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Crónica de las elecciones ecuatorianas (II)

Fuentes: Rebelión

El cimarronismo de barrio adentro o de la ruralidad montuna entiende que en estos tiempos malos no sirve la indiferencia electoral.

Soy, soy lo que dejaron
Soy toda la sobra de lo que se robaron.
Un pueblo escondido en la cima.
Mi piel es de cuero, por eso aguanta cualquier clima.

«Latinoamérica» (Compositores: Rafael I. Arcaute, René Pérez y Eduardo Cabra)

¡Ave María Pueblo, domingo 7!  

            Ocurrió que las elecciones, en el Ecuador, fueron programadas para el domingo 7 de febrero de 2021. A este jazzman le saltó el supersticioso agazapado, aunque se lo mandó al fondo del inconsciente quedó para el humor personal la coincidencia. Martes 13 y domingo 7 son días del calendario que el hombre o la mujer tribal del siglo XXI aún se las juega a escondidas, por inexplicable temor a sucesos inesperados o que se cumpla al fin cierta maldad programada por algún enemigo impensable. Pensamiento mágico se explica desde la antropología. Cosas de la vida, prefiero hacerle el coro a José Candelario Trespatines. La frase del mal presagio debió ser: ‘‘…he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este Pueblo’’[1]. Y tendría una tonelada de razón quienes hubieran repetido esta frase palabra por palabra. ¡Qué no ha sucedido en estas elecciones! Son unos comicios electorales a la maldita sea[2]. Unas elecciones atropelladas, manoseadas, mangoneadas y con bajísima confianza en el Consejo Nacional Electoral (al menos por el progresismo). Un olor a materia podrida circula en el ambiente (metáfora y tal, funciona como verdad gráfica). Y resulta que el calendario indicó domingo siete (D-7). ¡Persígnate, brother

            Domingo 7 de por medio, escribir en estas tardes de febrero sobre las elecciones es como ir en un tren de alta velocidad y el cambiante paisaje podría no aburrir, pero sí fastidiar. Allá con la geografía, por acá el paisaje político-electoral. La culpable es la matemática. A la derecha reaccionaria y aliados no les cuadran las cifras, después de pasarse toda una vida[3] en la jodedera de correísmo y anticorreísmo, se ha malogrado el pacto fáustico. Un pacto sin inocentes, todos son Mefistófeles y por mucho que escondieron la cola, aun así se les vieron (o se les ven) los cuernos. El primer lugar del binomio Andrés Arauz-Carlos Rabascal mandó el carajo el cobro de almas en la derecha mefistofélica y aliados. ¡Qué elecciones, diablos! Valga la frase. Es que se ha hecho todo lo imposible en protervia para ganar eso que suponen ‘‘buenísimo’’. O sea derrotar al correísmo. Este jazzman prefiere escribir progresismo.

 Esta otra casa del sol naciente es una paradoja de decadencia  

            Al final de la tarde, la gente en mi ciudad, Esmeraldas, improvisa aposentadurías en las esquinas o muy cerca de donde se juega fútbol a grito y carcajada. Los clubes de conversaciones han aplacado la porfía del fútbol profesional y la han agarrado con las elecciones y la crisis económica. Política a secas y sin las malas estadísticas del fútbol. (Andrés) Arauz, (Guillermo) Lasso y Yaku (Pérez) ocupan los diálogos como son, con créditos y descréditos de las candidaturas. ¿Y quién se hace cargo de los muertos por el Covid-19? Esas son preguntas que silencian esa pequeña sucursal del mundo, porque las fibras solidarias del alma se templan. Aquellos que aún les duelen a decenas de miles de familias, en todo el país, principalmente en Guayaquil. Por mucho que no se prescinda de la distancia geográfica, resulta, en ese momento, son muertos cercanos. Si se solicita una música  vespertina y momentánea sería de como de arrullo bundeao[4] fusionado con blues del tipo The House of the Rising Sun.

            Este Gobierno de la coalición que no quiere irse y al braveo, a las trampas y al bandidaje ensucia las elecciones. El rostro invisible en su debilidad es el de Lenin Moreno Garcés y sus caras más visibles, en los beneficios, están por todos lados como candidatos a la Asamblea Nacional, uno perdieron y otros ganaron, pero dos no pueden evitarse en los noticiarios y portadas de periódicos: Guillermo Lasso y Jaime Nebot. Ellos son los dueños de esta decadente casa del sol naciente. Este verso textual los gratifica e identifica: ‘‘Ha sido la ruina de muchos chicos pobres,/ Y Dios, lo sé, yo soy uno’’. Arrullo bundeao en clave de blues, es decir, arrechera afropacífica y triste malhumor en las provincias. Las músicas parientes se recargan del cimarronismo productor de los virajes políticos de las comunidades y organizaciones negras.

¿El correísmo, un hilo de esperanza?

                  El malhumor festivo está ahí, justamente en el sitio preferencial de la conversa confianzuda de quienes de tanto darle al verso y al verbo concluyen en el diagnóstico certero: la calle está reacia y hostil. Y los descontentos son más y aumentando. Dura de sentimiento y oportunidad, en Guayaquil, Quito y demás ciudades. No hay a dónde migrar, porque los mínimos de posibilidad son parecidos y peores. Ese es Ecuador en estos meses electorales. Después del lamento, reflejo habitual para comparar desgracias, se formula la pregunta: ‘‘¿por quién vas a votar?’’ Es el santo y seña para soltar la carga de resentimientos con el Gobierno actual, del relato de penalidades de este ahora y hasta el alabao[5] solemne por algún fallecido a causa del Covid-19.

            Cuando se la soltaron a este jazzman, sin esperar ningún strike respondía: ‘‘por Arauz’’. El viernes 12 de febrero, el taxista informal que me acarreaba, después que me acomodé en su vehículo, jugó al preguntón policial, disparó directo y fuerte, por mi contestación. ‘‘¿Qué, usted es correista?’’ Aquí vamos de nuevo, pensé. Mi silencio era un símbolo de paz. ‘‘No simpatizo con el correísmo, pero votaré por Arauz’’, dijo. Luego repitió palabra por palabra aquello que han vendido los canales de televisión y los periódicos sobre lo que ellos llaman el correísmo. Con la despedida volvió a confirmar su preferencia electoral. Es una semántica política de la odiosidad divergente, asumida por individuos que dicen haber sufrido agravios durante el Gobierno de la Revolución Ciudadana y por desborde pasional quisieran continuas respuestas colectivas parecidas a las suyas o al menos una neutralidad cómplice. Imposible. Ahora mismo la mayoría de la gente ecuatoriana, para este caso, esmeraldeña está cansada y ese teatro del descrédito está liquidado o liquidándose. Para muchos el naufragio del desamparo social podría estar llegando a su última etapa con estas elecciones y el cambio de presidente es un hilo de esperanza. Hasta allá se ha llegado y es muy posible que sí, es verdad, el corazón brega a la izquierda.

Pulp fiction

            Nuestros Ancestros, para situaciones parecidas, no la dejaban boteando: ‘‘quien busca avisperos debe tener piernas ágiles para correr’’. Así es este escenario de trampas y ruindades político-electorales, creado por esta alianza non-sancta, para qué. ¿Para buscar avisperos que cree están en las cornisas de sus edificios institucionales y no en las barriadas? ¿Y después del desbarajuste, poner cara de cemento y desaparecer? No se sorprendan, pero el Consejo Nacional Electoral (CNE) se preocupa porque el tema electoral si no va mal, pues que vaya peor. No hay maravillas, magia o el asombro gratificador de sorpresas inesperadas, eso sería extraordinario para justificar con un ‘‘así somos por acá’’. Y ya eso es todo, excusas por las pésimas acciones políticas de estas castas sociopolíticas ecuatorianas las hay desde 1830 hasta este día de febrero del 2021, son tantas que alcanzan para empapelar el planeta. Esta vez para desarraigar al progresismo adrede se han propiciado equivocaciones del medio a la mitad y como en las entregas literarias de pulp fiction, incluye suspense. Y no falta el realismo indecoroso y a la vista de la ciudadanía, pero con decenas de distractores en vertiginosa sucesión en cada pantalla grande o mínima.

            La derecha busca milagros y se esfuerza para que todo sea posible aunque parezca difícil de cumplírseles, ¿qué no ensayan? Por ejemplo, estas absurdas polarizaciones (quizás ideológicas), malquerencias con interminable martilleo mediático, mentiras de repetición hasta para ofender al menos avisado (la laptop del fantasmal Uriel, del ELN, antes fue aquel de Raúl Reyes, en Angostura) y acuerdos tramposos internacionales para joder al progresismo. No sé si es miedo o algo parecido aquello que afana a la derecha reaccionaria a reaccionar así. Esa vaina como miedo ficcional se derrama en forma de catarata, desde los encumbrados hasta quienes, en el jodido barrio, ni siquiera saben por qué insultan a aquellos que dicen dos o tres cosas favorables de Rafael Correa. ¿Es el miedo al desquite de los ofendidos? ¡Hum! ‘‘Ahora, ¿quién podrá defenderme?’’ Frase de personajes de la televisión válida para estas semanas de febrero. Bromas en la severidad de la crisis o seriedad con brumas de malos presagios para la derecha abusiva. Toda respuesta tiene el silencio que no es ni será el de los inocentes, porque nadie lo es, ni el progresismo mucho menos los grupos reaccionarios.

La verdad no estaba allí

            La respuesta a preguntas decisivas hasta ahora es el sonido del silencio. Y no con la lírica de Simon & Garfunkel, de repente se describa con los últimos versos de la canción: Se arrodillaban a rezar/ Aquella luz era su dios/ Yo les grité que despertaran/Que la verdad allí no estaba/ Que los profetas no, no son luces de neón/ Y que Dios/ Siempre habla en el silencio[6]. En esta crisis (sanitaria-política-económica) terrible. ¡Bien que valen estos versos! Estos armónicos versos no obstruyen el silencio necesario para pensar el andar y el caminar de nuestras comunidades negras e indígenas y a la vez son las voces que hoy mismo tenemos. ¡Ah, las preguntas! ¿Aprende el progresismo ecuatoriano de sus errores? ¿Habrá entendido el progresismo la necesidad inmediata del Estado intercultural, plurinacional y laico? ¿El progresismo fortalecerá la gobernanza descentralizada? Basta, por ahora.

                  Claro, que hay ese alboroto de pasiones en meridianos y paralelos de preferencias partidistas-políticas-personales. Y batalla de clases agudizada por las crisis, la angurria está al tope de la escala de quienes están forrándose con las desventuras de millones ecuatorianos, mujeres y hombres. Lucha de clases en las leyes de último momento enviadas al Parlamento (a ver si, babilonia[7], se queda dirigiendo la economía ecuatoriana desde sus poltronas), lucha de clases en las frases de candidatos, personajes encumbrados y lucha de clases en la justificación de aquellos grupos sociales encandilado por el vivir magnífico de la burguesía ecuatoriana. Otra vez la fraternidad Rastafari caracterizaría al ecosistema político ecuatoriano al menos el de la derecha por quedarse con todo el poder aun después que se vaya a quien desde el progresismo llaman bag-o-wire[8] o sea ‘traidor’. O quizás el equivocado es este jazzman por buscar precisión matemática en el análisis político y en el cruce de estas crisis no todo sería ‘‘ideológico’’, porque la derecha también juega fuerte al pragmatismo bandulu business [9].

Para el progresismo ecuatoriano no ocurrió ningún domingo 7

            El cimarronismo de barrio adentro o de la ruralidad montuna entiende que en estos tiempos malos no sirve la indiferencia electoral, gritar neutralidad por algún desacuerdo del pasado con el progresismo ecuatoriano, asumir equidistancias de la neuralgia colectiva porque se tiene la propia o apoltronarse física y mentalmente en la queja y el lloriqueo que facilitan las redes sociales y las corporaciones de comunicación. No cabe nada de aquello en este símil de Estado de plantación. Es temporal y depende de nuestras energías y militancias, pero parece que dura demasiado, porque se combina mucho con demasiado para nuestro país a la deriva. Esta tempestad la vivimos al susto por las deudas que se aplazan con alguna promesa mentirosa, asusta el deterioro acelerado del sistema de salud y ese encabronamiento porque en los noticiarios de principios de la noche las presentadoras leen letanías de culpas para inventar justificativos. Al revés de aquello que decía Mario Benedetti, ‘‘no cuesta nada sentirse desgraciado’’. Estamos aquí tomando la palabra con el café y casi sin azúcar. Esa palabra es crisis, pero no me satisfacen sus significados, porque está más allá de las carencias materiales. Crisis es el desánimo, la crispación existencial y el languidecimiento de las esperanzas. ¿Criará una fe cimarrona como toda crisis? Hay posibilidades, de las angustias paralizantes se suele caminar a la rebelión de calle. O el cambio en las urnas como ya ocurrió en el domingo 7. No se cumplió el mal presagio para el progresismo ecuatoriano. Al revés.

‘Este país’ no siempre es Ecuador, mi país

            Y lo dicen como si estuvieran de paso, en realidad lo están o así  lo creen. Es la derecha ecuatoriana y sus referencias al país que dicen amar, ese ubicuo convencionalismo histórico (derecho no es recto, en política) no disimula sus actos retorcidos para vengarse  del ‘correísmo’ desbaratando toda legalidad. Para la derecha reaccionaria, con ideas peregrinas del país de sus extracciones económicas, sus referencias son demostrativas: ‘‘este país’’. Este país. Al hablar podrían estar en cualquier sitio, aun dentro del país, pero muestran sus distancian con ‘ese’ conglomerado territorial. ‘Este’ todavía se llama Ecuador y todavía es nuestro ‘‘hasta más allá del gavilán’’[10].Alguna vez le escuché a Fabricio Correa este folklorismo deplorable: ‘‘el ecuatoriano cambia (su forma de relacionarse con la gente y el país, JME) en tres horas. Es la duración del vuelo Guayaquil-Miami’’. Palabras más, palabras menos. Allá, en los Estados Unidos de América (USA, siglas en inglés), respetan lo que más pueden el orden legal y admiran cada insignificancia, en la misma (o mayor) proporción que desprecian y desacatan todo lo ecuatoriano, incluida su diversidad cultural.

¿Y por la izquierda?

            ¿Y las izquierdas ecuatorianas? ¿Y el progresismo latinoamericano? No sé, pero como que las buscan por los fuertes personalismos y el mensaje trasciende los límites organizacionales no para bien; pretenden actualizar discursos envejecidos y eurocéntricos, son chéveres para los paleontólogos de la tendencia y aciagos para el electorado; mantienen en el reconcomio el lastimoso convencimiento de ser ‘únicas’ y ‘puras’ (el insulso debate si el progresismo es izquierda o una vaina rara); aceptan, con pujos de padrinos blancos, a los pueblos y nacionalidades indígenas, pero se encasquillan con las comunidades negras y montubias; ¿los feminismos? Son masticados pero no digeridos; a la comunidad LGBTI+ de lejitos nomás.

            ¿Estaré equivocado? Para nada, el espejo del tiempo no miente. Pero presiento que la izquierda debe renacer. En ese renacimiento debe ser más desiderativa y para nada dogmática, resistente (con su cuota de resiliencia), radical en su entendimiento de nuestra diversidad, feminista plural, izquierdista en su mentalidad de izquierda, ecuatoriana Casa Adentro e internacionalista Casa Afuera. Y muy constitucionalista desde el Artículo 1. ¡Que sea un axê!              


[1] Tomado del Algo muy grave va a suceder en este pueblo, de Gabriel García Márquez, Magazín Dominical, Caracas, del 3 de mayo de 1970, p. 77. Se puede leer en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/algo_muy_grave_marquez.pdf 

[2] Esmeraldeñismo (de la provincia de Esmeraldas, República del Ecuador). Equivalente al boruntuntum,  desorden mayor, grandísimo caos, atropello caótico.

[3] Frase propagandista del Gobierno del presidente Lenin Moreno.

[4] Arrullo y bunde son cantos y músicas de la costa afropacífica colombo-ecuatoriana.

[5] Cantos fúnebres afroecuatorianos muy tristes y conmovedores. El maestro y musicólogo Lindberg Valencia, en los Saberes musicales afroesmeraldeños, escribió: los alabaos se interpretan cuando es el funeral de un adulto (en el Valle del Chota, se llaman salves), Se interpretan a capela, sin utilizar ningún instrumento musical. Son cantos ceremoniales  litúrgicos para pedir perdón a Dios, por los pecados del fallecido; son cantos de purga por las malas acciones.  

[6] Letra de Los sonidos del silencio (The Sounds of Silence), autor Paul Simon e interpretada por el dúo Simon & Garfunkel.

[7] Así denomina  la Nación Rastafari al corrupto sistema de la sociedad occidental y oriental, las dos construidas sobre el capitalismo y el imperialismo, antes que sobre la vida humana. También es usado para referirse a la clase política de los países y al ejército.

[8] Denominación en el habla Rastafari. Significa traidor.

[9] Negocio de bandidos, chanchullo, negocio fraudulento. En el habla de la Nación Rastafari.

[10] De Boletín y elegía de las mitas, de César Dávila Andrade (1918-1967), también fue llamado El Fakir. Fue poeta, ensayista y narrador. La parte correspondiente al poema dice así: Y ahora, toda esta tierra es mía./ Desde Llangagua hasta Burgay;/ Desde Irubí hasta el Buerán;/ desde Guaslán, hasta Punsara, pasando por Biblián./ Y es mía para adentro, como mujer en la noche./ Y es mía para arriba, hasta más allá del gavilán.