30 noviembre 2016 Aunque hoy la imagen de los hombres que llevan una tupida barba en Oriente Próximo representa a los afiliados de la extrema derecha religiosa, en las décadas de los 1960 y 1970, adornar la cara con un buen mostacho y barba con alguna prenda de color verde olivo, era exclusivo de los […]
Aunque hoy la imagen de los hombres que llevan una tupida barba en Oriente Próximo representa a los afiliados de la extrema derecha religiosa, en las décadas de los 1960 y 1970, adornar la cara con un buen mostacho y barba con alguna prenda de color verde olivo, era exclusivo de los simpatizantes de la revolución cubana. La «moda» que facilitaba el trabajo de la policía política en los países dictatoriales capitalistas. Los textos de Fidel Castro y el Che Guevara pasaban de mano en mano, impresos en papel de cebolla en la clandestinidad.
A miles de kilómetros de Cuba, y en un Oriente de escasos árboles, en los años 60 miles de jóvenes marxistas decidieron calcar el método de la guerra de guerrilla incluso en su forma rural y con los kalashnikov en el hombro, para derribar a las dictaduras como la de Irán, escondiéndose detrás de los matorrales de las aldeas del Mar Caspio. Muchos habían regresado de los campos de entrenamiento palestino en Jordania o en la República Democrática de Yemen, el primer país árabe dirigido por los marxistas (1967-1990). Fue el libro de Lenin sobre el voluntarismo –La enfermedad infantil del izquierdismo-, el que puso algo de cordura a un desatado entusiasmo que ignoraba el «análisis concreto de la situación concreta» y quería convertir su país en la cuba de Oriente Próximo.
Así nacieron los «fedayines» «quienes entregan su vida por la causa» del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y los de la Organización de Fedayines del Pueblo de Irán, éstos últimos, negándose a seguir los métodos «clásicos» de instalar el socialismo -organizar a los trabajadores-, para derrocar al déspota. Cuba estaba presente en todas las luchas anticoloniales y antiimperialistas de la región: desde Libia, Argelia y Egipto hasta Irak, Irán, Siria, Palestina, Yemen, y no sólo entrenando guerrilleros (como a los del movimiento comunista de Dhofar en su lucha contra el sultanato de Omán) sino también con el envío de los mejores hijos de su socialismo: los médicos. Aun hoy, cientos de ellas y ellos trabajan en las zonas más deprimidas de Argelia, Etiopía y Angola.
En el turbulento año 1959, el Che, como enviado de Cuba, visitó Gaza -entonces bajo la dirección de las fuerzas progresistas-, y apoyó a Jamal Abdel Nasser en su batalla contra Israel y las amenazas EEUU y Gran Bretaña.
Desde entonces ha llovido mucho, y la política exterior de Cuba ha tenido sus aciertos y sus errores. Llegó a tachar las Primaveras Árabes como levantamientos fabricados por EEUU, cuando Washington mandaba a Arabia Saudí a aplastar la de Bahréin o de Yemen, o que un Obama sorprendido por la «Revolución de Tahir» tuvo que cambiar de postura tres veces en 18 días hasta poder abortarla definitivamente. Diferentes son los casos de complot contra Libia y Siria, sin duda conspiración de las potencias occidentales y regionales para acabar con aquellos estados.
La Habana ha tenido dificultad en elaborar una visión real de las complejas relaciones internaciones tras el fin de la Guerra Fría, que generó el fenómeno de las «dictaduras capitalistas independientes» de EEUU. Las élites corruptas y déspotas de pequeñas potencias que gobiernan con la mano de hierro a millones de personas, tienen su agenda propia para ampliar su zona de influencia. Que choquen con los regímenes europeos y EEUU no les convierte en «anti imperialista» o progresista, ni los beneficios que consiguen mejora la situación de sus pueblos. El enfoque «Norte – Sur» de análisis, aunque en los años del colonialismo tampoco era muy acertado, hoy es una trampa que oculta la lucha de clases en el seno de cada nación y encubre la co-responsabilidad de los regímenes locales «desafiantes» con EEUU en el sufrimiento y la explotación de las personas.
El futuro de Cuba es tan incierto como el de todos los países del planeta. La única verdad es que su modelo social, a pesar de todas sus carencias, ha conseguido devolver la dignidad al concepto de «ciudadano», donde todos tienen derecho a pan, a techo, a salud y educación. Es el país del «tercer mundo» que desconoce «la malnutrición infantil». En Nueva York, ciudad de 8,5 millones de habitantes, la mitad de los niños pasan hambre, y hay 60.410 personas «homeless». En el ranking del Índice de Desarrollo Humano, Cuba, sin grandes recursos y bajo el embargo económico durante décadas, ocupa el puesto 67 entre 188 naciones, por encima de Sudáfrica, Irán o Turquía. Sólo el socialismo consigue que un huracán como Matthew, que arrancó la vida de cerca de 800 personas en Haiti, y 20 en EEUU, se marchase con manos vacías de Cuba.
Sería contrario a las enseñanzas del viejo guerrillero y las mismas lecciones del socialismo crear un culto a la personalidad del gran líder de la revolución cubana. Fidel y su equipo, junto con millones de cubanos han hecho que diminuto país de elevados valores humanos hayan conseguido un impacto tan amplio y profundo en todo el planeta, mostrando que un mundo mejor es posible. Gracias Cuba.
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/3620/cuando-fidel-y-el-che-pasaron-por-oriente-proximo/