sobre la parte desnuda sino sobre la persona que contempla o causa la desnudez (Génesis 9:20-27). Al desnudarse le has impuesto al acreedor la misma prohibición que llevó a la maldición de Canaán. Cuando te muestras en la calle, tus amigos y vecinos, estupefactos, pasmados, preguntan qué sucedió. Les explicas. Se unen a tu creciente procesión, que ahora parece un desfile victorioso. Todo el sistema por el cual se oprime a los deudores ha sido desenmascarado públicamente. Quedó en evidencia que el acreedor no es un «respetable» prestamista sino parte de la reducción de toda una clase social a la carencia de tierras y a la miseria. Este desenmascaramiento no es simplemente punitivo, ofrece al acreedor la posibilidad de ver, tal vez por primera vez en su vida, lo que causan sus prácticas – y de arrepentirse.
Jesús, en efecto, auspicia las bufonadas. Al hacerlo se muestra intrínsicamente judío. Un adagio posterior del Talmud dice: «Si tu vecino dice que eres un asno, ponte una montura sobre la espalda».
El poder establecido reposa literalmente sobre su dignidad. Nada le quita su potencia más rápido que una sátira hábil. Al rehusar que su poder los intimide, los que no tienen poder son envalentonados para que tomen la iniciativa, incluso cuando el cambio estructural no es posible. Este mensaje, lejos de constituir una admonición de perfección inaccesible en esta vida, es una medida práctica, estratégica, para darle poder al oprimido. Ofrece un indicio de cómo confrontar a todo el sistema de un modo que desenmascare toda su crueldad esencial y ridiculizar sus pretensiones de justicia, ley y orden.
El tercer ejemplo de Jesús, el que se refiere a caminar la segunda milla, está tomado de la práctica ilustrada de limitar el monto de trabajo forzado que los soldados romanos podían imponer a los pueblos sometidos. Un soldado podía obligar a un civil a llevarle su mochila sólo una milla; si obligaba al civil a ir más lejos incurría severos castigos bajo la ley militar. De esta manera Roma trató de limitar el enojo de la gente ocupada y asegurar a pesar de ello el movimiento de sus ejércitos. Pero esta imposición constituía un amargo recuerdo para los judíos de que eran un pueblo sometido, incluso en la Tierra Prometida.
A este pueblo orgulloso pero subyugado Jesús no le aconseja la revuelta. Uno no se «hace amigo» del soldado, lo lleva a un lado, y le mete un cuchillo entre sus costillas. Jesús tenía plena conciencia de la futilidad de la revuelta armada contra el poder imperial romano. No escatimaba palabras al respecto, aunque le debe haber costado el apoyo de las facciones revolucionarias.
¿Pero por qué caminar la segunda milla? ¿No significa irse al extremo opuesto: ayudar y favorecer al enemigo? De ninguna manera. La pregunta en este caso, como en los dos previos, es cómo el oprimido puede recuperar la iniciativa, cómo puede hacer valer su dignidad humana en una situación que no puede ser modificada por el momento. Las reglas las fija César, pero no cómo se reacciona ante ellas. La reacción es de Dios, y César carece de poder al respecto.
Imagina entonces la sorpresa del soldado cuando, en el hito de la milla siguiente, se prepara a regañadientes a recuperar su mochila (30 a 40 kilos con el equipo completo). Le dices: «Oh, no, déjeme llevársela una milla más». Normalmente tiene que forzar a tus congéneres a que lleven su mochila, ¡ahora tú lo haces alegremente y no dejas de hacerlo! ¿Es una provocación? ¿Estás insultando su fuerza? ¿Siendo amable? ¿Tratando de que lo castiguen porque parecería que te hace ir más lejos de lo que debieras? ¿Tienes la intención de presentar una queja? ¿Crear problemas?
De una situación de requisición servil, has vuelto a tomar la iniciativa. Has recuperado el poder de elección. El soldado está desconcertado porque se le ha privado de la previsibilidad de tu reacción. Imagínate la situación hilarante de un soldado de la infantería romana rogando a un judío: «¡Ah!, venga, ¡por favor devuélvame mi mochila!» El humor de la escena podrá escapar a los que la consideren con ojos santurrones. Pero difícilmente pueden no haberla entendido los oyentes de Jesús, a los que debe haberles encantado la posibilidad de dejar perplejos de esa manera a sus opresores.
Algunos lectores podrán objetar a la idea de desconcertar al soldado o de abochornar al acreedor. ¿Pero pueden arrepentirse los que participan en actos opresores a menos que se sientan poco cómodos en sus acciones? Existe, evidentemente, el peligro de utilizar la no violencia como una táctica de venganza y humillación. Existe también, en el extremo opuesto, un peligro igual de sensiblería y blandura que confunde el amor intransigente de Jesús con ser simpático. La confrontación afectuosa puede liberar al oprimido de la docilidad y al opresor del pecado.
Incluso si la acción no violenta no cambia de inmediato el carácter del opresor, afecta a los que participan en ella. Como demostró Martin Luther King, Jr. les da un nuevo autorrespeto y les da una fuerza y un valor que no sabían que poseían. A los que están en el poder, el consejo de Jesús a los sin poder podrá parecer mezquino. Pero para aquellos cuya norma de vida ha sido actuar servilmente, doblegarse y arreglárselas como pueden ante sus amos, a aquellos que han interiorizado su papel como inferiores, este pequeño paso es trascendental.
La tercera vía de Jesús * Toma la iniciativa moral. * Encuentra una alternativa creativa a la violencia. * Haz valer tu propia humanidad y dignidad como persona. * Enfrenta a la fuerza mediante el ridículo o el humor. * Rompe el ciclo de la humillación. * Niégate a someterte o a aceptar la posición inferior. * Denuncia la injusticia del sistema. * Toma control de la dinámica del poder. * Avergüenza al opresor hasta que se arrepienta. * Mantén tu posición. * Fuerza al poder establecido a tomar decisiones para las que no está preparado. * Reconoce tu propio poder. * Muéstrate dispuesto a sufrir antes que retaliar. * Obliga al opresor a verte de otro modo. * Priva al opresor de situaciones en las que la fuerza es efectiva. * Muéstrate a sufrir el castigo por romper leyes injustas.
Es una lástima que Jesús no haya dado quince o veinte ejemplos más ya que no tendemos por naturaleza a este nuevo tipo de reacción. Algunos ejemplos de la historia política podrían contribuir a grabárnosla más profundamente en nuestras mentes:
En Alagamar, Brasil, un grupo de campesinos organizó una lucha a largo plazo por preservar sus tierras contra intentos de expropiación ilegal por firmas nacionales e internacionales (con la complicidad de políticos locales y de los militares). Algunos de los campesinos fueron arrestados y encarcelados en la ciudad. Sus compañeros decidieron que todos eran igual de responsables. Cientos marcharon a la ciudad. Llenaron la casa del juez, exigiendo que se les encarcelara junto con los que habían sido arrestados. El juez terminó por verse obligado a enviarlos a todos a casa, también a los prisioneros.
Durante la Guerra de Vietnam, una mujer reivindicó setenta y nueve personas a cargo en su declaración de impuestos en EE.UU., todos huérfanos vietnamitas, así que no debía impuestos. No eran personas a cargo legales, por cierto, así que no fueron reconocidas. No, insistió, esos niños han sido convertidos en huérfanos por bombardeos indiscriminados de Estados Unidos; somos responsables por sus vidas. Obligó al Servicio de Impuestos Internos a que la llevara ante los tribunales. Esto le ofreció un foro más amplio para presentar su caso. Utilizó el sistema en su propia contra para desenmascarar lo indefendible desde el punto de vista moral en lo que estaba haciendo el sistema. Desde luego «perdió» el juicio, pero hizo oír lo que quería decir.
Durante la II Guerra Mundial, cuando las autoridades nazis en Dinamarca ocupada promulgaron una orden de que todos los judíos tenían que llevar brazaletes amarillos con la Estrella de David, el rey insistió en asistir a una celebración en la sinagoga de Copenhague. Él y la mayoría de la población de Copenhague se pusieron también brazaletes amarillos. Su posición fue reafirmada por el Obispo de Sjaelland y otros clérigos luteranos. Los nazis tuvieron que terminar por rescindir la orden.
Es importante repetir historias semejantes para ampliar nuestras imaginaciones en cuanto a la no violencia creativa. Ya que no es una reacción natural, hay que aprenderla. Necesitamos modelos, y necesitamos probar la no violencia en nuestras vidas diarias si esperamos llegar jamás a recurrir a ella en caso de crisis.
Tal vez serviría yuxtaponer las enseñanzas de Jesús con los principios del legendario organizador comunitario Saul Alinsky para la acción comunitaria no-violenta (en sus Reglas para Radicales) para obtener un sentido más claro de su factibilidad y pertinencia en las luchas de nuestra época. Entre las reglas que Alinsky desarrolló en sus intentos de organizar a los trabajadores estadounidenses y comunidades minoritarias están las siguientes: (1) El poder no es sólo lo que tienes sino lo que tu enemigo piensa que tienes. (2) Nunca vayas más allá de la experiencia de tu gente. (3) Siempre que sea posible va más allá de la experiencia del enemigo.
Jesús, como Alinsky, recomendó que se utilice la experiencia de ser menospreciado, insultado, o desposeído a fin de quitarle la iniciativa al opresor, para quien reacciones como caminar la segunda milla, desnudarse, o presentar la otra mejilla se encuentran totalmente fuera de su experiencia. Esto lo obliga a tomar en serio tu poder y tal vez incluso a reconocer tu humanidad.
Alinksy ofrece otras sugerencias. De nuevo vemos los paralelos: (4) Haz que tus enemigos vivan según sus propias reglas. (5) El ridículo es tu arma más poderosa. (6) Una buena táctica es la que le gusta a tu gente. (7) Una táctica que se alarga demasiado es una carga para toda la vida.
El deudor en el ejemplo de Jesús volvió la ley en contra de su acreedor al obedecerla, siguiendo la letra de la ley, pero agregándole su ropa interior. La codicia del acreedor es desenmascarada por su propia inclemencia y esto ocurre rápido y de modo que sólo complace a los simpatizantes del deudor, como sugiere Alinsky. Esto sirve de advertencia a todos los demás acreedores y arma a todos los demás deudores con un nuevo sentido de sus posibilidades. La lista de Alinsky continúa: (8) Mantén la presión. (9) La amenaza es usualmente más aterradora que el hecho en sí. (10) La principal premisa para la táctica es el desarrollo de operaciones que mantengan una presión constante sobre el lado opuesto.
Jesús, en sus tres breves ejemplos, no establece la base para un movimiento continuo, pero su ministerio en su conjunto es un modelo de lucha social a largo plazo que mantiene una presión constante. Mark presenta los movimientos de Jesús como una guerra relámpago. Sus enseñanzas presentan amenazas inmediatas y continuas a las autoridades. El bien que trae consigo es malentendido como sedición y su proclamación del próximo Reino de Dios es malinterpretada como un manifiesto para la revolución militar.
Al desaprobar la violencia, Jesús penetra tranquilo en la hostilidad de Jerusalén con las manos abiertas, oponiendo la simple verdad a la fuerza. Aterradas ante la amenaza de este hombre y sus seguidores, las autoridades recurren a su disuasivo postremo, la muerte, sólo para descubrir que es impotente y para quedar desenmascarados. La cruz, execrable y macabra, se convierte en símbolo de liberación. El movimiento que debiera haber muerto se convierte en una religión mundial.
Alinsky ofrece tres últimas sugerencias: (11) Si empujas una negativa suficientemente dura y profundamente irrumpirá como su contraparte. (12) El precio de un ataque exitoso es una alternativa constructiva. (13) Escoge el objetivo, congélalo, personalízalo, polarízalo. A Alinsky le encantaba utilizar la conducta más malévola de sus oponentes – pillajes de los locales del movimiento, intentos de chantaje y asesinatos fracasados – para destruir su credibilidad pública. Ahí estaban los funcionarios elegidos, las corporaciones respetables y la policía de confianza, participando en ilegalidades evidentes para mantener los privilegios.
De la misma manera, Jesús sugiere amplificar una injusticia (presentar la otra mejilla, sacarse la ropa interior, caminar la segunda milla) para poner al descubierto la iniquidad fundamental de la opresión legalizada. La ley es «compasiva» al requerir que la túnica del deudor se le devuelva al ponerse el sol, sí; pero el judaísmo en sus momentos más lúcidos sabía que todo el sistema de usura y endeudamiento constituía en sí la raíz de la injusticia y jamás debería haber sido condonado (Éxodo 22:25). La restricción del trabajo forzado a que se llevara la mochila del soldado durante sólo una milla fue un gran adelanto frente a la requisición ilimitada, pero en primer lugar las tropas de ocupación no tenían derecho a encontrarse en suelo judío.
Sin embargo, a Jesús no le satisfizo dar simplemente poder al que no lo tenía. En este aspecto sus enseñanzas trascienden fundamentalmente las de Alinsky. Jesús no propugnaba la no violencia sólo como una técnica para aventajar al enemigo sino como un medio justo para oponerse al enemigo de manera que quedara abierta la posibilidad de que el enemigo también se transformara.
A la lista de Alinsky le agregaría otra «regla» mía: nunca adoptes una estrategia que no quisieras que tus oponentes usaran en contra tuya. No objetaría a que mis oponentes utilizaran acciones directas no violentas en mi contra, ya que una acción semejante exigiría que se decidieran a sufrir o incluso a morir antes de recurrir a la violencia en mi contra. Significaría que tendrían que honorar mi humanidad, creer que Dios puede transformarme y tratarme con dignidad y respeto.
Actualmente aprovechamos la experiencia histórica cumulativa de la lucha social no violenta. Pero el espíritu, el impulso, la oleada de transformación creativa es el principio máximo del universo – es lo mismo que vemos encarnado en Jesús. Liberada del legalismo literalista su enseñanza es como un manual práctico para dar poder al que no lo tiene para apoderarse de la iniciativa incluso en situaciones impenetrables para el cambio.
Los pusilánimes se sentirán difícilmente atraídos por el riesgo de confrontar al poder establecido con una tal vulnerabilidad de payaso, confirmar al mismo tiempo tu propia humanidad y la de aquellos a los que nos oponemos, atreverse a arrancar el aguijón del mal absorbiéndolo. Pero para aquellos desmoralizados por la enormidad de las injusticias que nos aplastan y el empecinamiento de los que se encuentran en el poder, las palabras de Jesús irradian su esperanza a través de los siglos. No hay que temer. Podemos hacer valer nuestra dignidad humana. Podemos apoderarnos de las posibilidades creativas que siguen siendo nuestras, ridiculizar la injusticia de leyes injustas y obligar al mal a que salga de su escondite detrás de la fachada de la legitimidad.
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Este material ha sido reproducido tomándolo de:»The Impossible Will Take a Little While: A Citizen’s Guide to Hope in a Time of Fear», editado por Paul Loeb (Basic Books $15.95, www.theimpossible.org). «The Impossible» fue considerado el libro politico Nº 3 del otoño de 2004 por History Channel y American Book Association. El más reciente libro de Walter Wink es «Jesus and Nonviolence: The Third Way» (Fortress Press, 2003).
Título original: Christ the activist – Christian NonviolenceAutor: Walter Wink; 17 de diciembre de 2004
Link: http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=1&ItemID=6889
Traducido por Germán Leyens